miércoles, septiembre 26, 2018

Deconstruyendo la palabra. Etnoeducación para la Academia – Afroféminas

Deconstruyendo la palabra. Etnoeducación para la Academia – Afroféminas





Deconstruyendo la palabra. Etnoeducación para la Academia

Deconstruyendo la palabra. Etnoeducación para la Academia
A-fro / Ilustración de Jenniffer Mayren Urrutia Briñez CEO, Community Manager, Designer and Blogger

Existe la idea de que el lenguaje muta con el tiempo y según las necesidades de la población, pero parece más bien que, se amolda a las conveniencias del momento o de quienes según su lugar lo emplean e imponen.

Para los afrodescendientes, no es difícil ver dentro de los signos y palabras que se utilizan a diario en la sociedad, ya sea para formar a sus integrantes académicamente o para entablar una comunicación de forma oral o escrita, que el discurso continúa perpetuando su invisibilidad, estigmatización y prejuicios. En ese sentido, con la história como testigo se podría asegurar, que si bien el lenguaje ha tenido transformaciones importantes en las últimas décadas para incluir a grupos tradicionalmente discriminados como las mujeres y la población LGBTIQ , a día de hoy, tiene aún una gran deuda con los grupos étnicos o las mal llamadas “minorías” de la sociedad.
Sin embargo, la academia a través de sus terminologías y discursos, siempre ha elegido ponderar, reconocer y reivindicar a unos y marginar, segregar o eliminar a otros. En la
Argentina por ejemplo, resulta común en todos los ámbitos de la sociedad, escuchar a personalidades en altos cargos públicos hablar de combatir el “trabajo en negro para referirse al trabajo informal o que maestros universitarios apelen al negro de mierda, para referenciar a personas de bajos recursos. Donde acto seguido a su pronunciación, entra rampante la nefasta explicación: “no son los negros de piel, sino de alma”, que hace más grotesca su utilización. Tampoco se puede dejar de lado que, docentes de secundaria hablen de “negros esclavos” para hacer referencia a, aquellos ancestros africanos que, contra su voluntad, fueron sometidos al flagelo de la esclavitud y que deberían ser nombrados como “personas esclavizadas”.
Junto a Daniela Galvis Restrepo, afrocolombiana, politóloga y estudiante de la Maestría en Intervención Social de la Universidad de Buenos Aires, mencionaremos a través del residir en el país y recolectar un sin fin de vivencias propias, algunos de los cambios lingüísticos del habla y la escritura, que dan cuenta que, a pesar que en los últimos años se ha creado un consenso mundial sobre la importancia del lenguaje incluyente en relación al género,considerar otros usos posibles del lenguaje incluyente, por ejemplo en términos anti-racistas, están todavía vedados al debate público.
Bajo el lema “Lo que no se nombra, no existe”, el feminismo ha conseguido posicionar en la escena académica, política e incluso popular la necesidad de transformar el lenguaje para dar cuenta de la diversidad de voces. Pasando por el ellas y ellos o el uso de la X y el @ en lugar de la “O”. El lenguaje ha sufrido importantes modificaciones en el uso escrito y verbal. Recientemente ha tomado cada vez más fuerza el reemplazo tanto de la “A” como de la “O” por el género neutro de la vocal “E”. Compañeres, todes, amigues, son palabras antes impensables pero ahora comunes. Su amplia difusión es un triunfo del movimiento feminista que en Argentina está en el centro de la escena política actual.
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A-fro / Ilustración de Jenniffer Mayren Urrutia Briñez CEO, Community Manager, Designer and Blogger
En esta línea, Galvis Restrepo enfatizó en que ​“la sociedad argentina parece poco dispuesta a cuestionar su propio lenguaje en lo que tiene que ver con otras formas de discriminación y en particular con el racismo. El léxico argentino (y latinoamericano), está cargado de expresiones racista hasta ahora poco cuestionadas. Ni en los espacios académicos ni aquellos de militancia política por fuera de los movimientos afrodescendientes, se tiene consciencia y voluntad de transformar el lenguaje ofensivo. Bajo la excusa que se trata de expresiones “inocentes” con gran arraigo en la cultura popular y que su intención no es ofender a la comunidad afro. Lo cierto es que, en todo tipo de espacios se repiten estas frases, todas ellas con connotaciones negativas”.
Es muy probable, que quienes de forma simplista recurren a estos dichos nacidos con las prácticas esclavistas porque quizás creen encontrar en ellos “un buen uso”, no hayan notado que estos encuentran su sustento en la deshumanización y demonización del “negro”, como frase o término en el marco de una construcción divisoria y racista promovida por décadas. ​”Hace poco, en un curso de posgrado al que asisto, el docente, antropólogo y sociólogo dedicado a estudiar los sectores populares dijo, las clases populares trabajan como negros, a lo que respondí que no era correcto usar esa expresión. Su reacción no sólo fue la de negarse a cambiar la frase, sino que además la ratificó con mayor fuerza argumentando que no era su culpa si yo me lo tomaba como algo “personal”. En ese momento quedé paralizada, sin saber cómo responder y sin recibir apoyo del grupo de estudiantes, todos y todas defensores del lenguaje incluyente”, agregó Galvis Restrepo.
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A-fro / Ilustración de Jenniffer Mayren Urrutia Briñez CEO, Community Manager, Designer and Blogger
Relatos como estos, se leen, escuchan y comentan en grupos de afrodescendientes constantemente. Quienes viven estos hechos, no solo deben experimentar la violencia institucional y del contexto, sino que además, deben tomar la decisión de expresarse aun
cuando esto implique no recibir el apoyo de sus compañeros y en algunos casos, represalias en el ámbito estudiantil. ​“Después de la clase estuve pensando qué implicaba tomar la frase como personal y si hacerlo es una razón suficiente para que mi comentario fuera desestimado de esa manera. Pensando en la consigna feminista que lo personal es político, debo decir que sí, lo tomé personal porque en mi construcción de sujeta política mujer y afrodescendiente, esa expresión es violenta, racista y discriminatoria y debería estar por fuera del ambiente académico o por lo menos, ponerse en cuestión cuando la discusión es puesta sobre la mesa. Lo contrario implica ratificar la construcción de una sociedad excluyente, dispuesta a reproducir las formas de opresión bajo la excusa de que siempre ha sido así”, aseguró Galvis Restrepo.
La pregunta que se hace Daniela y muchos afrodescendientes residentes en el país es, ¿puede la universidad de hoy ser un espacio inclusivo y seguro para los y las afrodescendientes en Argentina? La respuesta es no, primero porque es un espacio en el que el pensamiento y el conocimiento producido por las personas negras, no está presente, no está contemplado en la academia argentina. “​Después de dos años de cursada y más de 10 seminarios de posgrado en la Facultad de Ciencias Sociales de la UBA, al revisar los textos leídos, además de reconocer poca producción latinoamericana, no encuentro ninguno escrito por un hombre o una mujer afrodescendiente. Es un espacio en el que además la preocupación por la cuestión afro (incluso cuando es estudiada por una persona no negra) es todavía marginal, vista como un problema de otros países o de una minoría”
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A-fro / Ilustración de Jenniffer Mayren Urrutia Briñez CEO, Community Manager, Designer and Blogger
Además remarcó que “recientemente, en ámbitos pequeños de la academia argentina se admite la posibilidad de producir conocimiento sobre nosotras, no desde nosotras, por eso, cuando nuestra presencia se hace real como sujetas y no sólo como objetos de investigación, genera incomodidad. Por lo tanto, no es un lugar seguro porque cuando alguno o alguna de nosotras se atreve a nombrar el racismo, a señalar esos puntos vedados del pensamiento académico y popular argentino, a proponer nuevas formas de construir el conocimiento y enriquecer la academia, es llamada al silencio y culpada de exponer un racismo que no existe, porque no se nombra”.
En 2005 la académica de la Facultad de Filosofía y Letras (FFyL) de la UNAM en México, Tatiana Sule, al hablar de evolución y transformación del lenguaje aseguraba que este “nunca sufre retrocesos”, sin embargo los hechos parecen indicar lo contrario. “En la negación a transformar los usos del lenguaje, se advierte sólo la punta del iceberg de un racismo profundo, presente en todas las esferas de la sociedad argentina y tercamente negado. Igual que en el feminismo y las demás formas de opresión, sólo nombrandolo será posible transformarlo. Pero no basta con que quienes lo vivimos como un asunto personal (y político), intentemos llevarlo a los espacios que transitamos, es necesario sumar aliados que acompañen nuestras exigencias y aporten para la construcción de un verdadero lenguaje incluyente”, concluyó Galvis Restrepo.
Pero, ¿cómo deconstruir un lenguaje con tinte racista y discriminatorio si, desde reconocidas instituciones gubernamentales, académicas y hasta en la prestigiosa Real Academia Española, todavía se convive con definiciones ancladas en la prehistoria? Tal parece que, la comunidad afro ha encontrado la respuesta a este interrogante, no sólo denunciando en las redes sociales, entes gubernamentales de cada país o impulsando la firma de peticiones por Internet.
La necesidad de tomar acciones concretas en pro que, los enunciados racistas no continúen naturalizados en lenguaje coloquial, profesional y educativo, han llevado en esta oportunidad al portal Afroféminas, a lanzar una campaña bajo el lema “Negro no es esclavo”, con el fin que la R.A.E. elimine o corrija la definición de los escritores por encargo y a su vez, esto impacte tanto los medios periodísticos, como literarios y académicos en España, para que dejen de utilizar el término “negro” de forma despectiva.
Según lo que expresó el portal en sus redes, “aparece en el diccionario de la RAE, en el número 17 de las acepciones vinculadas al sustantivo “negro” como: Persona que trabaja anónimamente para lucimiento y provecho de otro, especialmente en trabajos literarios. Sorprendentemente, en ningún caso indica que se trata de una acepción peyorativa ni de uso despectivo. Es una expresión que recuerda un vergonzoso pasado de esclavización de millones de seres humanos del que este país no ha hecho ninguna reflexión. Mantener este tipo de expresiones solo confirma que es un hecho incontestable. España tiene un problema con su racismo y su pasado esclavista”.

Lisa María Montaño OrtizLisa María Montaño Ortiz
Afrocolombiana nacionalizada argentina. Reside en este país hace siete años, donde concluyó sus estudios en periodismo. Actualmente cursa una Licenciatura en Comunicación Audiovisual. En 2017 fue la primera periodista afrodescendiente en recibir un diploma de reconocimiento en el marco del Premio Lola Morapor transmitir una imagen positiva de la mujer negra libre de los estereotipos de género, promover la igualdad de oportunidades y derechos. Mención otorgada por la Dirección General de la Mujer que  nació en 1999, y se entregó por primera vez en el 2000Más textos de Lisa

miércoles, septiembre 12, 2018

Johnny Cash, el hombre que caminaba por la línea

Johnny Cash, el hombre que caminaba por la línea | Periodistas en Español



El 12 de septiembre de 2003 Johnny Cash fallecía en Nashville, capital mundial de la música country

Johnny Cash por Xulio Formoso
Johnny Cash por Xulio Formoso
Puedes encargar un póster de este dibujo de Xulio Formoso a publicidad@enlacemultimedia.es
Tanto por su talento como por sus locuras y sinsabores se ganó, con una obra prolífica y muy rica, el reconocimiento de “leyenda en la música country” y el del universo del rock. Johnny Cash fue un modernizador de la tradición musical de los indios cherokis, uno de los creadores del rockabilly y una figura de Nashville, además de inspirador de la corriente renovadora del country en los años de 1970.
De familia extremadamente pobre de Arkansas –nació en una cabaña en Kingsland el 26 de febrero de 1932, en plena depresión, en un hogar con otros cinco hijos que trabajaba en los campos de algodón- fue su madre, pentecostista, cantante de folk y guitarrista amateur, quien le inició en la música. Después de trabajar en los campos, en diversas fábricas, los ferrocarriles y de vender de puerta en puerta, se enroló en la US Air Force en 1950 y allí empezó a escribir poemas y componer canciones, al tiempo que tocaba en diversas orquestas militares y se hacía llamar J.R. Cash. La R de su nombre es un misterio irresoluble. Cuando le desmovilizaron, en 1954, Johnny se instaló en Memphis, formó un trío con el guitarrista Luther Perkins y el bajo Marshall Grant, grabando un primer disco para la marca Sun Records con el nombre de Johnny Cash and the Tennesse Two, y consiguiendo los primeros éxitos en las emisoras con las canciones « Cry,cry, cry » y « Hey, Porter », en 1955.
Su voz grave y profunda de bajo barítono, que sería la piedra angular de la música country estadounidense durante cuatro décadas, así como la calidad de sus letras, que son una mirada agridulce sobre la sociedad sudista de su época (“So Doggone Lonesome”, “I Walk The Line”, “Ballad of the Teenage Wueen”, “Folsom Prison Blues”, considerada hoy como precursora del gangsta rap, subgénero del hip-hop aparecido en la Costa Oeste en los años 1980 …), y la elección de una forma de aparecer en el escenario acorde con su ideología izquierdista, ese look de vaquero tan reconocible, construyeron la imagen que seguimos teniendo de quien fue acreditado familiarmente como  el “hombre de negro”, y también como “el poeta de los trabajadores pobres”. Sus canciones sobrias describían la vida de los mineros del carbón, los aparceros, los condenados y los cowboys, los ferroviarios y los obreros,  consiguiendo forjar una música folklórica dura “que parece borra las fronteras entre el canto, la narración y la experiencia de la vida extenuante”.
Considerado al mismo tiempo uno de los pioneros del rock –con Elvis PresleyJerryLee Lewis y Carl Perkins– ha pasado finalmente a la historia de la música como el compositor e intérprete de los dos géneros que cultivó. En 1992, doce años después de su ingreso en el Panteón de la Música Country, fue elegido para pertenecer al templo del rock, Rock and Roll Hall of Fame siendo, hasta el día de hoy, el único intérprete entronizado en ambos santuarios. Los rockeros le consideran uno de los suyos a partir del momento en que grabó con Bob Dylan el dúo de « Girl from de North Country » (en el ábum “Nasville Skyline” de Dylan).
Incapaz de leer música, Johnny Cash componía las canciones en su cabeza y las tocaba cientos de veces con la guitarra hasta que se sentía satisfecho. En cuanto a los poemas, escribía mientras viajaba de un lugar a otro. A lo largo de su carrera escribió y grabó más de 1500 canciones (blues, himnos, cantos de vaqueros, baladas indias, canciones de ferroviarios, para niños, patrióticas, canciones de amor, de soledad y de muerte, y recitados), consiguió once Grammys, entre ellos un “premio a la excelencia” (Grammy Legend Award) en 1990, y ejerció una influencia incalculable sobre la música: “…reforzó las relaciones entre la música folk y la country, poniendo de manifiesto sus similitudes y diferencias”, como reconocía el músico e historiador Rich Kienzle en la revista Country Music. Antes de que se inventara el término de “álbum concepto”, Johnny Cash compuso álbumes temáticos como “Ride this Train” (el octavo de su discografía,1960), “Blood, Sweat and Tears” (el número quince, 1963, colección de canciones sobre los trabajadores estadounidenses), “Bitter Tears” (1964, con el subtítulo de Ballads of the American Indian) y “Johnny Cash sings Ballads of the True West” (1965).
Los mensajes de las canciones de Johnny Cash trascienden los límites geográficos, de clase y de generación. Paul Hemphill, historiador de la música country, ha escrito de él: “Cash todo de negro, Cash con el sufrimiento humano en sus ojos  y en su rostro torturado. Cash insolente y loco, Cash con un abrigo negro, pantalón de gala y zapatos elegantes, Cash balanceando su guitarra, mostrándola como si fuera una metralleta…cosas todas que cautivaban al mundo entero”. Recurrente en sus depresiones y sus problemas con las drogas, en especial las anfetaminas y los barbitúricos,  hizo varias curas de rehabilitación infructuosas hasta que se casó, en 1968, con su segunda esposa, June Carter, hija de la célebre Maybelle Carter, compositora, cantante e integrante del trío The Carter Family, grupo de referencia de la música popular rural de los años 1920, antecedente de la country music.

Dos títulos emblemáticos

En su trayectoria profesional, con los altibajos que suelen conocer todos los artistas, Johnny Cash se apoyó  en dos canciones que le acompañaron siempre: “I Walk the Line” y “Folsom Prison Blues”. La primera, editada en mayo de 1956,  dirigida a su novia de entonces y  primera mujer, Vivien Liberto, el entonces soldado en Alemania le hace una declaración de intenciones, le cuenta de su amor y le confiesa la severa fidelidad sexual a que le obliga su educación religiosa: “Tienes la llave para mantenerme a tu lado/me das motivos para el amor que no puedo esconder./ Por ti incluso he luchado he intentado luchar contra la marea./ Porque eres mía, camino por la línea”.
En la violenta “Folsom Prison Blues”, grabada el mismo año, aparece el Cash rebelde, que transmutado en proscrito reformado canta: “Maté a un hombre en Reno solo para verle morir”. Hay que decir que nunca mató a nadie ni estuvo en las cárceles más que para hacer recitales: “No he visto el sol/ desde no sé cuando./ Estoy atrapado en la prisión de Folsom./ De la fuerza aérea a la estrella”.

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