lunes, febrero 05, 2018

Musée d'Orsay: En torno a Redon

Musée d'Orsay: En torno a Redon





Redon y los Leblond: una relación inesperada

Odilon RedonFantasía© RMN-Grand Palais (Musée d'Orsay) / Hervé Lewandowski
Entre los numerosos apoyos de artistas y intelectuales que recibe Odilon Redon, a lo largo de toda su carrera, se esconde una historia singular detrás del patronímico "Marius-Ary Leblond" que firma el artículo "Odilon Redon, lo maravilloso en la pintura", publicado en 1907 en la Revue illustrée.
Se trata del nombre de pluma de dos primos, oriundos de la Isla de la Reunión, que se instalaron en París, a mitades de los años 1890, para lanzarse en la vida literaria. Georges Athénas (1877-1953) es Marius Leblond y Aimé Merlo (1880-1958) es Ary Leblond. Juntos, han escrito novelas y ensayos, marcados por el espíritu colonial (su relato En France fue Premio Goncourt en 1909). Fundaron varias revistas de arte y ocuparon cargos públicos, siendo en particular los instigadores de la creación del museo Léon Dierx en San Denís de la Reunión.





¿Por qué Redon?

Podemos sorprendernos de que los Leblond hayan elegido a Redon como artista predilecto, su sensibilidad, artística y política, llevándoles más bien hacia un sólido naturalismo que, según ellos, traduce vigorosamente la pertenencia a una nación. Además, dos años después del ensayo de la Revue illustrée, su libro de crítica de arte, Pintores de raza, ignora a Redon, para rendir homenaje al temperamento y al estilo de Max Lieberman en Alemania, Léon Frédéric en Walonia, Nicolas Tarkhoff en Rusia, o también Charles Lacoste en Francia... Observamos, sin embargo, algunos rodeos más espirituales y simbolistas, con Gauguin por Oceanía y Van Gogh por Holanda. ¿Pero qué puede representar Redon para ellos, él que inventa una tierra nueva en cada obra?
Pastel
Odilon RedonMujer con velo de pie© RMN-Grand Palais (Musée d'Orsay) / DR

El color como paraíso

Parece ser, de hecho, que sea el propio Redon quien haya elegido a los Leblond y les haya “sugerido” escribir "Lo maravilloso en la pintura". En 1907, llega el reconocimiento pero los artículos son escasos. El pintor que desde hace ya varios años ha volcado su arte hacia el culto de la naturaleza y del color, busca nuevas voces para traducir esta evolución.

Ya no quiere la imagen de un artista cuyo "sobrenatural es [la] naturaleza" (Emile Bernard), sino que desea que se entienda su amor por "el sol, las flores y todos los esplendores del mundo externo." Aquí es donde actuaron los Leblond, encontrando las palabras para describir la cesura que Redon imprime a su arte: "Redon pronto se cansó de este especie de infierno negro y en espiral en el que se había encerrado"; "sintió la necesidad de la luz y ascendió hacia el color como hacia un paraíso"; o esta fórmula "lo sobrenatural propio de la naturaleza" que indica que lo sobrenatural no procedía de Redon, sino de la propia naturaleza.



El vínculo de los orígenes

Para que este texto existiese, los Leblond todavía tenían que abandonar sus rígidos ideales y aceptar el lado “exótico” y "primitivo" de Redon. La clave de esta unión, en apariencia, contra naturaleza, nos la indica el pintor en una carta para Gabriel Frizeau del 31 de marzo de 1907: "Su índole criolla les ayudó". En efecto, aunque los Leblond hayan crecido en la Isla de la Reunión, Redon, él, ha nacido del matrimonio entre un bordelés, que se fue a buscar fortuna a Louisiana, y una criolla de origen francés de la Nueva Orleans. Nació en Francia, pero fue concebido en América, un viaje in utero que marcó profundamente su imaginario. Camille, con quien se casa en 1880, es una criolla también oriunda de la Reunión. Son estos "otros lugares" compartidos, sin duda, que permiten a Marius y a Ary entender la fuente vital de la que se encomienda Redon, el paraíso que apela, así como el renacimiento que reivindica.
Odilon RedonEva© RMN-Grand Palais (Musée d'Orsay) / Hervé Lewandowski

Una admiración compartida



La relación que unió Redon y los Leblond es todo menos fingida o pasajera. El pintor se reconoce por completo en el artículo y no duda en comunicar su gratitud, como en esta carta dirigida a Frizeau: "Me había preguntado mi opinión con respecto al texto de los Leblond. Es bello, casi místico, hindú, de una riqueza de significado extraordinaria. […] Lo leo con la alegría de haber sabido vivir. Ya que esto es el beneficio del esfuerzo por haber cambiado y estar satisfecho de ello. Todavía podría producir algo, en el amor y la clarividencia de lo más lúcido de mí mismo. Y estas jóvenes mentes me ayudarán, en ello".

Los Leblond publican con frecuencia textos sobre el artista, en las revistas que dirigen hasta mediados del siglo XX. Le visitan con regularidad a su villa de Bièvres, y siguen manteniendo relaciones con Camille y Arï, el hijo de la pareja, tras su muerte. Fueron también ellos quienes se encargaron, en 1923, de la publicación de las cartas de Redon o del catálogo de la retrospectiva en el Petit Palais, en 1934. Y sobre todo, habiendo firmado "Lo maravilloso en la pintura", son para siempre los grandes testigos de los estallidos de colores de Redon, aquellos que han afirmado la relación pasional entre la naturaleza y la obra del pintor.

Entender mejor a Redon. Extractos de textos



Odilon Redon, Confidencias de artista, 1894

He hecho un arte a mi parecer. Lo he hecho con los ojos abiertos a las maravillas del mundo visible y, a pesar de lo que se haya podido decir, con la constante preocupación de obedecer a las leyes del natural y de la vida.
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Odilon RedonEl camino a Peyrelebade© RMN-Grand Palais (musée d'Orsay) / Christian Jean
También lo hice con el amor de algunos maestros que me indujeron el culto por la belleza. El arte es el Alcance Supremo, alto, saludable y sagrado; genera la eclosión; en el diletante produce el único y delicioso deleite, pero en el artista, con el tormento, produce el nuevo grano para la nueva semilla. Creo haberme doblegado dócilmente a las leyes secretas que me han conducido a labrar, bien o mal, como he podido y conforme a mi sueño, cosas en las que me he implicado por completo. Si este arte a ido en contra del arte de los demás (lo que no creo cierto); me ha procurado, sin embargo, un público que el tiempo ha mantenido, y hasta amistades de calidad y benefactoras, dulces para mí y que me recompensan.
[…]
Pero hoy, se lo digo con la total consciente madurez, e insisto, todo mi arte está limitado a las únicas fuentes del claroscuro y le debe también mucho a los efectos de la línea abstracta, este agente de profunda fuente, que actúa directamente en la mente. El arte sugerente no puede aportar nada sin recurrir únicamente al juego misterioso de las sombras y del ritmo de las líneas diseñadas mentalmente. ¡Ah! ¡A caso han tenido nunca más alto resultado que en la obra de Vinci! […] Y también es mediante la perfección, la excelencia, la razón, la dócil sumisión a las leyes del natural que este admirable y soberano genio domina todo el arte de las formas. ¡Lo domina hasta en su esencia! [La naturaleza] era para él obviamente como para todos los maestros, la necesidad y el axioma. ¿Cuál es el pintor que pensaría de otra forma?
[…]
Odilon RedonSueño de Calibán© RMN-Grand Palais (Musée d'Orsay) / Christian Jean
No se me puede quitar el mérito de dar la ilusión de la vida a mis creaciones más irreales. Toda mi originalidad consiste pues en hacer vivir humanamente seres inverosímiles, según las leyes de lo verosímil, poniendo, en la medida de lo posible, la lógica de lo visible al servicio de lo invisible. […] Pero, por otro lado, mi régimen más fecundo, el más necesario a mi expansión ha sido, lo he dicho a menudo, copiar directamente lo real, reproduciendo atentamente objetos de la naturaleza exterior, en lo que tiene de más menudo, de más peculiar y accidental. Tras un esfuerzo por copiar minuciosamente una piedra, una brizna de hierba, una mano, un perfil o cualquier otra cosa de la vida viviente o inorgánica, siento llegar una ebullición mental: entonces necesito crear, dejarme ir a la representación del imaginario. La naturaleza, así dosificada e infundida, se convierte en mi fuente, mi levadura, mi fermento. De este origen, creo mis invenciones verdaderas. Lo creo de mis dibujos; y es probable que, incluso con la gran parte de debilidad, desigualdad y imperfección, propia de todo lo que el hombre vuelve a crear, no soportaríamos ni un instante su visión (por que son humanamente expresivos) si no estuviesen, como lo he dicho, formados, constituidos y construidos según la ley de vida y de transmisión moral, necesaria a todo lo que existe.



Marius-Ary Leblond, "Odilon Redon. Lo maravilloso en la pintura", La Revue Illustrée, 20 de febrero de 1907, n°5

Odilon RedonLa araña© RMN-Grand Palais (Musée d'Orsay) / Gérard Blot
Durante mucho tiempo, solo se le conoció por litografías, acto seguido famosas, con negros de una profundidad, de una gravedad y de un aterciopelado que eran particularidades suyas, con blancos deslumbrantes, estremecedores y, por así decirlo, incandescentes. En ellas, inmovilizaba, en grandes escenas, las visiones que alumbraban como apariciones el fondo oscuro de su imaginación. Seres extraños se erigían, se empinaban, ascendían en altos relieves esculturales […].
Mediante esta dramaturgia apocalíptica, Redon había atraído la admiración de la gente de letras de hace veinte años [se nombran Villiers de l'Isle Adam, Mallarmé, Huysmans]. Pero Redon pronto se cansó de esta especie de infierno negro y en espiral en el que se había encerrado y del que había recorrido los ciclos dantescos: sintió la necesidad de la luz y ascendió hacia el color como hacia un paraíso.
[…]
Pintó la flor: la descubrió.
Sorprendido del colorido de la flor hasta la inquietud, sorprendido hasta la más ingenua adoración de su forma, pronto recibió la revelación que nada es más misterioso que la simple naturaleza, y a partir de entonces quedó absorto en su claridad, como se había adentrado en el laberinto de su imaginación. Pintó las mismas flores que conocemos y, tal y como, las vemos: geranios entre hojas aterciopeladas, margaritas, temblorosas borlas de acacia, alelíes y capuchinas anaranjadas, y ante nuestros ojos, fue, como si estas flores acabasen de aparecer ante nosotros, en un milagro de las cosas, por la esbeltez que brota de su porte, por el estallido fijo de su corola, por el brillo suspendido de los matices. Cuando las miramos, nosotros también salimos de las tinieblas.
[…]
Odilon RedonVisión submarina© RMN-Grand Palais (Musée d'Orsay) / Hervé Lewandowski
Este sueño incansable de formas miriadarias en el que la naturaleza inscribe enigmáticos caprichos, Redon lo mantiene mediante la evocación del mundo submarino. Es muy característico que un relevante número de sus lienzos o de sus pasteles, nos proporcionen aproximaciones de las profundidades oceánicas: es que, precisamente, lo sobrenatural de la naturaleza – que es simplemente lo que todavía ignoramos de la realidad – está sepultado ahí, en la noche del mar profundo, como la propia imaginación del mundo "sin forma y multiforma". […]
Así mismo, yendo a buscarlas en las profundidades tenebrosas de los océanos, Redon revela la profundidad eterna, primigenia de los colores […] y por eso los colores tienen en Redon una vida esencial y primordial, considerados en el absoluto del espacio, y solo se le aparecen, brillando más allá de la noche de los tiempos y de las sombras, como mágicos y magnéticos: los custodios del Misterio.
[…]
El lugar de Redon es muy importante, entre los pintores contemporáneos. Toda una escuela de delicados y ya consagrados talentos, que han heredado de él el afán por las armonías penetrantes y raras en la sutileza, la distinción de inteligencia en la observación pictórica, ya sea Roussel, Lacoste como Vuillard, le veneran como un maestro. Los realistas del paisaje o del bodegón, incluso los más entusiastas alumnos de Cézanne, están impactados por el prestigio magistral de su dibujo, tan sutil y tan puro, espiritual en el sentido filosófico de la palabra y que basta con que delimite a la luz, el contorno de las cosas, para asegurarles una consistencia y un modelado.
[…]
Odilon Redon (1840-1916)
 Le Bouddha
 entre 1906 et 1907
 pastel sur papier beige
 H. 90 ; L. 73 cm
 Paris, musée d'Orsay
Odilon RedonEl Budha© RMN-Grand Palais (Musée d'Orsay) / Hervé Lewandowski
La originalidad de su inspiración, es su complejidad: las antiguas litografías muestran una profundidad de sueño a la Rembrandt y una potencia de encarnación a la Goya; muchos dibujos dan fe de este amor por la rareza decorativa de las propias formas de la naturaleza como Alberto Durero fue el primero en concebirlo; muchas composiciones se iluminan de esta ciencia experta de las líneas que hace el encanto filosófico del Vinci. La obra está llena de las más esenciales cualidades del genio del Occidente europeo y, además, realiza la síntesis, la hibridación de este genio de Occidente y del genio de Oriente, por que la imaginación de Redon, impresionada por los rostros y las flores, las esculturas y las estampas, viaja de China a Japón y de Camboya a India.

Web oficial de Adolfo García Ortega - Abecedario

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Tarzan, Truffaut, Tsypkin
Tarzán.- El personaje de Edgar Rice Burroughs, que encarnó y encarna aún el mito de la aventura salvaje por excelencia, supone la madurez de otro mito similar, el de Mowgli, de Rudyard Kipling. Ambos son niños criados por animales selváticos, pero, así como Mowgli se suma pronto a los humanos, Tarzán se mantiene apartado, hecho un adulto irreductible y salvajemente puro. Tarzán da la espalda a la civilización y simboliza una vuelta al punto de partida donde la vida se bifurcó: demuestra que se puede vivir en una naturaleza sin cultura. Mowgli, en cambio, eligió la cultura como desarrollo. Tarzán optó por los monos (el origen) y habita en una quimera paradisíaca, pero termina significando la involución causada por la ignorancia. Desde esta óptica, tal vez haya demasiados Tarzanes por el mundo.
Terror.- Sobre lo terrorífico, escribe H. P. Lovecraft, en su breve y fundamental ensayo Supernatural Horror in Literature, que “la emoción más antigua y más intensa de la humanidad es el miedo, y el más antiguo y más intenso de los miedos es el miedo a lo desconocido”. Receta para pasar miedo: leer las obras de Lovecraft, obviamente. Pero también los cuentos de Arthur Machen, un autor cuyas historias daban pavor al mismísimo Lovecraft, el maestro del pavor. Como se lo daban las de Guy de Maupassant (“El Horla” sobre todo). De haber vivido, es morboso pensar que habría temblado con las terroríficas novelas cortas de Stephen King. En algún momento dado, al leer a cualquiera de ellos, uno siente de pronto un escalofrío sin saber por qué. O quizá sea –y eso es lo terrible– sabiendo exactamente por qué. Amamos el terror como el hombre primitivo amaba el rayo que le quitaba el sueño.
Tiempo.- Hay un momento en toda vida en que el tiempo está explicado en esta frase de Montesquieu: “Por desgracia, es bastante corto el intervalo entre el tiempo en que somos demasiado jóvenes y el tiempo en que somos demasiado viejos”.
Tijera.- El alemán Ernst Jünger hace una aguda observación sobre la tijera cuando dice que es un objeto que está casi siempre en reposo, latente, “como un objeto que estuviera soñando”. Y yo me pregunto: ¿soñando qué? ¿Divisiones salomónicas, cortes transversales, cortes erróneos, cortes oportunos, cortes salvadores de vidas, fatídicos cortes asesinos, delicados cortes por la línea de puntos, cortes furiosos, cortes destructivos, cortes circulares, de cintas protocolarias, de telas, de pelo, de poda, de censura, de tallos, de uñas, recortes de prensa, de fotos? Es obvio que, con todo lo que su filo puede hacer, no habría objeto más inútil que una tijera roma. Sería el triunfo (absurdo) de la impotencia.
Trabajo.- En sus manuscritos de juventud sobre economía y filosofía, textos ya muy originales e impresionantes, Karl Marx habla con lucidez del trabajo. Expone la reveladora visión de la sociedad moderna en la que “el capital es trabajo acumulado”. Define, además, el “trabajo como simple mercancía” que “produce también al obrero como mercancía misma”. Y añade que el objeto del trabajo se convierte en ‘algo extraño’ al productor, en otra cosa “con poder independiente”. Sostiene que “el trabajo no pertenece al ser del trabajador; en él, el trabajador no se afirma, sino que se niega; no se siente feliz, sino desgraciado; no desarrolla una libre energía física y espiritual. El trabajo es una enajenación respecto de sí mismo”. Creo que Marx debe volver a ser leído, pero sobre todo, por favor, entendido.
Tres Tristes Tigres.- Esta novela de Guillermo Cabrera Infante solo se puede definir como gozosa y rebosante de historias, juegos, riesgos narrativos, verbosidad y humor. Una de las obras maestras latinoamericanas del siglo XX (es de 1964) que nunca ha perdido esplendor ni vigencia. Se continúa en la otra obra maestra de su autor: La Habana para un infante difunto (1979), de la que podría decirse exactamente lo mismo que de la anterior. Ambientadas las dos en La Habana de los años 50, bien podrían definirse, según el humorístico Guillermo, como “una bípeda pareja bivalva maestra”.
Truffaut (François).- De este cineasta francés (1932-1984) se publicó hace unos años un soberbio y poco valorado volumen con toda su Correspondencia. Data de 1988, por tanto es póstumo, y en él, su editor, Gilles Jacob, reunió solo las cartas escritas por el director. Lo asombroso es que se trata de una correspondencia que, leída de seguido, se transforma en una ágil y amena autobiografía, a la vez que un ensayo exhaustivo y vivaz sobre el cine de su tiempo y el suyo propio, con comentarios sobre actores, productores, cineastas y cientos de película. Malgré lui, a lo largo de su vida Truffaut fue dejando en el género epistolar una obra literaria de escritor instintivo.
Tsypkin (Leonid).- Natural de Minsk, Tsypkin (1926-1961) era médico, cirujano concretamente. Padeció el Gran Terror estalinista, al que sobrevivió, pese a tener un intento de suicidio. También fue escritor secreto. Y como tal, escribió un libro liberador y grandioso, Verano en Baden-Baden. La novela mantiene una narración doble: las penalidades de Dostoievski y su esposa Ana Grigorievna, intercaladas, en un relato intenso y agitado, con las del propio Tsypkin en el Leningrado soviético. Fue un libro que se publicó en 1982, después de muerto Tsypkin y de modo casi clandestino, dada su fuerza demoledora contra la dictadura comunista. Según Susan Sontag, que lo compara con el estilo de un Thomas Bernhard, es uno de esos libros-gesta que emocionan tanto por lo que cuentan como por lo que transcienden. No es posible sustraerse a la imagen de su autor uniendo palabra tras palabra con la conciencia de estar fijando para la Historia el sufrimiento de miles, de millones de compatriotas, masacrados en la Unión Soviética.

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