miércoles, septiembre 07, 2011

DISCULPE POWYS QUE INTERRUMPA SU SUEÑO -

DISCULPE POWYS QUE INTERRUMPA SU SUEÑO -
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DISCULPE POWYS QUE INTERRUMPA SU SUEÑO -
Lunes, 05 de Septiembre de 2011 00:00 Pedro Ferrández

No sé cuando me encontré con John Cowper Powys, ni por qué su libro “El arte de olvidar lo insoportable” vino a mis manos. Quizás en una librería que se deshacía, Michelena.
Nadie me lo había recomendado. Pero ya en la primera página, en la presentación venía abalado por un viejo conocido y critico sabio donde los haya George Steiner. Un libro pequeño y con una portada poco llamativa. El libro se llenó de polvo hasta este verano. Hay libros que te esperan y que te llaman cuando pasas la vista por ellos. Lo abría y lo cerraba durante dos años, como si esperase cantar la misma canción.
Lo miraba de reojo y Powys me escupía: “Es sólo después de haberse lastimado varias veces en la lucha con la vida…”, y lo volvía a cerrar. Powys seguía esperando. Intuía que él era un mundo completo, que era un canto. Solo hasta que llegué al cuarto canto o poema, “el viento que mece la hierba”, en este verano frío empecé a cantar a la misma altura. Lo recitaba “¡El agitar de la hierba! De cierto modo, la hierba siempre se agita sobre las tumbas”.
Ya en esa mañana fría de agosto mi corazón empezó a agitarse, leía al mismo ritmo que Powys escribía “El arte del amor (¡y quién de nosotros no ha perdido esta pista una y otra vez!)”. Ya tenía el regalo del verano y por tanto ya podía también ofrecerlo; había esperado el tiempo suficiente para amarlo. Se había convertido en música “El viento que mece la hierba viene y va a su propio arbitrio. Algunos nacen para acoger su insinuación, otros para rechazarla”. Powys escribe como el viento mientras observa la tierra antigua, por eso no es fácilmente aprehensible. Si el verano de 2010 fue el verano de Balthus y sus Memorias, este es el de John Cowper Powys; por eso sólo puedo terminar con las palabras que Paul Lombard le dedica a Balthus: “Disculpe Balthus que interrumpa su sueño”.

El llamado panteísmo de Cowper Powys y su capacidad de abolir toda frontera entre el mundo exterior y el interior se manifiesta, por ejemplo, en las 8 páginas extraordinarias que tituló “El viento que mece la hierba”. Resulta extraño –dice– lo difícil que es “interpretar ese suspiro del viento que mece la hierba, la sensación de que algo que ha viajado por largos caminos hasta llegar a nosotros y luego, con nada más que esa momentánea señal oscura, tiene que partir de nuevo por caminos aún más largos”. “El viento que mece la hierba viene y va a su propio arbitrio. Algunos nacen para acoger su insinuación; otros, para rechazarla. Para quienes la acogen hay un extraño desapego de losconsuelos mortales; estos adoradores del viento no son, sin embargo, del todo infelices; pero la palabra que puede describir su recompensa no ha sido pronunciada todavía por los labios del hombre”. Wolf Solent, el protagonista de la novela mencionada, observa cómo las raíces de un árbol se hunden calladamente en las oscuras aguas de un río y el hecho no le despierta un canto a la Naturaleza, sino la sensación intensa y repentina de “la ilusión vital”. 
En esas concepciones basó Cowper Powys su visión de las realidades contemporáneas. Afirmó en el ensayo El arte de olvidar lo insoportable: “Existen en el mundo las posibilidades del horror más atroz”, hay “una reserva de pura abominación que literalmente es ilimitada”, “las diversas situaciones de espanto y de dolor (son) tan pavorosas...”. Tampoco se engañaba sobre su origen: “La repugnancia de nuestro sistema industrial -anotó en su ensayo sobre Oscar Wilde– es con mucho más ofensiva a la pasión natural por la luz y el aire y el recreo y la libertad en el corazón del hombre que cualquier arcaico despotismo o tiranía esclavizante”. Se refería a “lo que se llama ‘trabajar para vivir’... lo que la grosera inteligencia de nuestra turba comercial llama ‘la honorabilidad del trabajo’... El trabajador muestra muy claramente que considera degradante su labor, una carga, una interrupción de la vida, un mal necesario”. Agregó: “Vivimos en una era donde el mundo, por primera vez en su historia, está literalmente bajo el dominio de la más estúpida, la más embotada, la menos inteligente y la menos admirable de todas las clases de la comunidad”. Se refería a “los rufianes comerciales”. En la Argentina, y no sólo, se aplicaría a “los rufianes financieros”. Y no sólo." (de Juan Gelman,RUFIANES, haciendo un boceto del extraordinariamente silenciado  John Cowper Powys.
Nos lo dio a conocer P. FERRANDEZ en este bocetito que abre el apetito
http://www.diariodeferrol.com/index.php/opinion/el-viento-que-mece-la-hierba/27321--disculpe-powys-que-interrumpa-su-sueno-




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