viernes, mayo 31, 2013

Eros hai un mil años, de OLGA NOVO

Eros hai un mil años | Criticalia

TODO O QUE CHEGA DE TI, DAS TUAS MANS, E DELICATESSEN PRA IALMA. GRAZAS

Eros hai un mil años

Cales hijo nosas raiceiras lo erótico comunal y cómo espellaron xurídica y literariamente en livings sexuales nosas en la Edad Media. Velar por el complejo cuestions Ace trata de responder a Leda m'and'eu. Erotic medieval gallego , el ensayo documentado y revelador que co Olga New obtivo el XII Premio de Historia Medieval de Galicia y Portugal, llamado pola editorial Toxosoutos seis concellos evita la Ría de Muros-Noia.
Leda m'and'eu es un no dubidalo, uñas monografía suerte, entre otras cosas Pola idoneidad del asina caliente, su poeta erótico y tamen sí mismo, sabía analista de este tema en el trabajo doutr @ s autor @ s Noso como Pono por caso, Claudio Rodríguez Fer y Uxío Novoneyra. Más secundi este volumen es éxito innegable de la ONU, porque nos encontramos xa sin estudio conxunto en fosen compilar, todo conocimiento notable e integrada sobre las prácticas de sociosexuais nosa comunidad dende los tiempos prerromanos encaje xérmolo país actual nodular remoto que establece el A lo largo de la Edad Media.
En este sentido, el nuevo logotipo de traballo preceptos de fondos (pre) medidas cautelares, comienza cun largo tríada de capítulos en los que REPASA la bibliografía existente sobre el uso y las costumbres sexuales en el tiempo (pre) rromanos logo para estudiar la viraxe que estos imprimiron codificación se lexislativa emana de relixiosa moral católica ha ido instalándose nosa en la sociedad.
Edad del Hierro se fue Cristiá, Nueva revisita Vellos ídolos cultos fálicos venusianos y otros arqueolóxicos escombros para desentrañar lo que debeu ser alegre vida amatoria de nosos devanceiros Moito antes de la llegada de Xentes del Lacio. Xa monja segundo lugar, el texto conciliar hijo que Servén Luguesa de rayos X y el clima Represión que condena Coutou sexualidad medieval, el establecimiento de la homosexualidad, el adulterio y el incesto como las prácticas nefastas dignos de excomuñón e incluso privación Propia de la vida .
Secasí, todo Zuna tiva represiva en las canciones líricas indígenas de la ONU Espello bifaz, y lo cierto es que Ben moitos cantos de burla y la crítica maldicir reproducen cuentos desprecio de las prácticas sexuales, es que el secundi moitos otros parodian como Persecución e incluso si compracen en descrición utiliza enton erótica (y en parte secundi ahora) se MARXE de Convencions más puritanas sociales: las prostitutas desenfado aficionados y soldadeiras, la sexualidad compulsiva de algunos frailes y Abadesas la plenitud de escasos fodimalhos y la quema de casas cRUusmás secundi cópula leda de las adúlteras y hasta el percorren incestuosa ocasional esta letra burlona nosa y calumniosas.
Del mismo modo, Nueva contempla con analítica disfrute finura de los amantes que encontran en las canciones de migo, haciendo hincapié en estos compracencia noche de amor que vivió alba no conseguen disminuir, ya que es Neses y otros rincones de la manera en que uno ve retratado Mellor la pulsión xocosa y amigo Bendada y su amigo que experi descoita amor. Incluso se atreve nuevo sentido arriesgar sin interpretativo fondura canción erótica de "Lelia Oro 'el famoso de Pedr' Eanes Solaz.
Escrito con una dicción inmellorable, prosa autor de este estudio riguroso fai volumen de la ONU en ese sen señorita prurito académico (abonda con poner el aparato Ollada profusa uña del pie o páxina escolleita bibliografía citada Decatar a ella), puede comunicarse con los detalles de servicios y realidades en otros tratados moitos hijo sin Somnifero infalible.
Ronsel de otros notables en estudios de la erótica como la Luz Medieval Pozo Garza y Carlos Callon, esta Leda m'and'eu confirmará la Vilarmao como uñas nosas ensayistas de los más lúcidos y, al tiempo, disipa Tantina vértebra como pairaba sobre dun tema de interés tan seguro como lo erótico medieval gallego.

miércoles, mayo 29, 2013

“El lugar de la palabra”, de Elisa Martín Ortega - Revista de Letras

“El lugar de la palabra”, de Elisa Martín Ortega - Revista de Letras

Haciendo nuestras las palabras de la autora, “En la poesía las palabras expresan, liberadas, todo su ser”, podemos afirmar que este exhaustivo, luminoso y sensible ensayo, El lugar de la palabra, sobre la relación de la Cábala y algunos poetas contemporáneos -José Ángel ValenteJorge Luis Borges,Juan Gelman y Clarisse Nikoïdski-, y que lleva por subtítulo precisamente “Ensayo sobre Cábala y poesía contemporánea”, es una ejemplar reflexión sobre el lenguaje como totalidad, el exilio, la muerte y otros interesantísimos temas comunes a ambos, que parte de una singular y certera selección de textos jasídicos, reflexiones y poemas. Elisa Martín Ortega ha puesto su brillantez exegética y la profundidad y sabiduría de sus conocimientos al alcance de todos cuantos estén interesados en la lectura de la poesía contemporánea a la luz de la trascendencia, pues tanto su carga lírica como su honestidad teórica van parejas a la claridad y a un hermoso y exquisito dominio del lenguaje.
¿Por qué Cábala y poesía contemporánea? Porque Elisa Martín Ortega (Valladolid, 1980) es  investigadora de la lengua, la literatura y la cultura de los judíos sefardíes, y de las relaciones entre la cultura judía y la literatura hispánica, y porque además es poeta. De la conjunción de ambos intereses ha germinado este tratado sobre mística judía y poética  en el que se fundan tanto las similitudes temáticas como la propia poética, con el denominador común a todos ellos del amor a la palabra como sede de la identidad humana, del pensamiento y de la creatividad. Pues “el máximo anhelo de la poesía es ese idioma absoluto del que habla Derrida” (p. 169) del mismo modo que la Torá como libro se convirtió, a falta de un templo que  representara al pueblo judío, en “el lugar itinerante donde la Divinidad podía revelarse” (p. 134).
La palabra, pues, acaba convirtiéndose, para los poetas y para los místicos judíos, en un lugar. Un lugar, el territorio de búsqueda de la verdad, de la esencia de lo humano, “la herramienta por excelencia de la creación” (p. 67). La penetración en el lenguaje es así la fuente de la poesía y de la hermenéutica cabalística, que aunque sienta inapresable el misterio de lo divino considera que los símbolos permiten una aproximación a Dios.
Porque, se pregunta la autora, ¿y si la literatura fuera algo más que un conjunto de historias inventadas para el divertimento?, ¿y si la poesía, como señaló Goethe, es “viva y momentánea revelación de lo inescrutable”? Del mismo modo, los textos cabalísticos pueden leerse también como bellísimas creaciones “con hermosas e insospechadas metáforas” y con un sorprendente cuidado de la expresión poética y de la retórica. Pues, más allá de su sentido, más allá de su significado, poesía y Cábala comparten el lenguaje, como método de reflexión poética la primera, como modo de penetrar en lo divino la segunda. Para ambos se exige, junto con el conocimiento de la tradición, la creación de algo nuevo. La invitación a innovar propia del jasidismo, la obligación de ser creativo, tiene su exacto paralelismo en la poesía, que rescata a las palabras “de la comunicación cotidiana /… / para otorgarles un espacio distinto, renovado” (p. 50) y a las que se demanda vivir en el límite sin dejar de ser comprensibles. Ambos son, sobre todo, espacios de verdad. Como diría Rilke, si una obra de arte no parte de la necesidad, si en ella no hay honestidad artística, desemboca irremediablemente en una obra fallida.
El lugar de la palabra está habitado por la sabiduría y la excelencia de sus reflexiones sobre la labor poética: el nacimiento del impulso poético, los extraños e insospechados caminos de la creatividad, la crítica literaria y la lectura de poesía como escritura poética; la capacidad de la poesía para nombrar lo que parece innombrable regresando a la infancia como fundadora de la sensibilidad del lenguaje; el exilio como amputación y fuente de creatividad y sus conexiones místicas; la vindicación del significante en poesía; el lenguaje y la muerte.
Elisa Martín Ortega (foto: blog de la autora)
Elisa Martín Ortega (foto: blog de la autora)
Y ya en el ámbito de la exégesis judía,  el lenguaje como territorio donde reside el misterio de lo divino pues, como afirma la autora, la vía hacia los secretos pasa por una inmersión en las profundidades de la gramática y la fonética, la grafía y la etimología. En esta tercera parte del ensayo, “Una mística del lenguaje”, adquiere su máximo esplendor la teoría de Elisa Martín Ortega, la de que, tanto en poesía como en la Cábala, las palabras “expresan, liberadas, todo su ser”, y cada una de esas palabras posee luz propia, al contrario que en la narración. El mensaje por el mensaje deJakobson que definiría la función poética de la lengua, es decir, cuando la lengua es capaz de mirarse a sí misma, tiene su correspondencia en el judaísmo. Una y otro se resisten a aceptar la arbitrariedad del signo lingüístico, pues el significante ocupa un lugar esencial en poesía -“Si el nombre es arquetipo de la cosa / en las letras de rosa está la rosa”, Borges- tanto como en el trabajo del cabalista, que ve en las letras de la lengua hebrea la materia que acerca al hombre a Dios.
Esta preocupación por el significante, común a todos ellos, fue también una constante de otros poetas como Aníbal Núñez, que consideró en sus textos ensayísticos que la  selección de los signos en poesía estaba más regida por el emparentamiento fonético  que por los dictados del contenido. También como hizo este poeta, Gelman desmenuza los significantes en algunos de sus poemas en busca de una homofonía que fuera símbolo de los misterios del lenguaje, de su capacidad de generar sentido por semejanza de formas. Pues el poeta verdadero sabe que trabajar con los significantes es abrir el corazón de la lengua en busca del secreto de la inspiración, que acaso sea el lugar donde lo inefable habita a la espera de una palabra que lo exprese.
Pero así como los poetas se preguntan por los motivos del sufrimiento e imperfección propios de nuestro mundo y tratan de sumirse en el espanto de esta realidad dolorida para dar nombre y memoria a cuanto es común a los hombres, y quizá solo alentados por el deseo de escrutar ese exilio -Gelman, Nikoïdski-, que es también interior -Valente, Borges-, pues para el poeta no hay respuestas válidas que lo justifiquen, la cábala lo explica a través del mito del Paraíso perdido y la teoría del tsimtsum según la cual Dios, para poder crear el mundo, debió convertirse él mismo en un desterrado, lo que explicaría tanto la imperfección del universo como el sufrimiento humano -Valente: “El acto creador supone un movimiento exílico, una retracción, una distancia” (p. 152)-. La segunda parte del ensayo, “Voces del exilio”, contiene una hermosa y desgarradora reflexión sobre los distintos exilios que el pueblo judío ha sufrido a lo largo de la historia. Un padecimiento que Elisa Martín Ortega escruta a través de los poemas de Gelman y de la poeta en lengua sefardí Clarisse Nikoïdski, y se pregunta: “¿De qué modo la separación, el desarraigo, el sentirse eternamente extranjero en la tierra es fuente de creatividad?” (p. 149). La respuesta a esta cuestión cristaliza en lo que se ha llamado “poética del exilio”, una constante de los poetas exiliados, cuyo dolor queda imbricado a una poesía a menudo subversiva, extrema y dolorida como su propio interior, alejada de estereotipos y convenciones, exiliada de sí, pendiente de esa ajenidad propia de su humana condición de permanente destierro.
Pero si hay algo en lo que verdad se diferencian estos poetas de los textos cabalísticos es en el tratamiento de la muerte, que en los poetas reseñados no admite consuelo y en cuya reflexión se halla “la última clave del quehacer de los poetas” (p. 269). Pero nuevamente la voz del verso trata de vencer toda derrota con el amor y con la memoria, que hace posible que los muertos amados parezcan vivir en el lenguaje: “Solo el que ha muerto es nuestro, solo es nuestro lo que perdimos /…/ No hay otros paraísos que los paraísos perdidos” (Borges).
Elisa Martín Ortega, en fin, ha demostrado sobradamente con este libro su singular capacidad para ahondar en los entresijos de la poesía,  construyendo una hermosa poética personal –el esplendor y el encanto de su prosa, sus luminosas metáforas, su lúcida sensibilidad pueden llegar a estremecer- que tiende la mano a la mística judía como generadora de instrumentos criptógráficos válidos para el poeta, para acabar revelando los misterios de la palabra, esa epifanía que, como escribió Gelman, da nombre a seres que tardarán siglos en ser.
Yolanda Izard

domingo, mayo 19, 2013

“Una buena historia nunca muere”

“Una buena historia nunca muere” | El País Semanal | EL PAÍS


El periodismo deportivo, género en el que Gay Talese (Ocean City, Nueva Jersey, 1932) brilla a la altura de los más grandes, no es más que una de sus facetas, pero la verdad es que en él se encierra el ADN de su escritura: “En el Estado de Nueva York, a unos noventa kilómetros de Manhattan en dirección norte, al pie de una montaña, hay un antiguo club social abandonado. La pista de baile está cubierta de polvo; los taburetes del bar, patas arriba, y nadie recuerda cuándo fue la última vez que se afinó el piano…”. Así comienza El perdedor, uno de los 37 artículos que escribió Gay Talese sobre Floyd Patterson y recoge El silencio del héroe, la antología de crónicas deportivas de este autor que ahora publica en español Alfaguara. Al escritor no le interesan los momentos de gloria que aureolan el pasado del campeón mundial de los pesos pesados más joven de la historia, sino las heridas que dejó en su alma el sabor de la derrota. “El deporte”, dejó escrito Talese, “trata de gente que pierde, vuelve a perder y pierde una vez más. Se pierden encuentros; después se pierde el trabajo. Puede resultar muy intrigante”. Sí, ya lo sabemos, fue uno de los padres del nuevo periodismo. No es que la etiqueta esté gastada, sino que no vale a la hora de calibrar la estatura de este italo-americano de 81 años, autor de crónicas y libros memorables sobre la más diversa variedad de temas que quepa imaginar (las interioridades de la redacción de The New York Times, la Mafia, los estándares sexuales de los estadounidenses, la construcción del puente de Verrazano o las Torres Gemelas, la grandeza del anonimato en contraste con las pequeñeces de la fama). Vital, generoso, de conversación amena y desbordante, antes de iniciar la charla, Talese insiste en bajar unos momentos al búnker, como denomina al sótano plagado de cajas de cartón donde conserva las decenas de millares de notas y documentos que integran su archivo. Hijo de un sastre y una modista, obsesionado por los trajes de otra época, casado con Nan Talese, una de las editoras más reconocidas del mundo literario neoyorquino, con quien tiene dos hijas, si hay una palabra que resume todo lo que Gay Talese es y representa, basta con decir que es escritor. Sin adjetivos.
PREGUNTA: ¿Cuál fue su primer trabajo?
RESPUESTA: Chico de los recados en la sede de The New York Times,en la calle 43. Mi trabajo consistía en llevar café y sándwiches a los redactores y en llevar mensajes de un despacho a otro. Es el trabajo más importante que he tenido jamás, porque me permitía ver los entresijos del periódico sin que nadie reparara en mí. Era un edificio de 14 plantas que yo subía y bajaba sin cesar. Tenía acceso a todas las secciones: circulación, ventas, anuncios clasificados, el suplemento dominical, la revista de libros. La torre de marfil estaba en el último piso. Allí tenían sus suites los altos cargos y los propietarios, la familia Sulzberger. Conocí a todo el mundo: editores, redactores jefes, operarios, linotipistas, impresores, los conductores de los camiones de reparto. Fui testigo de rivalidades, de luchas por el poder, huelgas, piquetes, todos los cambios que experimentó el periódico a lo largo de una década.
P: Sus años en The New York Times quedaron reflejados en El reino y el poder. ¿Cómo fue el proceso de gestación del libro?

P:
 ¿Por qué dejó The New York Times?R: Hay un momento imborrable que lo cifra todo, la primera vez que puse un pie en la redacción, en 1953. Ante mí se abría el espacio gigantesco de la tercera planta, más de 400 personas, hombres y mujeres, tecleando frenéticamente en sus máquinas de escribir, fumando sin parar, en medio de los timbrazos de docenas y docenas de teléfonos. Lo primero que pensé fue que aquel era el lugar con menos mentirosos por metro cuadrado de todo Nueva York. En Wall Street, en la Junta de Educación, en el Ayuntamiento, en la Iglesia hay mentirosos a patadas, pensé, pero aquí no. Dos años después, cuando se cumplió mi sueño de ser reportero, sentí que pasaba a engrosar las filas de una profesión noble cuya máxima aspiración es ser fiel a la verdad. No digo que siempre se consiga, pero ese es el ideal que da sentido a una institución como el Times. El periodismo es una profesión honorable, y no estoy de acuerdo con quienes nos pronostican un futuro tenebroso, porque no hay nada más importante que la verdad. ¿Y quién se ocupa de decirla? Los Gobiernos no, ciertamente. El presidente miente; no este, todos. Siempre encuentran excusas para hacerlo: la seguridad ciudadana, la defensa nacional; no podemos decir qué estamos haciendo. Resulta irónico ver a Obama compungido porque el Senado no ha aprobado una ley que limite el uso de armas, cuando al mismo tiempo se dedica a enviar drones que sueltan bombas que causan la muerte de niños en numerosas partes del planeta. Si los periódicos no vigilan las acciones del Gobierno, ¿quién lo va a hacer?
R: Sigo sintiéndome parte del periódico. Tengo allí muchos amigos, tanto de los viejos tiempos, aunque muchos han muerto, como entre los más jóvenes. Dejé de trabajar allí al cabo de más de una década, porque había llegado al máximo de mis posibilidades como reportero de plantilla. Lo que yo quería escribir necesitaba más espacio y más tiempo, y eso es algo que no es posible hacer en un periódico. El tipo de reportaje que me interesaba escribir solo se podía realizar en cierto tipo de revistas, y así fue como empecé a colaborar con Esquire, aunque irónicamente el primer trabajo que hice para ellos tenía que ver con The New York Times. Escribí un perfil sobre el periodista encargado de redactar los obituarios, un personaje anónimo, que son los que más me han atraído siempre. El artículo se titulaba Mr. Bad News. Por aquel entonces también colaboraba con Esquire Tom Wolfe. Fueron nuestros primeros pasos en una nueva forma de entender el periodismo.
P: Otra gran institución neoyorquina para la que nunca ha dejado de escribir es The New Yorker.
R: Publican cosas que ninguna otra revista se atrevería a sacar. Siempre he colaborado con ellos. Cuando hace años nombraron a su director actual, David Remnick, un joven periodista a quien profeso un enorme respeto, me llamó para decirme que contaba conmigo. Escribí un reportaje sobre los trabajadores que habían participado en la construcción del puente Verrazano, que une Brooklyn con Staten Island.
P: ¿Qué le llevó a volver sobre un asunto al que había dedicado un libro hacía casi 40 años?
R: En mi opinión, aunque se publique, nunca se llega a cerrar realmente ninguna historia. Siempre quedan resquicios que desembocan en otras historias. Si uno vuelve a algo escrito hace 10, 20, 30 años, siempre descubre cosas sorprendentes, y eso es lo que me ocurrió con esta historia. Publiqué El puente en 1964, cuando todavía trabajaba para el Times.Tenía dos días libres a la semana y los dedicaba a recopilar material para el libro. Iba al lugar donde se estaban llevando a cabo los trabajos de construcción, muchas veces por la noche. Usted ha visto cómo es el búnker, como llamo a mi estudio. Ahí lo tengo todo archivado en cajas. Una tarde, sería el año 2002, me fijé en la etiqueta que dice El puente y me pregunté qué habría sido de los trabajadores que construyeron el Verrazano, con quienes me había entrevistado tantas veces. Abrí la caja, me puse a repasar las notas y decidí hacer algunas llamadas telefónicas. ¿Qué habían hecho una vez concluida la construcción? Resulta que a muchos los habían contratado para la construcción del World Trade Center. Estoy hablando de especialistas en la construcción de estructuras metálicas a grandes alturas. Pertenecen a un sindicato que se ocupa de su contratación en obras públicas de gran envergadura. ¿Y qué sintieron cuando vieron que el resultado de su trabajo se había desvanecido en apenas unas horas cuando tuvieron lugar los atentados de septiembre de 2001? Su respuesta me desarmó. La destrucción no les había causado la menor sorpresa. ¿Pero cómo es posible?, les pregunté. ¿Qué quieren decir con eso? Sabíamos que aquello no valía para nada, no era una estructura sólida, las torres estaban hechas de aire, eran jaulas para pájaros. Nada que ver con la estructura formidable del Verrazano o de rascacielos como los de antes, el Empire State por ejemplo. Esas estructuras habrían aguantado el impacto de un avión, pero cuando erigimos las Torres Gemelas sabíamos que aquello era muy distinto. No se trata solo de que el arquitecto no fuera muy bueno, sino de la filosofía sobre la que se sustentaba la idea del World Trade Center. Lo único que querían hacer los promotores era maximizar el espacio, rentabilizándolo a fin de obtener el mayor margen de beneficio, alquilando la mayor cantidad de superficie posible. Así que cuando los aviones se estrellaron contra las torres, las atravesaron de lado a lado y antes de ponerse el sol se habían derrumbado, convertidas en columnas de ceniza y humo.
Gay Talese, en el sótano donde escribe y conserva su archivo de notas en cajas de cartón. /PASCAL PERICH
P: Ahora que lo dice, es cierto que en una ocasión se estrelló un avión contra el Empire State.
R: Exacto, y rebotó.
P: ¿Cuál es su estilo ideal?
R: Me gustan las frases largas, melodiosas, de estructura compleja, con elementos subordi­­na­­dos, como las que escribían Scott Fitzgerald o John Fowles, un gran escritor, hoy olvidado. Mi modelo son los grandes maestros de la frase larga.
P: Lo que usted hace no es ficción, pero su visión de la escritura no está muy alejada de la del novelista.
R: Creo que es legítimo escribir reportajes con las armas propias del contador de historias. Yo aspiro a ser un buen contador de historias,con un matiz importante, y es que no me aparto de los hechos y solo utilizo nombres reales. Hay grandes novelistas que han sido magníficos reporteros, como Graham Greene, John O’Hara o Hemingway. Yo escribo reportajes, y un reportaje no es ficción. Hay que poner mucho cuidado en no imaginar absolutamente nada. Que imagine el novelista. El escritor de no ficción tiene que trabajar el interior del personaje, su entorno, la atmósfera en que existe. Todo eso le da a la crónica un aire de ficción, pero hay diferencias y matices. En un buen reportaje, los hechos se han de subordinar al personaje, no al revés.
P: ¿En qué está trabajando ahora mismo?
R: Estoy haciendo un perfil para The New Yorker que cuenta la historia de un voyeur. En 1980, poco después de la publicación de La mujer de tu prójimo, mi libro sobre las costumbres sexuales de los americanos, recibí una carta anónima, remitida desde un apartado de correos de Denver, Colorado. Lástima no haberle conocido antes, decía, le habría contado algo de interés para su libro. Si alguna vez pasa por Denver, póngase en contacto conmigo. Todavía estaba haciendo la promoción del libro y le dije que podía hacer escala en la ciudad camino de California. Nos citamos en el aeropuerto. Si dispone de unas horas, me gustaría que viera algo. Decidí coger otro vuelo y me subí a su coche. Durante el camino me explicó que era millonario y que tenía muchos bienes raíces en Denver. Llegamos a un motel de su propiedad, donde me presentó a su mujer y me explicó que había 21 habitaciones, de las cuales 12 tenían un techo falso. Puedo ver y oír todo lo que hacen y dicen los clientes, dijo. Santo cielo, ¿y si se dan cuenta? No es posible, venga conmigo, quiero que lo vea por sí mismo. Me dijo que llevaba 15 años haciendo aquello. Tomaba notas de todo lo que veía y las conservaba en un archivo que puso a mi disposición. La única condición es que no podía decir su nombre, porque lo llevarían a los tribunales. Le dije que se lo agradecía, pero no podía hacer nada, porque en mis historias tenían que figurar los nombres reales de los personajes. A lo largo de los años, nunca hemos perdido el contacto. Nos escribíamos, hablábamos por teléfono. Su mujer falleció, se volvió a casar, y su segunda mujer se involucró aún más en la cuestión del voyeurismo, hasta el punto de que cuando llegaban nuevos clientes decidían en qué habitación alojarlos, como si fuera un casting. Por fin, el año pasado le dije: “Usted tiene 79 años y yo 80. No nos queda mucho tiempo. Si no me da permiso para utilizar su nombre, esta historia jamás saldrá. Se mostró de acuerdo y me autoriza a revelar su nombre cuando el artículo esté listo.

R:
 No lo sé.P: ¿Cuándo será eso?
P: Creo que lo que procede ahora sería hablar del libro que dio lugar a la historia que me acaba de contar, La mujer de tu prójimo.
R: Ese libro estuvo a punto de costarme mi matrimonio. Surgió como una indagación acerca de la percepción que se tiene en la sociedad de lo que es obsceno, pornográfico o pecaminoso, asunto que puede tener consecuencias legales. Cuando aún trabajaba para The New York Times, tuve que cubrir algunos juicios por obscenidad. Recuerdo cuando un juez invalidó la acusación de obscenidad que pesa­­ba sobre El amante de lady Chatterley, de D. H. Lawrence. De repente podía publicarse legalmen­­te. También recuerdo cuan­­do la homosexualidad era un delito que se podía castigar con la cárcel. En algunos Estados también se penaba con prisión el adulterio o si alguien de raza blanca mantenía relaciones sexuales con una persona de raza negra. Una noche, después de cenar con mi mujer en P. J. Clarke’s, un restaurante que queda a unas manzanas de aquí, vi que habían puesto un letrero luminoso que decía “Modelos desnudas”, y le propuse a mi mujer que subiéramos a investigar. Vete tú, me dijo. Estaban cerrando, pero volví al día siguiente. Las chicas que trabajaban allí eran muy jóvenes y casi todas tenían estudios universitarios. Me puse a indagar en sus vidas y a través de aquello vi lo mucho que había cambiado la actitud de mis compatriotas hacia el sexo. Era un negocio totalmente abierto al público y legal. Me puse de acuerdo con el dueño y durante un tiempo hice de mánager de aquel local. Las chicas trabajaban para mí, obteniendo información de los clientes y escribiéndola. Alguna escribía muy bien. Hice eso en varios locales. Completé mi estudio pasando una temporada en Sandstone, una colonia donde se practicaba el sexo libre en California. Los fines de semana podía haber hasta 200 matrimonios que participaban en fiestas donde se practicaba el intercambio de pareja. Cuando por fin publiqué el libro, no solo había puesto en peligro mi matrimonio, sino que mi reputación cayó por los suelos. No es que las reseñas fueran negativas; eran venenosas, salvo dos, una de un catedrático de Harvard y otra de Virginia Johnson, una de las autoras del famoso informe sobre la sexualidad de Masters y Johnson. Viví una situación con muchas facetas: por una parte, el libro tuvo ventas millonarias; por otra, tardé mucho en recuperar la respetabilidad.
P: Se presenta ahora en español El silencio del héroe, recopilación de sus mejores crónicas de periodismo deportivo. ¿Qué representa ese libro en su carrera?
R: Es un recorrido histórico por una de las facetas más relevantes de mi trayectoria como reportero. Hay piezas de cuando estaba en secundaria, de cuando estaba en la universidad y de mis primeros años como periodista deportivo en The New York Times hasta mis trabajos más recientes, como el perfil sobre Joe Girardi, el mánager de los Yankees, que es mi última colaboración para The New Yorker y que no estaba en la edición americana y yo he querido que se incluya en la española.
P: El libro recoge perfiles y reportajes que no se habían publicado anteriormente en ninguna revista.
R: Pasa a veces. En eso, el escritor comparte el destino del atleta: a veces se gana, pero también hay muchas veces que se pierde. Lo importante es no amilanarse nunca. He escrito historias que los editores después han rechazado, y luego las recupero en libros como este.
P: ¿De qué piezas guarda mejor recuerdo entre las antologadas en este volumen?
R: Yo diría que Alí en La Habana. Muchas veces me han dicho que esa crónica y Frank Sinatra está resfriado, que no es un reportaje deportivo, obviamente, son mis mejores trabajos. Tuve muchos problemas para publicar Alí en La Habana. Fue un encargo que me hizo The Nation, que tenía mucho interés porque cubriera el viaje de Alí a Cuba. Cuando lo entregué, me dijeron que habían decidido no publicarlo porque era demasiado largo. Entonces se lo ofrecí a The New Yorker, pero también lo rechazó. Pensándolo bien, la lista de rechazos es espectacular:Rolling Stone, G.Q., Esquire y Commentary tampoco lo quisieron. El problema era que lo que contaba en el artículo no era noticia. La noticia era que yo seguía los pasos de Mohamed Alí. Pero luego hubo un acto de justicia poética, y es que el artículo fue elegido entre los mejores ensayos del año 1997. Fue una pequeña venganza. En ese sentido encaja perfectamente con el espíritu de El silencio del héroe. Los protagonistas son ídolos caídos, héroes que han dejado de serlo. Floyd Patterson, disfrazándose para que nadie lo reconozca después de que lo dejaran fuera de combate, arrebatándole la corona mundial. Joe Di Maggio, el mejor jugador de béisbol de todos los tiempos, entrado en años y hundido para siempre en el recuerdo de Marilyn Monroe,tratando de agarrar con precisión un bate. Creo que las mejores crónicas del libro son la de Di Maggio y la de Patterson.

R:
 Según dicen, cuando Tom Wolfe leyó esa crónica, acuñó la expresiónnuevo periodismo. No sé. Según Tom, la lectura de esa pieza le permitió descubrir los engranajes de mi técnica, pero la verdad es que yo ya llevaba años escribiendo así.P: ¿Y el retrato que hace de Joe Louiscuando es ya un hombre de mediana edad?
P: Da la sensación de que la idea que sustenta su forma de entender el reportaje es la de permanencia. Le repugna la idea de escribir cosas destinadas al olvido. Se niega a que sus textos acaben en la papelera al día siguiente de ser publicados.
R: En mi opinión, una buena historia nunca muere.
P: ¿Se mantiene en contacto con Tom Wolfe?
R: Cené con él hace un par de semanas. Por cierto, vamos a aparecer juntos en una recopilación de artículos sobre el asesinato de John Fitzgerald Kennedy que va a publicar Life Books. La historia es muy interesante. El día en que asesinaron al presidente Kennedy me encargaron que saliera a la calle para observar las reacciones de la gente. Me puse a dar vueltas por la ciudad y al cabo de no mucho tiempo me di de narices con Tom Wolfe. ¡Tom! ¿Qué haces? El reportero jefe me ha pedido que me dé una vuelta por Manhattan para ver cómo reacciona la gente al atentado de Dallas. Pues a mí me han pedido la misma historia. ¿Qué te parece si cogemos un taxi a medias y compartimos gastos? Estuvimos cuatro o cinco horas juntos. Fuimos a Chinatown, Little Italy, Wall Street, el Upper West Side, Broadway, y en ningún lugar vimos nada digno de mención. Nadie saltó por la ventana, no había gente tirada en el asfalto llorando. El ambiente de la calle era de total normalidad. Nos despedimos. Cuando volví al periódico, le dije a mi editor que me gustaría escribir acerca de la falta de emoción de la gente ante una noticia de tal calibre. Mejor déjalo, me respondió. Al día siguiente, lo primero que hice nada más levantarme fue comprar elHerald Tribune para ver qué había escrito Tom. Miré el periódico de arriba abajo y tampoco encontré nada. Ni rastro de nuestro paseo por la ciudad el día anterior. De modo que a los supuestos gigantes del llamado nuevo periodismo les habían encargado escribir acerca de algo tan potente como el asesinato de JFK y ninguno de los dos consiguió colocar su reportaje. El otro día, cenando con él, lo recordamos. Dos viejos sabuesos evocando los tiempos en que éramos unos jovenzuelos pletóricos de energía que cuando entregaron su crónica sobre el magnicidio de Dallas se la tumbaron. Y ahora que Life va a publicar un volumen con motivo del 50º aniversario del crimen, por fin van a ver la luz.
P: Mirando hacia atrás, ¿se arrepiente de algo?
R: No.
P: ¿Quién ha sido su mejor amigo?
R: David Halberstam [premio Pulitzer de periodismo en 1964]. Tuvo mucho éxito en vida, pero lo que le envidio es el éxito que tuvo en la muerte. Murió en 2007 en un accidente de coche, en California, cuando se dirigía a hacer una entrevista. Ojalá yo tenga una muerte así. No quisiera acabar mis días tirado en la cama de un hospital o en una silla de ruedas o con alzhéimer. Si supiera que me espera una muerte así, me saltaría la tapa de los sesos.

sábado, mayo 18, 2013

La muerte del escritor nigeriano Chinua Achebe | José E. Mosquera

Letralia 283 | Artículos y reportajes | La muerte del escritor nigeriano Chinua Achebe | José E. Mosquera
Chinua Achebe

A los 82 años murió el 22 de marzo de 2013 en Boston, Estados Unidos, el novelista, poeta, ensayista y crítico literario nigeriano Chinua Achebe, el padre de la literatura moderna de África, uno de los grandes escritores en lengua inglesa en el siglo XX y, desde luego, uno de los más brillantes intelectuales africanos. Su producción literaria no sólo revolucionó la literatura africana por la manera como abordó los problemas africanos desde la literatura, sino por la extraordinaria simbiosis que hizo en sus obras entre el realismo narrativo europeo y las tradiciones orales de su cultura igbo, pero desde la perspectiva de una concepción universal de las tradiciones africanas.
Achebe hizo en sus novelas auténticas radiografías de las confrontaciones entre la cultura occidental y las diferentes culturas africanas, al igual que las transformaciones que sufrieron las sociedades africanas con la penetración colonial de la cristianización y las adopciones de nuevas formas de gobierno en el siglo XX. Por eso su primera novela, Todo se desmorona, publicada en 1958, se convirtió en toda una novedad literaria en el mundo, en virtud de que Achebe rompe con los viejos paradigmas en la narrativa africana y transforma completamente el panorama literario en África.
A través de la literatura le enseñó a los africanos a hablar sobre sí mismos, a autorreconocerse, a valorar y resaltar sus tradiciones, sus historias, sus cuentos, sus canciones y sus visiones del mundo más allá de las alienaciones culturales europeas. Porque así como García Márquez creo al legendario Macondo, Achebe le dio vida a Igbolandia. Ruptura que lo posicionó como uno de los primeros escritores africanos en alcanzar notoriedad universal.
Reconocimiento que se constituyó en un gran logro para un escritor nacido en Nigeria en 1930, formado en literatura en la Universidad de Ibadán y profundamente comprometido con las luchas de los pueblos africanos. Se destacó como profesor de literatura en las universidades de Ibadán, Nsukka, Massachusetts, Connecticut, Mariana Fisher y Brown, entre otras. Además recibió premios, condecoraciones y doctorados honoris causa en más de 30 universidades en el mundo.
Autor de una prolífera obra literaria, entre novelas, ensayos, relatos y poemas: Todo se desmorona(1958), Me alegraría de otra muerte (1960), La flecha de Dios (1964), Un hombre del pueblo (1965),Chicas en guerra (1971), Navidades en Biafra y otros poemas (1973) y Termitero de la sabana (1987), entre muchas otras.
Fue un crítico de la política y la corrupción en su país, en general en África, sobre todo de las dictaduras y los regímenes totalitarios, críticas que expuso en varios ensayos, en artículos de prensa y en especial en sus novelas Un hombre del pueblo y Termiteros de la sabana (1987), en éste último en donde plasma las luchas de tres jóvenes con la tiranía de un presidente educado en una academia militar británica en el imaginario Estado de Kangan, pero con una universalidad aplicable a cualquier país africano.
Rechazó a todas las formas del colonialismo, postura que sintetizó cuando dijo: “Yo estaría satisfecho si mis novelas, especialmente las que situé en el pasado, hubieran servido para enseñar a mis lectores que su historia, a pesar de todas las imperfecciones, no fue la larga noche de salvajismo de la que los europeos, actuando en nombre de Dios, vinieron a liberarnos”.
Su novela Todo se desmorona ha sido traducida a más de 50 idiomas y se han vendido más de 10 millones de ejemplares. Es quizás una de las novelas africanas más leídas y vendidas en el mundo. Pese a ser uno de los escritores africanos más conocidos y más leídos del habla inglesa, es poco conocido en Colombia.
Los que hemos leído su obra y degustado su realismo narrativo, su elocuente y cautivante prosa, somos testigos de la importancia que tiene Achebe en la literatura universal. Pero como ha sucedido con muchos otros grandes escritores, Jorge Luis Borges entre ellos, la Academia sueca ha quedado en deuda con Chinua Achebe, que se suma a los que teniendo suficientes méritos no fueron galardonados con el Premio Nobel de Literatura.

lunes, mayo 13, 2013

La guardiana del sonido de Malí

La guardiana del sonido de Malí | Cultura | EL PAÍS


Rokia Traoré (Malí, 1974) se planta sobre el escenario del festival Womad en Cáceres como una guerrera. Suenan los primeros acordes y su dulce voz se une a su menudo cuerpo en una sospechosa y delicada sinergia. La confusión dura los segundos que tarda en alzar la mirada ruda, sin contemplaciones, y continuar con su canto enérgico a África. No es desesperación, es la historia musicada de un país al oeste del continente que vuelve a vivir la sinrazón yihadista para desgracia de una de las canteras artísticas más prósperas de la región. “Como maliense y africana no puedo dejar de creer en nuestra habilidad para salir de esta situación, superar las cadenas que aún prevalecen del colonialismo y confiar en que los africanos y el resto del mundo un día se den cuenta de que este es un lugar maravilloso”, relata la cantante tras su actuación. “Si no mueres en el intento, siempre queda el aprendizaje para continuar”.
De esta convicción solo hay un ejemplo en su nuevo disco Beautiful Africa. La canción que titula su quinto álbum llegó al cierre de su colaboración con el productor inglés John Parish, creador del sonido de la cantante PJ Harvey. Los rebeldes islamistas de la región de Azawad comenzaban a expandirse por el norte de Malí a principios del año pasado cuando Traoré ya había extraído la savia del rock and roll de la capital inglesa. “Nunca llamaría así a un disco si Malí no hubiera esta en esa situación, pero necesitaba escribir, salir de alguna forma del espíritu que me envolvía en ese momento”.
Traoré reconoce que, aunque John Parish se bautizó en la música africana de su mano, nunca sintió que de sus andanzas británicas pudiera concluir en una transformación comercial de su sonido. “Mis colaboraciones con artistas y productores europeos y estadounidenses siempre han llegado a mitad de mi carrera, en proyectos de intercambio cultural puntuales”, aclara y saca a colación su trabajo con Peter Sellars en el festival New Crowned Hope, con motivo del 250 aniversario de Mozart. “Dudo de la contribución cultural de aquellos artistas africanos cuyo trabajo se materializa a través de un foráneo, tengo una vocación que va más allá de sumar seguidores”.
Beautiful Africa no es rock, pero tampoco repite de manera purista las enseñanzas de Ali Farka Touré, a la postre mentor de la cantante, una de las voces primigenias que situaron a Malí en el mapa. En su ánimo no se encontraba conseguir la fusión perfecta. “Necesitaba trabajar con alguien cuya cultura natural se basara en este género”, explica, “buscaba avanzar en el sonido de Malí de mis anteriores trabajos y John me ayudó a conseguir una versión personal sustentada en los principios básicos de una música que no es parte de mi cultura”.
Hija de un diplomático, la cantante ha pasado parte de su vida en tránsito, de Bélgica a Argelia, de Nueva York a Arabia Saudí y de vuelta a Bamako, donde reside la mayor parte del año. Traoré se niega a abandonar su tierra, aunque la intercale con París, donde reside su hijo. En Malí enfrentó la tradición al unir el balafón (xilófono) con el n´gnoni (heredero del banjo) y ahora también con las guitarras eléctricas. Aún así, la etiqueta de músicas del mundo le resulta tan claustrofóbica como una cárcel. “No me gusta esta expresión, pero reconozco su utilidad”, afirma. “El problema que encuentro es que se ha hecho tan amplia que público y artistas pueden llegar a perderse dentro de ella”. Rokia Traoré tiene en su garganta una embajada que se difumina en los festivales multiculturales. “Venimos a tocar a Europa por la situación de la industria musical en nuestros países y asumimos ser parte de esa amalgama sin reivindicar el sonido específico de Congo, Nigeria o Sudáfrica. Me parece demasiado reduccionista. ¿Para cuándo un Womad en África? Necesitamos cultura y educación para poder salir adelante



jueves, mayo 09, 2013

Eran neve no mar. Un pleonasmo - Henrique Dacosta -

ESTOY LEYENDO ESTE LIBRE, ESTE HERMOSO LIBRO DE POEMAS, “Cando fóramos nevar” , Y NO PUEDO DEJAR DE PONER ESTE TEXTO EN EL QUE SE HACE UNA SUGERENTE RESEÑA, MAS QUE RESEÑA, UN ACERTADO Y DELICADO PROLOGO A DICHO LIBRO. Vicente, hace unos dias nos saludamos, me saludo afectuosamente, y me quede con con la sensación de estar ante un amigo en construcción. Acabare de leer el libro, estara con otros este verano entre mis cosas, anda por ahi Pavese, andan heteronimos sin nombre, una lectura sin prisas, hasta que nos alcance la nieve.

Henrique Dacosta
Eran neve no mar. Un pleonasmo - Henrique Dacosta - Diario de Ferrol


Eran neve no mar. Un pleonasmo

Henrique Dacosta 


Sempre é grato conversar con Vicente Araguas. Persoa vital, torrencial, de prodixiosa memoria, impenitente artista que nunca nos pode deixar indiferentes. Tal foi o que aconteceu o pasado 2 de maio, día que tivemos a honra de lle presentar o seu último poemario, “Cando fóramos nevar”. Alén da delicadeza, sen obxeccións, dos seus versos, é de agradecer o oficio que como declamador exerce, cuxa extraordinaria voz se acompaña do acompasado ritmo con que recita. E é que dicir Vicente Araguas e dicir música é un pleonasmo.
Un nachiño de Xuvia que encetou a boroa artística pola música belixerante dos anos sesenta e pico. E a música, belixerante ou non, ségueo acompañando desde aquela en todo canto fai, poesía ou narrativa principalmente. Fai parte do seu ‘tópoi’, mesmo na breve prosa poética inserida no libro, cando se nos describe unha foto do poeta con seu pai diante dunha hedra, e están a escoitar unha canción de Django Reinhardt. Pero é o ano 1963 cando todo arranca, o ano da fotografía da contraportada do libro e en que o disco de The Beatles, “Sargeant Pepper’s Lonely Hearts Club Band”, está na moda e trae eses xeitos convulsos e un bocado desacougantes que xorden a cada pouco ao longo do poemario.
A neve en Ferrol, nesa insólita nevada do 63, é cortina que embaza o pasado, é saudade e imposíbel regreso a el, que mesmo pode chegar a ser doloroso. A irónica saudade tórnase case testamento vital, un legado ou manda que nos deixa un pouso de inquietude, mesmo melancólica tristeza, pero que non deixa de ser, á fin e ao cabo, a vida que pasou, aquilo que foi ou o que puido ser e non foi: “Souben despois que estaba / moi a piques de non estar. /  A mesma cousa que deixar de estar, / porque cando comezamos a marchar / hai tempo xa que non estamos”.
Diversos graos da saudade, pois, que se acaban por converter en poemas de desamor, e até existencialistas, como ese leve rumor da neve que cae sobre o mar en “Lola & Carmen” para se diluír como elas dúas, ao morreren ben novas. Ou en “Como en tombe la neige”, de novo coa neve a caer, co pasado saudoso que xa non ha de vir pero que pon maneiras adolescentes no poeta, recordando o despertar ao xogo amoroso e os celos por un que se lle parece a Paul McCartney, e ela xa está hoxe morta, e o pillabán, arremedo do beatle, que agora “se cadra será cuspidiño a unha vella inglesa”. Ou, en “Homeward bound”, con esoutra dimensión que indaga no propio existir, a do tránsito vital que converte o río en mar manriqueño, remanso en que finalmente ecoan voces de xentes novas, inconscientes do verdadeiro sentido dos versos, e o espello que só reflicte memorias vagas, e que, xunto co anterior citado, se nos antolla dos máis significativos.
Existe un peculiar ton elexíaco que actúa como verdadeiro fío condutor, e que volve experimentar noutro tipo de composicións, tal acontece en “Cal o pranto de Luis Cernuda”, homenaxe a ese rapaz amigo cuxa sexualidade tena que gañar a por de comprala en corpos de aluguer, non sen evidentes consecuencias en ocasións, “os intres violentos en que apareces mollado en sangue”. Máis épicos que líricos eran tales sucesos, até que o poeta fora capaz de verlle un día as bágoas ante a beleza dun rapaz inalcanzábel, semellante a cando Luis Cernuda daba en chorar por unha camisa que non podía obter co seu minguado soldo de dependente na libraría de León Cuesta.
Trazan o libro, en suma, poemas de longo alento, xunto con outros que son cal sorte de haikus ou aforismos: “Souben como era: / algarabía / e os abruñeiros brancos”. Técnicas, logo, moi distintas, pero efectistas todas elas, en que a forma toma fragmentos musicais de balada, de pop, de bolero ou de chachachá, e letras de Adamo e a “música tropical con feituras de illas con palmeiras e mulatas” do Teatro Argentino, que se xuntan coas de Leonard Cohen e Paul McCartney, algúns mesmo pasando a ser agora ídolos caídos. E co símbolo da neve que é cortina que embaza ese pasado que arranca en 1963, e vaise enchendo de espellos que reflicten a mesma dimensión irrecuperábel, e os abruñeiros cuxa albura fala de inocencia, e tigres cautelosos e lavancos. Temas universais que son contidos neses continentes nomeados en que o territorio da mocidade, ás veces até con certa síndrome de Peter Pan, se deixa ecoar e vemos o río Xuvia morrendo, quen sabe se en mar manriqueño, polo fondal da ría para se diluír no salgado remanso.
Poemas, en fin, que se concatenan, que beben das fontes que o propio poeta ten probado noutros libros seus, tamén de narrativa, como en “Xuvia-Neda”. Poemarios de anos atrás, algúns coa necesidade da reincidencia, como en “Xuvia revisitada”, ou en “Novos poemas para Ana Andrea”, e en “Ás veces en domingo abonda coa tenrura” ou en “O gato branco”. Velaquí, pois, este espléndido e novo móllo de versos, “Cando fóramos nevar”, unha peza máis do fértil e vasto universo poético de Vicente Araguas, un dos máis ricos e suxestivos do panorama lírico actual na Galiza



lunes, mayo 06, 2013

El autor nedense presentó en Ferrol su poemario “Cando fóramos nevar”

El autor nedense presentó en Ferrol su poemario “Cando fóramos nevar” - Ferrol - Diario de Ferrol
vicente araguas e henrique dacosta, onte na biblioteca da praza de españa daniel alexandre
vicente araguas e henrique dacosta, onte na biblioteca da praza de españa daniel alexandre



O novo libro de poemas de Vicente Araguas, “Cando fóramos nevar”, ten como punto de partida unha nevada en Ferrol en 1963, cando era neno. Ese é o arranque dun conxunto “confesional ata un punto” no que caben lembranzas, influencias culturais, xentes ancoradas na memoria e homenaxes. E isto cunha proposta variada nas formas, na que hai poemas tan reducidos como haikus pero tamén prosa poética.
Polo libro de Araguas pasa a neve, elemento poético cheo de significados, e tamén o Ferrol da súa infancia e xuventude, coa represión e o gris pero coa música –non podía faltar– dos Beatles, de Leonard Cohen ou de Adamo. “É un libro moi ferrolán. É absolutamente ferrolán por todos lados. Saiume así”, comenta o autor. “Temos unhas raíces, unha orixes, unhas raigames, e Ferrol marca moito. Eu son de aquí e aquí é onde me sinto recoñecido”.
A obra, que levaba xa anos escrita, publicouse finalmente a través da Sociedade de Cultura Valle-Inclán, dentro da súa colección Soláster. O seu editor, Fernando Bores, acompañou a Vicente Araguas na presentación que tivo lugar onte na biblioteca da praza de España. Na mesa, co autor, estivo Henrique Dacosta.
“Cando fóramos nevar”, que se presentou recentemente en Madrid, é unha nova achega literaria de Araguas, que promete novas propostas en breve, nun ano de grande fecundidade.

domingo, mayo 05, 2013

Jot Down Cultural Magazine | José Luis Sampedro: “Estamos viviendo un momento trágico, Wert es una amenaza para la educación española”

Jot Down Cultural Magazine | José Luis Sampedro: “Estamos viviendo un momento trágico, Wert es una amenaza para la educación española”

José Luis Sampedro: “Estamos viviendo un momento trágico, Wert es una amenaza para la educación española”

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Escritor y economista, sus conferencias literarias en la universidad, nos cuenta un testigo, parecían conciertos de rock and roll por la afluencia y entrega de los asistentes. En la actualidad, en medio de una crisis económica y política de trascendencia histórica, su voz se alza como un referente de quienes demandan cambios integrales en el sistema, especialmente los jóvenes.
Al llegar a su casa, José Luis Sampedro confiesa que ha tenido un mal día. Han estado a punto de llamar a urgencias y suspender la entrevista, pero finalmente nos recibe. Está fatigado y da la impresión de que repasar su vida le resulta aburrido, pero es solo cansancio. En cuanto comenta la actualidad se enciende, le brilla la mirada. Aprieta el bastón y sus palabras están llenas de fuerza y determinación. Evoca con nostalgia ciertos valores perdidos, pero a sus 96 años no puede esconder que lo que le estimula realmente es mirar hacia delante.
Usted trabajó en la Universidad española, la británica y la estadounidense. ¿Qué diferencias encontró?
El ambiente y las condiciones de trabajo eran muy distintas. Se respiraba otro aire. Para empezar, la educación en la España de aquella época obedecía a las imposiciones de la Iglesia. Había clases de religión incluso en la Universidad, en todos los cursos hasta el final. Era lo que se llamaban las tres marías, la Formación Política, la Educación Física y la Religión. Había que examinarse de esta durante muchos años, aunque, afortunadamente, se tomaba a beneficio de inventario.
Otra diferencia importante era la ratio profesor-alumno que nos permitía conocer mejor a los alumnos, apoyarles, razonar con ellos y evaluar su rendimiento con más conocimiento de causa. En cuanto a la burocracia, también la había en la Universidad británica, pero era más efectiva. Lo que en España tardaba meses en conseguirse, en Inglaterra podía tardar lo mismo, pero la diferencia era que allí, tras solicitarlo, solo había que esperar, mientras que en la Universidad española era necesario insistir, volver una y otra vez sobre el asunto, rellenar formularios nuevamente, estar pendiente del “¿cómo va lo mío?”; una lata.
¿Cómo ve la educación actualmente en España?
Estamos viviendo un momento trágico. El ministro actual es una amenaza para la educación española. Es un hombre cuya política hay que definir como “de Contrarreforma”. En la historia de España hay un momento en el siglo XVI, cuando empiezan en Europa los protestantes, Lutero y demás, que se establece la Contrarreforma, como oposición al avance. Wert representa la Contrarreforma y con ella no es posible formar ciudadanos libres.
Es significativo que recién nombrado no tardara en atacar y suprimir la asignatura de Educación de la Ciudadanía, introducida en la etapa del Gobierno socialista, argumentando que era adoctrinante. Bueno, en la vida social todo es adoctrinante, con todos los gestos que hacemos nos adoctrinamos unos a otros. Pero, este señor, que se quejaba de lo adoctrinante de la asignatura, no impide que en las escuelas públicas se imparta religión. El ministro no considera adoctrinante la doctrina que imparte el cura (valga la redundancia). Para más inri, los profesores de religión son nombrados por el obispado, pero pagados con el dinero de todos los españoles, del Estado supuestamente aconfesional, en un país en el que solo el 27% va a misa los domingos.
Lo que en verdad se persigue con ello es potenciar la fe sobre la razón, inculcar la fe desde la infancia, incapacitar a la gente a pensar fuera de ese marco. Así consiguen que prevalezca el dominio de la Iglesia. Y es lo que ahora quieren reforzar con la inestimable colaboración del señor Wert. Un ministro partidario de la separación de sexos en los colegios, de educar separadamente a niños y niñas. ¿Acaso la educación no es prepararse para la vida? En la vida futura hombres y mujeres se van a relacionar, en el trabajo, en la calle, en todas partes. Entonces, ¿por qué prepararlos para tratarse unos a otros con naturalidad y combatiendo la violencia de género? Induce a pensar que se trata de favorecer a los colegios religiosos con subvenciones públicas que separan a los niños y a las niñas.
Mire, estamos en un momento en el que se está hablando de muchos problemas. Pues el más grave hoy es el Ministerio de Educación. Con sus recortes e insensibilidad se priva a los niños menos favorecidos de oportunidades, de horas de estudio, de clases, de aulas y profesores de apoyo. Se está castrando la inteligencia de esos chicos cerrándoles las puertas para el futuro mientras se favorece la enseñanza religiosa con dinero laico. Lo que hay en este momento es absolutamente rechazable, tenemos un Gobierno que no hay por dónde cogerlo. Y lo que más me preocupa es la educación. Hay que aprender a pensar en libertad porque si no se piensa en libertad, no hay demócratas. Y si no hay demócratas, no hay democracia. Es así.
Lo que ha quedado claro es que logros sociales que parecían consolidados en realidad eran muy frágiles.
Lo que demuestra es que no hay democracia, que el déficit democrático es grande. Democracia quiere decir gobierno del pueblo y por el pueblo. En democracia la ciudadanía tiene voz y voto. Aquí solo hay voto una vez cada cuatro años, un voto más condicionado por la manipulación mediática que por la educación. Ahora mismo, vemos al pueblo en las calles manifestándose; jueces, médicos, mineros, funcionarios, discapacitados, parados, desahuciados, estafados por las preferentes, todos en contra de las medidas gubernamentales, pidiendo la dimisión de ministros que están arruinando la sanidad y educación públicas, mientras el Gobierno, representante oficial del pueblo, en vez de escuchar las peticiones de sus ciudadanos, está apoyando a los financieros, a los bancos que tienen el poder y el dinero. Todo lo contrario de una democracia; aquí no manda el pueblo, mandan los dueños del poder económico. En 2002, cuando muchos economistas cantaban las virtudes de la globalización ya advertí en mi libro El mercado y la globalización que esa mal llamada globalización era ceder el poder político de la democracia a los financieros. Y es lo que ha pasado. Son los amos. Votamos a políticos y mandan los financieros.
El sistema ha perdido el respeto a todos los valores, a la dignidad, la solidaridad, se aplican diferentes varas de medir, según de quién se trate. Se exige a los cubanos la aplicación de los derechos humanos. ¿Y Guantánamo? ¿Y los campos de concentración rusos en el Ártico? ¡Ah! Eso no es nada contra los derechos humanos. Resulta que todo es mentira. Todo depende de si Corea es del Sur, que entonces puede tener armas atómicas porque es amiga de casa, pero si es del Norte, no puede tener armas atómicas porque no es amiga de casa ¡Claro! Esta es la descomposición de un sistema. Se ha terminado la época histórica del capitalismo, que empieza en el siglo XVI, más o menos, y se acaba ahora, que vamos a otra cosa.
Tras el hundimiento del comunismo y la pérdida del poder político que tenía, ha quedado solo el poder capitalista. En el fondo el comunismo era un capitalismo de estado, pero bueno, ese es otro tema. Ahora, a lo que voy es a que solo han quedado las potencias capitalistas, sin el contrapeso del otro bloque, lo que aceleró la caída hacia la barbarie. En el año 2000 en Estados Unidos se frotaban las manos pensando que eran el nuevo Imperio romano de hoy, con su emperador… Pero sorprendidos al año siguiente con el hundimiento de las torres de Nueva York, empezó a pensarse de otra manera. Vino el problema de Iraq, que fue una barbaridad. En 2003 se bombardeó un país indefenso entero durante un mes, so pretexto de combatir el terrorismo, mintiendo descaradamente a la población acerca de unas supuestas armas químicas. Aquello fue lo que se llama técnicamente un delito de lesa humanidad, que no ha prescrito. Se puede perseguir todavía a Bush, Aznar yBlair. Lo que hay ahora es la barbarie.
[En las preguntas sobre el bloque comunista, Olga Lucas, la mujer de José Luis, interviene para darle un respiro y resume así la cuestión]:
No se puede juzgar a los regímenes comunistas, que no llegaron a ser comunistas, que lo intentaron y fracasaron porque desde antes incluso de proclamarse ya estaban rodeados de enemigos. La Unión Soviética tenía veintidós países atacándola nada más empezar. Y lo mismo pasa con Cuba. ¿Cómo hubiera sido Cuba sin el boicot, el embargo que la lanzó a los brazos de la URSS? Falta saber si el experimento hubiera podido llegar al comunismo con todos los países intentándolo a la vez o dejando en paz al que lo quisiera hacer. Porque si a ti te meten los enemigos en casa, acabas viéndolos hasta en la sopa y acabas persiguiendo a tu compañero. Siempre me he preguntado qué hubiera pasado si esas experiencias hubieran tenido lugar en condiciones normales. Es como los gérmenes, si el caldo de cultivo está hecho para que proliferen, habrá más infección que si hay asepsia.
Creo que no tienen fuerza moral para criticar lo que ha pasado con el comunismo los que han hecho todo lo posible para que fracase, con independencia de que nosotros tengamos un sentido crítico. Sé de lo que hablo: en los países del Este, mi familia fue acusada de titista, me pasé cinco años sin poder ver a mi padre por las “sanciones” impuestas a mis padres porque mi familia ha tenido la virtud de estar siempre en el bando perdedor. Perseguidos por los fascistas, por los estalinistas o por los más papistas que el papa. Habiendo sufrido las consecuencias estalinistas, me considero con fuerza moral para criticar, pero no se la concedo ni a los que hablan por hablar ni mucho menos a los que han contribuido a que esos regímenes degeneraran. Y luego están las dos varas de medir: por ejemplo tienes a Cuba al lado de Haití. A Cuba se la condena por infringir los derechos humanos y Haití, a lo que se ve, los respeta, cuando para mí el primer derecho humano es el derecho a la comida y el segundo la salud y educación, por no mencionar a China o cualquier otro ejemplo.
José Luis Sampedro para Jot Down 2
José Luis, ha comentado en alguna ocasión que rechaza la existencia de Dios con la Biblia en la mano.
Léase los cinco primeros capítulos del Génesis. Se va a encontrar con lo siguiente: Primer capítulo, Dios crea el mundo. ¿Y cómo? Hágase la luz, hágase el agua. Apártense los animales de tierra de los otros, y luego llega y hace al hombre. Pero al hombre no lo hace diciendo: hágase el hombre. No, ahí Dios ya parece un personaje distinto. Otro dios distinto, porque parece que se arremanga y al hombre lo modela él. Coge barro y hace el modelo. Ya es una cosa tan extraordinaria que cambie de sistema que te preguntas ¿y a qué viene? Luego se queda mirando al muñeco, le ve la entrepierna y dice: “¡Anda! aquí me he pasado, he puesto un adorno que no sé para qué sirve, esto no se puede dejar así”. Entonces dice, según la Biblia: “¡No es bueno que el hombre esté solo!” Y así decide construir a Eva, pero para hacerla busca un material. Él, que ha creado el universo entero con todos los cientos de miles de materiales que hay, no encuentra ninguno adecuado, ni siquiera el barro del que ha hecho el hombre le sirve para Eva. Lo que hace es sacarle al hombre una costilla. ¡Mira qué idea! Y la modela hasta que se transforma en Eva. Y bueno, se supone que luego le metería otra costilla dentro al hombre, que tiene un número par de costillas. En fin, es una historia tan inverosímil, tan incongruente, tan absurda, que dices: bueno, ¿esto a qué viene? Ah, viene para decir luego que el hombre es un ser absolutamente excepcional, que está por encima del mundo mismo. Porque el hombre tiene alma. En ese mismo pasaje dice que Dios, después de construir el muñeco, insufla el alma por la boca. Entonces, claro, hay ahí un ser que está por encima del universo porque en el universo nada es inmortal, nada tiene alma, solamente el hombre. Por tanto, de ahí viene la idea que nos dicen en las escuelas, que el hombre es el señor de la Tierra, Dios creó la Tierra para él, tiene derecho a organizarla, etcétera, de ahí viene todo.
Pero yo eso no me lo puedo creer. No puedo comprender cómo se acepta un relato tan incongruente y tan inexplicable. Viene el teólogo y te dice: ay, hijo mío, cómo quieres comprender con tu limitada inteligencia los fines de Dios. A lo que yo digo: bueno, mi inteligencia será limitada, pero es la que me ha otorgado el mismo Dios. Si quiere que le comprenda, que me la mejore. Y si no, me conformaré con la que me ha dado. Y con esta, la forma de crear al hombre y al mundo no me parece razonable.
Además, luego, por si fuera poco, la Iglesia explica una cosa que no se dice en la Biblia, pero que los catecismos clásicos, el del padre Astete y el del padre Ripalda, los que yo he estudiado de niño, dicen: ¿Para qué nos creó Dios? Y en los dos se contesta: “para adorarle, servirle en esta vida y después gozarle en la otra”. Vamos a dejar por ahora lo de la otra vida. ¿Servir a Dios? Pero bueno, ¿Dios necesita que le sirvan? ¿Es que le falta algo? ¿Acaso necesita algo? Si necesita algo, ¿no lo puede obtener? Siendo Dios, antes de que lo pida, de que se le ocurra siquiera, ya lo tiene ahí. Y adorarle. ¡Ah! ¿Qué quiere decir adorarle? Que se le esté diciendo repetidamente “¡Grande eres Señor Dios de los Ejércitos del Cielo de la Tierra, grande es tu poder, grande es tu grandeza, tu benevolencia!”. Quiere que estén cantándole todo eso y para eso crea a un personaje tan infinitamente pequeño como el hombre, que es un renacuajo en la inmensidad del cosmos, y Dios se siente tan feliz oyéndole. Pero bueno, eso es tener una idea de Dios de emperador romano. Tener una cohorte de aduladores que le diga ¡Oh, Majestad! Pero eso no es propio de un dios. Un dios no necesita que le alaben.
La llamada religión católica es realmente una religión judeocristiana, la mayor parte de la Biblia es de inspiración judía. Después viene Cristo, cuya figura es discutible, pero todo eso es una mitología. Igual que la mitología griega con Zeus y Hércules. Eso lo definió muy bien Freud, al afirmar que las religiones son “delirios colectivos”. Y, en efecto, son delirios colectivos, lo mismo que son delirios colectivos ciertas ideologías políticas y ciertas maneras de entender la utopía, lo mismo que son delirios colectivos ciertos movimientos artísticos que si consigues que la gente se los crea, se traga lo que sea.
Cambiando de tema, hizo la Guerra Civil con los anarquistas primero y con los nacionales después.
A mí me movilizaron. Yo era un chico que estudiaba y me mandaron con siete u ocho compañeros a un batallón anarquista a cubrir bajas. Pero resultó que era una gente estupenda. Me fascinaron, me dejaron encantado de la vida. Tenían principios éticos muy notables, muy sólidos, y me dieron unas lecciones de política y de una manera de vivir que a mí no me había sugerido nadie nunca.
Pero el ambiente era aterrador. Recuerdo el momento de mi incorporación a filas: llegamos de noche al campamento donde estaban acantonados los soldados. Un escenario que daba miedo: noche en la alta montaña, en las alturas de Santander y yo tenía solo 19 años. A la mañana siguiente yo, que madrugo mucho, me levanté y salí. Había un regato de aguas y fui a lavarme. Entonces apareció un viejo anarquista —la mayoría eran hombres mayores, de 30 o 40 años en adelante—, se acercó y me dijo: “Hombre, tú eres de los chicos que han llegado anoche”. Y dije: “Sí, señor”. A lo que me contestó: “Aquí no hay señor, aquí no tenemos ni dios ni amo”. Aquello en ese momento me chocó muchísimo, pero más tarde me parecieron muy bien las dos cosas. Y a continuación me advirtió: “Bueno, tú si te piensas pasar al enemigo, ten cuidado porque si te vemos, te pegamos un tiro”. Yo que, efectivamente, había llegado ahí con la intención de pasarme, porque tenía en la cabeza la idea de orden y todo eso, le contesté: “No, yo cómo me voy a pasar”. Y él: “Anda, anda, tú con esas manos…, tú tienes que ser de los otros”. —“Mire usted, yo no soy de nadie” —repliqué— “yo no he hecho nada más que estudiar, no pienso hacer nada, acataré las órdenes y se acabó”. —“Bueno, si eres buen chico, nos llevaremos bien”. Y efectivamente, nos llevamos muy bien. Era gente asombrosa. De una energía, de una rectitud, de una ética que he visto en pocas ocasiones.
Me quería pasar, simplemente, porque mi familia quedó dividida entre una zona y otra. Yo estaba en Santander, que era una zona republicana del Norte, donde se habían cometido asesinatos, se había matado gente y se habían hecho cosas que a mí me parecían mal. Y como, según las noticias que tenía, parecía que el orden, el respeto, la creencia en Dios y en los valores que me habían sido inculcados, estaban del otro lado, pues yo, sin formación política alguna todavía, pensaba que allí estaban los míos, que allí estaba el bien. Luego descubrí que no era así. Cuando llegó el mes de agosto del año siguiente, el 37, y los militares nacionales ocuparon Santander, pude a ver cómo se asesinaba y se mataba. Comprendí muchas cosas. A los reclutas nos cogieron prisioneros. Como yo no tenía ningún antecedente político de nada, como solo me habían reclutado, me movilizaron también los otros. Dejamos un fusil republicano para coger un fusil franquista. Los soldados reclutados éramos más o menos iguales en todas partes. No había mucho contraste. Después, por mi condición de funcionario de aduanas, me hicieron cabo interino, me encargaron cosas de contabilidad y secretaría y me libré un poco de las obligaciones militares propiamente dichas.
De ahí a terminar trabajando en el Plan de Estabilización de la economía española de los años 50.
El clima de posguerra fue terrible. Vivíamos con una cartilla de racionamiento, había censura previa de todo, no se podía leer más que lo que permitían. En cuanto pude, pedí traslado a Madrid para poder estudiar. Así, en los años 50, ya había terminado la carrera de Económicas. Por estas fechas se produjeron las dificultades económicas más graves, hasta con problemas de escasez que obligaron a España a abrirse, pese a las diferencias políticas. Se iniciaron relaciones con Francia y un funcionario del Banco de España, Juan Sardá, que era un funcionario ya experimentado de la época de la República, consiguió relacionar a los economistas de la OCDE con el Ministerio de Hacienda español. Sardá dirigió una comisión encargada de las relaciones económicas de España con el resto de Europa. Esa comisión estaba compuesta por funcionarios de distintos ministerios y durante unos cinco o seis años yo formé parte de ella con una participación activa en representación del Ministerio de Hacienda. Naturalmente me hice europeísta enseguida. Me refiero al ideal de una Europa unida que teníamos entonces y que, en el caso de los españoles, además, nos proporcionaba la esperanza de acabar con el franquismo.
Y ahora los problemas de soberanía que tenemos con la troika, el rescate…
¿Quién tiene hoy soberanía? ¿Qué país se cree independiente? Ni Estados Unidos es independiente. En el mundo actual no hay esas independencias, hay interdependencias, pero no hay independencias. Aquello de un país con sus fronteras y su castillo es ya el pasado.
Volviendo a Europa: desde hace mucho tiempo estoy diciendo que a base de austeridad no se gana nada. Si impones austeridad para pagar lo que debes, pero al mismo tiempo trabajas para crear riqueza, vale; en caso contrario, como se viene haciendo, no solo no arreglas nada, sino que lo empeoras. El Gobierno español lleva un año sin hacer nada más que recortar, ¡austeridad, austeridad! Con eso nos hundimos cada vez más. Y lo mismo han hecho otros países, incluso Francia, con matices y diferencias, también se encamina a lo mismo.
Lo único que sabe hacer este sistema es comprar la publicidad, comprar con dinero lo que quiere conseguir y quedarse con el beneficio para ellos. Y educar a la gente para que sean productores, técnicos, buenos servidores, consumidores que se presten mucho a las especulaciones del mercado. Pero eso se va a extinguir. Ya no estamos en 1900. Es otra vida.
El sistema ya no tiene ideas frente a las novedades. No sabe utilizar Internet como se podría y debería utilizar, no se ha adaptado a las formas nuevas de comunicación, solo gestiona formas elementales. Se han inventado muchas cosas en los últimos cien años que el sistema todavía no ha asimilado. Con Internet pasa algo parecido a lo que ocurrió en el siglo XV con inventos como la imprenta, por ejemplo, que condujo a un mundo distinto. Ahora pasa algo parecido: nuevas técnicas, nuevas formas de trabajo, nuevas formas de asociación, videoconferencias, teletrabajo. El trabajo se puede organizar sin necesidad de movilizar todos los días setecientos mil automóviles. Estamos ante cambios sustanciales aún por asimilar que pueden llevarnos tanto a barbaridades como a organizar la vida de un modo más humano, racional y equitativo. Se dice “otro mundo es posible”, a lo cual yo siempre he opuesto “otro mundo es seguro”. Mejor o peor, dependerá de nosotros, pero la vida es cambio.
José Luis Sampedro para Jot Down 3
Ha calificado a los partidos políticos de “zarandajas”, pero si queremos un cambio, ¿quién va a escribir las leyes que lo provoquen? ¿Qué alternativa hay?
Las alternativas se están inventando ya. Yo no estoy al día porque no uso el ordenador. Cuando se impuso, yo dije: “a mí esto no me interesa, me voy a morir pronto y no pienso aprenderlo”. No entiendo nada de eso que llaman Twitter y demás, pero me doy cuenta de que, gracias a la red, se están desarrollando otras formas de agregación social, formas espontáneas de relación y de movilización social. Actualmente las comunicaciones permiten convocar una reunión, una protesta con inmediatez; con eso del “pásalo”, se están creando formas de asociación diferentes superando a los sindicatos clásicos, que tienen el lastre de la poltrona, de negociaciones y pactos no siempre explicados ni entendidos. En cambio, estas otras asociaciones, las de las mareas, son otra cosa. Los de la sanidad, los de la educación, todas estas manifestaciones son cosas que los sindicatos no han sabido organizar con esa fuerza. Vemos cómo los sindicatos y los partidos, en lugar de orientar o guiar, van a remolque de las reacciones ciudadanas. Estamos en un momento de cambio social, de mentalidad diferente, de vuelta a valores de solidaridad frente al lema “el dinero lo compra todo”. Como decía Marx, el capitalismo lo convierte todo en mercancía, pero con la contestación social, parece que está surgiendo otra cosa. No sé cómo será ni qué será. Pero se vislumbra otro sistema.
Pero por ahora a lo que vamos inequívocamente es a una transformación económica sin precedentes, cuantos más recortes, menos poder adquisitivo. No hace falta ser experto en economía para ver eso. ¿O es distinto?
Veremos en qué acaba. Con las movilizaciones se están consiguiendo algunas cosas. Pocas, pero en cierto modo, nos indican el camino. Por ejemplo, se han parado varios desahucios; se ha obligado al PP a aceptar la ILP firmada por millón y medio de ciudadanos en apoyo a las reivindicaciones de la Plataforma de Afectados por las Hipotecas; el Hospital de la Princesa, finalmente, ni se cierra ni se regala al amigo de turno; el ministro de Justicia se ve obligado a rectificar, aunque sea parcialmente, en el tema de las tasas. Y, si bien parece más difícil, espero que, más pronto que tarde, también el ministro de Cultura ceda un poco y se pueda mejorar algo su nefasta ley. Ya sé, todo esto es poca cosa, pero por algo se empieza. La gente se está dando cuenta de que todos estos movimientos tienen algún resultado. Más o menos, pero van teniendo sus resultado. Y la actitud que vemos hoy hasta en las caras de los gobernantes ya no es la misma que al inicio de su mandato, cuando anunciaban los recortes riéndose y nos lanzaban mensajes tan educados como el “que se jodan”. Seguramente lo siguen pensando, pero se van dando cuenta de que su poder no es tan absoluto como ellos se creían. De modo que algo habrá. De los gremios surgieron los sindicatos y eran otra cosa, quién sabe qué surgirá de los sindicatos en un futuro. 
Lo que más domina a la gente es el miedo y se trata de que el miedo cambie de bando, que lo tengan ellos. Y algo debe ir en esa dirección cuando los políticos no admiten preguntas en las ruedas de prensa, cuando el presidente del Gobierno ha llegado a dar una incluso en diferido, dicho sea de paso, igual que los finiquitos en su partido. Pero ahí tengo que añadir otra cosa: se ha perdido mucho el sentido de la dignidad. No entiendo cómo lo toleran los periodistas. Supongo que también por miedo.
He visto en la hemeroteca que al principio el Gobierno de Esperanza Aguirre en Madrid tuvo problemas con las asociaciones vecinales y proclamaba el contradictorio razonamiento de que estas no iban a tener más derechos que otros ciudadanos. Parece que el poder ve la figura del ciudadano organizado como un claro enemigo.
Las asociaciones de vecinos tuvieron un papel muy importante en la llamada Transición e hicieron bastantes cosas, por eso ya las machacaron incluso antes. Porque eso era pensar en libertad.
Un ejemplo paradigmático es el caso de Sintel. Los propios sindicatos acabaron abandonándolos porque las cúpulas jamás soportan que la base se organice, tenga sus ideas, que se lo monte bien y tenga éxito. Lo digo, además, como presidente honorario de Sintratel. Cuando estaban con su acampada en la Castellana, fui a verles y simpaticé enormemente con aquella gente. Estuve ahí con ellos. Entonces ya era cardíaco y uno de los días que fui me puse malo en el campamento. Se volcaron, agradecieron mi esfuerzo y mi gesto hacia ellos siempre con una lealtad y un cariño extraordinario. Luego he escrito artículos en su favor. Me he solidarizado con ellos porque eso era verdad. Eso era auténticamente verdad, aquellas cabañas, donde fui a tomar café. Me guardan un cariño y yo a ellos… eso es humano. Cada vez me siento más hombre de pueblo. De gente de corazón y de honradez.
[Mira a Olga Lucas y ella nuevamente le da un respiro rememorando por él sus vivencias con los trabajadores de Sintel y después Sintratel]:
Nosotros fuimos allí sin más. Se habían acostumbrado a que fueran famosos, con prensa y fotógrafos, que les venían bien para la publicidad. Pero nosotros llegamos solos, preguntamos quién era el encargado de la acampada porque queríamos colaborar económicamente, y entonces alguien dijo ¡pero si es Sampedro, si no hemos avisado a la prensa! Y dijimos que solo queríamos colaborar, aportar algo de dinero, nada más. Les llegó al alma que fuera algo normal. Fuimos varias veces, siempre que podíamos, fuera de focos, sin avisar ni nada. Pasábamos por ahí y les saludábamos como quien visita a un amigo por sorpresa. Y lo han agradecido muchísimo.
Y, sobre todo, agradecieron que no les diéramos la espalda, después, cuando tras levantar el campamento, les traicionaron, tanto el Gobierno como sus propias cúpulas sindicales. José Luis escribió a los grupos parlamentarios para que les escucharan y el único que le contestó fue Gaspar Llamazares. Los socialistas dieron la callada por respuesta, ni un acuse de recibo por mera cortesía y respeto a la figura de José Luis Sampedro. Ni siquiera para decirle “agradecemos su interés pero no está usted bien informado”. ¡Simplemente se les dejó tirados! Fuimos muy pocos los que permanecimos fieles a su causa. Por eso ellos le aprecian tanto, porque fue de los poquísimos que no les cerró las puertas cuando ya pasaron “de moda”.
José Luis Sampedro para Jot Down 4
Ahora que se cuestiona la calidad de la democracia española, ¿a usted no le da algún tipo de reparo pensar que fue elegido senador por designación del rey?
No… Yo, entonces no tenía ninguna relación con la casa real ni pertenecía a ningún partido, por lo que la llamada del rey me sorprendió. Cuando llamó a casa y descolgué el teléfono me quedé estupefacto. Por un instante dudé de si no me estarían gastando una broma, pero no, su voz era perfectamente reconocible. Me dijo algo así: “Soy el rey, tengo que designar a unos cuarenta senadores (ya no me acuerdo de la cifra exacta) para las Cortes Constituyentes y he pensado en usted”. Naturalmente, empecé negándome, porque no me interesaba. Nunca me ha dado por la política activa. No me atraía nada, me distraía de mis cosas. Me resistí mucho, pero él me insistió. Al final, ya para no ser descortés, le dije que iba a pensarlo, pero no disponía de tiempo; era media tarde y él tenía que entregar la lista a tiempo para el telediario de las nueve. En ese momento recordé una frase de un amigo mío: “Si te dan un martillo, ponte a clavar”, y acepté pensando en que, después de todo, si no era capaz de clavar ni un solo clavo, siempre podría renunciar.
El Senado tuvo sus aspectos divertidos. Hubo buenos momentos. Conocí, además, a gente interesante, me acuerdo de Juan María Bandrés, por ejemplo, y otros personajes que venían de la izquierda, la tolerada entonces, que decían cosas sugerentes. Pero tras el período constituyente lo dejé. Cuando se disolvieron las Cortes y se convocaron elecciones el PSOE me ofreció presentarme como independiente en la lista por Madrid, pero dije que no. A mí la carrera política ni me interesaba entonces ni me ha interesado después.
Mi interés por la política es en el sentido original del término, como ciudadano preocupado por los asuntos de la polis, pero no sirvo para la práctica de la política activa, para estar sujeto a una disciplina de partido, supeditar mis palabras en función de lo que da o resta votos. Me ha gustado siempre la independencia y mi autonomía personal a la hora de solidarizarme y apoyar causas que considero justas. Lo que comúnmente se entiende por éxito político no me atrae nada. Me han ofrecido cargos, algunos de alto nivel y bien remunerados, y siempre he dicho que no.
Tengo entendido que para escribir sus novelas tenía que levantarse de madrugada todos los días, que se documentaba durante años para cada libro. Todo eso sin un éxito que le llegó mucho tiempo después. ¿Concibe la escritura como algo, digamos, épico? ¿Una labor solitaria y heroica, al margen del reconocimiento que le puedan dar a uno?
He madrugado mucho toda mi vida. Empecé a escribir, a tener ganas de escribir, en Aranjuez. Porque me hacía ilusión. Pero cuando empecé a escribir en serio fue durante la guerra, empecé a pergeñar una novela, La Estatua de Adolfo Espejo, que terminé en el 39 o 40. Y efectivamente, en Madrid, me levantaba entre las cuatro y las seis y escribía hasta las ocho o las nueve que me iba al Ministerio. Trabajé muchísimo, pero la literatura siempre tuvo su lugar a una hora temprana porque es cuando tenía más ideas. Y ya agotadas, me iba a la calle a ganarme el pan.
Para documentarme he leído mucho. Cuando digo que Laureliano entró con la reina Cenobia, por ejemplo, es que lo he leído. Cuando describo la Alejandría de aquella época, previamente me he ido al Museo Arqueológico Nacional, he conocido al director, me ha enseñado planos. Me han enseñado mucho muchísima gente. Yo necesito documentarme porque así me creo mejor lo que invento e inserto lo que realmente pasó. Introduzco mi historia y mis personajes en lo que pasó de verdad.
Para otra de mis novelas, Octubre, octubre, tuve una ocurrencia. Yo quería tener una idea de cómo vivía la gente del barrio de Madrid sobre el que yo escribía. En aquella época daba clases de doctorado en la facultad y como siempre me ha gustado preparar a conciencia mis clases, tenía la costumbre de entrar en un bar cercano a repasar mis papeles tomando un café. Me di cuenta de que en la mesa de al lado, a esa hora en la que no había casi nadie, se juntaban cuatro o cinco mujeres del barrio, de esas que hoy algunos llamarían “marujas”, que se reunían para hablar de lo suyo. Decían cosas muy interesantes para la novela que estaba escribiendo. Naturalmente, no podía meterme, sin más, en su conversación que, además, hubiera dejado de ser espontánea. Entonces recurrí al truco de fingirme sordo. Me compré en el Rastro un audífono bien visible. Aún no se habían comercializado estos tan discretos, con los aparatos de antes la sordera no se disimulaba. Así, cuando llegaba allí con el aparatoso audífono puesto, me sentaba en una mesa cerca de las señoras, sacaba mis apuntes y me quitaba el audífono simulando ser un sordo concentrado en sus papeles. Ellas, al pensar que no me enteraba de nada, no bajaban la voz y charlaban tranquilamente de problemas domésticos, de riñas, de los maridos. Criticaban a sus maridos, a sus hijos, a las vecinas. Algunas, muy castizas, tenían mucha gracia en sus expresiones. Todo aquello me resultó de gran utilidad para describir a los habitantes del barrio. Bueno, son inventos, trucos, como el que se disfraza de algo para meterse entre gente y estudiarla. Trucos de antropólogo. Cada maestrillo tiene su librillo.
Pero, efectivamente, durante cuarenta años, escribí sin ser conocido por el gran público. Octubre, octubre marcó un hito, y luego La sonrisa etrusca fue el primer libro de lo que podríamos llamar éxito. A partir de ahí, sí se puede decir que soy un escritor con éxito de ventas relativo. Quiero decir que sí, que mis libros se venden, no me puedo quejar, pero tampoco soy de esos que venden sus libros por millones. Durante las décadas en que ni era conocido ni vivía de la literatura nunca trabajé buscando fama, gloria y mucho menos para ganar dinero o llamar la atención de los críticos. Trabajaba para explorarme a mí mismo, para explorar a los demás y para quedarme satisfecho con lo que yo descubría. Lo he resumido alguna vez con la expresión “ser arqueólogo de uno mismo”, “hacerse a uno mismo”. Y, aunque la literatura no es la única vía para ello, es la que yo he necesitado.
Habla a menudo de eso, del “autoaprendizaje” como forma de vida.
Yo comparo la educación con un árbol. Parte de una semilla, y en ella hay unas potencialidades, lo mismo que el hombre nace con unas potencialidades en los genes. Luego esas potencialidades se verán reforzadas o dificultadas, o complementadas dependiendo de las circunstancias en que se nace y se crece. Pero dentro de esas condiciones impuesas por nuestro origen y el mundo que nos rodea, podemos tomar decisiones y elegir un camino u otro. Muchas veces se dice que no tenemos libertad porque dependemos de muchas cosas, es cierto, pero también hay un margen para nuestras propias decisiones y elecciones. Podemos elegir entre depender de unas circunstancias o de otras, ser colaborador de una cosa o de otra, es decir, puedes ir conformándote.
La tarea de uno, como digo desde esa primera novelita que he citado antes, La estatua de Adolfo Espejo, es hacerse uno quien es. Yo estaba en aquellos tiempos, el año 37, muy satisfecho por tan gran descubrimiento, pero luego me enteré de que hacía 2000 años que esto ya lo sabían los griegos. Pero bueno, en ese momento yo descubrí el Mediterráneo y ya es una gran cosa descubrir el Mediterráneo. Aunque otros lo hayan descubierto antes, la satisfacción de tu propia revelación no te la quita nadie.
¿Y quién es uno? Pues no se sabe muy bien. Porque como uno se va haciendo a lo largo de la vida, va cambiando de una manera o de otra. Pero en el interior de cada uno, siempre que se haya aprendido a pensar libremente, hay una especie de brújula que, si bien muchas veces no nos dice lo que tenemos que hacer, casi siempre nos dice lo que no tenemos que hacer. Y esa voz interior hay que saber escucharla. Uno va andando, vacilando, dice: voy a ir por aquí, y se encuentra con que la brújula le dice que no. Y así, titubeando, llega uno a los 96 años. A mí me preguntan ¿qué piensa usted de usted mismo? Pues que he llegado a ser un aprendiz de mí mismo bastante bueno. Me parezco bastante a lo que yo quería hacer con José Luis Sampedro. No es una gran cosa, ni mucho menos, pero para mí significa mucho llegar a ser lo más parecido a lo que quería ser.
La vida que me dieron la he desarrollado, la he cultivado, he trabajado para ella y por ella. He sido un buen servidor de esa vida sirviéndome a mí mismo. Bueno, pues eso es la vida, hacerse quien es uno, y ya está. Y ahora se me acaba y lo acepto tranquilamente. Tengo la suerte de que para este último tramo no puedo pedir mejor compañía que la de Olga. Le debo todo. Todas mis comodidades, todas mis ventajas, todos los cuidados que exige mi estado y ella me los dispensa sonriendo. En esas condiciones, ¿qué voy a pedir? A estas alturas, solo pido acabar con suavidad. Aterrizar con dignidad, sin estrellarme.
José Luis Sampedro para Jot Down 5
Fotografía: Fran Ferrer

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