domingo, febrero 16, 2014

La vanguardia vive en Internet

La vanguardia vive en Internet | Cultura | EL PAÍS

La vanguardia vive en Internet

El escritor Kenneth Goldsmith es poeta Laureado del MoMA y fue invitado a la Documenta de Kassel

El neoyorquino es el creador de la plataforma UbuWeb y ahora publica en España su libro 'Inquieto'



El nombre del archivo digital por el que es conocido el poeta y teórico de la escritura “no creativa” Kenneth Goldsmith (Freeport, Nueva York, 1961), UbuWeb, refleja perfectamente la intención de su creador: albergar en un espacio digital único todo el legado de la vanguardia clásica. Goldsmith acoge su proyecto bajo la advocación de Ubú, personaje estrafalario e iconoclasta creado por el escritor simbolista francés Alfred Jarry (1873-1907), inventor de la patafísica.
“Comencé UbuWeb en 1996 y desde entonces ha ido creciendo hasta convertirse en el archivo de arte de vanguardia con mayor número de contenidos de la Red. En UbuWeb se encuentra almacenado el trabajo de decenas de miles de creadores; navegando por él es posible encontrar cientos de miles de objetos artísticos, incontables terabytes de materiales mediáticos, millares de películas, enormes cantidades de MP3, toda clase de música de vanguardia, infinitas cantidades de poesía sonora, así como innumerables conferencias, entrevistas, debates…”.
Por lo que se refiere a la voluntad de conectar con las raíces históricas de la vanguardia clásica, Goldsmith precisa: “El advenimiento de la era digital ha propiciado que muchas de las ideas de la vanguardia histórica hayan podido concretarse y hacerse realidad. Es como si todos esos nombres estuvieran esperando la llegada de la era digital, como si después de haber estado relegados durante mucho tiempo, de repente hubieran adquirido la relevancia que siempre hubieran debido tener”. Los nombres a los que se refiere Goldsmith son demasiados como para pedirle que los enumere, pero accede a mencionar los que constituyen la base central de sus ideas: “John Cage me ha ayudado a entender muchas cosas en momentos clave de mi trayectoria. La figura de Walter Benjamin no hace más que agigantarse con el paso del tiempo. En estos momentos estoy llevando a cabo una adaptación de su Proyecto de los Pasajes a nuestro tiempo, trasladando el modelo al Nueva York del siglo XX. También son importantes para mí las ideas de Sol LeWitt y Andy Warhol. En cuanto a este último, su figura es fundamental. Warhol predijo la situación que estamos viviendo hoy. El mundo es cada vez más warholiano”.

Un año después, el mundo del arte volvía a mostrarse intrigado por el trabajo de Goldsmith, que fue nombrado Poeta Laureado del
 MoMA, cargo que antes no existía. “Invité a más de doscientos escritores a que leyeran delante de grandes obras pictóricas. Se trataba de descontextualizar el espacio del museo, que perdiera su halo institucional para transformarse en lugar de interrelación social. Los escritores elegían obras expuestas en la colección del MoMA. Después tenían que dar una respuesta textual, elegir un espacio y leerla”. Entre los participantes figuraron David Shields, Rick Moody, el crítico musicalAlex Ross o Vito Acconci. “Leían delante de un cuadro de Pollock o Matisse, pongamos por caso, entrando en conversación con grandes artistas del pasado”.Kenneth Goldsmith inició su andadura en la prestigiosa Escuela de Diseño de Rhode Island, donde se formó como escultor. El encuentro con los grandes autores de la vanguardia y de manera especial con la poesía conceptual, le hizo encaminar sus pasos hacia el ámbito de la literatura, pero aunque se siente cómodo presentándose como poeta, nunca ha estado demasiado alejado del mundo del arte. En 2012, asombrados por la envergadura del trabajo que había realizado en UbuWeb, los organizadores de la Documenta de Kassel le invitaron a presentar su archivo digital como si se tratara de un producto artístico. “Nunca se me había ocurrido pensar en UbuWeb como obra de arte. Por UbuWeb siempre han mostrado mucho interés los escritores, los hackers, los músicos, los poetas, los cineastas, pero no los representantes del mundo del arte. Fue una experiencia extraña, que no tuvo consecuencias, porque lo que almacenamos no tiene valor comercial. Todo es gratis, libremente accesible e intercambiable. Responde a una concepción totalmente democrática y no comercial de la cultura, y en el mundo del arte lo que no lleva aneja la posibilidad de un beneficio económico altísimo tiene muy poco interés”.
Estos y otros experimentos inciden sobre una idea que Goldsmith ha expresado en numerosas ocasiones: la convicción de que el mundo del arte va muy por delante del de la literatura. “Eso ya lo señaló Brion Gysin [artista y escritor británico, afín a las ideas de William Burroughs] en 1959. El expresionismo abstracto ya había echado a andar, y el arte pop estaba a punto de despegar, pero la escritura en general, y la poesía en particular, pese a ciertos hallazgos como los de Frank O’Hara, iban muy por detrás. Mientras que en el ámbito de las artes plásticas se producían avances fascinantes, el mundo de la literatura seguía estancado. Más de medio siglo después la situación sigue igual. El mundo del arte va muy por delante del de la escritura”.
¿Qué papel desempeña en todo esto Internet?
“He ahí la gran ironía. Internet es una maquinaria gigantesca que no hace más que generar escritura. En el nivel más profundo y elemental, todo cuanto hay en Internet se reduce a un código alfanumérico que es la base material de todos los soportes que conocemos: fotos, canciones, vídeos, libros. Cuando alguien envía un archivo JPG y no se recibe bien aparece en la pantalla un código binario alfanumérico. Si se piensa bien, el motor que propulsa Internet es la literatura, lo sepamos o no. La situación que vivimos es muy parecida a cuando la fotografía usurpó la función de la pintura, de modo que para sobrevivir la pintura tuvo que adentrarse por nuevos caminos. El arte se hizo abstracto. No digo que la escritura vaya a volverse abstracta, pero sí que la literatura como medio imita lo que hacen las computadoras y eso es sumamente interesante. Se da la posibilidad de cortar, copiar y pegar imitando los movimientos del lenguaje. Nunca se ha movido el lenguaje de la manera que lo estamos moviendo hoy”.
La trayectoria de Kenneth Goldsmith es absolutamente fiel a los principios que acaba de enunciar. Los conceptos de originalidad y creatividad desaparecen por completo, borrando toda traza de expresión personal: “Jamás empleo el pronombre personal de primera persona, nunca expreso ninguna emoción subjetiva, intento ser mecánico. Me he convertido en un copista, no escribo textos originales, copio textos que ya existen”.
Goldsmith ha concretado un considerable número de proyectos consistentes en trasladar grandes masas textuales. En Soliloquio (2001) transcribió todas las palabras que había pronunciado a lo largo de una semana. Día (2003) reproduce en su totalidad la masa textual contenida en el New York Times del 1 de septiembre de 2000, anuncios incluidos. “Ahí es donde di el salto definitivo a la escritura no creativa. El resultado fue un libro de 900 páginas, y si se piensa bien, es difícil pensar en un volumen que contenga un número mayor de posibilidades. No falta nada. En Día hay pasión, amor, guerra, odio, triunfos, fracasos, asesinatos, lujuria…”. Después vino la Trilogía Americana, cuyos volúmenes, ‘El tiempo’ (2005), ‘Tráfico’ (2007) y ‘Deportes’ (2008), recogen la masa textual de algo “que se transmite de manera incesante por la radio”. En el primer caso, Goldsmith transcribió los partes meteorológicos correspondientes a un año, a razón de uno por día. ‘Tráfico’ recoge los boletines retransmitidos cada 10 minutos por una conocida emisora de radio en un periodo de 24 horas. “En ‘Deportes”, concluye, “llevé a cabo la transcripción de un partido soporífero de béisbol entre los Yankees y los Red Socks, anuncios incluidos. El resultado fueron tres libros de unas 150 páginas cada uno”.

¿Qué significa, en un contexto así, declararse poeta? ¿Qué clase de poeta es Kenneth Goldsmith? “Soy un poeta contemporáneo. La poesía hoy adopta formas que antes era imposible sospechar que pudieran llegar a existir. Hay poetas que inoculan palabras en las estructuras del ADN; poetas que hacen películas que funcionan como poemas; poetas que transcriben documentos legales. La poesía es un espacio muerto del que hay que apoderarse, y el lugar donde hay más posibilidades es la Red. En realidad, siendo rigurosos, la misión del poeta hoy es no escribir poesía”.
Cuando se le pregunta por los lectores de sus libros, Goldsmith responde categóricamente: “Yo no tengo lectores. No se trata de eso. Mis libros son aburridísimos y leerlos sería una experiencia espantosa. No se trata de leer, sino de pensar en cosas acerca de las que jamás pensamos. La medida del éxito de un libro así es la cantidad de debate que genera. Y sí que se han escrito reseñas, se comentan en los blogs, y se incluyen en los programas de cursos universitarios. No nos engañemos”, puntualiza, “en eso no hay diferencia con las grandes obras de la vanguardia. ¿Quién lee los Cantos de Pound o el Ulises de Joyce? Son libros de los que todo el mundo habla, pero que prácticamente nadie lee. Cuando me di cuenta me pareció una idea genial y me apropié de ella. Y funciona perfectamente”.
La última afirmación nos sitúa de lleno en la idea de que la escritura no debe ser creativa. “La nueva escritura consiste en no escribir y la nueva lectura consiste en no leer. Aunque no hay que tomarlo literalmente, esencialmente ahí se encierra una gran verdad. Nuestra relación con el lenguaje ha cambiado y, como consecuencia de ello, ha cambiado nuestra relación con la lectura y la escritura. Con el bombardeo de información a que estamos sometidos, nadie es capaz de mantener la atención fija durante mucho tiempo. El déficit de atención es una nueva forma de vanguardia. En un contexto de hiperabundancia textual, carece por completo de sentido infligir nuevos textos al mundo. Lo que considerábamos que era nuestra propia producción es algo tan minúsculo e irrelevante en el océano de la textualidad digital que ¿qué nos podemos proponer? ¿Añadir una gotita más a ese océano o intentar sacar cubos gigantescos llenos de un material tan rico como el agua y verterlos en otro tipo de contenedores? En mi opinión esa es la tarea a la que se enfrentan los jóvenes escritores”.
Goldsmith expone muchas de estas ideas en la recopilación de ensayosEscritura no creativa. Uno de ellos lleva por título La venganza del texto.¿A qué se refiere exactamente Goldsmith? “Todos estábamos convencidos de que el mundo iba a convertirse en el imperio de lo visual, un lugar lleno de imágenes. Pensábamos que estaríamos rodeados de ellas. Es lo que profetizó McLuhan, pero si miramos a nuestro alrededor lo único que vemos es gente que no para de escribir, leer y textear, vivimos inmersos en el lenguaje de un modo que jamás nadie se había atrevido a soñar”. En otro de los ensayos, La condición material del lenguaje, Goldsmith examina lo que sucede hoy en el universo textual: “Antes el lenguaje escrito estaba atrapado en la página impresa y no se podía hacer nada con él, pero con el lenguaje digital podemos hacer lo que nos dé la gana. Lo podemos recortar, arrojarlo al mundo como spam,enviarlo por correo electrónico. Se puede intercalar una canción en un texto, manipularlo con Photoshop, imprimirlo en una camiseta. Antes no teníamos ninguna de estas posibilidades. Las palabras se han convertido hoy en un material plástico. La poesía concreta, de la que todo el mundo se había olvidado, vuelve a cobrar importancia, y lo mismo ocurre con el movimiento situacionista”.
Otro de los ensayos somete a examen la idea de la apropiación de textos ajenos. “El collage y el pastiche siempre habían existido en literatura. Se podía coger una frase o un verso y componer otra cosa, pero ahora con un par de golpes de teclado se puede copiar no ya un libro entero, sino las obras completas de Shakespeare, que de repente se convierten en propiedad tuya”.




Inquieto.Kenneth Goldsmith. Prólogo de Esteban Pujals. Epílogo de Marjorie Perloff. Traducción de Carlos Bueno Vera. La Uña Rota. Segovia, 2014. 160 páginas. 12 euros.

“La poesía hace que la búsqueda de la palabra sea crear un mundo” | Cultura | EL PAÍS

“La poesía hace que la búsqueda de la palabra sea crear un mundo” | Cultura | EL PAÍS







“Mientras musito escribo una vez más la gran pregunta
incontestable
¿eso que se adivina más allá del último confín es aún la vida?”.
Son los últimos versos que José Manuel Caballero Bonald ha hecho públicos, a través de esa suerte de memoria-poesía-novela tituladaEntreguerras (Seix Barral). El escritor recibirá hoy el Premio Cervantes de las Letras en el paraninfo de la Universidad de Alcalá de Henares. Solo que para llegar hasta ahí el camino ha sido largo y los primeros pasos cruciales. De eso, entre otras cosas, dialogó Caballero Bonald en su casa con el también poeta, narrador y ensayista —y andaluz— Joaquín Pérez Azaústre. Un maestro y un discípulo. Caballero Bonald (Jerez de la Frontera, 1926) está en un rincón del salón de su casa, sentado en su mecedora de espalda a la caída del sol, tamizada por unos estores blancos, y Pérez Azaústre, en diagonal, a su izquierda, en una silla de piel.
Joaquín Pérez Azaústre. Me gustaría que me contaras cuándo tuviste tu primera sensación de escritor.
J. Manuel Caballero Bonald. Son dos momentos y los tengo muy claros. Uno fue cuando descubrí a Espronceda, no al poeta, sino al hombre de acción que con 33 años ya había hecho de todo; incluso había estado preso por su republicanismo, además exiliado y hasta escapado con la mujer de otro. Supe que tenía que imitar su espíritu aventurero cuando supe que una noche vio unas luces en una ventana, se acercó y era un velatorio, y descubrió que era su amante. Supe que quería ser como él. El otro momento fue con la segunda antología poética de Juan Ramón Jiménez. Me mostraba un camino desconocido y eso me emocionaba como lector.
J. P. A. Pero antes habías tenido una relación con el cómic estadounidense, con Flash Gordon y Mandrake el mago. Ahora hay amigos míos que reivindican la lectura de comics como una fuente de inspiración.
J. M. C. B. Sí, pero Flash Gordon era mi héroe infantil, aunque leía muchos más. Lo que yo quería era imitar a los protagonistas. En mi discurso del Cervantes hay una alusión a mi descubrimiento del Quijote. Normalmente la gente se acerca a él de manera traumática, pero un profesor me lo dio a leer en una selección de aventuras; ese fue mi inicio y quedé deslumbrado, sobre todo por la figura de Alonso Quijano, que se echa al campo a defender a los perseguidos. Quise emularlo.
J. P. A. Hay un sentido de adivinación fundamental en tu vida...

J. P. A.
 He releído Las adivinaciones,tu primer poemario, después deEntreguerras, tu último libro: veo temas continuos. ¿Cómo te llevas con ese primer libro?J. M. C. B. La novela de aventura ambientada en el mar fue decisiva para mí. El mar ha sido para mí la aventura. Quise ser marino mercante porque quería emular a mis héroes.
J. M. C. B. Me siento bastante distante. Ahora, releído, noto que psicológicamente estaba envarado, con voz impostada, y eso me incomoda un poco. Defiendo la adjetivación, la forma de penetrar en la realidad y en Las adivinaciones eso está insinuado pero el desarrollo del poema era ingenuo, no había perdido la inocencia (se ríe Caballero Bonald).
J. P. A. Otra constante es que configuras la realidad para luego desconfigurarla.
J. M. C. B. Me viene del simbolismo, de Góngora, de Machado… Ellos fueron importantes, al igual que Mallarmé y Rimbaud. Trabajo ese concepto. La palabra más que suplantar la realidad, la recrea. El realismo, la copia, es desfigurar la literatura. La literatura es una interpretación. De eso sabes tú también porque lo haces…
J. P. A. Bueno, yo hago lo que puedo. Me llama la atención cuando dices que El Quijote solo lo pudo escribir un gran poeta.
J. M. C. B. Y no se puede llegar más lejos. Ágata ojos de gato es un poema alegórico dantesco; es mi libro predilecto. Conseguí ese injerto de la prosa y la poesía. Yo fui primero poeta, la poesía es una escuela inimitable. El ejercicio de la poesía te hace respetar la palabra, hacer que su búsqueda sea casi como crear un mundo. Y eso lo hace el poeta y no lo olvida cuando se es novelista.
J. P. A. Juan Ramón Jiménez decía que todo era poesía. Y tú has sido valiente en difuminar las fronteras de los géneros.
J. M. C. B. Eso Juan Ramón lo vio muy claro. Él mismo escribía el poema como si fuera prosa; y rompiendo el verso, el espacio, yo he hecho lo mismo. Yo hice el prólogo a un libro de Onetti que es mi máximo maestro: me conmueve, cuenta el revés de la vida.
J. P. A. ¿Y el compromiso del poeta con la sociedad?
J. M. C. B. La temática es circunstancial. Yo puedo hablar de desahucios ahora pero a través de un lenguaje que se esté desarrollando de una manera poética. La poesía social se empobreció, y pecó de superficial en el sentido de no preocuparse por la forma.
J. P. A. Los libros... ¿se comunican entre sí?
J. M. C. B. Puede que se comuniquen de noche y produzcan complicidades.
J. P. A. Somos autores pero antes que nada lectores, somos producto de nuestras lecturas…
J. M. C. B. La lectura es fundamentalmente un placer.
Y siguen hablando, como dos amigos que tratan de desentrañar el pasado y dar forma a los orígenes del Caballero Bonald de hoy. Del autor cuyo primer verso, hace 61 años, fue un poema titulado Ceniza son mis labios:
“En su oscuro principio, desde
su vacilante estirpe, cifra inicial de Dios,
 alguien, el hombre, espera”.

sábado, febrero 08, 2014

Yves Bonnefoy: “La sociedad sucumbirá si la poesía se extingue”

Yves Bonnefoy: “La sociedad sucumbirá si la poesía se extingue” | Cultura | EL PAÍS



Cualquiera pensaría que los cientos de jóvenes que lo escuchaban atentos le habían impregnado energía, más ganas de vivir; pero fue al revés. Fue él, Yves Bonnefoy, con sus 90 años, quien irradiaba fervor por la vida y la realidad. Hablaba de poesía, hablaba de palabras, del aliento vivificador que hay en ellas y de su capacidad de crear el mundo. De cambiarlo, incluso. Hilos de murmullos aquí y allá desprendían los mil estudiantes mexicanos mientras escuchaban al poeta, ensayista, traductor y crítico expresarse en su francés de reminiscencias antiguas mientras ellos con sus cascos escuchaban la traducción del que les habían dicho era uno de los escritores más importantes de Francia.
“Los poemas no tienen significado. Cuando se lee uno hay que preguntar a la propia experiencia, a la memoria. Y a partir de ahí buscarle la interpretación”.
Eran las cinco y media de la tarde del lunes 2 de diciembre de 2013. Era el auditorio Juan Rulfo de la Feria Internacional del Libro de Guadalajara hasta donde había ido Bonnefoy (Tours, 1923) para recibir dos días antes el Premio FIL de Literatura en Lenguas Romances. Tenía a los estudiantes hechizados. Antes de su llegada todo era algarabía, pero una vez empezó a hablar su voz trajo el silencio, el silencio al murmullo intermitente y una hora después otra vez la algarabía. Tal vez no entendieran muy bien todo lo que el poeta les decía, pero preguntaban y se les veía contentos.
Yves Bonnefoy, sin pretenderlo, había creado el mejor escenario y ejemplo de lo que siempre ha dicho y pensado respecto a la función y cometido de las palabras y la poesía. Y su influjo en la vida de cada uno como lo cuenta en su libro de ensayo El territorio interior (Sexto Piso). Palabra oral y escrita donde se celebra el derrumbe de la Torre de Babel que permitió la proliferación de las lenguas y con ellas el caleidoscopio de la realidad, de que cada cosa tiene un nombre y ese nombre es multiforme porque suena distinto en cada lengua y a su vez su historia varía en cada individuo de acuerdo con la biografía y huella que haya dejado en cada persona. Bonnefoy hablando francés ante una muchedumbre, alguien traduciendo en un español mexicano y los muchachos interpretando o adaptando dichas palabras a su propio mundo.
“En una conversación cotidiana, las palabras sirven para que nos entendamos, pero desaparecen. En cambio, en la poesía esas mismas palabras reaparecen en su verdadera realidad y son nombres propios que señalan o designan las cosas como son para mostrarnos la realidad”.
La poesía debe decir: ‘Existe una Realidad’. La poesía es aquello que exige la existencia del mundo
“¡Espléndido!”. Así recordaría Bonnefoy la experiencia con los mil muchachos, al día siguiente, en el estand de EL PAÍS en la FIL, sentado en una silla, delante de una portada de Babelia titulada: ‘Verdi. Maestro de la vida’. Ahora está bajo la mirada de la Aída verdiana este poeta de obras como Las tablas curvas, Principio y fin de la nieve y Del movimiento y la inmovilidad de Douve; de los ensayos La nube roja, La traducción de la poesía, Donde la flecha cae o El artista del último día;traductor de maestros como Shakespeare y explorador de mitos como se refleja en su Diccionario de las mitologías. Serio y con sus cabellos blancos, menos alborotados que el día anterior, la voz del autor suena baja en medio del rumor de la feria.
“La palabra, las palabras, están en el centro de todo. Son el embrión que no solo describe y señala y nombra el mundo sino que lo ordena y puede salvarlo, reordenarlo. La palabra es nuestra principal conexión con la realidad y la poesía su mejor vía. Por eso es necesario que las liberemos de ese yugo en el cual las hemos metido”.
Con las manos entrecruzadas sobre la mesa de cristal, Bonnefoy deja claro que el poeta no deja nada al azar. Se esmera por buscar el término preciso que se aproxime a la realidad física o no que quiere contar, transmitir. Lo atisbó desde muy niño cuando empezó a leer y notó la intensidad de las palabras y supo lo que quería escribir.
“Yo no he elegido la literatura, sino la poesía. No son la misma cosa. La literatura es una posibilidad de la lengua, la poesía es una manera de despertar la palabra. Y debemos hacer una distinción fundamental entre la lengua y la palabra. La lengua es un conjunto de nociones que nos permiten encontrar diferentes aspectos de la realidad, la literatura es la construcción que hacemos de ella por medio del lenguaje. Todas las experiencias están aquí permitidas, todas las distracciones e irresponsabilidades. La poesía es la respuesta que se lanza en dirección a la lengua, cuando nos preguntamos acerca de nuestras necesidades fundamentales. No es un lugar para divertimentos, ni de la experimentación existencial: es el lugar de la exigencia de la responsabilidad”.
La literatura es una posibilidad de la lengua, la poesía es una manera de despertar la palabra
Sus ojos azules se agrandan para ir a los días en que aprendió a leer. Tendría unos cinco años. Fue con esos libros para niños en los que junto a una palabra está su dibujo. Supo que no se trataba solo de letras. Vio un árbol a los pies de la palabra ÁRBOL, una rosa junto a la palabra ROSA, un perro haciendo compañía a la palabra PERRO.
“Recuerdo que fui golpeado profundamente por la relación que aparecía entre la palabra y la cosa. Tenía la sensación de que la palabra era la embajadora de la cosa, su representante entre nosotros. Es mi primer recuerdo sobre la experiencia del lenguaje. En ese momento comprendí que la poesía ejercía esta relación con la palabra. Después encontré, en los poemas que nos hacían leer, que existía un ritmo, una música dentro de los poemas, que no era inherente a las conversaciones, sino que existía solo en la poesía. Así consideré que mi destino era practicar ese ritmo que hacía que las palabras entraran en contacto con el mundo”.
Convencido y emocionado, Bonnefoy dice que la palabra tiene vida; es un mundo, y crea un universo. Y su encadenamiento con otras palabras, su combinación para crear frases transforma y altera su esencia, su significado. Para él las palabras cotidianas se usan sin darles el valor que merecen.
“La poesía está para recordarnos que todas las palabras, incluidas las que usamos automáticamente, o tanto que parecen gastadas y poco relevantes, son las responsables de la realidad. Para nosotros es importante la existencia de una tierra, suficiente, benéfica, que nos permita dar un sentido a nuestra existencia, que nos permita estar unidos en un lugar donde exista la vida, aunque por momentos resulte surreal. Diría que la poesía habla solo acerca de eso, en esencia. Fundamentalmente la poesía debe decir: ‘Existe una Realidad’, debemos ser parte del mundo, no debemos dejarnos llevar por esa distracción que nos hace aceptar nuestras existencias como algo abstracto, o resignado a la irrealidad. ¡La poesía es aquello que exige la existencia del mundo!”.
El escritor, con el ceño fruncido, se inclina hacia delante. El murmullo de la feria ahoga su voz. Sus oídos están cansados. Sonríe al ver delatados sus desgastes. Y lamenta que cada vez se lea menos poesía.
“El medio ambiente de la Tierra vive amenazado. La lectura de poesía nos regresa a la capacidad fundamental, una apertura si se puede llamar así, de recentrar nuestra atención sobre el lugar terrestre como tal. Ahora en que muchas de las especies desaparecen, en que el aire está contaminado, en que la población es tan numerosa que no hay suficientes recursos, es necesario tomar conciencia de nuestro papel, y el papel de la poesía es facilitar esta toma de conciencias. Necesitamos una voz profética que anuncie los desastres y despierte la conciencia”.
Lo dice con una sombra de tristeza y esperanza. Como cuando habla de la falta de motivación de las instituciones para que la gente lea poesía. Algunas personas que pasan por ahí se detienen a escucharlo.
En las dudas de Hamlet, en sus angustias, es donde la modernidad encontró su suelo más fértil
“Lo que ha ocurrido es que el sistema educativo ha tenido una preocupación sociológica, científica y psicológica que ha desviado la atención de esta relación que la palabra poética establece con el mundo. Se ha cambiado la experiencia poética directa por la explicación del poema y esa reflexión académica ha dado paso a una situación en la cual la poesía no puede respirar. He ahí el problema con la recepción de la poesía”.
Sentir. Sin temor. Expresar, sin miedo. Dar rienda suelta a la memoria para poder interpretar los versos que cobran nueva vida en cada lector. Algunas personas siguen ahí, asomadas en silencio a lo que dice él, ahora entre lo finito y lo infinito. Pastorea el Tiempo donde está inmerso el ser humano y con el que debe aprender a relacionarse.
“La poesía hace acercamientos más profundos a la condición humana, a lo que sabemos y está detrás. Las grandes obras de la poesía se han arriesgado mucho antes por los laberintos de la conciencia nuestra. En las dudas de Hamlet es donde la modernidad encontró su suelo más fértil”.
La realidad con sus encrucijadas está presente en El territorio interior:“Existir, pero de otra forma, y no en la superficie de las cosas, en el meandro de los caminos, en el azar: como un nadador que se sumergiese en el porvenir para emerger luego cubierto de algas, y más ancho de frente, y de espaldas”. Ir más allá de las quimeras es su invitación, dar a cada cosa su lugar y función. “Es la relación con el otro la esencia del pensamiento moral”. Considera que la poesía es el origen de la preocupación ética o filosófica. No duda en soplarnos que “la sociedad sucumbirá si la poesía se extingue”.
Palabras e ideas embajadoras en poemas como La rapidez de lasnubes:
En mi sueño de ayer
El grano de otros años ardía a fuego lento,
Sin calor, en el suelo embaldosado.
Descalzos, lo apartaban nuestros pies como un agua límpida.
¡Oh amiga mía,
Qué distancia tan débil separaba nuestros cuerpos!
La hoja de la espada del tiempo que merodea
Hubiese allí buscado en vano lugar para vencer!

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