domingo, noviembre 15, 2009

LIBRERIA QUIJOTE: nunca es tarde para agradecer a un hombre amable...








Una libreria es un bosque, un pequeño bosque de ramas en flor. Literalmente sale del bosque, y hoy de una forma "sangrienta" por la masificacion de la producion de "libros". El libro troquelado por millones, el mismo libro, el libro vacio, en blanco, donde se amontona el estupido ruido que ensordece el mundo, que lo emborrona. Ese tal vez, pase a vivir  en el estampido deslumbrante de las pantallas
Pero hay librerias, auntenticas alhamedas, donde los libros, como arboles de tinta en rama, reverdecen al contacto de los ojos, de los dedos y de los dedos de los ojos, ramas de tinta espectante de pajaros que las aniden, que los lean.
Entrar y volar es todo uno. Y dedos y ojos se coordinan en sus vuelos rasantes, llenando de melodioso silencio los estantes del alma. Y multiplicando la calidez de sus nidos.
Y alli hay un librero que alimenta el luminoso jolgorio, y cuida de esta fabulosa poblacion migratoria, clientes y libros, libros y clientes, intercambiando, en la lengua de los nomadas   a la que todos pertenecemos, todos los nombres, todos los nombres y sus silencios.
Una libreria siempre sera un oceano de islas del tesoro, los mapas de las islas, y en todas,  el tesoro: las voces y los nombres, el verbo que nos hace a todos dioses, mas que dioses, humanos, sencillamente humanos, convirtiendo  cada  dia en el primer dia del universo.

“Hoy en día se potencia mucho la universidad, pero los estudiantes no entran en las librerías”

entrevista de carmela lópez

José Luis Santalla Vázquez, de 65 años, nació en Ferrol, ciudad en la que sigue viviendo. Está casado y tiene cuatro hijos. Estudió en el instituto masculino y después cursó Magisterio en la Escuela de A Coruña. Terminó la carrera a los 22 años y a los 23 abrió la librería Quijote, situada en la calle Real, al frente de la que sigue, aunque ya están dando los pasos para que una de sus hijas tome el relevo.
El hecho de que haya optado por la profesión de librero es consecuencia de su gran afición a la lectura, que le gusta más que el Magisterio.
José Luis Santalla manifiesta que su librería se nutrió siempre de una clientela fija, por lo que notó muy poco los cambios que se han producido últimamente como consecuencia de las nuevas tecnologías. Principalmente, vende filosofía, poesía y “la literatura con letras grandes, no la de best sellers”. La mayoría de sus clientes son personas de entre 50 y 80 años, por lo que con el paso de los años se va perdiendo. “Se van sumando algunos cuarentones, pero no llegan a suplir a los que fallecen”, puntualiza.
Asegura que, por su experiencia en la profesión, el hombre compra más libros que la mujer, aunque ésta se está introduciendo cada vez más en el mundo de la lectura. De hecho, se muestra convencido de que en pocos años la mujer superará al varón en la afición a la lectura.
José Luis Santalla manifiesta que se está potenciando mucho la universidad, “pero los jóvenes no entran en las librerías”. Desde su punto de vista, esto es consecuencia de que los catedráticos son cada vez más partidarios de los apuntes y la información se busca a través de internet. De ahí que, por ejemplo, los libros técnicos hubiesen desaparecido.
No obstante, el titular de la librería Quijote asegura que el libro no corre peligro de desaparecer, “porque al gran lector le gusta olerlo y manosearlo. Lo quiere no sólo por la lectura, sino como objeto”.
En su establecimiento de la calle Real alberga alrededor de unos 10.000 ejemplares, fundamentalmente de novela, poesía y filosofía. Manifiesta que las publicaciones que hablan de Ferrol se venden bien, sobre todo en el momento que salen a la luz, como libro ocasional.
En cuanto a la literatura gallega, José Luis Santalla indica que no tiene buena salida. “Cuando yo abrí aquí, siendo un libro perseguido, se vendía bien, porque era una literatura de calidad. Hablamos de Rosalía de Castro, Castelao, Blanco Amor..., pero desde que se enseña en los colegios ocurre lo contrario, porque se están recomendando escritores de tres al cuarto, por lo que se ha perdido la afición”.
La mayor venta de publicaciones se registra en fechas concretas del año, como el caso del día de San José, la Navidad, el 23 de abril (Día del Libro) y las Letras Galegas. No obstante, José Luis Santalla sostiene que incluso en estas fechas se vende menos que antes, entre otras causas “porque los niños prefieren otros regalos”.
La jornada laboral de José Luis Santalla comienza a las 09.30 horas, cuando abre la librería. A mediodía cierra a las 13.30 y vuelve a abrir al público a las 16.30, regresando a casa en torno a las diez de la noche. Su profesión conlleva mucho trabajo de oficina, porque requiere estar al día de todas las novedades editoriales que se producen, realizar pedidos y devoluciones y contactar con los distribuidores. A este respecto, José Luis Santalla señala que cuando un cliente solicita un libro que no se tiene en la tienda, el librero trata de localizar la editorial y el distribuidor, realizando después los pedidos a través de internet. De este modo se puede conseguir cualquier obra que se demande, incluso libros extranjeros.
Esta amplia actividad burocrática que conlleva el hecho de regentar una librería propicia que el dueño del establecimiento Quijote pase muchas horas en el mismo, incluso los sábados por la tarde y los domingos.
Como ha quedado claro, su gran afición es la lectura y se inclina por el ensayo, la novela y algo de poesía. Entre sus autores favoritos figuran Giuseppe Tomasi di Lampedusa y Hermann Hesse.
José Luis Santalla también se confiesa amante del cine y la música clásica.
Historia del libro > El término libro procede del latín “liber libri”, que significa corteza, membrana de árbol. Desde sus orígenes, la humanidad tuvo que hacer frente a una cuestión fundamenal: la forma de preservar y transmitir su cultura, es decir, sus creencias y conocimientos, tanto en el espacio como en el tiempo.
Los orígenes de la historia del libro se remontan a las primeras manifestaciones pictóricas de nuestros antepasados, la pintura rupestre del hombre del paleolítico. Con un simbolismo, posiblemente cargado de significados mágicos, estas pinturas muestran animales, cacerías y otras escenas cotidianas del entorno natural del hombre antiguo, que trataba de dominar las fuerzas adversas de la naturaleza capturando su esencia mediante su representación. Son el más antiguo precedente de los primeros documentos impresos de que se tiene memoria.
Durante las edades antigua y media de la historia de la humanidad, época en que predominaba el analfabetismo, los libros eran escasos y costosos, puesto que todos estaben escritos a mano en grandes pergaminos que eran custodiados celosamente en algunas bibliotecas, como las de Pérgamo, Alejandría o Bizancio, de modo que quienes querían instruirse en ellos debían viajar a dichas ciudades y solicitarlos.
Con la invención de la imprenta por Gutenberg, se inicia la época de expansión bibliográfica, de la modernidad y del pensamiento crítico, facilitado en la actualidad con el acceso a la información en otro tipo de fuentes, tales como los periódicos, revistas e internet.
No obstante, se tiene conocimiento de que los chinos inventaron mucho antes un artilugio con el que lograron crear el primer libro impreso en el año 868.
El auge del libro no llegó hasta mediados del siglo XVIII, una vez superadas las dificultades tecnológicas que le impedían convertirse en una mercancía. La invención de la imprenta y el desarrollo del papel, así como la aparición de centros de divulgación de ideas, permitieron el surgimiento del escritor profesional, que dependía de editores y libreros y ya no del subsidio público o del mecenazgo de los nobles. A pesar de ello, la minoría que entonces cultivaba el gusto por la lectura se encontraba entre los nobles y las clases altas, ya que sólo estos grupos sociales sabían leer y escribir. Otro factor que potenció el aprecio por los libros fue la censura, que adquirió una mayor relevancia a finales del siglo XVIII.

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