miércoles, abril 02, 2014

70 años de revistas leonesas de poesía y creación (1944-2014)

70 años de revistas leonesas de poesía y creación (1944-2014) | Tam-Tam Press

Portada del dossier sobre las revistas leonesas de poesía más significativas de los últimos 70 años.



Reproducimos aquí el contenido del dossier digital sobre las revistas leonesas de poesía y creaciónmás significativas de los últimos 70 años que se mostrarán juntas, por primera vez, en las vitrinas del Musac (León), los días 5 y 6 de abril de 2014. Una actividad que se enmarca en el ciclo “Nombrando el porvenir. Encrucijada de poetas”, que se celebra en el museo con actividades que se prolongarán hasta el 1 de junio.
Esta publicación se puede descargar desde la página del Musac (pinchar, a la derecha, en “Dossier descargable en pdf”). También se puede ver aquí.
Por ELOÍSA OTERO
Siempre se ha dicho que León es tierra de poetas. Y puede que la frase no sea solo un mito. Aquí, los exploradores de nuevos horizontes y territorios creativos a través de la palabra han alumbrado un buen número de publicaciones, y lo siguen haciendo. Más de 70 años de revistas leonesas de poesía y literatura de creación, algunas con importante relevancia nacional en su momento, así lo atestiguan. En ellas se han dado a conocer no sólo los poetas y escritores de la tierra, sino también muchos otros del panorama nacional e internacional.
Si en 2013 se celebraron los cincuenta años desde la fundación de la revista Claraboya, en este 2014 se cumplen nada menos que setenta años desde la fundación de la mítica revista Espadaña, emblema de los poetas antifranquistas durante algunos de los años más duros de la postguerra española.
Desde el ciclo “Nombrando el porvenir. Encrucijada de poetas” se propone un mirada sobre el abanico de las revistas, publicaciones y fanzines literarios más significativos editados en León en el último siglo, desde las ya casi legendarias Espadaña y Claraboya, que abrieron nuevas vías a la poesía y el pensamiento crítico durante el franquismo, a las más modernas y experimentales, como Azul Eléctrico, Vinalia Trippers, The Children’s Book of the American Birds (del Club Leteo) o la última en marcha, Meando contra Viento, pasando por las publicaciones señeras del último cuarto del siglo XX: AlcanceCuadernos Leoneses de Poesía o El Signo del Gorrión.
Aunque los tiempos cambian, sin duda que estas publicaciones, en su mayoría casi reliquias de los tiempos de la tinta y el papel, siguen teniendo no solo vigencia, sino un innegable encanto. Muchas de ellas se quedaron en aventuras pasajeras, como Yeldo, Cálamo, Margen, Derviche…. pero todas ellas han contribuido, y lo siguen haciendo, al desarrollo de las pasiones y afanes poéticos de un buen número de autores leoneses, algunos de los cuales, con el tiempo, han logrado brillar con luz propia en el ingente panorama de las letras españolas.

ESPADAÑA (1944-1951)

Surgida al calor de la tertulia literaria que tenía su sede en la Biblioteca Azcárate, junto a la Catedral leonesa, la revista Espadaña fue fundada en 1944 por Antonio González de Lama —bibliotecario y sacerdote de ideas liberales—, Victoriano Crémer, Eugenio de Nora, Manuel Rabanal y Luis López Santos -—aunque la responsabilidad de su redacción recayó enseguida sobre los tres primeros—. González de Lama aportó la autoridad moral y el pensamiento crítico, Crémer la concepción de una poesía realista y desarraigada que fue calificada de “tremendista” y De Nora el compromiso político. El inconformismo y afán renovador de sus promotores alentaron además intensas polémicas poéticas desde los primeros números.
Frente a las revistas oficiales de la época —como Escorial (1940-1949) o Garcilaso (1943-1946) entre otras—, Espadaña no contó con protección institucional alguna y tuvo que superar muchas dificultades, incluidas las económicas, para conseguir sacar 48 números en sus casi ocho años de vida. Sin embargo, con el tiempo, esta revista independiente de poesía y crítica se ha convertido en un instrumento esencial para entender la literatura española de posguerra. En ella están representadas las corrientes más significativas de la época, pero también la mejor poesía del 27, junto a los versos de muchos poetas españoles e hispanoamericanos condenados a la marginación por el régimen franquista.
Con una línea editorial comprometida con su tiempo, Espadaña abrió sus páginas a los exiliados, como Luis Cernuda, pero también a los muertos en la guerra, como Federico García Lorca (de quien se publicó por ejemplo una curiosa serie de poemas en gallego) o Miguel Hernández. La labor de crítica literaria de Antonio González de Lama, o las aportaciones de Dámaso Alonso, Vicente Aleixandre y Gerardo Diego conviven con poemas de César Vallejo y Pablo Neruda, o con las colaboraciones del grupo “madrileño” formado por poetas cercanos al régimen como Valverde, Leopoldo Panero, Rosales y Vivanco. EnEspadaña publicaron Rafael Alberti, León Felipe, Francisco Ayala, Camilo J. Cela, Barral, García Baena, Álvarez Ortega, Carlos Bousoño, Caballero Bonald, Cirlot, Carmen Conde, Aranguren, Joan Fuster, Leopoldo de Luis, Ory, José Luis Sampedro, Miguel Labordeta, José García Nieto y hasta Fernando Fernán-Gómez, por citar algunos pocos. Se puede decir que la revista logró reunir a todas las generaciones poéticas españolas vivas, incluyendo la más joven —Antonio Pereira, José Hierro, Ángela Figuera Aymerich, Gabriel Celaya, Blas de Otero…—. A partir del número 22 se publicó además unaAntología parcial de la poesía contemporánea, en fascículos que podían encuadernarse aparte.
Desde Espadaña se buscaba informar sobre las publicaciones de poesía más importantes de aquellos años, españolas y de otros países, así como traducir a los grandes poetas extranjeros del momento, con atención especial a los europeos: Yeats, Claudel, D’Annuncio, Rilke, Miguel Torga…
Espadaña abrió sin duda nuevos caminos a la poesía, rehumanizando el verso en aquellos años de la posguerra franquista. Las diferencias vitales e ideológicas entre sus fundadores precipitaron el fin de la publicación, a cuyo frente estuvo Crémer casi en solitario durante la última etapa.

CLARABOYA (1963-1968)

En 1963 nació Claraboya, de la mano de cuatro poetas veinteañeros, cuatro “ácratas apacibles” en palabras de Agustín Delgado, uno de sus promotores junto a Luis Mateo Díez —que más tarde abandonaría la poesía por la narrativa—, Ángel FierroJosé Antonio Llamas y el pintor Higinio del Valle.
Bernardino M. Hernando, Eutimio Martino y Antonio González de Lama figuraron entre sus mentores, y entre sus colaboradores contaron con Antonio Gamoneda, Antonio Pereira, César Aller, Gaspar Moisés Gómez, el pintor Manuel Jular…
Sus impulsores pretendían una revisión de posturas literarias y defendían una poesía “dialéctica”, en oposición a la “poesía veneciana” y a los planteamientos de la antología Nueve novísimos poetas españolesde Castellet (a los que tacharon de neodecadentes y neocapitalistas).
En aquellos años oscuros de la dictadura Claraboya buscaba convertirse en el vehículo de una nueva generación literaria, y marcó un hito fundamental en la renovación poética de la década de los sesenta. Su cierre en 1968 por orden de Manuel Fraga, entonces ministro de Información y Turismo, supuso la publicación de un libro en la editorial El Bardo: Equipo Claraboya: Teoría y Poemas, en el que se recoge de forma valiente toda la historia de la publicación.
A lo largo de los 19 números que aparecieron entre octubre de 1963 y febrero de 1969 el lector va de sorpresa en sorpresa. Porque en Claraboya, como se ha ocupado de estudiar Juan José Lanz, habitó la vanguardia, una vanguardia comprometida y crítica, junto al realismo más directo y la poesía social. Gabriel Celaya, Pere Gimferrer, Manuel Vázquez Montalbán, José-Miguel Ullán, Diego Jesús Jiménez, José María Guelbenzu, Aleixandre, Gamoneda, Claudio Rodríguez, José Ángel Valente, Félix Grande, Francisco Ribes… son algunas de las firmas que se suceden por sus páginas, junto a traducciones de textos de poetas no hispanos incuestionables (como Nazim Hikmet, traducido por Gamoneda).
Entre los méritos de esta publicación destacan la ruptura consciente con la poesía precedente, de carácter social-intimista, su afán renovador desde un espíritu lúcido y crítico, la apertura hacia la poesía extranjera, hacia la poesía hispanoamericana y los poetas del 27, Cernuda sobre todo. También dedicó números especiales a los poetas gallegos y a los poetas cubanos pujantes en aquella época, así como un monográfico volcado hacia la beat generation (Ginsberg, Kerouac, Corso, Ferlinghetti…).
Como ha advertido el crítico Manuel Rico: “En el fondo, Claraboya fue el espejo de una etapa poética mucho más compleja de lo que ha establecido la historia oficial. Un tiempo joven bajo la dictadura. Un tiempo en el que, contra el miedo, Llamas, Mateo Díez, Fierro y Delgado crearon la casa de todas las rupturas y todas las iluminaciones. Poéticas, por supuesto”.

YELDO (1973-1974)

Si bien solo tenemos noticia de dos números (y no hemos conseguido encontrar ningún ejemplar físico para esta exposición), la revista Yeldo se presentó en noviembre de 1973 como una publicación que, “desde su independencia, quería servir de orientación y acogida para los poetas en ese momento”.
Estuvo alumbrada por un efímero grupo de jóvenes poetas leoneses que adoptó el mismo nombre, el “grupo Yeldo”. Ellos eran: Vicente Presa, Manuel Ballesteros Alonso, Enrique Álvarez, Miguel Ángel Benavente, Agustín Tuñón y José María Ampudia.
El sumario del primer número (según refleja una reseña publicada en la revista Tierras de León, nº 17, junio de 1973) recoge las firmas de los miembros del comité de redacción, a las que se añaden las de José Luis Jover, Pedro Beso, Gaspar Moisés Gómez, Emilio Ríos Ruiz, Florentino Huerga, Mary Carmen de Celis y Jaime Siles, con ilustraciones de José María Ampudia.
El ABC del 19 de abril de 1974 recoge la reseña de un nuevo número de Yeldo en “Homenaje a Vicente Aleixandre”, con ilustraciones de Tino Gatagán. Según la reseña, colaboran en este cuaderno fechado en abril de 1974, a cargo de Esteban Carro Celada, los poetas del grupo junto a otros como Luis Eduardo Aute, Juan Gil-Albert, Gamoneda, Luis Antonio de Villena, Félix Grande y Salvador Espríu, por citar a los más reconocidos.

BARRO (1975-1977)

Barro fue una revista radiofónica de literatura y poesía que se mantuvo en las ondas —amparada por Radio Popular de León— entre 1975 y noviembre de 1977. Cuatro fueron sus promotores, los poetasMercedes Castro, Julio Llamazares, José Carlón y Miguel Escanciano.
Aquella periódica reunión radiofónica se materializó además en una publicación en la que los cuatro autores, muy jóvenes entonces, dieron cuenta de sus primeras creaciones poéticas: el libro homónimoBarro (1976).

CUADERNOS LEONESES DE POESÍA (1977-1979 y 1981)

En noviembre de 1977 se publica el primero número de los Cuadernos Leoneses de Poesía, de vocación bimensual, en cuyo número cero colaboraron los poetas e ilustradores José Carlón, Ignacio Otero, Luis Carlón, Ildefonso Rodríguez, Escilo y Miguel Lastres (seudónimo del poeta Miguel Suárez), con maqueta de Eduardo López.
A lo largo de los siete números que vieron la luz hasta septiembre de 1979 se fueron sumando nuevos colaboradores: Julio Llamazares, Edita Piñán, Tomás Salvador González, Jacinto Santos, Miguel Marinas, Luis Federico Martínez, Aldo Sanz, Isabel Lucio Villegas… La tirada, según recuerda Ildefonso Rodríguez, uno de sus principales promotores, rondaba los 500 ejemplares por cada entrega.
El número 7 tuvo un carácter muy especial, ya que estuvo dedicado a “La escritura en los manicomios”. Todos los textos y dibujos fueron sacados de un manicomio, aunque publicados de forma anónima, sin firmar.
En abril de 1981 vio la luz el que sería el último número de los Cuadernos… titulado “Seis cantos”, con poemas de Miguel Lastres, Domingo Santos “Txomín”, Juan Carlos Valle, Tomás Salvador González e Ildefonso Rodríguez.
Además, la revista editó una separata, en diciembre de 1978, con el primer libro del poeta Aldo Z. Sanz,RRA.

ALCANCE (1978-1981)

A finales de los años 70, en plena Transición democrática, se gesta la revista Alcance, de talante plural y abierto a todas las corrientes poéticas.
El primer número vio la luz en la primavera de 1978 de la mano de los poetas Gaspar Moisés Gómez —que figura como director—, Ángel García Aller, Antonio Merayo y Alfonso García, con ilustraciones de Enrique Rodríguez “Kiker”. Entre sus colaboradores figuran Manuel María, José María Merino, Vicente Presa, Rafael Guillén, Jaime Siles, Antonio Colinas, José Luis García Martín, Carlos Sahagún, Ricardo Bellveser… Más adelante, en los siguientes números, se pueden encontrar firmas como las de Aníbal Núñez, César Augusto Ayuso, Alfredo Buxán, Luis Antonio de Villena, Juan Margarit, Horacio Salas, Julio Llamazares…, o las de los argentinos María Lucrecia Romera, Antonio Requeni y María Cristina Arostegui, la paraguaya Josefina Pla o el boliviano Pedro Shimose.
Ya en sus primeras páginas se puede leer esta declaración de intenciones: “La revista Alcance ve la luz después de haber roto las aguas mínimamente necesarias: un grupo de escritores —no un grupo poético limitado por razones de generación, de ideología o de estética— han conjuntado el interés común por la poesía para hacer posible esta publicación. (…) No será Alcance amparadora de un determinado tipo de poesía, por serlo de toda sin discriminación. Tampoco pretende llenar ningún vacío, ni ser sucesora ni precursora de ninguna otra”.
A partir de ahí se sucedieron nueve números. En el nº 2 se incorporaron dos novedosas secciones: la “musicación de un poema” (en ese número, por ejemplo, Angel Barja puso música a un poema de Gaspar Moisés Gómez) y la transcripción de una “mesa redonda” previa, en la que profesores, escritores y poetas se habían reunido para abordar temas de actualidad poética (difusión de publicaciones, revistas literarias…).
Aunque la revista cifre en nueve sus números, físicamente solo fueron siete. El sexto, aparecido en 1980, tiene carácter triple (quizá en función de su voluminosidad) y está dedicado a la “Poesía leonesa hoy”, con colaboraciones de Crémer, Pérez Herrero, Pereira, Gamoneda, Bernardino M. Hernando, José Antonio Carro Celada, Fierro, Merino, Colinas, José E. Martínez, Vicente Presa, Antonio Merayo, Julio Llamazares… El ejemplar lleva ilustraciones de Sendo y un estudio crítico de Francisco Martínez García. El último número de Alcance, el 9, se centró en cambio en textos inéditos de Carlos Edmundo de Ory.

MARGEN (1980)

En octubre de 1980, Carlos Suárez González, entonces joven escritor e inquieto estudiante de Periodismo, puso en marcha la revista Margen, de la que solo salieron dos números. En el comité de redacción figuran, además de Carlos Suárez, cinco jóvenes universitarios leoneses: Florentino Aláez Serrano, José María Alonso Rodríguez, Rafael González Cañal, Rosario González Sánchez y Pablo Lanza Suárez.
El número 1 incluyó textos de Juan Benet (sobre Región) y Antonio Gamoneda, así como una carta inédita de Buenaventura Durruti a su hermano Pedro, una pequeña antología de poesía leonesa joven (con poemas de Julio Llamazares, Miguel Escanciano, José Carlón, José Luis Graupera, Miguel Ángel Benavente, Manuel Ballesteros, Agustín Tuñón, Pío Cimadevilla, Luis Algorri, José Luis Manso, Roberto Charro, Florencio Cruz, Pablo Lanza y Carlos Suarez), una crítica de cine a cargo de Benigno Castro, y una separata con cuentos de Enrique Álvarez.
El número 2 redujo el tamaño de la revista a la mitad, y lleva el título de Margen. Cuartillas de crítica y ensayo. Incluye textos y poemas de Emiliano Alonso Pelegrín, Francisco Pérez Herrero, Alfonso García, José María Alonso Rodríguez y Glyn M. Hambrook (que escribe sobre Baudelaire) y reproduce una conferencia de Gabriel Marcel sobre “La condición del intelectual” y un discurso de Giner de los Ríos sobre la Institución Libre de Enseñanza.
En paralelo a la revista, Carlos Suárez creó también a principios de los 80 el Grupo Editorial Margen, donde de manera artesanal vieron la luz unos pequeños cuadernillos con obras de Juan Benet y Lucio García Ortega, y poemas de Hilario Franco, Eloísa Otero, Juan Carlos Pajares, Elena Soto…

EL SIGNO DEL GORRIÓN (1993-2002)

En el invierno de 1993 apareció el numero 1 de esta revista exquisita y singular cuyo nombre alude a un bazar de Nueva York donde el artista Joseph Cornell se surtía para componer sus famosas cajas: El signo del gorrión.
En su consejo editor figuraban nueve escritores de Castilla y León vinculados por la amistad y por aventuras literarias comunes previas: Miguel Casado, Olvido García Valdés, Luis Marigómez, Gustavo Martín Garzo, Carlos Ortega, Esperanza Ortega, Ildefonso Rodríguez, Tomás Salvador González yMiguel Suárez. Las ilustraciones de aquel número (y de los siguientes) fueron de José-Miguel Ullán y el diseño de Manuel Ferro. Este equipo, con pequeñas variantes, continuó produciendo la revista hasta el número 26, en el invierno del año 2002, con una tirada de mil ejemplares por número.
En su primera entrega se incluyeron inéditos de tres leoneses: Antonio Gamoneda, Javier Martínez Alejandre y Aldo Z. Sanz. Durante los diez años que siguieron a su fundación, una larga lista de interesantes poetas y autores de todo el mundo publicó en esta revista con sede en León, Valladolid y Arenas de San Pedro —las ciudades donde vivían los miembros de su comité de redacción—.
La revista atravesó dos etapas. La primera, con ejemplares de gran formato, se realizó íntegramente en León, en total 16 números. En la segunda etapa, con un formato “de bolsillo”, fue la editorial madrileña Trotta la que se encargó de su edición y distribución. Como revista independiente de cualquier organismo cultural, sólo la publicidad cubría los gastos de su publicación.
El signo del gorrión perteneció además al consejo editorial de la revista hispano-portuguesa Hablar/falar de poesía. Sobre el espíritu que animó esta aventura colectiva, reproducimos unos extractos de la despedida que se divulgó en su último número: “(…) un lugar de escritura libre, mestizo y oblicuo, un don de lenguas. Nombres sonantes y nombres desconocidos, vecinos y alejados, claros y confusos: todos reunidos en una casa amiga. (…) un lugar de libertad para la escritura, sin sometimiento a ningún dictado exterior, sin miedo al riesgo ni al fracaso”.
Innumerables son las firmas de poetas, narradores y pensadores que se sucedieron en sus páginas y en sus más que curiosas secciones a lo largo de casi una década, unos con textos originales, otros traducidos: Margaret Atwood, Christine Monot, Francisco Pino, Jaroslav Seifert, Paul Celan, Joseph Cornell, Vicente Núñez, Antonio Pereira, el cineasta Jonas Mekas, Bernard Noël, William Carlos Williams, Agustina Bessa-Luís, Maurice Blanchot, Samuel Beckett, Paul Auster, Mallarmé, Bruno Schulz, Derrida, Sylvia Plath, Jean Genet, Bernardo Atxaga… La revista recuperó textos y cartas inencontrables (de Kafka, John Keats, Cortázar…), entrevistas (Lezama Lima, Marjorie Perloff, Jorge Luis Borges…). En fin, cada número es una mina llena de sorpresas y, entre ellas, también se van sucediendo las mejores voces de la poesía en español de finales del siglo XX y principios del XXI.

VINALIA TRIPPERS (1996…)

Nacida en 1996, Vinalia Trippers dio a la luz nueve números hasta 2005, otros nueve números del suplemento Poemash y cinco libros de bolsillo. También se organizaron con este sello dos encuentros de editores independientes y numerosos eventos, encuentros y recitales de poemas, muchos de ellos en la desaparecida y entrañable buhardilla del CCAN.
Su fundador, el poeta, escritor y editor Vicente Muñoz Álvarez, recuerda que la idea original fue la de editar un fanzine de relatos y cuentos breves donde se diera cabida a cierto tipo de textos “que por su incorrección política —por temática, estética o ideología— no solían encontrar hueco en otras revistas y suplementos de la época”.
Tras un par de años de silencio Vinalia Trippers volvió a reaparecer en 2007 con un número que quería ser de despedida: la cuidada antología de relato breve Tripulantes: Nuevas aventuras de Vinalia Trippers. Pero había ganas y fuerzas para seguir. En 2010 salió otro número monográfico, Plan 9 del espacio exterior,dedicado a la ficción pulp, y en 2011 se publicó el volumen titulado Trippers from the Crypt, un homenaje a la mítica revista Tales from the Crypt. Su último número hasta el momento, Spanish quinqui, es un especial dedicado a la España Cañí de los 70, al lumpen de la delincuencia y la marginalidad.
Junto a Vicente Muñoz, forman parte de Vinalia Trippers los escritores y poetas Silvia D. Chica y Alfonso Xen Rabanal, el diseñador gráfico Rodrigo Córdoba, el ilustrador Miguel Ángel Martín y la fotógrafa y diseñadora gráfica Julia D. Velázquez, así como un buen número de colaboradores habituales: Toño Benavides, Mik Baro, Nacho Abad, David González, José Ignacio Escuín, Patxi Irurzun, Gsús Bonilla, Felipe Zapico, Pepe Pereza, Julio César Álvarez, Eva Vaz, Yaiza Martínez, Roxana Popelka… entre otros muchos.

AZUL ELÉCTRICO – Cultura subterránea (2005-2010)

Impulsada por Julio César ÁlvarezAzul eléctrico-Cultura subterránea nació en la primavera del 2005 (el último número aparecería en octubre de 2010). En total se publicaron trece números, con una amplia tirada de carácter gratuito (1.500 ejemplares trimestrales), apoyada por cartelería, fiestas con directos de grupos nacionales e internacionales, dj’s…
Julio César Álvarez (edición y dirección) y Diego Chamorro (diseño) dieron forma a una revista con espíritu underground, visualmente profesional, que fue una especie de híbrido entre fanzine y revista de calidad.
“La decisión de crearla fue sobre todo visceral e impulsiva (si nos hubiéramos parado mucho a pensarlo probablemente no se hubiera hecho nunca). Tenía tanta pasión entre sus páginas que gustó a todo el mundo”, recuerda Álvarez.
En Azul eléctrico se tocaron temas muy abiertos, como la violencia, el malditismo o el futuro. Contenía cuatro grandes secciones: pensamiento, música, cine y literatura; y en ella colaboraron más de 40 personas, incluyendo firmas jóvenes de la cultura local: Leticia Gavilanes, Esther G. Couso, Eduardo García, Jorge Villasol, Sergio Doctor, Paula Baldó, Raúl Suárez, Natxo Sobrado, Julia Cubillo, Javier Ordás, Vicente Muñoz Álvarez, Rafael Saravia, Alberto R. Torices o Jorge Pascual, entre otros.
“Creemos y defendemos toda forma de arte. Apostamos, en igual medida, por la forma y el contenido. Escritura esencialmente libre, creativa e independiente. La publicación ofrece textos originales de difícil acceso en la mayor parte de los casos”, fueron algunas de sus premisas.

THE CHILDREN’S BOOK OF AMERICAN BIRDS (2005…)

Promovida desde el Club Cultural Leteo que encabeza en León el poeta Rafael Saravia, esta preciosa revista se creó en 2005 con el objetivo de ir reuniendo en torno a ella a jóvenes narradores, poetas e ilustradores del panorama nacional, dando cabida a las literaturas que, por un motivo u otro, el Club Leteo no podía dar salida en sus colecciones de libros.
En el equipo editor del primer número, además de Saravia, figuran los poetas y escritores Nacho Abad, Miguel Paz Cabanas, Sergio Santa Cruz Santamarta Alberto R. Torices —a los que se unirían posteriormente José Manuel Donís, Yago Ferreiro y Sandra Muñiz—, así como el diseñador Javier Arce, quien aportó el curioso nombre de esta pequeña y exquisita publicación, The Children’s Book of American Birds. “Ese Libro infantil de los pájaros americanos existió de verdad en EEUU: era un libro con el que los niños de los años cincuenta aprendían a escribir redactando nombres de pájaros, un poco del estilo de nuestros cuadernos Rubio. Nos gustó la idea de ‘no dejar de aprender a escribir nunca”, apunta Saravia, orgulloso del catálogo de 500 autores que han participado hasta ahora en los diez números de la revista, cada uno de ellos representado como una rara avis. Autores de todas las edades y condiciones, entre ellos, Fernando Arrabal, Jorge Riechmann, Gamoneda, Tundidor, Antonio Lucas, Oscar Curieses, Víktor Gómez, Sara Paz, Ben Clark, Déborah Vukusic, Inma Luna, Raquel Lanseros, Carmen Camacho, Vicente Muñoz, Uberto Stabile, Roxana Popelka, Tomás Sánchez Santiago, Rubén Mielgo…
La tirada es de 500 ejemplares y su periodicidad semestral, y aunque el nº 10 ha sido el último publicado hasta el momento —en diciembre de 2010, con motivo del décimo aniversario del Club Leteo—, sus promotores tienen previsto celebrar por todo lo alto los 15 años de vida de Leteo, en 2015, con una entrega muy especial de la revista, que llegaría así a su nº 11.

MEANDO CONTRA VIENTO (2013…)

La última publicación literaria nacida en León hace solo unos meses, en julio de 2013, es el fanzine Meando contra viento, conducido por Nícolas Marper (alter ego del fotógrafo Santos M. Perandones), con una previsión de tan solo cuatro números (el cuarto aún no ha visto la luz a la hora de escribir estas líneas) y una tirada de 300 ejemplares por cada número.
“Se trata de un cuaderno-fanzine donde he invitado a colaborar a distintos escritores, escultores, fotógrafos, ilustradores, pintores… para que plasmen su manera de ver o sentir la transgresión”, explica su promotor, para quien Meando contra viento es, sobre todo, “una manera de expresar libremente nuestra forma de ver las cosas, tal cual las sentimos o la vemos. Con un único tema: la tras(n)gresión”.
El título de la revista fue idea de Felipe Zapico, uno de los colaboradores de este cuaderno trimestral que también tiene vocación musical. Julia Getino, guitarrista y compositora, ideó una primera partitura que fue evolucionando a lo largo de los tres números editados hasta el momento; en la cuarta y última entrega —que saldrá en la primavera de este 2014—, se estrenará la sintonía completa. Además, con el nº 4 (y último) se quiere hacer una exposición con obras originales de algunos de los colaboradores, entre los que figuran José Ramón Vega, Carlos Salcedo, Pepe Pereza, Antonio Morala, Nuria Palencia, Aldo Sanz, Víctor M. Díez, Alejandro Saénz de Miera, Rafael Saravia, Charo Acera, Cecilia Quílez, Eduardo Fandiño, Alfonso ‘Xen’ Rabanal, Luis Melón… y otros muchos, en su mayoría de León, aunque también se invita a participar a creadores amigos de otras tierras.
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