miércoles, octubre 29, 2014

JOSÉ ÁNGEL VALENTE: FRAGMENTOS DE UN LIBRO FUTURO | Rafael Narbona

JOSÉ ÁNGEL VALENTE: FRAGMENTOS DE UN LIBRO FUTURO | Rafael Narbona

JOSÉ ÁNGEL VALENTE: FRAGMENTOS DE UN LIBRO FUTURO



La obra de José Ángel Valente tiene una raíz que desborda la idea de poesía como género literario. El interés de José Luis Pardo por esta escritura atestigua que filosofía y poesía transitan por cauces comunes, anegándose mutuamente en la tarea del conocer.En la presentación de la poesía completa de Valente, Pardo apuntaba que “su trabajo sobre la palabra tiene una importancia de primera magnitud para quien intenta dedicarse a la filosofía: una dedicación que, si bien está centrada en el concepto, no puede –ni debe– librar a este último de su pertenencia radical al orden de la palabra.” La obra de Valente no es algo cerrado. Acercarse a sus textos es ponerse en contacto con un proceso inacabado, donde la palabra intenta ir más allá de sí misma, impulsada por el propósito de restaurar la unidad primordial entre la pura materialidad de lo que es y la incorporeidad del no-ser. La desaparición física de Valente, que vivió la experiencia de su muerte con una dignidad estoica, no puso fin a una obra que, desde muy temprano, asumió la necesidad de avanzar hacia el fragmento y el silencio. La verdad sólo se muestra a un lenguaje con suficiente fuerza para aceptar su propia abolición.
La poesía de Valente entiende la expresión como un ejercicio de anonadamiento. El habla poética no es comunicación, sino una empresa de conocimiento, impregnada por un inequívoco propósito moral. La exigencia formal, la búsqueda de la palabra exacta, no procede tan sólo de un imperativo estético. La intención de conocer expulsa del poema cualquier recurso innecesario o gratuito. Este modo de proceder responde al deseo de abrir un “claro”, donde la palabra, lejos de actuar como cauce de información, se pone a disposición de un mundo que se dice a través de ella. La crítica del lenguaje, que ya había comenzado a articularse con Presentación y memorial para un monumento (1970), se radicaliza a partir de Material memoria (1979), avanzando hacia una poesía minimalista, donde se advierte una innegable afinidad con el esencialismo de Paul Celan, que procede con el rigor de un geómetra, dispuesto a prescindir de todo lo accidental para llegar a la pureza de las formas. Al igual que Celan, Valente explota el recurso de la depuración, sin rehuir la opacidad y la dispersión, pues entiende que la “ininteligibilidad” no es un reto hermenéutico, sino el elemento esencial de una sintaxis poética, dispuesta a destruir el lenguaje para posibilitar la manifestación del ser.
Los ensayos reunidos en La piedra y el centro (1982) traicionan la voluntad de su autor, que rechaza la posibilidad de construir una poética a partir de unos textos vinculados por una comunidad de temas y no por una teoría unificada. Sin embargo, en esta obra hay algo más que afinidad temática. Al hablar de Miguel de Molinos, el Bosco, Grünewald, Teresa de Jesús o San Juan de la Cruz, Valente despliega las claves de un pensamiento que medita sobre el ser, el lenguaje y la experiencia religiosa. La forma de análisis evoca el itinerario del místico por sus moradas interiores. Los temas no son diseccionados, sino que se gira alrededor de ellos, hasta crear la luz donde acontece la experiencia de la comprensión, una auténtica revelación. Revelación en el sentido en que Gadamer define la experiencia: lo que rompe toda expectativa. Al hilo de esta idea, Valente considera que la palabra no necesita justificarse mediante el sentido, pues la palabra es “epifanía”. Se tiende a describir la escritura como vehículo o medio, pero la escritura es sobre todo un estado de suspensión, donde se rompe el vínculo con toda referencia o predeterminación y se produce ese “descondicionamiento” inherente a la genuina expresión artística. Este fenómeno explica que el verdadero arte implique la disolución del yo, pues la poesía, según Valente, “está, en verdad, hecha por todos”. La trascendencia de lo individual no desemboca en un arte de masas, sino en el conocimiento del otro. La paradoja del arte es que el otro no emerge de lo exterior. El otro aparece en la imagen de uno mismo que produce el artista al objetivar su experiencia del mundo. Se produce de este modo esa superación de la alteridad que nace de la unidad con el otro. Para salir de uno mismo, hay que descender a lo más profundo de nuestra intimidad, pues allí no nos encontraremos con nuestra singularidad más irreductible, sino con esa realidad exterior –el otro- que nos constituye y nos permite ser.
La unidad en el otro es una experiencia religiosa. Su trascendencia rebasa la mera comunidad con lo diferente, pues su raíz no está en la extraordinaria capacidad de superar la diferencia sin anularla, sino en la vieja idea cristiana de encarnar el espíritu y espiritualizar el cuerpo. Al encarnarse, Dios asume la materia. “Negación de lo escindido, la encarnación –escribe Valente- redime al Dios de su corporalidad no realizada y al cuerpo de los límites de la pura corporalidad”. El éxtasis místico no es una experiencia del espíritu, sino del cuerpo, que conoce su plenitud y su trascendencia. La unión sexual no es  privilegio de los sentidos, sino regocijo del espíritu que anuncia la buena nueva de la resurrección de la carne, redimida de su contingencia. La palabra no es ajena a este hecho, pues en la palabra se manifiesta el espíritu y el espíritu no es nada distinto de la carne, carne que se dice en el poema, materia que vence a la muerte en la perennidad de la palabra esencial. “La palabra”, advierte Valente, “no significa; manifiesta”. La escritura no surge; adviene. De ahí su inocencia, pues no responde a una necesidad ni a un propósito. En la palabra, el espíritu se hace carne, carne “respirante”. Ésa es, según Lezama Lima, “su función trascendental-orgánica”. La transformación de la palabra en alimento, en algo que “se come” y dispensa vida, pone de manifiesto su condición de materia espiritualizada o espíritu materializado.
El carácter trascendente de la palabra poética se intensifica con el silencio. “La palabra –apunta Valente- va siempre con nosotros aunque callemos o sobre todo cuando callamos. Porque la palabra no destinada al consumo instrumental es la que nos constituye: la palabra que no hablamos, la que habla en nosotros y nosotros, a veces, trasladamos en el decir”. La palabra poética discurre entre el callar y el decir. Es la tensión extrema del lenguaje en su esfuerzo por descondicionarse de las convenciones. Por eso, lo inexpresable está contenido en la expresión, como polo dialéctico de un texto que contempla el silencio como un elemento más de su discurso. Esta reflexión está en San Juan de la Cruz, pero también en Wittgenstein, que en 1931 escribe: “Lo inexpresable está –inexpresablemente- contenido en lo que está expresado”. Ésta es la causa de que, al destruir el sentido, se produzca, según Valente, “la apertura infinita de la palabra” o, lo que es lo mismo, “la plenitud de la visión”.
La dispersión de estas ideas (Valente no unifica sus teorías) no impide advertir una poética extremadamente exigente y rigurosa en su búsqueda de la palabra esencial. La voluntad de disolución con el yo y de comunidad con el otro explican la adscripción inicial a la generación del 50 (Ángel González, Brines, José Agustín Goytisolo), pero, desde muy pronto, se hará evidente que la poesía de Valente desborda ampliamente los presupuestos estéticos de esta nómina de poetas y que, en todo caso, sólo muestra una indiscutible afinidad con la obra de Claudio Rodríguez. Al igual que éste, sus poemas incluyen la meditación sobre el lenguaje y la disposición de anonadar al “yo” para posibilitar la emergencia del “nosotros”. La influencia de Heidegger se advierte con toda nitidez. La palabra poética no dice al poeta, sino al ser, que adviene en un espacio liberado de la servidumbre inherente a la instrumentalización del lenguaje. Esa búsqueda de la palabra esencial desembocará en el decir alusivo del fragmento. Nada más coherente, por tanto, que la obra póstuma de Valente se titule Fragmentos de un libro futuro. Los poemas aquí reunidos radicalizan los planteamientos de una escritura que busca la luz procedente de la oscuridad. Lo visible, advierte Valente, “limita con la nada”, con lo no visible. Las palabras serán borradas por “la cierta sucesión de las aguas”. El río evoca “el ritual aciago del adiós”; el silencio, la inminencia del ser, su no-manifestación que es su forma de aparecer. El vacío es “una inmensa morada”, un gigantesco útero donde lo que es, se espiritualiza, mostrando su parentesco con el no-ser.Valente concibe la escritura como un “criptograma”, pero asume que en su centro tal vez no haya ningún secreto, ninguna enseñanza. La palabra se muestra y no tiene por qué expresar un sentido. El ser es y es suficiente. La trascendencia no está más allá, sino más acá de lo que aparece. El poeta se limita a certificar esta teofanía sin dios. No hay “asidero en tanta sombra”. El existir “se diluye despacio, muy despacio, en lo no descifrable”. Las palabras son alimento, pero algún día perderán su capacidad de engendrar. Les sucederá lo mismo que a los que amamos: sólo nos quedará su “anhelante impresencia”. Esta poética no excluye lo inmediato. Por eso hay referencias a Cernuda, las fosas comunes del barranco del Víznar, los campos de exterminio nazis y la pintura de Ucello, que en su búsqueda de la perspectiva y el mito muestra la promiscuidad y reversibilidad de todos los lenguajes. Tampoco se prescinde de ciertas alusiones culturalistas, que meditan sobre el esperpento valleinclanesco y la estética barroca. Predomina, no obstante, el tono elegíaco: la meditación de la muerte, la evocación del amigo fallecido, la sombra del hijo malogrado. Al igual que el último Juan Ramón, Valente desdibuja la frontera entre los géneros, recurriendo a la prosa poética o, más exactamente, al poema en prosa. Este recurso convive con el poema breve, inspirado en el haikú. Podríamos decir que nos encontramos ante un testamento con rasgos de summa poética, de obra total. Se trata, sin duda, de un libro que asume su carácter poliédrico y polisignificativo, donde se repite una vez más uno de los rasgos esenciales del arte contemporáneo: la coexistencia de expresión y teoría, de materia e idea.
José Ángel Valente fue algo más que un poeta. José Luis Pardo lo ha definido como uno de esos intelectuales, cuya obra no necesita el refrendo del mercado, pues su influencia ya forma parte de una cultura (la nuestra, pero también la europea, a cuya construcción como espacio de tolerancia y matriz de ideas, tanto se esforzó en contribuir). La proximidad de sus poemas a cierta tradición filosófica, que en nuestro país ya se había manifestado a través de la pluma de María Zambrano, recupera la tradición del pensamiento presocrático, ese pensar esencial que Heidegger cifró como origen, nudo y destino del saber filosófico de Occidente. Los fragmentos de Heráclito o el poema del Parménides no están muy lejos de una poesía que nunca cesó de desbrozar el lenguaje para abrir el claro donde comparece el ser, ese espacio donde las cosas, liberadas de cualquier ejercicio hermenéutico, recuperan su inocencia (esto es, vuelven a ser lo que son y nada más). La filosofía no puede ignorar lo que la convoca, sin empobrecerse irremediablemente.
RAFAEL NARBONA

sábado, octubre 25, 2014

A.D. Rodríguez C.

A.D. Rodríguez C. | Café Barbantia



X. Ricardo Losada. Non hai cousa que me deprima máis intelectualmente que o recurso ao principio de autoridade. Xa Aristóteles nos preveu contra el hai máis de dous mil anos. Era alumno e amigo de Platón pero chegou a conclusións distintas, e algúns acusárono de traidor. Aristóteles respondeulles: Son amigo de Platón, pero máis amigo da verdade. Curiosamente, os seguidores de Aristóteles durante máis de mil anos antepuxeron a autoridade do mestre á verdade. Cada vez que había unha discusión sobre un tema, deixando de lado argumentos e probas, resolvíase con aquela frase que popularizou o arcipreste de Hita: Aristóteles lo dijo y es cosa verdadera. Aristóteles, que sempre defendera que a ciencia era un traballo de xeracións de seres humanos, foi responsable involuntario da parálise da ciencia durante mil cincocentos anos.
     Dóeme especialmente o uso do principio de autoridade coa figura de Castelao. Nestes últimos meses polemizouse sobre que pensaría hoxe. Non entrarei a valorar o contido da discusión, só direi que intelectualmente foi penosa. Concedamos por un momento que fose posible (que non o é) saber que pensaría hoxe Castelao. Iso non lle daría ningún valor engadido aos argumentos de ninguén.castelao 2 Que a vida de Castelao fose un exemplo de sacrificio e entrega a unha idea (antes que nada, cantas veces se esquece) humanística de Galicia, non aumenta un ápice o grao de certeza das súas afirmacións. Todo recurso a Castelao nese sentido é unha ofensa á súa memoria. Só faltaba que despois de séculos de loita (Castelao incluído) para conseguir que a relixión non interfira na política, agora convertamos a política en relixión. ¿Ou acaso era Castelao un ser omnisciente e infalible, de tal forma que as súas afirmacións valen para todo tempo e lugar? ¿É oSempre en Galiza a palabra de Deus feita realidade histórica ou un libro imprescindible pero aberto á reflexión e a crítica das novas xeracións de galegos? Parafraseando un debuxo do propio Castelao, hoxe hai moitos homes que traballan de políticos e saben moito de relixión.
     Nun relato marabilloso, O retrato, Castelao conta que foi reclamado por un veciño para que pintase o retrato dun fillo pequeno que estaba a piques de morrer. Pintouno tal cal pero o pai non quedou satisfeito. o retratoEntón Castelao, decatándose da natureza daquela decepción, pintouno como un anxo de retablo barroco, sorrindo. O pai quedou encantado e a quen lle mostraba o cadro dicíalle: “Tiven moitos fillos, pero o máis bonito de todos foi o que me morreu. Velaí está o retrato que non minte”. É o momento de reler con atención ese relato e reparar en que cando Castelao entrega o retrato do neno anxo, sae fuxindo avergonzado. Tamén os galegos actuais que pintan a Castelao como un anxo de retablo deberían sentirse avergonzados. Hai que pintalo como era e, outra cousa moi importante, indicando a data. Non é o mesmo o Castelao de El Barbero municipal que o dos primeiros anos da República, que o dos últimos anos de exilio. Por iso, cando alguén di que Castelao é de todos, desconfío: estao tratando como un Deus. Eu prefiro pensar que era un home, e dicir: Hai Castelaos para todos.

jueves, octubre 23, 2014

Mia Couto – Da cegueira coletiva à aprendizagem da insensibilidade

Mia Couto – Da cegueira coletiva à aprendizagem da insensibilidade | Triplov Blog





Quero, antes de mais saudar os professores.




Durante anos, fui professor. E quando digo isto há uma emoção fortíssima que me atravessa. Eu não sei se há profissão mais nobre do que a de ensinar. E digo ensinar porque existe uma diferença sensível entre ensinar e dar aulas. O professor no sentido de mestre é aquele que dá lições.




Os professores que mais me marcaram na vida foram os que me ensinaram coisas que estavam bem para além da matéria escolar. Não esqueço nunca um professor da escola primária que um dia leu, comovido, um texto escrito por ele mesmo. Logo na declaração da sua intenção nasceu o primeiro espanto: nós, os alunos, é que fazíamos redações, nós é que as líamos em voz alta para ele nos corrigir. Como é que aquele homem grande se sujeitava àquela inversão de papéis? Como é que aceitava fazer algo que só faz quem ainda está a aprender?




Lembro-me como se fosse hoje: o professor era um homem muito alto e seco e, nesse dia, ele subiu ao estrado da sala segurando, nos dedos trémulos, um caderno escolar. E era como se ele se transfigurasse num menino frágil, em flagrante prestação de provas. Parecia um mastro, solitário e desprotegido. Só a sua alma o podia salvar.




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Depois, quando anunciou o título da redação veio a surpresa do tema que parecia quase infantil: o professor iria falar das mãos da sua mãe. Éramos crianças e estranhámos que um adulto (e ainda por cima com o estatuto dele) partilhasse connosco esse tipo de sentimento. Mas o que a seguir escutei foi bem mais do que um espanto: ele falava da sua progenitora como eu podia falar da minha própria mãe. Também eu conhecera essas mesmas mãos marcadas pelo trabalho, enrugadas pela dureza da vida, sem nunca conhecerem o bálsamo de nenhum cosmético. No final, o texto acabava sem nenhum artifício, sem nenhuma construção literária. Simplesmente, terminava assim, e eu cito de cor: "é isto que te quero dizer, mãe, dizer-te que me orgulho tanto das tuas mãos calejadas, dizer-te isso agora que não posso senão lembrar o carinho do teu eterno gesto."




Havia qualquer coisa de profundamente verdadeiro, qualquer coisa diversa naquele texto que o demarcava dos outros textos do manual escolar. É que não surgia ali, em destacado, uma conclusão moral afixada como uma grande proclamação, uma espécie de bandeira hasteada. Aquele momento não foi uma aula. Foi uma lição que sucedeu do mesmo modo como vivemos as coisas mais profundas: aprendemos, sem saber que estamos aprendendo. Lembro este episódio como uma homenagem a todos os professores, a esses abnegados trabalhadores que todos os dias entregam tanto ao futuro deste país.




Comecei por saudar os professores. Parece que me esqueci dos estudantes. Ou que os coloquei em segundo plano. Mas não.




Todos somos professores, mesmo que não o saibamos. Perante os outros, perante os nossos pais, perante os amigos, perante nós mesmos, com bons ou maus exemplos, com tristes ou gratificantes lições, todos somos professores. Um dos maiores professores do nosso tempo é um homem que nunca deu aulas. É um homem que ensinou a sermos mais humanos. Mais do que isso, é um homem que ensinou a ter esperança num mundo tão desesperançado. Esse professor de toda a humanidade, de todas as raças e credos, é um africano. Chama-se Nelson Mandela. A sua vida foi uma interminável lição. Mandela é hoje uma bandeira mundial não apenas porque foi um político que dignificou a política, mas porque nos dignificou a todos nós, seres humanos.




Deixem-me falar de Mandela. Este homem, que agora está doente e cansado, viveu encarcerado durante vinte e sete anos. Vinte e sete anos são mais do que o tempo de vida da maior parte dos presentes nesta sala. Vinte e sete anos de prisão é tempo suficiente para criar raiva, ódio e insuperáveis ressentimentos. Contudo, este homem converteu esse potencial negativo em força construtiva e reconciliadora. Um dos motivos de inspiração de Mandela foi ter encontrado num poema que se chama "Invictus". Vou ler esse poema.




Do ventre da noite que tudo cobre




Negra como o fundo da cova escura




Agradeço aos deuses de todos os céus




Por quanto a minha invencível alma perdura




Ante as garras do cruel acaso




Nem eu tremi, nem o medo me turvou




Sob o peso da ameaça e da desumana violência




Eu sangrei mas a minha alma nunca se curvou




Não importa se a passagem é estreita




Não importa quantos castigos devo penar




Eu sou o dono do meu destino




Eu sou o capitão da minha alma.




Estes versos, meus amigos, foram uma espécie de suporte moral que deram força a Nelson Mandela. Vezes infinitas o prisioneiro 46664 da Ilha de Robin regressou a estes versos para não sucumbir. Como escritor e poeta, dá-me grande alegria saber deste poder da poesia. Neste caso, há qualquer coisa que deve ser acrescentada.




Na verdade, este poema foi escrito em 1875. O seu autor não foi um poeta sul-africano, não foi sequer um poeta africano. Quem escreveu estes versos foi um britânico chamado William Ernest Henley. Estes versos viajaram para além de séculos e continentes e iluminaram a esperança de um homem que, em vez de se vitimizar e procurar a vingança, nos deu uma eterna lição da crença nos outros.




Eu venho falar para a Escola de Comunicação e Artes. Por isso me demorei nestes episódios. Porque acredito que a comunicação e a arte são ferramentas de mudança tão importantes como a política. Mandela fez da política um instrumento de comunicação da verdade. Ele fez da política uma obra na arte da reconciliação, numa nação dividida pelo preconceito. Talvez a cultura seja o mais poderoso e duradouro instrumento de intervenção social. No nosso continente isso é bem claro. Vejamos um exemplo:




Desde há 50 anos, quando começaram a acontecer as independências, o nosso continente conheceu mais de 210 presidentes. O desafio que vos faço é o seguinte: digam o nome de 10 (apenas 10) destes dirigentes que se tenham notabilizado como figuras humanas de referência. Terão dificuldade. Será muito mais fácil enumerarmos artistas e intelectuais dignos de serem lembrados. E é aqui que a figura de Mandela é tão importante para nós, africanos. Podemos não nos lembrar de muitos políticos africanos que nos dignifiquem. Mas o nome de Mandela basta para compensar toda essa ausência e devolver o orgulho de sermos quem somos.




Caros amigos, vou entrar agora no tema central desta alocução.




Todos os dias centenas de chapas de caixa aberta transitam por esta cidade que parece afastar-se do seu próprio lema "Maputo, cidade bela, próspera, limpa, segura e solidária". Cada um destes "chapas" circula superlotado com dezenas de pessoas que se entrelaçam apinhadas num equilíbrio inseguro e frágil. Aquilo parece um meio de transporte. Mas não é. É um crime ambulante. É um atentado contra a dignidade, uma bomba relógio contra a vida humana. Em nenhum lado do mundo essa forma de transporte é aceitável. Quem se transporta assim são animais. Não são pessoas. Quem se transporta assim é gado. Para muitos de nós esse atentado contra o respeito e a dignidade passou a ser vulgar. Achamos que é um erro. Mas aceitamos que se trata de um mal necessário dada a falta de alternativas. De tanto convivermos com o intolerável, existe um risco: aos poucos aquilo que era errado acaba por ser "normal". O que era uma resignação temporária passou a ser uma aceitação definitiva. Não tarda que digamos: "nós somos assim, esta é a maneira moçambicana." Desse modo nos aceitamos pequenos, incapazes e pouco dignos de ser respeitados.




O caso dos chapas é apenas um exemplo, uma ilustração de um processo que eu chamaria de "construção do inevitável". E é simples: aos poucos, os passageiros do "chapa" deixam de ser visíveis. Na nossa sociedade essas pessoas já contavam pouco. É gente pobre, gente sem rosto, gente que não aparece na TV nem no jornal. Essa gente surgirá no jornal quando o "chapa" se acidentar. Mas aparecerá sem voz e sem nome. Um simples número para se contabilizar feridos e mortos. Em contrapartida, outras coisas ganharam brilho na nossa sociedade. Por exemplo, adquiriram toda a visibilidade os carros de luxo de uma pequena minoria. Deixamos de ver os "chapas" mortais, mas estamos atentos aos sinais de ostentação dessa minoria.




O assunto que quero abordar convosco hoje é esta operação que banaliza a injustiça e torna invisível a miséria material e moral. Esta vulgarização faz perpetuar a pobreza e faz paralisar a história. Saímos todos os dias para a rua para produzir riqueza mas regressamos mais pobres, mais exaustos, sem brilho, nem esperança. De tanto sermos banalizados pelos outros, acabamos banalizando a nossa própria vida.




Estamos perante uma espécie de formatação mental e moral. A mensagem é a seguinte: querem dizer-nos as nossas doenças sociais são incuráveis. Resta-nos viver de remendos e expedientes.




Visitou-me um escritor amigo da Nigéria. Ele percorreu as cidades de Moçambique e ligou-me de Pemba. A primeira coisa que ele disse: Estou maravilhado! Vocês têm estações de gasolina a funcionar! O seu espanto espantou-me a mim. Principalmente porque esse assombro provinha de um cidadão da Nigéria, o maior produtor de petróleo de África. Só depois entendi. O que passa na Nigéria - depois de 50 anos de exportação de petróleo - é que as cidades nigerianas não possuem aquilo que para nós é comum: estações de gasolina vendendo gasolina. As bombas de combustível naquele país estão quase todas fechadas e a gasolina é vendida em garrafas e jerricans nos passeios públicos. Para alguns esse é um processo natural em África. Mas não é. O que sucedeu foi o seguinte: o governo subsidiou os preços dos combustíveis mas não foram os mais desfavorecidos que lucraram mais. Foi uma parte da elite nigeriana que se apoderou dos circuitos formais e desviou para os mecanismos informais a distribuição e venda do combustível. Uma vez mais, os ricos tornaram-se ainda mais ricos. Mas não é a questão politica que eu quero trazer aqui. A questão é que, para o cidadão da Nigéria, aquele sistema de venda, à maneira do dumba-nengue, se tornou normal. Ver bombas de gasolina a funcionar numa nação bem mais pobre como é Moçambique foi, para ele, um motivo de surpresa. Eu vejo muito africanos proclamarem que os mercados informais são a única maneira que África sabe fazer comércio. Que apenas nas barracas sabemos comer e beber. É mentira. A dumba-nenguização da economia é uma estratégia escolhida para fugir dos impostos, para escapar das obrigações para com o património público. Quando o meu amigo nigeriano voltou a Maputo ele disse-me o seguinte:




- A minha surpresa não foi tanto o que eu vi em Moçambique. Foi sim o que já não sabia ver na Nigéria.




O principal aliado dos tiranos é a cultura da aceitação. Talvez alguns de vocês sabem que sou um dos autores do Hino Nacional. Quando entregamos o Hino para aprovação na Assembleia da Republica nós não podíamos imaginar que alguns deputados se sentissem incomodados com a passagem da letra que diz: Nenhum tirano nos irá escravizar. É claro que a letra não fala do presente. Mas um hino é feito para durar. E quem pode garantir que um candidato a tirano não assaltará a nossa futura história? O melhor modo de prevenir esse risco não é apenas consolidar a democracia política. É investir numa cultura viva, numa cidadania de construção do futuro. O que me interessa falar aqui, numa Escola de Arte e Cultura é a dimensão cultural das nossas pequenas e grandes misérias.




A invocação da chamada "africanidade" é uma das armadilhas mais usadas pelos tiranos. No Malawi atacaram e rasgaram a roupa de mulheres pelo simples facto de andarem de calças. Mulheres de calças não é uma coisa africana - foi o que invocaram os agressores. Em nome de África se agrediram e mataram pessoas apenas porque eram homossexuais. Em nome da pureza africana se continua a impedir que, apenas por serem do sexo feminino, milhares de crianças não prossigam os seus estudos. Em nome de África se cometem os maiores crimes contra África. O nosso continente é feito de passado e tradição, sim. Mas é feito de modernidade. É feito de mudança. Como todos os outros continentes.




As dinâmicas de mudança confrontam-se com uma identidade feita de passado e tradição. Tudo isto tem a ver com o processo da construção do inevitável. Esse processo envolve o mecanismo da acomodação e o mecanismo da invisibilidade. A acomodação tem várias facetas. Sabemos que está errado, mas nada fazemos. Porque temos medo. Porque achamos que não tem a ver connosco. Ou porque fazemos cálculos. É melhor calar e ser promovido. É melhor recolher uns magros favores em troca do nosso silêncio e da nossa cumplicidade.




O mecanismo da invisibilidade foi tratado por José Saramago no livro O ensaio sobre a cegueira. Nós estamos doentes, não porque os olhos tenham alguma deficiência, mas porque deixamos de saber olhar. Deixamos de querer ver. E deixamos de nos ver a nós mesmos. No fundo, este é o desfecho desse processo de alienação. Tornamo-nos cegos. Quem não vê, aceita que outros lhe digam como é o mundo.




Eu rabisquei uma lista de fenómenos sociais que se tornaram invisíveis em Moçambique. A lista é bem extensa. Mencionarei apenas de alguns.




A violência contra os mais fracos




O primeiro desses fenómenos é a violência. Dizemos com frequência que somos um povo pacífico. Isso é verdade. Mas os povos todos, do mundo, são pacíficos por natureza. O que muda é a sua história. Assim, é verdade que somos um povo pacífico, mas também é verdade que foi esse povo pacífico que fez uma guerra civil que matou cerca de um milhão de pessoas. A guerra terminou em 1992, e essa data é talvez a mais importante da nossa história recente, depois da Independência Nacional. Terminou o conflito militar, mas não terminaram outras guerras silenciosas, invisíveis e perversas.




Hoje somos uma sociedade em guerra consigo mesma. Os alvos dessa guerra são sempre os mais fracos. Estamos em conflito com as mulheres, com as crianças, com os velhos, estamos em guerra com os pobres, com aqueles que não têm poder. Somos uma sociedade obcecada pelo Poder. Quem não tem poder é como quem circula na traseira do chapa: não existe. Tudo tem uma leitura política, o mais pequeno detalhe é um recado, uma definição de hierarquias. Quem chega primeiro à reunião, onde se senta, quem não comparece à cerimónia, com que carro chegou, de quem se faz acompanhar, tudo isso são sinais de poder. Nas ruas sou chamado de patrão, sou chamado de "boss", porque a minha cor da pele é tida como um sinal de Poder. O vendedor de viaturas insurgiu-se com a escolha de um carro que eu queria comprar. Deixe que escolho um carro compatível com o seu estatuto.




Estamos em guerra connosco mesmos e o primeiro desses alvos é curiosamente uma maioria: as mulheres. Em Moçambique há mais um milhão de mulheres que homens. Mas ao nível das percepções, os homens dão pouca importância a essa verdade. Eles são chefes, os donos, e olham as mulheres como uma pertença privada. As mulheres, por outro lado, ainda pedem licença para existir. A maioria das mulheres que são objecto de violência dos maridos acha que isso não é um crime. Acham normal, acham natural. Ser agredida faz parte do seu destino, da sua imutável natureza.




E conto-vos três episódios reais, que retirei da nossa imprensa apenas nas últimas semanas:




Em Cabo Delgado 17 homens violaram uma mulher que se atreveu a atravessar o acampamento onde se praticavam os rituais de iniciação. Da parte das autoridades locais houve uma inaceitável passividade. Foi necessária insistência da família e de ONGs para que houvesse uma insuficiente resposta.




Em Manica dois jovens violam sexualmente uma mulher no sétimo mês da gravidez.




Em Tete um homem mata a criança de dois meses e esfaqueia gravemente a mulher porque a meio do dia ele chegou a casa e a mulher recusou fazer sexo com ele. O jornalista da televisão que entrevista o confesso culpado sugere uma quase legitimidade do ato ao perguntar: "o senhor devia estava necessitado não é verdade?".




Reclamamos a violência da rua, mas é mais provável uma mulher ser agredida dentro de casa do que fora de casa. É mais provável uma criança ser agredida e violentada no espaço da sua família. Esta tendência não sucede apenas em Moçambique, mas no mundo. As estatísticas são reveladoras e assustadoras: cerca de 70 por cento dos actos de violência contra a mulher acontecem dentro da casa. Mais de 60 por cento dos assassinatos de mulheres são cometidos pelos seus companheiros ou ex-companheiros. Em todo o mundo, uma em cada três mulheres ou já foi ou irá ser agredida ou violentada. Não é pois Moçambique que é afectado de modo particular. O que sucede é que para nós essa violência é legitimada por razões que se dizem culturais. Nós ainda banalizamos muito facilmente. É ainda prevalecente a ideia de que a mulher é que é culpada, porque ela é quem provoca a violência. Ainda achamos que este assunto não tem a ver connosco, que é para ser denunciado pelas ONGs. Isto é, desresponsabilizamo-nos. Mesmo sendo mulheres, achamos que este assunto tem a ver com os outros. Mesmo sendo homens, que têm mães, irmãs e filhas, achamos que isto não tem nada a ver connosco.




OUTRA GUERRA - AS VIUVAS




Sugiro que leiam o livro de Fabrício Sabat, chamado As viúvas da minha terra, para ficarem com uma ideia do crime generalizado que é cometido contra mulheres que vivem um momento dramático da sua vida. E nesse exacto momento de fragilidade, são assaltadas pelos próprios parentes. Levam-lhes os bens, os filhos, o sossego.




CASO DAS VELHAS




Acusadas de feitiçaria, roubaram-nas durante a vida, fizeram sumir a sua infância e juventude e, no final, roubaram a possibilidade de uma velhice tranquila, usufruída com os netos e as lembranças. Está longínqua a imagem de África como um lugar especial porque os velhos são respeitados.




GUERRA CONTRA OS GAYS E AS LÉSBICAS




Moçambique nem é dos países menos tolerantes. Há países que consideram formal e legalmente um crime o simples facto de ser ter uma orientação sexual diferente. Mesmo assim, há entre nós, uma enorme intolerância.




CASO DOS DOENTES MENTAIS




Nós estamos tão ocupados com outras doenças que esquecemos que não é apenas o HIV SIDA que tem implicações do ponto de vista do estigma social. As doenças mentais são outro mal não visível. Não creio que existam estatísticas da prevalência de doenças mentais em Moçambique. Mas a média em África é de 14 por cento da população.




ALBINOS




Vou contar-vos um episódio real. Conheci um pedreiro que chamarei apenas por Fabião, que certa vez executou uma obra para minha casa. Um dia, uma moça albina veio à minha porta pedir água. O pedreiro desceu do escadote onde trabalhava para me dar conselhos: "é melhor não dar, ou usar um copo que depois deita fora". Quando lhe perguntei porquê, ele respondeu: "aquela tjidajna é alguém que tem muitos problemas". E reproduziu os habituais mitos e preconceitos sobre os albinos. No final confessou: "ainda bem que na minha família nós não temos disso».




Passaram-se anos e a semana passada o mesmo Fabião ligou para mim a perguntar se era possível entrar sem convite na exposição "Filhos da Lua", na Fortaleza de Maputo. Ele ouviu na rádio que a exposição tinha por tema "os albinos" e estava muito interessado em levar a sua filha a esse evento. "É que a minha filha nasceu albina." Fabião não podia nunca imaginar ser pai de uma tjidjana. Mas foi. E ele agora, por amor a essa menina, queria enfrentar junto com ela os preconceitos que ele mesmo guardava dentro de si. Chamei Fabião e ofereci-lhe que levasse para a sua filha dois discos. Um de Salif Keita, outro do nosso Aly Fake. E disse "esses são os melhores copos de água. Refrescam a alma".




Muitas vezes pensamos que essas diferenças vivem fora de nós. A diferença está dentro de nós. Um em cada 35 moçambicanos é portador do gene do albinismo. Um em cada 35 pessoas é portador dessa gente. Nenhum de nós sabe à partida se poderá ser pai ou mãe de uma criança albina.




GUERRA COM OS MORTOS




Até aqui falei de conflitos com mulheres, crianças, velhos. Mas todos esses segmentos sociais são compostos por gente viva. O mais triste é que a nossa sociedade entrou em guerra com os seus próprios mortos. Este é o sintoma mais grave da nossa patologia social: passamos a maltratar até os nossos mortos. O que acontece nos nossos cemitérios é um atentado contra os mais básicos princípios morais. As famílias enterram os seus entes queridos e são obrigadas a retirar o mais ínfimo valor que acompanhe o falecido. Sabem que no dia seguinte, o caixão foi assaltado, o morto foi despido. As próprias jarras de flores são quebradas antes de serem colocadas para prevenir que sejam roubadas e vendidas. Não contentes em assaltarem os vivos, há gangs que se especializaram em roubar os mortos. Nem depois do último suspiro estaremos a salvo dos ladrões.




Meus amigos




Eu disse que estávamos em guerra connosco mesmos. Esta guerra doméstica compõe-se de duas violências. A violência daqueles que agridem. E a violência dos que se calam. Marthin Luther King disse O que me entristece não é apenas o clamor dos homens maus. É o silêncio dos homens bons.




A lista das nossas guerras domésticas estende-se por mais domínios. Os exemplos que escolhi ilustram o facto de que não somos a sociedade pacificada que pretendíamos ser. Há um percurso enorme a percorrer e esse caminho é sobretudo uma viagem interior. Essa viagem só acontecerá se vocês souberem ver, souberem não aceitar. Tudo o que aqui disse pode ser resumido em dois textos pequenos de autores alemães. Peço-vos que escutem. O primeiro é uma parábola e diz o seguinte:




"Um dia, vieram e levaram o meu vizinho, que era judeu. Como não sou judeu, não me incomodei. No dia seguinte, vieram e levaram o meu outro vizinho, que era comunista. Como não sou comunista, não me incomodei. No terceiro dia, vieram e levaram o meu vizinho católico. Como não sou católico, não me incomodei. No quarto dia, vieram e levaram-me mim. Nessa altura, já não havia mais ninguém para reclamar."




O segundo texto é um apelo na forma de verso, escrito pelo dramaturgo Bertolt Brecht:




"Nós pedimos-vos com insistência:
Nunca digam - Isso é natural.
Diante das barbaridades de cada dia,
Numa época em que corre sangue
Num tempo em que a arbitrariedade tem força de lei,
Num momento em que a humanidade se desumaniza
Não digam nunca: Isso é natural
Se aceitamos as coisas como naturais




este nosso mundo torna-se imutável




Caros amigos




O nosso tempo também está em guerra contra os jovens. À nossa frente, e não falo apenas de Moçambique, se anunciam tempos difíceis. À nossa frente está um futuro magro em que parece que apenas alguns podem caber. O que nos sugerem é que briguemos uns com outros para ver quem cabe nessa estreita porta. Mas talvez seja possível criar um outro futuro mais amplo.




Vão ser assediados. Por forças políticas que estão mais preocupadas com o Poder do que com a resolução efectiva dos problemas. Por forças que se lembram dos jovens quando se trata de colher votos. Por forças que falam aos jovens, não falam com os jovens.




Vocês são jovens. Ser jovens é uma condição inerente, que se exerce sem esforço. Mais do que jovens, sejam diferentes. Tragam para o nosso tempo o inesperado, o que é novo, o que é historicamente produtivo.




Uma nova classe está povoando o poder político em Moçambique. São os papagaios. Reproduzem o discurso dos chefes. A maior parte deles são jovens. Mas são jovens de alma envelhecida. Os papagaios podem pensar que o seu futuro está assegurado porque olham o país como se fosse um aviário. Mas o nosso futuro como nação não se constrói senão com ousadia, com vitalidade e um infinito respeito pelos outros.




Ficamos muitas vezes à espera, ficamos à espera que o governo faça. Temos medo de tomar iniciativa. Achamos arriscado. Não agimos porque dizemos que faltam recursos, falta orçamento, falta autorização do chefe. Mas existem lições que parecendo pequenas podem tocar alguém para toda a vida.




O professor primário que leu uma redacção sobre as mãos calejadas de sua mãe não imaginava que estaria marcando para sempre um aluno seu. O poeta William Henley não poderia imaginar que versos seus poderiam sustentar, cem anos mais tarde, a vontade de lutar de um africano que iria mudar o destino de milhões de pessoas.




Fazemos o que fazemos não porque sejam grandiosas iniciativas mas porque necessitamos mudar as coisas e melhorar o mundo. Fazemos o que fazemos porque, como diz o poema, nós queremos ser donos do nosso destino e capitães da nossa alma colectiva.
http://www.cd25a.uc.pt/media/pdf/Textos%20jornalisticos/dacegueiracolectiva.pdf

domingo, octubre 19, 2014

Miniatura (Presentación del libro "INESTABLES, INTERMEDIOS")

Miniatura | Tam-Tam Press

Portada del libro.


Reproducimos el texto leído por Luis Marigómez durante la presentación de , el nuevo libro-disco del poeta y músico leonés Ildefonso Rodríguez, en la Fundación Segundo y Santiago Montes (Valladolid), el 17 de octubre de 2014.
Por LUIS MARIGÓMEZ
Ildefonso Rodríguez tiene una larga carrera, con hitos como su poesía reunida, Escondido y visible(Editorial Dilema, 2008), sus investigaciones narrativas sobre el mundo de los sueños, Son del sueño (Ave del paraíso, 1998), Disolución del nocturno (Amargord, 2013) y su ensayo El jazz en la boca (Dossoles, 2007). Pero no todo son letras en su hacer. Siempre ha ocupado un lugar sustancial su labor de saxofonista, y soplador de otros instrumentos, de jazz y música improvisada, con varios discos participando en distintos combos.
Hoy viene con un libro verde, Inestables, intermedios, que, además lleva un disco dentro. El título ya indica que no es un objeto al uso. Primero un adjetivo, solo y, tras una coma, un nombre muy poco significativo. Uno no sabe qué se puede encontrar al abrirlo. Sospecho que es una de sus pretensiones, aguzar la confusión del lector /escuchante. ¿Esto qué es?
Como le gustaba a Walter Benjamin, este libro es una miniatura, una joya pequeña que hace virtud de su tamaño: «al ir buscando lo pequeño / el mundo se hace más redondo / buscas y ya no sabes dónde estás / avellanas en lo umbrío» Al tiempo de ser chico, es una obra de arte total. Lo es porque el autor juega con varias barajas un juego que seguramente es muy complicado pero que nunca ha parecido tan fácil como aquí. Está escrito desde la “oficina del río”, un  lugar del que quizá quiera contar algo. “La poesía se hace donde corre el agua”, dice, al parecer, un proverbio celta que cita Rodríguez. Pero además de poesía, el género por el que es más conocido, hay en Inestables, intermedios, ensayo, texto autobiográfico, música, fotografía… No falta de nada.
La fotografía está para dar cuenta del lugar del origen, para mostrar el brillo del saxo, el agua del canal y la sombra del autor. Todo es real, no es un cuento.
La música viene en un CD y se aleja de las pretensiones discográficas al uso. Son como las cintas del sótano de aquel cantante, el trabajo del taller en bruto, sin refinar, pero lleno de la fuerza de donde surge. «Tocar en lo abierto: pasos, hojarasca, ruidos, pájaros; una vida espectral, las notas fantasmas.» En esta música se expresa algo que siempre aparece en los trabajos de Fonso, su capacidad de juego, sus ganas de pasarlo bien con lo que hace. «La música no quiere ser sólo documento, pero aspiraría a dar noción del entusiasmo, el arrebato con que se tocó, se sopló.» Entre los títulos, varios neologismos, Tinoretango,Clarizaina. Indican su voluntad de aunar elementos tradicionales, dulzaina, tango, con las maneras y los instrumentos que él usa, clarinete. La música es algo consustancial al autor, y nunca había aparecido junto a su obra escrita. Ya era hora, ¿verdad?
Pero no es solo la música, todo el libro se caracteriza por la naturalidad de lo hecho en casa, como las mejores mermeladas. Hay un disfrute que se quiere compartir. Ahí está otra característica habitual enIldefonso Rodríguez, el culto a la amistad. Aparecen sus tratos con Lastres, (Miguel Suárez) y conUrdiales, con sus conflictos y con la melancolía de la pérdida. En las estelas de Fernando Urdiales utiliza el versículo, algo que hasta ahora no había hecho nunca.
«porque de eso se trata, el lugar que voy buscando, como un guarda forestal o un peón caminero, para acomodarnos un ratito más y seguir hablando, es un lugar gozoso y a la vez está infectado, es la vida y es la muerte, de eso se trata sin remedio»
A Ildefonso Rodríguez siempre le ha gustado mezclarlo todo, aborrece los cajones de los géneros, pero nunca lo había hecho con tanta libertad, con tanta naturalidad, como en este libro. Hay además una curiosa armonía entre las partes, sospecho que difícil de lograr; con seguridad, fácil de digerir. La armonía, recuerdo, es un concepto musical.
Hay algo en este artefacto que creo que se afianza en su obra, la serenidad del artista maduro, de quien ya no tiene nada que demostrar y está más relajado y más suelto para hacer lo que quiere. Tiene una obra abundante detrás. No hay por qué insistir, corre uno el peligro de repetirse. Se puede desnudar con la seguridad de que no le van a llamar mucho la atención. Como dice un verso, «escribir como Nietzsche: sólo ola y juego».
Hay que agradecer esta alegría que no esconde la pena y, sobre todo, el regalo que nos hace al lector, al oyente, a quien quiera adentrarse en su mundo.
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Leonardo da Jandra: “La ética, no la libertad, debe ser lo primero”

Leonardo da Jandra: “La ética, no la libertad, debe ser lo primero” | Lecturas Sumergidas

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El nombre del escritor y filósofo mexicano Leonardo da Jandra (Chiapas, 1951) poco dice a los lectores españoles. Ni es un autor de best-sellers, ni ha ganado ningún premio significativo, ni ha protagonizado espectáculo mediático alguno. Pero hay ocasiones en que, sin necesidad de ninguno de esos factores, sin siquiera una campaña promocional potente y sin la atención de los medios oficiales, poco dados a fijarse en los “outsiders”, en los personajes que se sitúan a contracorriente, un libro es capaz de llamar la atención del observador atento con la fuerza de su mensaje. Es lo que sucede con “Filosofía para desencantados”, una interesantísima obra publicada por Atalanta, que sirve de carta de presentación a este hombre cargado de rebeldía y vehemencia, que harto de los círculos académicos de su país se fue a vivir, en compañía de su mujer, la artista Agar García, a la selva del Estado de Oaxaca durante treinta años para sentirse libre, para escribir, leer y tener la vida en sus manos, como él mismo explica. Resulta inevitable recurrir a ese llamativo capítulo biográfico, para trazar el retrato de quien ha sido capaz de experimentar por sí mismo el peligro, el riesgo, el vivir sin red de seguridad en un mundo entregado a las comodidades.
En medio de una realidad tan cargada de información, necesitamos símbolos, metáforas, imágenes potentes, que nos lleven a detenernos ante una figura determinada. Y en este caso, ese dato acerca de alguien que decidió por voluntad propia, hoy, en la sociedad del consumo y de la tecnología, habitar en medio de la naturaleza salvaje, funciona como un estímulo para ir a la obra, para abrir las páginas de una entrega que nos atrapa con su carga de crítica a las sociedades actuales, una crítica que para nada se queda ahí, en el mero grito, en el descontento, sino que funciona como punto de partida para plantear el ideal de un mundo que “sin dejar de ser racional y pragmático sea al mismo tiempo moral y espiritual”, un objetivo inconcebible sin la mediación de la filosofía, filosofía que debe volver a los espacios públicos y que debe atreverse, una y otra vez, a “poner el pensamiento cabeza abajo”.
Capaz de sacudir y de incitar a la reflexión, el ensayo que ahora nos descubre a Da Jandra, propone un viaje alentador, un viaje del egocentrismo en el que estamos inmersos a una etapa de cosmocentrismo -conexión con el cosmos, conciencia de que no estamos solos en el universo- a la que habremos de llegar después de un interludio sociocéntrico, de aceptación de que sólo dando la mano a los otros y colaborando en el bien común, la colectividad habrá de encontrar un nuevo rumbo, un sentido. La experiencia y el conocimiento, la observación y la intuición, la razón y el sentimiento, se dan la mano en un recorrido cargado de sugerencias que nos lleva a mantener el diálogo que a continuación se desarrolla y que tuvo lugar en Madrid, en un viaje reciente del autor que le permitió acercarse al presente convulso de una ciudad, de un país, que conoce bien, pues de niño vivió en Galicia y en la capital española cursó estudios universitarios antes de regresar a su lugar de origen.
 
Harto de los círculos académicos de México, Leonardo da Jandra, el autor de “Filosofía para desencantados”, un hombre cargado de rebeldía y vehemencia, se fue a vivir, en compañía de su mujer, la artista Agar García, a la selva del Estado de Oaxaca durante treinta años, con el objetivo de sentirse libre, escribir, leer y tener la vida en sus manos, como él mismo explica.
- ¿Por qué vivimos en tiempos tan anti filosóficos? Ya sé que para dar respuesta a esta pregunta, para argumentar sobre ella, escribió “Filosofía para desencantados”, pero…
- Para explicarlo a grandes rasgos puedo partir de la idea de que hay toda una sintomatología en el cuerpo social que se puede interpretar con la misma verosimilitud que la del cuerpo humano. Las características son muy similares cuando se entra en decadencia y se potencia la oralidad y la genitalidad sobre la reflexión crítica. El tiempo actual es un tiempo generalmente anti filosófico porque se busca la gratificación por encima de todo. Y aquí he de citar a los señores que yo llamo neo-fenicios, quienes tienen en sus manos el poder económico, que es ante el que ahora está supeditado el poder político. Estos señores hacen un énfasis muy específico en sacar a la filosofía y a la ética de la enseñanza, porque una juventud consciente, reflexiva, crítica, es muy difícil de domesticar. Está claro que la filosofía representa el mayor obstáculo para quienes manejan todo el aparato a nivel global y, por eso mismo, para mí representa toda una garantía contra la domesticación de la conciencia.
- ¿Entonces, consideras que el apartamiento de las humanidades, de la filosofía, de la enseñanza, pero también de los medios de comunicación, que ponen el acento y otorgan el protagonismo a otro tipo de cuestiones, es algo premeditado, provocado desde los círculos de poder?
- Bueno, nos puede parecer que hay una inteligencia perversa detrás de todo esto, pero yo diría que se trata de una conjunción de factores que ya se dieron con anterioridad, de modo similar, en la Grecia, la Roma, la Inglaterra, la España de antaño. Cuando esa España, que considero históricamente la más luminosa que ha existido: la de Gracián, Vives, Saavedra Fajardo y Quevedo, entre otros, colapsó, no colapsó solamente la filosofía. De una manera muy sutil podemos decir que la filosofía expresa, mide en cierto modo, el fracaso del aparato socio-histórico en su totalidad, pero dicho esto, es evidente que hoy sí hay un énfasis claro en la sustitución de referentes críticos y pensantes por otros más gozosos e inmediatos. El hecho de que los medios estén determinantemente saturados de futbolistas, de chicas de pasarela, de comediantes, de opinólogos banales, y no de hombres y mujeres con capacidad de reflexión crítica, con aportación de ideas enriquecedoras; el hecho de que no existan propuestas de vanguardia y de que la mayor parte de la creación estética sea una mirada hacia el pasado y no una proyección hacia el futuro, son parámetros indicativos de una decadencia incuestionable. No creo que detrás haya una intencionalidad económica, porque eso sería atribuirle demasiada inteligencia y perspicacia a los neo-fenicios, pero, incuestionablemente, lo han sabido aprovechar, lo fomentan.
 
Los señores que yo llamo neo-fenicios, que son quienes tienen en sus manos el poder económico, ante el que ahora está supeditado el poder político, hacen un énfasis muy específico en sacar a la filosofía y a la ética de la enseñanza, porque una juventud consciente, reflexiva, crítica, es muy difícil de domesticar.
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- ¿En medio de los vacíos, la desesperanza y la incertidumbre del presente necesitamos cada vez más a los filósofos, necesitamos gobernantes filósofos?
- No. Yo no creo en los gobernantes filósofos. Discrepo de raíz en ese punto con Platón. Cada vez que el hombre de conocimiento se acerca al poder, no se hace más sabio y, sin embargo, el poderoso tiende a volverse más perverso con el conocimiento. Lo que sí creo es que debe darse una complementación. Ha habido momentos históricos muy claros en que el hombre de poder económico y político tuvo la inteligencia suficiente para conocer sus limitaciones y acercarse a personajes que lo podían, no digo iluminar, pero sí, al menos, darle ciertas pautas de un comportamiento más íntegro. A mi juicio la necesidad de la filosofía no es un imperativo categórico en el sentido kantiano. La filosofía tiene que ver con significados y si no comprendemos los significados del mundo es imposible relacionar la facticidad de la ciencia con los valores de la espiritualidad. La filosofía es un dinamismo mediador por antonomasia, siempre y cuando hablemos de ella lejos del ámbito constreñido de la academia. Yo dudo en llamar filósofos a los profesores de filosofía, con todo el respeto a quienes tienen que divulgar esas enseñanzas. El filósofo para mí es aquel que tiene ideas y las experimenta, en primer lugar, en sí mismo, pero, lejos de eso, la mayor parte de los que se llaman filósofos viven de espaldas a la vida.
 
El hecho de que los medios estén determinantemente saturados de futbolistas, de chicas de pasarela, de comediantes, de opinólogos banales, y no de hombres y mujeres con capacidad de reflexión crítica, con aportación de ideas enriquecedoras; el hecho de que no existan propuestas de vanguardia y de que la mayor parte de la creación estética sea una mirada hacia el pasado y no una proyección hacia el futuro, son parámetros indicativos de una decadencia incuestionable
- ¿No basta con sentarse a pensar y promulgar las ideas, hay que llevarlas al plano de la acción?
- Así es. A lo largo de mi trayectoria me he encontrado con demasiados pensadores que no se preocupan por tener una vida íntegra, que simplemente están interesados en enseñar ciertas doctrinas y en hacerlo sin implicarse, como quien da una clase sobre alimentación sin importarle nutrirse de comida basura. Quienes de verdad se involucran con el quehacer filosófico necesariamente deben tener principios rectores éticos. Y, para empezar, yo no diría que la universidad represente hoy en día ningún refugio de eticidad. Por eso no se trata únicamente de plantearse una reforma o una transformación social. Lo que está mal es el modelo evolutivo en el que estamos inmersos, este proceso civilizador que se ha distanciado de tal manera de sus fundamentos originales, de sus principios básicos, que hace necesario regresar a las raíces. Se trata de cortar todas esas ramas podridas y empezar de nuevo.
- Pese a todo el progreso, pese a toda la tecnología, la humanidad, ha abandonado el centro que civilizaciones antiguas tenían muy claro: el contacto con la naturaleza, esa idea espiritual de la existencia, de la armonía con el cosmos.
- Creo que el proceso de disyunción no es un proceso novedoso. Llevamos tiempo, sobre todo después del tanático siglo XX, asistiendo al fracaso de ciertos modelos que se pretendían redentoristas, por ejemplo todos los procesos que tienen su raíz en el marxismo y en elhegelianismo. Esos modelos ya no funcionan, son, prácticamente, referentes arcaicos. Con el respeto que le tengo a Marx, porque le he leído a fondo y considero que sigue muy vigente suteoría de la enajenación y la urdimbre perversa del capital, no creo que la violencia sea la partera de la Historia. No comparto eso en absoluto. No se puede implementar ningún tipo de organización social armoniosa en base a la violencia. Lo que se instaura con violencia se perpetúa con violencia, y, por otro lado, tampoco comparto las dialécticas confrontativas hegeliano-marxianas, que son el sustento de la violencia. Yo no creo que el empresario y el obrero, el ciudadano y el funcionario público, el hombre y la mujer, lo solar y lo lunar, la ciencia y la espiritualidad, tengan que ser opuestos. No defiendo esa oposición, porque no la veo en la naturaleza. No puedo estar de acuerdo con Heráclito ni con la mala interpretación que hizo Marx y epígonos de esa dinámica confrontativa. Inevitablemente hay choques, pero no percibo esos choques con el concepto de malignidad que le da el ser humano. Para mí el concepto de maldad es genuinamente humano. Yo no veo maldad, y he vivido durante treinta años en la selva, en los animales salvajes, ni en las fieras, ni en el tiburón, ni en las serpientes o arañas. Creo que sus condiciones, sus propiedades ontológicas son así y usan lo que tienen como defensa o como ataque para vivir, pero el hombre no, el hombre se regodea en la destrucción. Y hemos llegado al límite de ese regodeo.
- Pero vivimos en una época menos belicista que otras anteriores.
- No necesariamente tiene que ver con la guerra. Basta que encendamos la televisión para comprobar que es muy difícil encontrar alguna propuesta medianamente inteligente que no esté salpicada de sangre y semen, por decirlo en términos contundentes. La sangre y el semen son las características de la animalidad y mientras le estemos dando el énfasis a ese aspecto de la naturaleza humana es impensable un proceso armonizador, ético, de respeto, un proceso donde no tengamos que estar sometidos permanentemente a una presión de raíz punitiva, intolerante. Si tuviéramos principios rectores básicos no necesitaríamos de la pistola en la sien, de ejércitos ni policías. La vigencia de eso es para mí la más clara prueba de nuestro fracaso como modelo histórico.
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- Antes hablabas de la filosofía y la vida, de la filosofía que parte de la vida, de la experiencia. ¿Qué aprendiste de todo ese tiempo en la selva, qué supuso esa etapa en tu recorrido?
- La experiencia en la selva fue decisiva después del cansancio, más que cansancio, asco, que viví en el mundo académico, en México. La experiencia utópica de la selva me permitió encontrarme con valores que creía haber asimilado a través de lecturas. Allí me di cuenta de la falsedad, de la impostura que había en hacer del lenguaje el centro del mundo, que ha sido la némesis de la filosofía fundamentalmente alemana y francesa. La filosofía se alimenta de sí misma y de ahí que esa dinámica la convierta en su mayor parte en una logorrea, limitándola a la autosuficiencia del lenguaje y olvidando todos los principios humanísticos, el hecho de que somos una parte de una totalidad y, por tanto, necesitamos estar en armonía con la totalidad. La selva me permitió tomar una distancia considerable, la cual sigo manteniendo, con el pensamiento académico, al que cada vez presto menos atención. A mí lo que me interesa es sacar la filosofía a la calle. Es en la calle donde se dan las transformaciones sociales y si llevas la filosofía, como está sucediendo hoy en día, a un nivel tan elevado de especialización, se vuelve estéril, del mismo modo que si se la fuerza a convertirse en una ciencia, lo cual es una aberración.
- Pero, ¿cómo recuperar la filosofía en el devenir cotidiano, en medio de las preocupaciones, de los quehaceres del día a día?
- Defiendo que la filosofía debe fomentarse mucho más en la enseñanza secundaria para que los chicos tengan capacidad de reflexionar sobre su relación con el mundo. Eso es básico. Está claro que no nos va a dar verdades absolutas porque ni la ciencia es capaz de eso -cuando alguna disciplina pretende ofrecer una verdad absoluta, inmediatamente, nos muestra el cobre, la falsedad, la pretensión de absoluto-, pero lo que sí nos puede permitir es abrir horizontes, empujar la membrana de la verdad cada vez con más fuerza sabiendo que nunca la vamos a lograr romper. ¿Acaso no es bello preguntarse permanentemente sobre todo lo que hacemos? Cuando los jóvenes ya no se preguntan y dan por hecho todo lo que ven, cuando confían en la imagen sin una reflexión crítica, se convierten en conciencias estabuladas. Y la conciencia estabulada es la conciencia genuinamente animalizada, directa al matadero, sin tránsito de libertad.
 
La filosofía nos puede permitir abrir horizontes, empujar la membrana de la verdad cada vez con más fuerza sabiendo que nunca la vamos a lograr romper. ¿Acaso no es bello preguntarse permanentemente sobre todo lo que hacemos? Cuando los jóvenes ya no se preguntan y dan por hecho todo lo que ven, cuando confían en la imagen sin una reflexión crítica, se convierten en conciencias estabuladas.
- Pero, ¿realmente ves así a la juventud, no hay indicios de todo lo contrario?
- Veo que se tiende a eso, pero también creo que tendrá que surgir una nueva generación. No sé… Se sacrificarán tres, cuatro… Pasarán 50 años o más, los que se necesiten a nivel cósmico, porque la evolución no va en línea recta ni con la premura que quisiéramos, pero confío que llegará una generación que, sin dar la espalda a lo que hay, logrará asimilarlo, le dará su lugar y volverá a recuperar el pensar como eje dinámico de una relación equilibrada entre valores que son fundamentales para la sociabilidad armoniosa y la comprensión fáctica de las nuevas tecnologías. Si los científicos no tienen esta relación con los valores se convierten en máquinas productoras de máquinas y nos arrastrarán a todos hacia la cosificación. Hoy es incuestionable que ha habido un gran adelanto tecnológico, pero el adelanto tecnológico sin la espiritualidad y sin la reflexión crítica necesaria cae en el mercenarismo. Y aquí también tengo que ser crítico. Salvo honrosísimas excepciones, lo que hacen los científicos es preocuparse por subir en el escalafón, para ser más reconocidos y tener más dinero para sus investigaciones. Supuestamente ellos creen que están haciendo un bien a la sociedad, pero:¿qué bien está haciendo a la sociedad un científico que inventa un nuevo misil? Me puede decir que su país necesita protegerse. Pero yo no puedo comprender, o quizás lo comprendo pero no lo acepto, que países como Alemania, como Japón, que han tenido toda una historia beligerante y que no han cesado de estar en una permanente dinámica de avasallar a los demás, no entiendan lo que significa en su propia cultura la militarización. Cada vez que se inventan enemigos externos y dedican una cantidad enorme de presupuesto a la militarización, lo que hacen es acercarse cada vez más al suicidio. La Historia se lo ha manifestado una y otra vez, pero no acaba de entenderse. Desafortunadamente no aprendemos de la Historia. Si la leyéramos más, a fondo, nos daríamos cuenta de que la solución no puede ser la violencia ni la revolución. La evolución tendrá que ser pacífica, mucho más lenta de lo que quisiéramos, pero ese es el camino.
- ¿Cómo se define Leonardo da Jandra como filósofo? ¿Al lado de que otros pensadores le gusta caminar?
- A mí me gusta la filosofía narrativa, desde Platón a Nietzsche, pasando por Cioran. Creo que es más imaginativa, más abierta, mientras que la filosofía sistemática, la de Hegel o Kant, proponen sistemas cerrados que no permiten ni una fisura. Con sus defectos, la filosofía narrativa es más activa y está más vigente; de ahí que hoy esté más vivo Nietzsche que Kant o Hegel.
- ¿Y Thoreau? ¿No se asemejan tus vivencias en la selva a su retiro en la cabaña del bosque?
- No me identifico con Thoreau ni con Rousseau, con el que también se me ha comparado, cosa que me ofendía al principio porque él no supo nunca lo que era la naturaleza. Lo de Rousseau era una nostalgia del pequeño burgués urbano. Esos paseos por el campo de los que habla son como ir al Retiro, con tu bastón, fumarte un cigarrito, y decir que amas la naturaleza. La naturaleza, como yo la viví, es una complementación muy cabrona de Eros y Tánatos. Estás en el paraíso y puedes dar un paso que, de repente, te conduzca al infierno. En cuanto a Thoreau, su experiencia duró apenas unos meses. Lo que pasa es que los norteamericanos lo ensalzan por una especie de romanticismo, ellos que han sido los mayores depredadores de la naturaleza, la temen y tienen una desconfianza genuina hacia ella. La obra de Thoreau puede tener aspectos iluminadores, pero también es muy egocéntrica, algo muy propio de la cultura norteamericana.
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- La nostalgia del campo perdido, es algo muy contemporáneo.
- Sí. Y me parece que ese vestigio de romanticismo es una mala interpretación de filosofías orientales. Yo me cuido mucho de caer en el culto al árbol sagrado, a la madre naturaleza y a los ríos, porque es panteísmo, es el peor Spinoza y no quiero rescatar al peor Spinoza, me interesa el mejor. Se ha dado mucho esta tendencia del escritor urbano a tratar de rescatar lo rural tras percibir que la urbanidad se había convertido en una derivación profana de lo que era la vida en la naturaleza, el respeto a los ciclos. Mi mujer y yo, por ejemplo, conservamos del tiempo vivido en la selva la costumbre de acostarnos cuando oscurece y levantarnos con la salida del sol, pero el ser urbano vive cada vez más de espaldas a la luz, es un ser nocturnal. Por eso no es gratuito el culto a los vampiros, todos estos personajes oscuros que huyen, que rompen con lo que no quieren. Nadie sabe lo que quiere. Y cuando estás en la naturaleza necesitas saber cuál va ser el próximo paso y por qué lo das. Cuando pescas en las rocas, si no tienes conciencia de lo que estás haciendo, te puedes caer y si vas caminando por la selva y te descuidas, puedes acabar pisando una serpiente cascabel. En el mundo urbano se suele andar como zombies y por eso gustan tanto los zombies. Ahora sucede que los chicos no quieren salir de casa y lo peor de todo es que los padres tampoco desean que se vayan. Y es una dinámica perversa, porque el ser humano necesita independizarse, arriesgarse, buscar, abrirse, y hoy, como hay una reticencia a eso, la apertura se realiza solamente en el plano virtual, en la red, pero se trata de una apertura sin cuerpo, demasiado sintética. A estas últimas generaciones de jóvenes no les gusta abrirse. Por eso en las relaciones humanas son muy precavidos, no quieren compartir su intimidad. Y cuando lo hacen, enseguida se fragmentan, se caen. Falta ese ser acostumbrado a luchar, a caer, a levantarse, sin pánico a la caída, a la pérdida. Tal vez lleguen los que ahora tienen 13 o 14 años y digan que no quieren renunciar. Puede ser…
 
El ser urbano vive cada vez más de espaldas a la luz, es un ser nocturnal. Por eso no es gratuito el culto a los vampiros, todos estos personajes oscuros que huyen, que rompen con lo que no quieren. Nadie sabe lo que quiere. Y cuando estás en la naturaleza necesitas saber cuál va ser el próximo paso y por qué lo das. Cuando pescas en las rocas, si no tienes conciencia de lo que estás haciendo, te puedes caer y si vas caminando por la selva y te descuidas, puedes acabar pisando una serpiente cascabel.
- Lo cierto es que vivimos en sociedades atemorizadas. Sociedades en las que unos miedos son sustituidos por otros.
- Pues esos son los señores, los dueños de la jaula. Lo hacen muy bien. Y no podemos perder de vista el ascenso de la derecha a nivel ideológico. Los partidos de derechas nacen y tienen un objetivo muy claro, el beneficio de unas minorías, del capital. No comprendo cómo personajes como Vargas Llosa pueden darle algún sustento al sistema neoliberal y dejarse seducir por filósofos como Popper, que apelan a una libertad incondicional, cuando la libertad incondicional es la peor forma de esclavitud. Si no sabes qué hacer con tu libertad y no tienes regulación, ciertos límites de comportamiento ético, el más astuto irá siempre a imponerse, a maltratar, al más torpe. Yo discrepo de Rorty y de estos filósofos que ponen la libertad por encima de todo. Prefiero dar ese lugar a la ética. Si tienes valores éticos vas a saber qué hacer con tu libertad, pero una libertad sin ética es regresar a la manifestación más extrema de depredación natural. Nos dicen que lo primero es la libertad y que después se dará todo por añadidura. Ese es el error de la cultura norteamericana. ¿Libertad para qué, para acabar con el planeta, para consumir como bestias? ¿Esa es la libertad que queremos, un consumo excesivo, inconsciente, que daña e inferioriza al otro? Todo eso tiene que cambiar.
- En el ensayo te refieres a la caída inevitable de todos los imperios y aseguras que esa caída se detecta ahora en las sociedades occidentales. Lo reproduzco textualmente: “La caída se produce cuando el ciudadano le da la espalda a la naturaleza y al cosmos para dedicarse a la optimización del goce”.
- No creo estar descubriendo nada. Es evidente que todo lo que estamos viviendo, todos los síntomas indican, sobre todo en Europa, que hay un agotamiento de los modos de convivencia, de las estructuras. No se puede generalizar ni aplicar los mismos parámetros a todos los países. No es lo mismo hablar de Italia, Portugal o España, que de Alemania, ya que sus identidades, visiones y voluntades son muy distintas. Si nos centramos en España percibo una cierta negación de la voluntad, un fenómeno del que ya hablaba Unamuno. Y sin voluntad no hay posibilidad de trascendencia. Y, por otro lado, sigo viendo un exceso de mercadotecnia en este país. Y la mercadotecnia es genuinamente digestiva, no es mental. ¿Acaso esta España no sigue siendo demasiado digestiva, demasiado sanchopancesca?. Me hubiera gustado verla más enquijotada. Hay muy poco Quijote y muchos Sancho Panza. Pero, dicho esto, a mí me fascinan las crisis, porque es en las crisis donde el ser humano está obligado a sacar lo mejor de sí. Es en la adversidad donde se forja grandeza; cuando hay demasiada facilidad la vida se hace fácil. Y lo fácil es efímero.
 
Si tienes valores éticos vas a saber qué hacer con tu libertad, pero una libertad sin ética es regresar a la manifestación más extrema de depredación natural. Nos dicen que lo primero es la libertad y que después se dará todo por añadidura. Ese es el error de la cultura norteamericana. ¿Libertad para qué, para acabar con el planeta, para consumir como bestias? ¿Esa es la libertad que queremos, un consumo excesivo, inconsciente, que daña e inferioriza al otro? Todo eso tiene que cambiar.
- Me gustaría incidir un poco más en tus apreciaciones sobre la España actual. ¿No has percibido una mayor voluntad de cambio, más conciencia social, más movilización, más figuras que están poniendo en jaque al poder?
- Ojalá que se vaya en la dirección del Quijote. Ojalá que desaparezca esa España de los pedos y los eructos, que decía Ortega. La verdad es que todo el aparato ha llegado a tal nivel de ruindad, de descaro, que, pese a todo, yo confío en la reacción de la gente. No es el buen cinismo, el cinismo como corriente filosófica, el que se ha instaurado. Ahora asistimos a la representación de cínicos avorazados, que quieren comerse todo, que no quieren dejar nada para nadie. Para combatir eso se requieren medidas drásticas, pero no violentas. Tenemos que meter toda esa pulsión, todo ese odio y coraje, que empieza a detectarse en amplias capas de población, en el crisol del pensamiento y dejar que se decante con unas gotas luminosas de espiritualidad para evitar que nos venza la animalidad, el deseo de venganza, de destruir, de romper. Porque con eso no se logra nada, ya lo hemos aprendido con la Historia.
- ¿Qué opinas de los nuevos partidos, movimientos, plataformas, que están emergiendo?
- Bueno, en este último viaje he visto a mucha gente concienciada y he percibido una esperanza en el surgimiento de nuevos partidos como Podemos y de nuevos movimientos ciudadanos, pero también he percibido que se trata de una esperanza matizada de temor, de cierta desconfianza. ¿Qué va a pasar con estos chicos, inexpertos, cuando entren en toda la corrupción del aparato de poder? Porque van a entrar. Y no es lo mismo estar aullando desde fuera como oposición que estar en el poder. A mí me interesa la rebeldía del personaje que se mantiene firme a lo largo de toda su trayectoria y no renuncia a esa rebeldía porque considera que el pensamiento crítico debe estar en permanente acecho frente a la corrupción del poder, tanto económico como político y religioso.
LEonardoDaJandra_FotografíaPorNachoGoberna (5)
- En “Filosofía para desencantados” se dice que el verbo “intentar” es el mejor de los verbos. Se trata de intentar, de confiar, ¿no?
- Sí, en efecto. Hay un trasfondo de nobleza incuestionable en todas estas nuevas manifestaciones y hay que intentar seguir adelante. Pero no creo que pueda existir un proceso democrático en base a partidos. El modelo tradicional de partido está agotadoLa derecha resulta aberrante y la izquierda ha sido la mayor desilusión que hemos sufrido todos los que luchamos, desde los 60, por la transformación del mundo, por una sociedad más igualitaria, más justa, con educación, con salud pública… Ahora lo que queremos son individuos, personas íntegras. Lo interesante es la transformación desde la base de la sociedad. Formaciones como Podemos pueden ser, incuestionablemente, un disparador, un sacudimiento, y eso hay que incentivarlo. Pero lo que yo le digo siempre a la gente es que no esperemos el cambio de la totalidad para cambiar nosotros. Vayamos cambiando en la medida de nuestras posibilidades, empecemos a tratar a los demás como nos gustaría que nos trataran a nosotros. Ese es el camino en un panorama en el que todo está colapsando: los “reality shows”, los “best-sellers”, los periódicos. Lo que deberíamos ahora entender es que no tiene ningún sentido gastar energías por rescatar todo eso que está cayendo. Hay que apostar por los proyectos nuevos, pero que sean de verdad nuevos, nada de emular lo que ya ha sido, nada de aliarse con estructuras de partido convencionales.
 
Lo que queremos en estos momentos son individuos, personas íntegras. Lo interesante es la transformación desde la base de la sociedad. Formaciones como Podemos pueden ser, incuestionablemente, un disparador, un sacudimiento, y eso hay que incentivarlo. Pero lo que yo le digo siempre a la gente es que no esperemos el cambio de la totalidad para cambiar nosotros. Vayamos cambiando en la medida de nuestras posibilidades, empecemos a tratar a los demás como nos gustaría que nos trataran a nosotros.
- ¿Y qué tal América Latina? En vez del agotamiento de Europa se percibe energía. ¿Es así?
Percibo una gran diferencia entre América Latina y Europa y, a mi juicio, creo que el error más grave que ha cometido y que está cometiendo España, es tratar de europeizarse a toda costa y dar la espalda a la América Latina. Yo estaría de acuerdo con Ortega cuando pedía la europeización de España. Está bien. No hay ningún problema en ser europeos, pero sin perder de vista que la única posibilidad que tiene este país de competir, de manera genuina y con ciertas ventajas, en el contexto occidental es con el impulso, con la voluntad de América Latina. Si el español es hoy por hoy el idioma que más está creciendo es gracias a América Latina, aMéxico fundamentalmente. Si la economía española puede salir adelante no es con el apoyo usurero de los banqueros alemanes, ni con el capital ilegal ruso o chino que pueda llegar aquí. Será a través de la interacción con América Latina desde una relación de iguales, no ya desde la perspectiva del vasallaje colonial. Los jóvenes profesionales españoles, que hoy no tienen empleo aquí, encontrarán al otro lado del océano una posibilidad enorme de crecer como individuos y de contribuir a un proceso de transformación inédito en toda la historia de América Latina. Es evidente que la cultura hispana, a través del ímpetu del idioma, está entrando enEstados Unidos y colocándose en un nivel hegemónico en el seno del imperio. Y no es por elInstituto Cervantes ni por los profesores que van a las universidades a enseñar el Siglo de Oro español o el poder imperial de Carlos V. Es por todas las oleada de emigrantes que está mandando América Latina. Y ante este panorama tan alentador, ante esa realidad bilingüe en la que conviven el inglés y el español, no hay una política de Estado clara y firme. Ahora mismo, tanto pensadores como políticos, tendrían que estar dándole vueltas a cómo mover las piezas en este nuevo tablero global. Pero no sucede así. Están demasiado preocupados en mantener el poder, en aferrarse al pesebre.
- ¿Los filósofos deben apostar siempre por poner el pensamiento cabeza abajo?
- En México se dice “poner patas arriba” (risas), pero el corrector español me sugirió esta otra expresión. Se trata de una metáfora un poco exagerada con la que trato de dar a entender quela función genuina del filósofo es no estar de acuerdo con su presente. Donde el político o el economista atisban posibilidad de riqueza, de estabilidad, el filósofo tiene que ver dudas por doquier y tiene que hilar muy fino para, a través de esas dudas, articular posibles respuestas que beneficien, no a las minorías, sino a la mayor cantidad de gente el mayor tiempo posible. Lo que necesitamos ahora es proteger a los desprotegidos de los excesos del capital. La tarea no es fácil, pero siempre digo que sólo lo difícil vale la pena. El problema es que estamos forjando generaciones que nacen de espaldas a la dificultad. Hay que invertir esa tendencia y quitar a los jóvenes el miedo a equivocarse. Podemos equivocarnos, tenemos todo el derecho. Debemos asumir que a veces se aprende más de los fracasos que de los triunfos, que los triunfos nos envanecen. Lo hemos visto recientemente, con la selección española de fútbol. Ya la daban como triunfadora. Ya los futbolistas se dedicaban a anunciar todo los productos comerciales habidos y por haber. Y de pronto llegó la lápida de la derrota, la conciencia del perdedor, la destrucción de las esperanzas. Es un episodio para tomar nota, para aprender.
 
Donde el político o el economista atisban posibilidad de riqueza, de estabilidad, el filósofo tiene que ver dudas por doquier y tiene que hilar muy fino para, a través de esas dudas, articular posibles respuestas que beneficien, no a las minorías, sino a la mayor cantidad de gente el mayor tiempo posible. Lo que necesitamos ahora es proteger a los desprotegidos de los excesos del capital
- En “Filosofía para desencantados” se analiza la realidad en tres pasos. Ahora estamos en una fase de egocentrismo. De lo que se trata es de avanzar hacia el sociocentrismo y luego dar el paso final que sería llegar al cosmocentrismo.
- Así es. Básicamente se trata de un recorrido en el que hombres y mujeres han de ir dejando atrás su animalidad y haciéndose más divinos. Y cuando hablo de la divinización de la conciencia humana no me refiero a dogmas, a hipocresías. Me refiero a ser conscientes del remanente de luz que hay en nuestras mentes y a actuar de acuerdo a una dinámica que produzca el menor daño, que busque siempre la armonía, las soluciones consensuadas, el concepto de justicia, que no es lo mismo que legalidad. Esto es muy importante. Hoy en Estados Unidos, por ejemplo, el deporte nacional son las leyes, los juicios. Te demandan por cualquier cosa y lo que importa es cómo ganar un caso, cómo sacar a un delincuente de la cárcel o cómo impedir que ingrese en ella un banquero, aunque defraude miles de millones de euros. Esto es así, sin importar que mientras tanto un pobre emigrante, que no tiene para comer y roba un litro de leche, acabe con sus huesos en prisión. Ahí está la diferencia fundamental entre justicia y legalidad. La legalidad está hecha de artimañas y mentiras, pero no así la justicia. Con ella jamás puedes auto engañarte. Los niños, desde los cinco o seis años, cuando toman sus primeras decisiones morales, saben cuando están haciendo daño al otro: al hermano, al compañero de colegio, a su madre o a su padre. Lo saben perfectamente. Pero en estas sociedades la brecha entre justicia y legalidad es cada vez más grande. Nadie se pregunta si lo que hace es justo o no. Lo que se dice es: “estoy cumpliendo con los requisitos que me marca la ley y, por tanto, estoy seguro, estoy a salvo”. Por eso los norteamericanos se sienten tan seguros y consideran que la amenaza siempre ha de venir de afuera, del exterior. Todo lo externo para ellos es un peligro y por eso tienden a cerrarse. El turismo norteamericano es más del 80% interno. Se viaja muy poco, se traduce sólo el dos por ciento de lo que se lee y se llena al mundo con la basura propia. Y todo eso no lo hacen a punta de pistola sino de una manera mucho más sutil, a través de la manipulación de las conciencias.
 
Hoy en Estados Unidos, por ejemplo, el deporte nacional son las leyes, los juicios. Te demandan por cualquier cosa y lo que importa es cómo ganar un caso, cómo sacar a un delincuente de la cárcel o cómo impedir que ingrese en ella un banquero, aunque defraude miles de millones de euros. Esto es así, sin importar que mientras tanto un pobre emigrante, que no tiene para comer y roba un litro de leche, acabe con sus huesos en prisión. Ahí está la diferencia fundamental entre justicia y legalidad. La legalidad está hecha de artimañas y mentiras, pero no así la justicia.
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- El sentimiento de amenaza del otro, del diferente, no facilita el paso hacia el sociocentrismo que propugnas.
- Ese es el juego que se está estableciendo y al que hay que ponerle un dique. Ese dique es pasar del egocentrismo, de la autogratificación, a través del autocontrol, al sociocentrismo, que nos lleva a pensar, efectivamente, que vivimos con el otro, no contra el otro. Esa es la tarea inmediata, a través de la ética. De ahí que en las escuelas secundarias haya que enseñar a los chicos qué es la ética, y no me refiero a una revisión histórico geográfica, a explicarles cómo la han ido interpretando los filósofos, los pensadores. Se trata de enseñar qué es la ética aplicada al comportamiento diario, desde que se levantan por la mañana y actúan con su padre, con su madre, con sus hermanos, con los maestros. La ética ha de enseñar a perfilar ese sentido de cooperación, no de competitividad. Si se nos dio un talento especial tenemos que compartirlo con el que no lo tiene, pero en las escuelas tipo norteamericanos algo así suena terrible. Se trata de sacar las mejores notas, de ser los mejores, los “number one”. Y los demás que se jodan. Ahí está la raíz de la desigualdad, el desequilibrio y la desarmonía social.
- Pero todo ese aprendizaje ha de empezar en la familia…
- Sin duda. Hay varias etapas o estadios en la transmisión de la identidad que son fundamentales. El primero es la familia. Si no mamas los valores desde el hogar, difícilmente los vas a suplir con la escuela. Ahí está la dicotomía que hay entre la determinación genética y la cultural. Es importantísimo, pero no decisivo, el trasfondo genético. La cultura nos permite romper con eso, de no ser así no habría libre albedrío. Si tuviéramos una determinación genética tan firme, ¿para qué estudiar, para qué leer, si ya sabemos lo que vamos a ser?. La cultura permite romper con esa especie de camisa de fuerza, pero esa cultura se apoya en dos pilares: la familia y la escuela. Los maestros son los segundos padres. Pero es que esos dos pilares han sido minados por toda esta oleada de capitalismo salvaje. Los más los jóvenes no quieren mantener relaciones duraderas y los más preparados e inteligentes no desean procrear. Cuando todo esto se rompe el único refugio es la autogratificación. ¿Para qué partirse el alma por los hijos, por la pareja? Y vemos que en la escuela los maestros luchan desesperadamente por conseguir la base, los objetivos, no por transmitir valores y enseñanzas. Y después, al salir a la calle, vamos todo el tiempo con cuidado, porque vemos enemigos en potencia por todas partes, no nos paramos con nadie porque pensamos que nos van a pedir o a robar. Y en el trabajo, no se va a formar un equipo, a aprender con los demás. Todo es competencia, miedo a ser desplazados, despedidos. Ese es, a grandes rasgos, el panorama en el que estamos inmersos por falta de eticidad, por falta de valores.
- Uy… ¿Algo positivo? En el ensayo dices que la felicidad está en la búsqueda de la verdad, de la belleza, de la bondad.
- Por supuesto. Tenemos que tender hacia eso, caminar hacia la perfección, hacia el mejoramiento. Tenemos que recuperar las familias, las escuelas, hacer que surjan empresarios que se hagan ricos enriqueciendo a los demás, no empobreciéndolos. No se trata de que saqueen, depreden, acaben con mares y selvas, y luego levanten una fundación e inauguren maravillosas exposiciones. No podemos aceptar esa filantropía hipócrita. Ya sé que es complicado cambiar todo eso, pero insisto en que tenemos que empezar por nosotros mismos. Si tú haces bien tu trabajo, llevas luz y amor en el ámbito en el que te mueves, no andas de mal humor todo el rato, reduces la velocidad de tu vida y te creas menos dependencias, irás bien. Cuando uno empieza a fijarse metas que no va a poder cumplir, entonces ya se convierte en un fracasado y anda como loco. Cuántas más cosas tenemos más nos esclavizamos, más nos codificamos. Necesitamos una generación que recupere el sentido de lo elemental. Todo lo que está pasando se veía venir. La gente tenía una casa donde vivir, pero el sistema le ofrecía créditos para tener segundas residencias en la montaña o en la playa. ¿Para qué tantas casas, para que atiborrarse?
 
Si tú haces bien tu trabajo, llevas luz y amor en el ámbito en el que te mueves, no andas de mal humor todo el rato, reduces la velocidad de tu vida y te creas menos dependencias, irás bien. Cuando uno empieza a fijarse metas que no va a poder cumplir, entonces ya se convierte en un fracasado y anda como loco. Cuántas más cosas tenemos más nos esclavizamos, más nos codificamos. Necesitamos una generación que recupere el sentido de lo elemental.
- ¿Y el cosmocentrismo? Hablas de una apertura de conciencia total. Dices que la filosofía tiene por delante la tarea de unir al individuo con el cosmos.
- El cosmocentrismo es el nuevo ámbito que habrá de llegar y que tiene que ver con la comunicación cósmica. Tarde o temprano, ya los físicos teóricos se han dado cuenta,seremos conscientes de que no hay un universo, sino millones de universos, una enorme cantidad de soles cerca de nosotros con una enorme cantidad de planetas con condiciones habitables. Una vez recuperada esa conexión cósmica va a empezar a crecer la espiritualidad, y cuando esa espiritualidad crezca empezarán a desaparecer los ejércitos, las armas, las químicas bacteriológicas. Entonces dejaremos de estar sujetos a energías que son infernales como los hidrocarburos, que ya podían haber sido sustituidos y habrían evitado muchos conflictos. Detrás de Irak, de Irán, de lo que sucede ahora mismo en Ucrania, no se esconde un problema de identidades contrapuestas, sino de dinero, de los millones y millones de euros que están detrás del petróleo, del gas. Y lo mismo pasa con el narco en México, que no se legaliza porque son miles de millones de dólares en venta de armas los que están en juego. México no produce armas. Las armas vienen de EEUU y los norteamericanos se escandalizan porque por la frontera pasan emigrantes y pasa la cocaína. ¿Y las armas? Los narcos tienen bazuca y no les llega por teletransportación. Hay mucho cinismo, un cinismo brutal en todo esto. Hay una nueva energía, el hidrógeno, que sale del agua, que podría empezar a aplicarse, pero los hidrocarburos mueven mucho dinero y no se pueden abandonar. No es tan sencillo. Al aparato económico no le importa la contaminación, el efecto invernadero. Ya ningún idiota dice que es un invento lo del cambio climático, pero aún estamos lejos de que se adopten las medidas necesarias para frenarlo. Así están las cosas, pero hemos de seguir adelante, mirando a la luz, anhelando la armonía, rechazando la conflictividad.
LEonardoDaJandra_FotografíaPorNachoGoberna (4)
“Filosofía para desencantados”, de Leonardo da Jandra, con prólogo de Guillermo Fadanelli, ha sido publicado por la editorial Atalanta. 
-Todas las fotografías fueron tomadas por Nacho Goberna (nachogoberna@gmail.com)

Un pensamiento en “Leonardo da Jandra: “La ética, no la libertad, debe ser lo primero”

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