viernes, febrero 19, 2016

Nino Cabero en el Centro Leonés de Arte, por ALDO SANZ

Nino Cabero en el Centro Leonés de Arte | Tam-Tam Press









El artista Nino Cabero, leonés afincado en Barcelona, inaugura este viernes 19 de febrero (a las 20 horas) su exposición “El camino de la serpiente” en el Centro Leonés de Arte (CLA), que se podrá visitar hasta el 17 de abril. El poeta Aldo Sanz escribe sobre las sensaciones y pensamientos provocados por esta muestra que ha podido contemplar un poco antes de su apertura al público…



Por ALDO SANZ
El Centro Leonés de Arte (Avda. Independencia, 18) inaugura el viernes 19 de febrero la exposición “El camino de la serpiente”, de Nino Cabero Morán (Vegellina de Órbigo, León, 1954), artista afincado en Barcelona desde los años 70  del pasado siglo pero con profundas raíces emotivas y familiares en León.
Es de agradecer que dicho Centro mantenga, contra viento y marea, la política y poética de la “acción”, mostrando unas veces obra emergente y, otras, rescatando del olvido trabajos muy interesantes de distintos artistas que por un motivo u otro han quedado bloqueados, dispersos o simplemente descuidados en el magma frío de la desmemoria.
Lo primero que produce la propuesta de Nino“El Camino de la Serpiente”, es perplejidad, lo cual no es un mal punto de partida teniendo en cuenta que es necesario estar atentos a varias ráfagas de información simultánea: imágenes, textos y sonidos, quizás no todos reconocibles a “la primera”. Sonidos de grajos chillando mientras revoloteaban alegremente alrededor de la catedral  durante las tardes de verano, grabados por el propio artista en años sucesivos. Me han dicho que ya no quedan grajos en este paraje tan característico para ello, lo cual, pienso yo, le otorga un plus  de realidad vencida por el transcurso del tiempo y de repente recobrada. “Presencia de la ausencia” que diría Francisco Zapico, el crítico asturiano especializado en Evaristo Valle.
Nino Cabero nos envía varios recados a los que él vuelve una y otra vez con pequeñas variantes, suficientemente sutiles, con las que logra romper la idea de igualdad o repetición. Las “vanidades” ocupan un lugar destacado por su número, 9, y por la fuerza expresiva de su representación. En los títulos nos advierte que son autorretratos, lo que justifica dos cuestiones primordiales. Una, la idea de presente inspirado por el propio presente y, dos, cierta carga paródica de la realidad poética y, por lo tanto, susceptible de manejar diversos resortes técnicos del lenguaje plástico. Otra misiva importante que envía es la referida a obras de “otros”, las que incorpora de manera natural a su lenguaje. Estas obras, de distintas épocas y de pintores dispares entre sí, se refieren a Marcel DuchampIngres y Leonardo da Vinci. Es muy interesante la utilización de La gran Odalisca de Ingres por su figura sinuosa de serpiente, excesivamente alargada por su autor, recogiendo el estilo manierista. Esa sinuosidad queda desvanecida y desdibujada por la única estructura geométrica que presenta en la exposición. En el caso del botellero de Marcel Duchamp, exento, de trazos gruesos y  esquemáticos, el mensaje nos viene dado por el texto. Vuelve aquí el sentido paródico de la narración: la Creación, la Vida y la Muerte con todas las visicitudes que ello conlleva. Somos advertidos del carácter nada fortuito de la obra (“Él encontró un botellero por casualidad. Sin embargo yo he pintado un Duchamp”). Algo similar ocurre con el titulado “La Gioconda, la serpiente y la exacerbación de mi pie muerto”. Una tosca Mona Lisa es rodeada de una serpiente cuya cola es un pie.

Nino Cabero a través de la utilización casi obsesiva de la Serpiente construye un relato simbólico de su mundo expresivo. La fuerza de sus imágenes, muchas de ellas exentas, suspendidas, casi flotando en la pared, proporciona en el espectador un impacto perturbador y primitivo de gran belleza y recogimiento silencioso. Un acierto.

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