sábado, febrero 25, 2012

EL VALOR ETERNO DE LA PALABRA

“Leer es un gesto de insatisfacción” | Cultura | EL PAÍS
EL VALOR ETERNO DE LA PALABRA

“Leer es un gesto de insatisfacción”

El filósofo y exministro Ángel Gabilondo, que publica un ensayo de elogio a la lectura, conversa con su hermano, el periodista Iñaki Gabilondo, sobre temas como los retos de la educación, los valores de la juventud o el buen gobierno




















Iñaki y Ángel Gabilondo, en la azotea del edificio de la Cadena Ser, en la Gran Vía de Madrid. / CRISTÓBAL MANUEL
“Gabilondo hablando es un peligro”. Lo dice Ángel Gabilondo de su hermano mayor, Iñaki, que, como él, nació en San Sebastián pero siete años antes, en 1942. El pequeño, solo de edad, ha vuelto a su Cátedra de Metafísica de la Universidad Autónoma de Madrid tras ejercer dos años como ministro de Educación y acaba de publicar un ensayo de título inequívoco: Darse a la lectura (RBA). En una sala de reuniones de la cadena Ser y con el libro delante, Iñaki Gabilondo pregunta si puede preguntar.
Iñaki Gabilondo. ¿Has podido leer durante tu tiempo en el Gobierno?
Ángel Gabilondo. Ya no dormimos las mismas horas que cuando se dormía. Eso sí, lees un poco a brincos, con otras inquietudes. Y tiene su peligro: leer siempre algo que sea rentable para hablar. Es el problema de tener una tribuna pública, sea un cargo o un blog: buscar rentabilidad inmediata, una idea, una frase que puedas citar… Hay que tener mucho cuidado con lo que uno lee.
I. G. Leyendo corres el peligro de ser otro, de cambiar de ideas…
A. G. Leer es un gesto de insatisfacción. Se lee porque hay algo que no acaba de ir bien. La gente que no duda es peligrosa. Lo mismo que dudar a lo tonto. Dudar no puede ser una coartada para no decidir. No se puede decir: cerrado por reflexión. Hay que intervenir en la incertidumbre. Ese es el espacio de la política.
P. Que no lo sepa la oposición.
A. G. Gobernar es preferir, y decir que has elegido lo preferible sí debe saberlo la oposición. Siempre prefieres desde muchos lugares: tu ideología, tu forma de vida… En las preferencias se delatan las convicciones. Por eso no da lo mismo una cosa que otra.
P. Darse a la lectura reivindica la austeridad, la paciencia, el estudio, la concentración, el retiro… nada que esté de moda. ¿Leer es hoy un acto revolucionario?
A. G. Por lo menos es un acto rebelde. Rebeldía significa sobreponerse a los valores dominantes y proponer alternativas. No sé de dónde vienen las ideas, pero a mí me vienen de las palabras, de palabras que traen otros. Eso exige un cierto retiro y silencio.
I. G. Por ahí circula esa teoría de que una cosas es el hacer —lo útil— y otra el leer -lo inútil-. Leer parece escapista. Como se dice en el libro: tenemos muchas cosas que hacer; ahora solo nos falta saber qué. Este es uno de los rasgos de este tiempo tan convulso. No paramos de correr como gallos sin cabeza. Ángel toca un punto neurálgico del desconcierto actual. Detengámonos a pensar.
A. G. Yo relaciono pensar y leer porque pensar no es sentarse y apretar los ojos. El pensamiento siempre es una conversación. Necesito de los otros para pensar. No hay ideas aisladas. Una idea es una relación. Y una palabra.
I. G. Sorprende cómo ha cuajado la idea de leer como perder el tiempo, cuando es la no aceptación de tu tiempo como el único posible lo que te lanza a leer. Al leer conquistas todos los tiempos: el de los que te precedieron, el de gente a la que no has podido conocer… el amor al libro es amor a la vida más allá de la tuya.
P. ¿Y cómo se transmite el gusto por la lectura? En España los índices siguen siendo bajos.
A. G. Por contagio. Y contagio es contacto. Como decía Deleuze, un maestro no es el que ordena “hazlo como yo” sino el que dice “hazlo conmigo”. La pasión es muy contagiosa. Hay que pensar qué tipo de textos son los adecuados para cada edad. Y, como hacemos con las películas, hablar y hablar de libros.
P. El tiempo que les quede.
I. G. No sirve hacer una apología del libro sin una mirada sobre el valor de la reflexión.
A. G. Es cierto, pero me inquieta que tengamos tendencia a ver la falta de valores en los jóvenes sin tener claro que se los transmitimos diariamente con nuestra forma de vivir. Ellos miran en su entorno y ¿qué ven?
I. G. Corremos el riesgo de defender viejos formatos negando todo lo nuevo, que en principio sería lo progresista. Yo lo conecto mucho más con una visión de la vida y no con el hecho de que los chicos lean o no, porque terminarán por hacerlo. Si tuvieran una mirada distinta sobre la realidad no me preocuparía. Lo que me inquieta no es que se estén alejando de la lectura como nosotros la hemos conocido sino de cualquier transformación que pueda venir del mundo intelectual.
A. G. Es importante transmitir algo para poder destruirlo. La no transmisión del conocimiento genera resentimiento social. Incluso para ser original necesitas que se te transmita el conocimiento. Solo se puede ser diferente en comunidad; si no, se es indiferente.
I. G. Si no importa qué pasó antes que tú, lo de leer importa menos todavía. Lo preocupante es que se está desdeñando todo eso, no el modo de leer.
P. ¿Leer en una pantalla permite menos concentración?
A. G. Tal vez se inaugure una nueva forma de leer, que es una nueva forma de pensar y tal vez una nueva forma de vivir. No hay que satanizarlo, porque si empezamos ahora a hacer discursos contra el ferrocarril… El nuevo concepto de lectura implica un nuevo concepto de relación y de comunidad. Y ahí es donde debemos tener alguna inquietud, porque puede que haya transmisión de información pero no comunicación. ¿Hoy hay más comunicación que nunca? Es discutible. Eso sí, nace una nueva concepción de lo que significa leer. Antes era una visión interiorista que llevaba su tiempo y casi su espacio. Ahora parece más una intervención. El problema confundir las actividades con las acciones. Hay mucho trasiego en la Red, ¿eso significa que hay mucha acción? A veces es un sucedáneo, incluso una coartada para no actuar.
I. G. Lo común cada vez interesa menos. La lectura tiene poco porvenir si no te importa lo común. Para que te importe un libro también te tienen que importar los demás.

¿Qué leen los Gabilondo?

Por: | 24 de febrero de 2012
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Ángel Gabilondo acaba de publicar el ensayo Darse a la lectura (RBA). Con ese motivo -y días antes de viajar a presentar el libro en Barcelona ayer- se reunió con su hermano Iñaki para hablar del acto de leer y, por supuesto, de libros: de los que habían marcado su vida y de los que están leyendo ahora. La sección de Cultura de EL PAÍS publica hoy la parte más extensa de aquella conversación. Aquí se reproduce la que quedó fuera por motivos de espacio, la que trata de autores y títulos concretos.
P. Hablando de la intimidad que un lector puede llegar a desarrollar con un autor, en Darse a la lectura se cita a Gadamer, que decía que Platón había sido uno de sus mejores amigos aunque no hubieran coincidido en el tiempo. ¿Cuáles han sido sus mejores amigos en ese sentido? ¿Cuál fue el primero?
GabilguillermoimagesCAM1E66KIñaki Gabilondo. El mío, Guillermo Brown. Como yo era hermano mayor de muchos, tenía hipertrofiado el sentido de la responsabilidad. No me podía permitir ser travieso y soñaba con serlo.
Ángel Gabilondo. A mí siempre me gustaron los libros que vinculaban el decir, el GabilDiogenesimagesCAEAZCIT hacer y el vivir. Si hago listas me salen muchos grecolatinos: Séneca, Marco Aurelio… Alguno dirá: qué cosa más extravagante, pero leyendo las Vidas de los filósofos, de Diógenes, entendía que tenía que haber una relación entre lo que uno dice y lo que uno hace, y que hacer es una forma de decir, que el verdadero ser de uno es obrar. Yo no sé leer muy bien novelas. No digo que no sean maravillosas, pero hay algo que me impide seguir la narración, se me olvida qué personaje es quién. Me gustan más la poesía, el ensayo, el cuento. Aunque siempre me ha gustado mucho Moby Dick.

I.G.
Yo ahora leo más poesía o ensayo, pero me han divertido mucho los libros que presentan la vida como se vive, con su desorden, como Jacques el fatalista, de Diderot, o Tristram Shandy, porque la mayoría de las novelas le dan a la vida un orden que no tiene. También me impactaron mucho los libros que me ayudaron a entender la realidad de la vida no real, aquella que no se puede ver o tocar, las ensoñaciones. En eso Juan Rulfo fue decisivo.

GabiEsclavitudimagesCAM4EKF9P. En Darse a la lectura hay un capítulo entero dedicado a la mesilla de Diosimages noche, ¿qué libro tienen en las suyas?
I. G. Uno que ha publicado La Catarata, La esclavitud en las Españas, de José Antonio Piqueras. Cuenta la historia de la esclavitud en la que participó España. Tiene mucho morbo periodístico porque menciona a familias bucaneras que se beneficiaron del tráfico de esclavos y ahora son grandes de España, marqueses actuales que son descendientes de traficantes de negros. También leo mucho a Chesterton. Y, últimamente, a Christopher Hitchens. De Hitchens leí hace tiempo Dios no es bueno, lo presté, ¡me lo devolvieron! y lo he vuelto a leer hace poco. También me gustó su recopilación de artículos y crónicas Amor, pobreza y guerra.
GabilPavicimagesCASZP3KAÁ. G. Yo ahora me estoy reciclando y tengo que ver si los griegos siguen siendo los griegos después de lo que le ha pasado a Grecia. Aparte de eso, estoy leyendo a Mirolad Pavic, Paisaje pintado con té. Está lleno de historias clásicas. De él han dicho que es el Borges serbio. Me gusta porque no acaba de hacer un relato cerrado, y me gusta que un libro me permita intervenir como lector componiéndolo yo.

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