viernes, diciembre 09, 2016

EL HUMANISMO DESENCANTADO DE PRIMO LEVI (Y II) | Rafael Narbona

EL HUMANISMO DESENCANTADO DE PRIMO LEVI (Y II) | Rafael Narbona







El Evangelio de Juan atribuye a la Palabra la creación del mundo. Dios es el Verbo, el Logos, y separó la luz de las tinieblas, impidiendo que prevaleciera la oscuridad. En Auschwitz, impera la oscuridad porque no hay palabras para expresar la ofensa que representa «la destrucción del hombre». Su lógica es puramente negativa, pues despoja a los deportados de todo, reduciéndolos a la pura animalidad de la res confinada en un matadero, sin otra perspectiva que ser sacrificada: «En un instante –escribe Primo Levi−, con intuición casi profética, se nos ha revelado la realidad: hemos llegado al fondo. Más bajo no puede llegarse: una condición humana más miserable no existe, y no puede imaginarse. No tenemos nada nuestro». La forma de proceder de los verdugos no obedece sólo a la crueldad, sino al propósito de liquidar la identidad de los prisioneros, su ser íntimo y personal. «Nos quitarán hasta el nombre: y si queremos conservarlo deberemos encontrar en nosotros la fuerza de obrar de tal manera que, detrás del nombre, algo nuestro, algo de lo que hemos sido permanezca». Si a un hombre se lo despoja de cualquier objeto personal –«un pañuelo, una carta vieja, la foto de una persona querida»−, deja de ser un hombre, pues esos objetos no son cosas, sino una parte de su historia. Las señas de identidad incluyen una dimensión material: un domicilio, una forma de vestir, pequeños fetiches. Privado de eso, «será un hombre vacío, reducido al sufrimiento y a la necesidad, falto de dignidad y de juicio, porque a quien lo ha perdido todo fácilmente le sucede perderse a sí mismo». El Lager es «un campo de aniquilación». La aniquilación física no es menos importante que la aniquilación psíquica. El sentido último del sistema de campos de concentración no es el exterminio, sino la reinvención de lo humano, destruyendo a los individuos que no se ajustan a un canon. Sólo se considera persona al que presuntamente merece formar parte de una comunidad basada en mitos y falacias, no al individuo que reclama su derecho a la diferencia.
En Auschwitz, Primo Levi se convierte en un Häftling: «“Me llamo 174.517”; nos han bautizado, llevaremos mientras vivamos esta lacra tatuada en el brazo izquierdo». En el Lager «no hay ningún porqué»: la arbitrariedad es la única regla. «En este lugar está prohibido todo, no por ninguna razón oculta sino porque el campo se ha creado para este propósito». No es posible elaborar un proyecto, fijarse una meta, pues el sentido de las alambradas es segregar a los deportados de la familia humana, extirpándoles esa raíz común que nos permite afrontar el tiempo con una perspectiva racional. La esencia del ser humano no es la mera supervivencia, sino un quehacer que imprime sentido a sus actos. Un quehacer que responde a un fin libremente elegido, no una rutina impuesta. En el Lager, «el futuro remoto se ha descolorido, ha perdido toda su agudeza, frente a los más urgentes y concretos problemas del futuro próximo: cuándo comeremos hoy, si nevará, si habrá que descargar carbón». En esas condiciones, no es posible aferrarse al pasado, evocar el hogar perdido. Es mejor no pensar, no recordar, pues la nostalgia sólo agrava el sufrimiento. El hambre ayuda a vaciar la mente, «un hambre crónica desconocida por los hombres libres, que por las noches nos hace soñar y se instala en todos los miembros del cuerpo». El ser humano desciende hasta la pura animalidad, incluso más abajo, pues nunca conoce la paz del hambre satisfecha, del instinto aplacado, del puro placer de estar tumbado al sol o dormitar tranquilamente.
Auschwitz se parece a la Torre de Babel. Circulan todos los idiomas, mezclados en una jerga que compone un idioma específico, la lengua del Lager. Entenderla, hablarla, es requisito indispensable para sobrevivir. Asearse no es menos necesario, aunque sólo se disponga de un hilo de agua sucia y helada. El reglamento del campo exige mantener cierta limpieza o, al menos, la apariencia de cumplir ciertos ritos asociados a la disciplina de un centro penitenciario. No obstante, acatar esa norma no es un gesto de sumisión, sino de dignidad. Si el deportado se abandona, si pierde el hábito de la higiene y anhela la muerte, se convertirá en un «musulmán» (apelativo asignado a los que se habían hundido, a los que ya no hacían ningún esfuerzo por preservar su vida) y será seleccionado para morir en la cámara de gas. En ese contexto, sobrevivir para narrar lo sucedido adquiere el valor de un acto de resistencia. Sin embargo, ese propósito –aplazado hasta una hipotética liberación− no aplaca el dolor de despertar cada mañana y descubrir que sólo eres un Häftling. Ese momento de conciencia es «el sufrimiento más agudo», especialmente cuando la mente sale de un sueño melancólico o tibiamente dichoso.
En Auschwitz, el espanto convive con lo grotesco. La orquesta del campo interpreta marchas y canciones populares, mientras el humo de los crematorios oscurece el cielo. No es una música banal concebida para distraer la atención o combatir el hastío (al igual que el infierno, el campo es una rueda que repite a diario la misma rutina), sino «la voz del Lager, la expresión sensible de su locura geométrica». La música actúa como un oleaje invisible sobre las almas muertas de los deportados, arrastrándolos como a hojas secas. Es un simulacro de una voluntad colectiva inexistente, que pone en movimiento a una humanidad humillada y sin otro horizonte que ser reducida a cenizas y desaparecer en las aguas del Vístula. La muerte en Auschwitz siempre es anónima e irrelevante, pues el campo no es una prisión, sino un matadero industrial ideado por una bipolítica cuyo objetivo es pulverizar la noción de individuo. Los judíos no son personas, pues no pertenecen a la comunidad exaltada por la filosofía de la Sangre y el Suelo. No se reconoce su derecho a ser distintos, a no asimilarse, y no se les ofrece la oportunidad de una supuesta redención, aunque renuncien a su identidad. Las víctimas del poder totalitario devienen antes o después en masa angustiada, sometida al martirio de Tántalo, que bestializa al ser humano, rebajándolo a las funciones básicas de ingesta y excreción. El hambre convierte al individuo en un tubo, que ingiere comida –una sopa inmunda− y la expulsa, casi siempre en forma de heces líquidas.
El despertar en Auschwitz nunca es plácido: «Son poquísimos los que esperan durmiendo el Wstawac: es un momento de dolor demasiado agudo para que el sueño no se rompa al sentirlo acercarse». Auschwitz no es simplemente un castigo, sino el patio trasero del Estado-jardín nazi. Es el lugar al que se arrojan los desperdicios, poco antes de triturarlos o incinerarlos. En la distopía nacionalsocialista, la humanidad se divide en compartimientos estancos. Los no deseados acaban en el vertedero. Las distinciones morales carecen de sentido entre las alambradas. No hay buenos y malos en la horrible coreografía de los deportados, sino hundidos y salvados. Una lógica binaria que suprime los lazos de amistad y parentesco: «cada uno está desesperadamente, ferozmente solo». La muerte no puede inspirar luto o duelo, cuando cada minuto exige permanecer alerta para no ser el próximo en caer. No es suficiente obedecer, cumplir las órdenes, ser sumiso. Hay que recurrir al ingenio, a la indignidad, a la capacidad de improvisación del animal acosado, que sólo piensa en cómo escapar. La opresión extrema mata el espíritu de resistencia y cualquier forma de solidaridad. No es posible combatir a un enemigo descomunal, con un eficaz sistema de deshumanización. Los deportados que han sobrevivido a sucesivas selecciones no piensan en el futuro, ni hacen preguntas. El otro sólo es una sombra que desfila a su lado: «Los personajes de estas páginas –escribe Primo Levi− no son hombres. Su humanidad está sepultada, o ellos mismos la han sepultado, bajo la ofensa súbita o infligida a los demás». Todos están confundidos –y, al mismo tiempo, borrados− en la misma desolación.
Primo Levi no cree en Dios, pero se pregunta si las abominaciones que acontecen en el Lager no conforman un nuevo libro del Antiguo Testamento, un nuevo Éxodo, pero sin la expectativa de la Tierra Prometida. Los nazis intentan crear un hombre nuevo, destruyendo al hombre viejo, al judío-bolchevique que se opone activa o silenciosamente a la utopía de un mundo de soldados-campesinos, o, por utilizar la famosa expresión de Jünger, de «trabajadores» que transitan sin problemas del arado al fusil, de la fábrica al campo de batalla. Cuando los alemanes huyen del avance de los rusos, los escasos supervivientes recuperan poco a poco su humanidad, compartiendo los restos de comida que aparecen en un almacén abandonado. El primer gesto de solidaridad significa el fin del Lager. Los prisioneros vuelven a ser hombres: lenta, penosamente.
El humanismo de Primo Levi supera la durísima prueba del Lager. No piensa que el régimen de terror y vejación al que eran sometidos los deportados mostrara crudamente al hombre desnudo, sin la capa de civilización que esconde supuestamente un primitivo y genuino instinto depredador: «No creo en la más obvia y fácil deducción: que el hombre es fundamentalmente brutal, egoísta y estúpido tal y como se comporta cuando toda superestructura civil es eliminada, y que el Häftling no es más que el hombre sin inhibiciones». Primo Levi experimentó desencanto al comprobar que el ideal humanista se rompía en mil pedazos bajo el peso del poder totalitario, pero no identificó la condición humana con sus aberraciones ideológicas, ni con los impulsos más abyectos del nacionalsocialismo. El nazismo fue una ideología que fundió materiales diversos (darwinismo, racismo, nacionalismo, militarismo, esoterismo) para liquidar el concepto de cultura surgido en la Europa ilustrada y consolidado el liberalismo político del siglo XIX, que reconoció el derecho a disentir en el marco de una sociedad abierta y diversa, compuesta por ciudadanos con derechos inalienables. Para destruir ese modelo social, el nazismo privó al individuo de cualquier forma de autonomía, incluso en su dimensión más elemental e ineludible.
En Los orígenes del totalitarismo (1951), Hannah Arendt apunta que «los campos de concentración […] privaron a la muerte de su significado como final de una vida realizada. En un cierto sentido arrebataron al individuo su propia muerte, demostrando con ello que nada le pertenecía y que él no pertenecía a nadie. Su muerte simplemente pone un sello sobre la voluntad de anular su existencia, incluso como recuerdo. Es como si nunca hubiera existido». Se mata a un hombre como se mata a una res, aprovechando sus restos para diversos usos. Se ahoga el grito de las víctimas como se insonoriza un matadero. Se intenta, en definitiva, dejar claro que no se mata a seres humanos. Auschwitz nos obliga a repensar nuestro concepto de la cultura y el hombre. No se trata de una matanza más, sino de un experimento que se repetirá en Ruanda, Camboya y Bosnia-Herzegovina. Si esto es un hombre nos dice que la cultura es un ideal de convivencia pacífica. El respeto por el otro, particularmente cuando nos separan muchas cosas de él, es la expresión más refinada de la interacción humana. Si el hombre olvida su responsabilidad hacia los demás, comienza la caída hacia el estado de naturaleza, donde reina la guerra, la lucha sin cuartel por la supervivencia. Afortunadamente, Auschwitz fracasó y fracasa cada día, pues cuando se extingue la violencia, reaparece poco a poco el respeto y la solidaridad. El hombre no es Hitler, embriagado por la voluntad de poder y la fantasía del Lebensraum o espacio vital, sino Primo Levi escribiendo un testimonio donde el dolor no desemboca en el odio y la desesperación, sino en la serenidad y el anhelo de paz y justicia.
RAFAEL NARBONA

viernes, diciembre 02, 2016

De los ecuató al Primark. Qué va a saber una negra

De los ecuató al Primark. Qué va a saber una negra | FronteraD



Trifonia Melibea Obono. Fuente: birdlikecultura.files.wordpress.com

De los ecuató al Primark. Qué va a saber una negra

Trifonia Melibea Obono - 02-12-2016
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Maletas llenas, muchas. Es Iberia, Ceiba, posiblemente. Las colas larguísimas. Ni la hora de facturación recuerdan los ecuató. Las maletas, ¡son tantas por persona!, lo que llevarán... Antes cargaban con mesa mot o Gabónel bolso de los ecuató, de extensión desmedida y vergüenza fácil. Parecían las chanclas de un dedo de fabricación ¿nigeriana? ¿Camerunesa? De esquina en rincón se desgajaban inexplicablemente. Sin más, las lámparas de bosque, los cigarrillos, las bragas y los calzoncillos, nilón de pescar, azúcar, etcétera, bailaban en las manos con desmoralización y al contado. Un comentario antipatriótico suena sin voz. De la hora de facturación no, los ecuató,ninguna, llegan tarde a todas partes, de esta gente solo queda rezar, memorias de algún diplomático español. Es Madrid, el Aeropuerto de Barajas Adolfo Suarez recibe al año millones de visitas. Tú y yo, la patria profunda, representamos una excepción.

Apátridas y a la vez estudiantes sin beca, y de habla castellana, me importunan en las escaleras mecánicas y ascensores rueda de plástico en mano. Así pagamos los estudios, insisten. El servicio de embalaje o juego de envolver maletas con plástico fuerte tipo condón de látex, es nuestra identidad en el Aeropuerto de Barajas Adolfo Suarez. Las personas viajando, miran asombradas. Otras se preguntan el país de destino. Nadie objeta. El robo aguarda. Las miradas hablan, se ríen y lloran. El fang y el pidjinenglish se escuchan entre risas y charlas casi de la aldea. Nadie escucha más que al siguiente de la cola. Una mujer pide ayuda. Le sobra una maleta. Un hombre pide ayuda. Le sobra una maleta. Tienen que encasquetársela a alguien por solidaridad cristiana que por aquí, desconozco si queda, en Guinea, tampoco. Otra compatriota llora el destino de su pasaporte olvidado en la agencia de envíos y recibos de dinero. Un joven le llora a su madre muerta de brujería.

Una familia acompaña a una muchacha veinteañera, estudiante de derecho que tras cinco años vuelve a sus orígenes con indicaciones concisas: aprende a callarte en Malabo, esto no es Madrid. Tú no eres el problema, las ideas revolucionarias que tienes en la cabeza y la lengua tuya, casi siempre suelta, sí. Y camina como una chica normal. Cambia estas pintas de Pablo Iglesias, el líder de Podemos, este fumeta que no mide las consecuencias de sus actos. De regreso a Madrid cambias de carrera. Estudiarás matemáticas. Para callarte del todo en alguna oficina. La muchacha ni escucha. Esta fascinada por el WhatsApp.

Las luces están encendidas, los policías desnudan con el escáner a todo viviente. Me toca la mala suerte. Llevo algo prohibido. Tres veces me examinan. Anda conmigo algo raro. No tiene nombre. Minutos después la Guardia Civil me lleva a una oficina que  recuerda la herencia Española a Guinea. Todo en su sitio. Todo fuera de sitio. Yo en ningún sitio. Una policía, a la que mandan llamar, toca todas mis partes, las manos cubiertas de yo que sé. Soy para ella una máquina, ni si quiera me mira a los ojos, habría recibido una paliza, mezcla de herencia bantú y Lazarillo de Tormes a través de mi mirada. Se va.

Toman mis datos en constante distracción. Se creen que soy estúpida. Qué va a saber una negra. Me registran en un ordenador antiquísimo. Cuál es mi profesión, mi religión, con quiénes ando. Al menos aquí puedo hablar, pronto se me arranca el derecho a la libertad de expresión. No me extraña, la patria profunda. La última vez que salí de marcha. Me cago en vuestros muertos, esa agresión a mis derechos la voy a documentar, les amenazo. Todo ha salido bien, dicen al final, estás limpia. ¿De qué? Sustancias… Me he puesto alguna crema antes de viajar con composición de… hablan entre ellos. Pregunto por el listado de cremas de uso prohibido en caso de viaje, no contestan. Me miran, la memoria viaja a mi patria profunda, a los guardianes del orden que presumen de saberlo todo. Yo me lo creo todo. No me queda otra opción. 

Soy ecuató, estoy aquí de compras, PRIMARK, centro comercial de ropa procedente del Tercer Mundo me conoce ya. Eso sí. No traigo el bolso de los ecuató sino maletas chinas de arranque inmediato. De mí solo queda rezar. Lo he comprado todo para la familia. Me recibirán al llegar como a un líder oriundo de la zona geopolítica B con víveres. Saludos. Hola Adolfo Suarez. Me voy, allí te quedas con tu organización de rentabilidad. Me imagino lo bien que el dinero público se recupera con el negocio… instalaciones de dinero. Podríamos copiar para nuestra inversión pública ¿no? Hasta el camino a tomar el avión pasa por perfumerías, cafeterías, librerías, farmacias. El dinero público se invierte, no se gasta. Una mujer trae a un niño de cuatro años. Quiere que alguien le lleve como un recado de panes de mantequilla hasta Guinea. La gente mira. Un hombre mayor se ofrece. Asientos, es hora de volar. El avión no ha llegado al aeropuerto de Barajas Adolfo Suarez procedente de Guinea. Las compañías de otros países vienen, se van. La población guineoecuatoriana mira, se calla y murmura. Toca esperar. Los personajes de la patria profunda aquí son personas pero no llevan bolsos de los ecuató. Yo entre manos, maletas chinas embaladas, miembro de la patria profunda, imagen de una guineoecuatoriana en el Aeropuerto de Barajas Adolfo Suarez.




Trifonia Melibea Obono (Afaetom, Evineyong, Guinea Ecuatorial, 1982) es periodista y politóloga, docente e investigadora sobre temas de mujer y género en África. Licenciada en Ciencias Políticas y Periodismo por la Universidad de Murcia y Máster en Cooperación Internacional y Desarrollo en la misma universidad.
Es docente en la Facultad de Letras y Ciencias Sociales de la UNGE (Universidad Nacional de Guinea Ecuatorial) de Malabo desde 2013. También forma parte del equipo del Centro de Estudios Afro-Hispánicos (CEAH) de la Universidad Nacional de Educación a Distancia (UNED). Ha sido incluida en la antología Voces femeninas de Guinea Ecuatorial. Una antología editada por Remei Sipi, y es autora de las novelas Herencia de bindendee La bastarda.

lunes, noviembre 28, 2016

Mohsen Emadi - La magia y el milagro

No.093_Coparticipantes de la luz - Mohsen Emadi - La magia y el milagro





La magia y el milagro 

Mohsen Emadi
1. Una antigua leyenda persa narra la historia de una mujer sola que escapa de sus enemigos. La mujer llega a una montaña y la siguen de cerca, a punto de atraparla. La montaña la devora, le da refugio, y una parte de su velo queda fuera de montaña. Al mismo tiempo nace una fuente en el lugar de su desaparición. La mujer ya pertenece a la montaña. Los Zaratustrianos y los Chiitas nos cuentan la misma historia. En una versión la mujer escapa de los conquistadores árabes y en la otra de los fundadores del Califato Omeya. La montaña para los Zaratustrianos reside en los desiertos centrales de Irán y en el folclore Chiita por los montes de Alborz, en el norte de país. Se dice que si cortan un pedazo del velo, crece otra vez. Además, creen que este lugar puede devolver la fertilidad a las mujeres estériles. El folclore del norte de Irán, describe así el momento de su desaparición: Ella sabía de un conjuro que la podría ayudar en el peligro. Debería decir: “¡Ya Hu!” que significa ¡Ay, él! Él ―en este contexto− refiere a lo divino. Pero la mujer en la angustia de su condición tuvo un lapsus. Dijo: “¡Ya Ku!” y Ku ―abreviatura para Kuh− significa montaña. Este lapsus fue la causa de que la montaña la abrazara y la devorara. Quizá esta creencia folclórica parezca ridícula pero, más allá de la antigua relación entre la montaña y lo divino en la historia del pensamiento, revela otra cosa: El poder de la palabra donde ésta ―el logos−, se cumple a sí misma. La mujer en la leyenda utiliza la palabra con el mismo poder que el dios de Abraham al decir “Haya... y Hubo”. La mujer puede tener un lapsus, pero la palabra nunca cometerá errores. Me pregunto: ¿Cómo se cumple la palabra?


2. Desde la lejanía de Japón hasta las fronteras de Troya, hubo un histórico movimiento de los pensadores a quienes llamamos “los sabios locos”. En Japón, Ryokan (1758–1831) es un gran miembro de este movimiento. Ryokan, se describe así en un poema: Ryokan, el gran maestro Zen, un tonto, un estúpido. Son conocidas las historias de él jugando con los niños. En un cuento Ryokan juega al escondite. Fue su ronda para esconderse y el poeta se esconde dentro de un montón de paja, los niños no lo pueden encontrar y cansados se marchan a sus casas. Por la mañana siguiente, cuando el campesino quiere recoger su paja, encuentra al poeta. Sorprendido le pregunta: ¿Qué haces aquí? Y el poeta responde: “¡Shh, cállate! los niños me encontrarán.”

En Irán, “Baba Taher Oryan” (938–1021) [El padre limpio y desnudo], es otro ejemplo de los sabios locos. Se dice que un día él, que fue un analfabeta, visita una escuela. Allá pregunta a un académico: “¿Qué ha hecho usted para tener tanta sabiduría?” El académico para burlarse de este hombre simple y analfabeta, responde: “Una noche de invierno, en el frío absoluto, rompí el hielo del estanque congelado y pasé una noche allí, por la mañana se me abrieron las puertas de la sabiduría”. Baba Taher no sabe que el académico se está burlando de él y una noche de invierno, en la feria de Hamadan, la misma ciudad que fue el mirador de Hamadani (siglo XII), rompe el hielo del estanque congelado y resiste hasta la mañana en él. Por la mañana, se levanta como Baba Taher Oryan. La burla del académico se hizo verdad. Baba Taher es una de pocas figuras en la historia oficial de la literatura persa cuya poesía tiene acento. A pesar del conservadurismo que sostuvo el persa oficial frente a los acentos y los dialectos, no fue capaz de borrar el acento de la poesía de Baba Taher. Aceptó su poesía como tal. Su poesía es simple y desnuda. La combinación de locura y sabiduría daba un poder enorme a los poetas como él. Su locura parecía de tipo infantil, y por eso los poderosos, como si estuvieran frente a un niño, se desarmaban y, así, tenían que escuchar las más duras críticas bajo el nombre de locura. Se dice que un día, Toğrul (990−1063), el conquistador, vino a Hamadan, y todos los grandes de la ciudad fueron a recibirlo con un regalo exquisito. Baba Taher encuentra un pedazo de hierro oxidado en el camino, lo dobla y transforma en un anillo, lo pone en la mano del conquistador y dice: “En este mismo anillo que dejé en tu mano, está la reina de todo el universo”. Esta expresión, además de afirmar que solo este poeta loco tiene el poder de regalar la reina del universo, habla de otra cosa: La reina de todo el universo es como un hierro oxidado que desaparecerá. En un poema de amor, Baba Taher escribe: “Por las noches abrazo tu fantasma en mis sueños, por la mañana mi cama huele a flores”. Me pregunto: ¿Abrazar a una fantasma, una imagen, cómo cambia la realidad física? ¿De la relación entre la imagen de la amada con el amado, qué cosa cambia en la realidad de su cama? ¿De dónde surge este perfume de flores? ¿A qué categoría de la realidad pertenece esta otra realidad?

3. La historia de las religiones está llena de interferencias de la imaginación en la realidad. Por ejemplo, con respecto a la histórica lucha de Platón contra los poetas se encuentra una sutra, un capitulo del Corán, en concordancia con Platón, que se llama “Los poetas”. El hecho de que uno de los 114 capítulos del Corán hable especialmente de los poetas, muestra la preocupación y la ansiedad del Corán en este asunto. El capítulo está muy bien estructurado. El Corán, empieza con la famosa historia del Faraón, los magos y el milagro de Moisés. La historia se encuentra en el Éxodo con poca diferencia. Se dice que los magos tiran sus bastones y todos se convierten en serpientes. Pero el bastón de Moisés se convierte en un dragón que devora las serpientes. El dragón, siempre juega un papel muy importante en la mitología de varias culturas. La serpiente refriere a la realidad física y el dragón a la realidad mitológica. En esta leyenda, la realidad mitológica devora a la realidad física. Los intérpretes del Corán utilizan la famosa dualidad del milagro y la magia para hablar de estos dos entornos de la realidad. En su opinión, el milagro cambia la realidad física en su esencia y la magia representa la realidad en otra forma. Es decir, la magia actúa al nivel de la apariencia, no en la esencia. La lucha entre Moisés y los magos en esta escena es la lucha entre la esencia y la apariencia. Es decir, el dragón de Moisés se encuentra en los círculos de la verdad y las serpientes de los magos en los círculos de la mentira. Esta misma dualidad, a finales de este capítulo, es la causa de que el Corán llame mentirosos a los poetas. Los poetas, en la opinión de Mahoma, son como los magos del Faraón, y el Corán mismo es el bastón de Moisés. Tampoco en Las mil y una noches, los talismanes y los conjuros cambian la esencia de los objetos y, por eso, cuando un hombre es convertido en mono por un demonio, los magos son capaces de distinguir su esencia de su apariencia. En cambio, todos los milagros de los profetas reclaman cambiar la realidad física en su esencia. Por ejemplo, Jesús en la realidad física devuelve la vida a los muertos, o Mahoma corta la luna en dos, en su realidad física. Sin embargo, la religión rechaza todos los discursos ajenos sobre el milagro. Por ejemplo, se dice que Al-Muqanna (muerto en 783) fue un profeta persa que llevaba al cielo otra luna desde el pozo de Najshab, y en el cielo aparecieron dos lunas al mismo tiempo. Mucha gente confió en Al-Muqanna y el Califa mandó sus militares para matarlo. Cuando se acerca el ejército del Califa a la ciudad, no lo encuentran. Dicen que se suicidó en un barril de ácido. La luna de Al-Muqanna en el barril de ácido, se desvanece de la realidad física, y en la poesía persa se convierte en una metáfora de la amada. La palabra milagro, en latín remite a la admiración por el asombro. En persa y árabe se refiere a lo imposible. El milagro es hacer posible lo imposible. En cambio, la palabra magia en persa y árabe refiere a engaño, cambiar la dirección de la mirada, y es una cortina. En español, esta palabra viene de la griega mageia (μαγεία) y tiene sus raíces en persa y sánscrito. En antiguo persa, la palabra refiere al poder y en sánscrito a la ilusión. Así que la palabra milagro está vinculada con el círculo de conceptos como el asombro y lo imposible, y la palabra magia tiene vínculos con conceptos como ilusión, cortina engañosa y poder. Me pregunto ahora: ¿Quién hace posible lo imposible?

4. A lo largo de la historia no fueron solo los profetas abrahámicos los que eran capaces de realizar el antiguo sueño de hacer posible lo imposible. La gente inventó tal capacidad hasta para figuras como Budha, que nunca se proclamó profeta. Attar (1145–1221) en un libro, hace una recopilación de las leyendas y los milagros de los místicos. En este libro, los místicos caminan sobre el agua, con un simple gesto domestican a los animales salvajes, y dan noticias del futuro. La rebeldía de la imaginación contra la rigidez del mundo físico grita en cada línea de este libro. El místico se rebela contra el tiempo y el lugar. En una escena, un místico transita durante años por los desiertos para la peregrinación de la Kaaba. Cuando llega a la Meca no encuentra la Kaaba en su lugar. Unas líneas después, Attar utiliza la voz de lo divino para señalar al místico, que la Kaaba no está en su lugar porque se fue para recibir a una mujer mística, Rabia al Adawiyya (714/717/718-801). Attar, aunque preserva la figura trágica del Mansur al-Hallaj (858-922), nos deja en una condición de asombro. Hallaj es capaz de liberar 300 presos con un gesto, pero él mismo no quiere escapar y encuentra su sueño en la horca. En la narración de Attar, la primera noche que encarcelan a Hallaj, los guardianes no lo encuentran en su celda, está desaparecido. En la segunda noche, su celda desaparece. En tercera noche, él regresa a la celda por voluntad propia. En las historias de la muerte de Hallaj, Attar muestra que cada órgano de su cuerpo, hasta su ceniza, y cada gota de su sangre, gritan la palabra ‘verdad’ de este poeta y pensador. En los textos de Attar, se dice que en el juicio final será necesario traerlo encadenado, porque su locura puede hacer temblar a los cielos. No es solo Attar quien cuenta tales historias. En la historia del misticismo se pueden encontrar muchas imágenes similares. La imagen de un hombre escuchando una interpretación del amor, que palabra a palabra se funde por la pasión, cuando acaba la interpretación, se ha convertido en agua y desaparece en la tierra. La importancia del libro de Attar y de otros libros similares no reside solo en el hecho de recopilar estas historias, sino en la teoría de la unidad de existencia que destruye el monopolio de lo divino. Otros pensadores como Ahmad Ghazali (1061-1123 o 1126) y Ayn al-Quzat Hamadani (1098-1131) hasta presentan al diablo, el Iblis, dentro de entornos de lo divino. En realidad, los profetas, nunca fueron capaces de monopolizar lo divino. Attar y otros pensadores admiten en entorno de la literatura oficial lo que existía desde hacía siglos en el folclore y las creencias populares. Muchas de las imágenes asignadas a esta o aquella figura religiosa, son imágenes poéticas. La gota de sudor de la amada cae de su cara sobre la tierra y hace crecer una rosa. Pero una estrategia textual, como la personificación que se aplica sobre la Kaaba, aún cuando es una rebeldía contra el lugar, mueve los sistemas ontológicos de la religión.
5. Shams Tabrizi (1185–1248) narrando la historia de un derviche, crea una interpretación diferente de la eternidad del hombre. Dice: “Dijo el Sheij (el maestro) que el Califa prohibió la Sama (el baile). Apareció un nudo de traumas en el interior del derviche y se enfermó. Le traen un médico experto. El médico examina su pulso y no encuentra ninguna de las causas que había estudiado. Muere el derviche y el médico abre su tumba y su pecho, y saca el nudo. Parecía un rubí. En tiempos de necesidad lo vende y, de mano en mano, el rubí llega hasta las manos del Califa. El Califa hace una sortija de sello con el rubí y la mantiene en su dedo. Un día, cuando bailaba, ve su ropa manchada de sangre. No encuentra ninguna herida. Mira el anillo y ve el rubí fundido. Investiga a los mercaderes y llega hasta el médico, y éste le cuenta la historia.” Este cuento, aún cuando revela la hipocresía del Califa y otros gobernantes religiosos, habla de la eternidad del corazón. El corazón cambia de forma, pero no muere. La metáfora del corazón en este cuento refiere al lugar de la epifanía de lo divino. El vestido de Hallaj o sus cenizas son capaces de tranquilizar el enojo de Tigris después de su muerte. Si el corazón del derviche se convierte en piedra por la tristeza, pero en el baile retoma su forma original, me pregunto: ¿Incluso la palabra puede regresar a su forma original? En las creencias folclóricas de Irán, la poesía de algunos poetas puede contarnos el futuro. Por ejemplo, en muchas fiestas persas, la persona desea algo en su corazón y pide consejo de Hafiz (1325/26-1389/90), abriendo una pagina de su poesía al azar. Hay poemas que tienen la capacidad de curarnos. Por ejemplo, dicen que si se leen unos poemas de Abuljair (967-1049), respirando sobre la cara de un enfermo, o si se disuelve el poema en agua y el enfermo lo bebe, se curará. La capacidad de profecía o de curación de la poesía nos llegó desde los primeros poetas: Los Chamanes. Pero, si consideramos los hechos, este poeta, Abuljair, a quien se atribuyen más de 1,200 poemas, nunca escribió más que dos poemas en su vida. Similar a esta figura es Omar Jayyam, conocemos más de mil poemas suyos, pero él mismo no escribió más que veinte. Así que la creencia de curación de esos poemas no refiere a la persona histórica de Abuljair, él es un símbolo colectivo. En realidad, lo divino no tiene nombre. Nombrar lo divino ocurre como un proceso histórico.
En los próximos ensayos hablaré de las transformaciones de la “figura del poeta” desde la cultura oral hasta la cultura escrita y la cultura digital. Acá solo menciono que la historia, como conjunto de instituciones, se construye en la transformación de la cultura oral a la escrita. Varias figuras como Shams Tabrizi estuvieron contra la escritura. Este mismo pensador existe solo tres años en la historia, porque en estos tres años vivió cerca de la escritura de Rumi (1207-1273). En el pensamiento de Shams, la escritura mata la palabra y la palabra pierde su vida y fluencia, y se congela. Él incluso piensa que nadie puede citar sus palabras. Es decir, un texto que no contiene el cuerpo de Shams no está hecho de sus palabras.

6. Se dice que Rostam, el héroe de la épica nacional persa, mata a su hijo Sohrab. Las leyendas cuentan que Rostam le pide al Rey la cura. Pero la cura nunca llega a tiempo y Sohrab muere. El Shahnameh cuenta la muerte de Sohrab hasta este punto. Pero la gente no acepta el asesinato de Sohrab en manos de su propio padre, ni puede dejar que Rostam quede libre de este asesinato. La relación entre padre e hijo en la épica nacional persa no es como la leyenda de Edipo en la mitología griega. El folclore añade un capítulo nuevo a la historia. Dice que la voz de lo divino, Sorush, habló con Rostam y le dijo que, si levantaba el cadáver de Sohrab en sus brazos y lo mantenía así por cuarenta días, el muerto regresaría a la vida. Rostam lo intenta. En el día 39, una viejita lava la ropa junto al río en cuya orilla Rostam mantiene sobre sus manos, levantado, el cuerpo de su hijo. La viejita lava la ropa, una tela negra, por horas y horas. Rostam le pregunta: “¿Qué haces viejita?” Responde la mujer: “Quiero hacer blanco el negro de esta tela, como tú, que quieres devolver a la vida un muerto”. Si tú lo puedes hacer, yo también. Rostam pone sobre la tierra el cuerpo de Sohrab. Acá es donde, según el folclore, Sohrab muere para siempre. La voz de la imposibilidad, en este capitulo del folclore, es la voz de la “razón”. La religión, aunque fue la institución de la fe en su desarrollo histórico y tuvo una lucha incesante con la razón, ha actuado al lado de filosofía, compartiendo dos elementos: el poder y la voluntad. María Zambrano, con su gran lucidez, considera a la poesía indiferente a estos dos elementos. El poder y la voluntad son los mismos elementos que en la religión, intentan construir una poética del milagro y lo divino, a fin de mantener el monopolio de la religión sobre lo divino. Estos mismos elementos en la filosofía tratan de falsificar el monopolio del pensamiento. El misticismo resistió hasta cierto punto contra el monopolio de lo divino y expandió la poética de las religiones, pero, exactamente en el proceso de inventar la poética, se alejó de la poesía. Dice Vladimir Holan (1905 – 1980), el poeta checo, que “jenom poetické ničí poézii”, es decir, solo lo poético destruye la poesía.

7. Hace más de dos mil años, Zhuang Zhou (369 a.C-286 a.C) imagina un diálogo entre Confucio (551 a. C.-479 a. C.) y Lao Tze (muerto en 531 a.C). En este diálogo, Confucio está de acuerdo con la ley y la justicia, en cambio, Lao Tze piensa que no hay una idea más injusta que la justicia. Lao Tze no cree en la caridad y la justicia y propone el concepto de virtud en lugar de ellas. Más de dos mil años después, Ahmad Shamlu (1925–2000), el poeta persa, imagina un diálogo entre la idea de la Tierra y la idea del hombre, en el momento de la destrucción final. Este poema, tiene referencias a un capítulo del Corán que se llama “hierro”. En el Corán, Dios dice al hombre que le regaló  el hierro para construir espadas con las cuales puede ejecutar la justicia. Dice Shamlu: “Si hubiera amor, no habría necesidad de una injusticia llamada justicia”. Lo que Zhuang Zhou y Lao Tze llamaban Tao y Virtud, Shamlu lo llama amor. Yo considero la idea histórica del amor como una construcción hecha por la poesía. Prefiero utilizar la poesía incluso en lugar del amor y la virtud. Un mundo que tiene arquitectos como Platón y Confucio se construye sobre la dualidad del poder y el anti-poder. La misma dualidad que, en nuestra condición humana, fue responsable de la creación de la imposibilidad. Ko Un (nacido en 1933), el poeta coreano, escribe en una poema: “Algunos dicen que recuerdan mil años/ algunos dicen que han visitado los próximos./ En un día de vientos / Yo estoy esperando el autobús.” La poesía en esta interpretación del momento, sin poner atención a la historia ni a la profecía, sin buscar el poder ni la voluntad, se inventa a sí misma. Me pregunto: ¿De dónde viene este autobús y a dónde va? Una pregunta que en estos momentos de la espera me empuja a escribir otro capítulo: El nacimiento de la palabra.


Fotografías:
Montañas iranís de Amos Chapple, publicada en:
www.theguardian.com

Fotografía de mano de derviche tomada de:
www.sufiway.eu

domingo, octubre 23, 2016

"Foucault, uma leitura" | Encontro com Antonio Negri [áudio com tradução...





Assista aqui: filósofo italiano Antônio Negri reflete sobre o pensamento de Foucault

Com transmissão ao vivo no player abaixo, dia 22 (sábado, às 15h) o Centro de Pesquisa e Formação do Sesc recebe o filósofo italiano Antônio Negri, para a palestra "Foucault, uma leitura". A mediação fica por conta de Mário Marino, bacharel e mestrando em filosofia pela USP.

Michel Foucault gostava de comparar sua produção a uma caixa de ferramentas. "Que se use uma frase, ideia ou análise de meus livros para desmontar, desqualificar e romper com os sistemas de poder", dizia o filósofo.
É preciso que a teoria sirva e funcione, mas não por si só: ela não tem valor se não há ninguém para se servir dela.
Trinta anos após a morte de Foucault, coloca-se a pergunta: suas ideias ainda são capazes de ferir a atualidade?
Conceitos como biopolítica e biopoder, trabalhados por Foucault há mais de três décadas, ainda são válidos? Quais são, atualmente, os usos novos, possíveis e imprevistos do pensamento de Foucault?
Para o filósofo Antonio Negri não há dúvidas: o pensamento de Foucault é atual; para ele, é impossível compreender o caráter dos movimentos sociais sem estudar as mudanças do mundo à luz do pensamento foucaultiano.

lunes, octubre 17, 2016

EyN: El poeta Bob Dylan en la carretera

EyN: El poeta Bob Dylan en la carretera



Roberto Careaga C.
Artes y Letras
El Mercurio

Leyenda viva de la música popular, desde el jueves el músico estadounidense también es oficialmente un literato. Así lo acreditó la Academia Sueca al cambiar las reglas y otorgarle el Nobel de Literatura. Pero la poesía ya estaba: desde los 60 hasta hoy, Dylan ha escrito buscando respuestas que no están.
 



"Practico una fe abandonada hace tiempo/ No hay altares en esta larga y solitaria carretera", cantaba Bob Dylan (1941) hace 10 años, en la sombría Ain't talkin'. Tenía 65 años y volvía a dar vueltas por el mundo, esta vez por uno "agotado por la congoja". Era un peregrino solitario desgastado por el llanto, que avanzaba por ciudades asoladas por la plaga, cargando "la armadura de un hombre muerto". Había salido del "jardín místico". "Sin hablar, solo caminando/ El corazón ardiendo, todavía anhelante", cantaba una y otra vez, citando dos líneas de un gospel de los 50. "¿Quién dice que no puedo recibir ayuda divina?", se preguntaba, pero terminaba sin respuestas en el último lugar del mundo, desde donde el jardinero había desaparecido.
La canción cerraba "Modern times" (2006), quizás su último gran disco. Su típica voz rota se oía aun más oxidada. Era el tiempo que, a esas alturas, Dylan ya sabía manejar a su favor: las elegantes 10 canciones del álbum están hechas sobre una serie de citas a viejas tonadas del blues, el country e incluso del jazz. Llegaron a caerle acusaciones de plagio, pero él solo echaba mano del patrimonio de los ancestros. Eran los ritmos de siempre y acaso también era el Dylan de siempre: alguien que ha estado en todos lados ("No puedo volver al paraíso; maté a un hombre ahí"), y aunque sabe exactamente lo que pasa en el mundo, sigue buscando una respuesta que no llega nunca.
Cuando lanzó aquel disco, Dylan se sentó con el escritor Jonathan Lethem y le respondió varias preguntas para la revista The Rolling Stone. Se explayó con detalles en los asuntos propiamente musicales, pero cuando llegó el momento de hablar de las letras pisó el freno: "No escribí estas canciones en un estado de meditación, sino en una especie de trance, en un estado hipnótico. ¿Es así como me siento? ¿Por qué me siento así? ¿Y quién es ese yo que se siente así? No puedo decirlo. Pero sé que esas canciones están en mis genes y no pude detener que salieran", dijo. Y luego agregó: "Simplemente dejo que las letras aparezcan, y cuando las estoy cantando, parecen tener presencia ancestral".
Le pasó siempre. A inicios de 1962, recién instalado en Nueva York, con 21 años, Dylan sufría de "ráfagas de creatividad": podía ir en el metro, estar hablando con alguien, en cualquier parte, cuando de pronto se le ocurría una canción. Le pasó la tarde del 12 de abril de ese año, en una cafetería de Greenwich Village. Después de juguetear por casi una hora con las palabras y la guitarra, tenía lista "Blowin' in the wind". Su primer himno. Décadas después, un periodista le preguntó de dónde había venido la canción: "Simplemente vino".
Escurridizo y distante, Dylan lleva medio siglo reiventando una y otra vez el sonido tradicional estadounidense y, a la vez, construyendo un estilo personal. También, renunciando a todos los papeles que se le piden: a ser el portavoz de la contracultura de los 60, a ser una estrella de rock, e incluso, a ser un poeta. Pero sobre lo último ya está el veredicto: el jueves pasado, la Academia Sueca le entregó el Premio Nobel de Literatura, argumentando que "había creado una expresión poética dentro de la gran tradición de la canción americana". La secretaria del organismo, Sara Danius, fue más lejos y lo comparó con Homero y Safo, quienes escribieron textos poéticos para ser dramatizados o interpretados musicalmente: "Y aún hoy los leemos y los disfrutamos. Es lo mismo con Bob Dylan: puede ser leído y debe ser leído", dijo.
La explosión
Convocado por el Presidente Bill Clinton, en 1997, Bruce Springsteen subió al escenario del Kennedy Center para homenajear a Dylan. "Esta canción -dijo- fue escrita en un momento de la historia de mi país cuando la ansiedad del pueblo por una sociedad más justa y abierta explotó. Bob Dylan tuvo el valor de levantarse durante ese fuego y atrapó el sonido de esa explosión. Esta canción permanece como un bello llamado a las armas". Luego empezó a cantar "The times they are a-changin'".
La canción, que abre y titula el tercer disco de Dylan, de 1964, sintetiza el momento que atravesaba. Tenía 23 años, una canción que se oía en todos los rincones de Estados Unidos -"Blowin' in the wind"- y estaba dispuesto levantarse durante el fuego: "Vamos, senadores y congresistas, por favor presten atención a la llamada. No se queden en la puerta, no bloqueen la entrada. Hay una batalla ahí fuera, y es atroz. Pronto sacudirá vuestras ventanas, y hará vibrar vuestras paredes, porque los tiempos están cambiando", decía dramático y frontalmente político. Según anotaron Philippe Margotin y Jean-Michel Guesdon, en el libro "Bob Dylan. Todas sus canciones", por esos días el músico escribía poemas "bajo el influjo épico de los textos bíblicos, la estética de los simbolistas franceses y la contracultura de la generación beat" que luego transformaba en canciones de protesta.
Dylan había llegado desde Duluth, Minnessota, hasta Nueva York, en 1961, siguiendo los pasos de su ídolo, Woody Guthrie, un legendario trovador político y social folk que por esos días estaba internado en un siquiátrico. Estaba tan obsesionado con él que le llevó una canción para que la aprobara: "Song for Woody", una de las dos composiciones originales de su primer disco -"Bob Dylan", 1962-, el resto eran versiones de temas tradicionales. Por entonces, privilegia una escritura sencilla y directa, como luego será "Blowin' in the wind", que aparentemente cita el Libro XII de Ezequiel de la Biblia. El alma de profeta lo siguió hasta "The times they are a-changin'", acaso la canción que lo saturó del papel.
El caos
Al día siguiente del asesinato de J. F. Kennedy, Dylan estuvo en un recital en Nueva York que tenía obvias resonancias a la tragedia. Abrió su show con "The times they are a-changin'", y aunque fue un éxito instantáneo, para él no todo calzó: "No entendía por qué me aplaudían, ni siquiera por qué había compuesto aquella canción. Ya no entendía nada", dijo años después. Dylan escapó de ese rol político empuñando una guitarra eléctrica y escoltado por un nuevo amigo, Allen Ginsberg, y compuso su trilogía más brillante: los álbumes "Bringing all back home" (1965), "Highway 61 Revisited" (1965) y "Blonde on Blonde" (1966). Ese nuevo Dylan, con 25 años, no anda buscando respuestas: se hundía en el caos.
El influjo de los beat aparece en "Subterranen Homesick Blues" o "Maggie's Farm", canciones de protesta urbanas y explosivas, que no solo protestan contra el sistema político: "Tengo la cabeza llena de ideas/ Que me están volviendo loco", cantaba en la segunda, y algo de eso estalló en "Tombstone Blues". La canción por la que lo admira Nicanor Parra es el relato del turbulento movimiento de la historia narrado al estilo surrealista: aparece Beethoven, el cineasta Cecil B. DeMille, Jack el Destripador y una serie de revolucionarios y forajidos estadounidenses. El tono sigue en las líricas del disco "Blonde on Blonde": "Dentro de los museos, el infinito se va a juicio./ Las voces repiten que debería llegar la salvación./ Pero Mona Lisa debe haber tenido nostalgia de la carretera./ Se ve por el modo en que sonríe", dice en la fantástica "Vision of Johanna".
No es fácil atrapar a Dylan: mientras hace esos discos salvajes, graba decenas de temas que van a ser descartados, no todos en el mismo tono. Entre ellos, "Farewell, Angelina", nada más que con guitarra y armónica. Es el relato de una despedida: "Adiós, Angelina, los cascabeles de la corona fueron robados por los bandidos, debo seguir el sonido de los triángulos y la lenta melodía. Adiós, Angelina, el cielo está en llamas y debo irme", canta en el inicio, anunciando el inicio de otra cosa. Y va a pasar: Dylan va a ser otro.
Contando historias
El 29 de julio de 1966, Dylan avanza por una carretera sobre su motocicleta Triumph 500 cuando algo sale mal. Rodeado de rumores que el artista jamás ha aclarado, el accidente marcó un quiebre en su vida. En la cima de su carrera, Dylan pasó los 15 meses de su recuperación en su casa en Woodstock, alejado de la vida pública. Pero no de la música. Llegó a grabar 138 canciones con The Band, un grupo de amigos con quienes iban de subterráneo en subterráneo, armando temas nuevos, cubriendo clásicos del folk y el country. Una de esas canciones es "This wheel's on fire", quizás el relato del accidente, pero que Dylan transforma en algo mayor: "Nos íbamos a reunir de nuevo y esperar/ así que me desharé de todas mis cosas/ me sentaré antes de que sea demasiado tarde./ Ningún hombre vivo vendrá con nosotros", dice como si hablara con la muerte.
El tumultuoso letrista que fue Dylan va a evaporarse. Se va a convertir en un relator de historias, a veces las suyas: el aclamado álbum "Blood on the tracks" (1975) está hecho de las historias de un hombre herido que cuenta su derrota, como si contara cuentos en la barra de un bar. Tenía 33 años. Según él, su modelo fue Chéjov. "Creyeron que era autobiográfico", dijo, y quizás lo era. "La única cosa que supe hacer/ fue huir hacia delante, como un ave que vuela/ envuelto en la tristeza", canta abatido en "Tangle up in blue". Su esposa, Sara, lo ha dejado.
En adelante la ruta lírica de Dylan va a tener varias vetas, pero seguirá contando historias hasta el final. El disco "Desire", 1976, está lleno de relatos de vidas reales, como la canción "Hurricane", sobre el boxeador Rubin Carter, acusado injustamente de un triple homicidio. O "Joey", sobre Joey Gallo, un mafioso que escribía poesía y a Dylan, más que un delincuente, le parecía un héroe callejero. El tópico lo volvió a tomar en "Tempest", su último disco: "Early roman king" es una idealización de una pandilla que hizo estragos en el estado de Nueva York en los 60: "Aún no he muerto, mi campana todavía suena", canta Dylan entonando un blues clásico. "He tenido mi diversión, he tenido mis aventuras amorosas./Voy a sacudirlo todo como los primeros reyes romanos", sigue.
Dylan sigue ahí, dispuesto a sacudirlo todo, pero la oscuridad lo acecha. Con el poema "Oda a un ruiseñor", de John Keats, como eco de fondo, en 1997 escribió la canción "Not dark yet". Tenía 56 años y ya veía el horizonte. No sabía cómo había llegado adonde estaba: "Nací aquí y voy a morir en contra de mi voluntad./ Ya sé que parece que me marcho/ pero estoy quieto./ Cada nervio de mi cuerpo está ausente e insensible./ Ni siquiera recuerdo/ de qué vengo huyendo./ Ni siquiera oigo el murmullo de una oración./ Aún no ha oscurecido/ pero no va a tardar".

Sergio del Molino: “Un país sin relato no es un país”

Sergio del Molino: “Un país sin relato no es un país”



Sergio del Molino: “Un país sin relato no es un país”

Mario S. Arsenal

El periodista y escritor Sergio del Molino (Madrid, 1979) publica La España vacía. Viaje por un país que nunca fue (Turner), un ensayo sobre la despoblación rural que se produjo a partir de los años 50, diáspora que ha terminado convirtiendo a España en un país imaginario del que, sin embargo, todos guardamos alguna imagen fantasmagórica. Un recorrido sociológico de trasfondo cultural que indaga en las consecuencias del continuo y alarmante vaciamiento de la Península ibérica a través de sus últimos 60 años de historia.
Parece que desde el propio subtítulo pretendes apelar directamente a los tópicos. ¿Qué le debes a este país vacío para que emocionalmente te hayas lanzado a escribir un libro como éste?
Ciertamente sí que hay una conexión sentimental, y creo además que ya estaba expresada en mi novela anterior. Una de las cosas que exploro en Lo que a nadie le importa (Literatura Random House, 2014) es cómo mi abuelo, que nunca ha vivido en esa España vacía porque procede de ese pueblo menguante que es Bubierca (donde nació pero nunca ha vivido), considera que pertenece a él y que allí ha construido una mitología. Cuando se jubiló se compró una casa y se convirtió en campesino, pero un campesino de mentira, porque él siempre ha sido de ciudad. Quien lo ve, cree que ha vivido en el pueblo toda su vida y que viene de plantar tomates, aunque las manos las tenía perfectas porque era un white-collar.
Portada de La España Vacía
Portada de 'La España vacía'
En esa reflexión está el germen de este libro como motivo literario y narrativo. Para todo lo demás no hay una cuestión de deuda, pero sí una clara relación biográfica al margen de la conexión familiar con mi abuelo, y ésta es la conciencia que tengo de vivir en Zaragoza, una ciudad rodeada de desierto y donde no hay un entramado urbano. Literariamente siempre me han interesado mucho los márgenes de la ciudad, los cinturones, esas tierras de nadie, las zonas de transición. En Zaragoza no existen apenas; de repente, sabes que el siguiente poblado está a cien kilómetros y viven cuatro abuelos. En esa conciencia del desierto, que yo he recorrido mucho como periodista, y también por gusto, hay una fascinación íntima que viene de años atrás, un runrún que me viene acompañando desde hace tiempo y que, como tema y motivo de reflexión, me parece poderoso. Es una literatura que siempre me ha gustado de una forma bastante natural, no estoy intentando saldar ninguna deuda con la España vacía porque ni siquiera procedo de ella. Pero sí que tengo una vinculación sentimental.
En las primeras páginas del libro dices que “España tiene mucho que digerir y muy poco estómago”. Es como si los tópicos aparecieran de manera inconsciente. ¿Es algo propiamente nuestro o sucede también fuera de España?
Sucede en todos los países. Y hay motivos como la heterofobia o el desprecio al paleto que son constantes. Un paleto es un paleto en todas partes, ahí tenemos el redneck norteamericano. Y los franceses, por ejemplo, han sido maestros en el arte de despreciar al bruto del campo. Son como el paradigma del desprecio. Si quisieras despreciar bien, tienes que fijarte en cómo lo hacen ellos porque lo hacen muy bien. Pero volviendo a la pregunta, la diferencia no es tanto cualitativa sino cuantitativa. La diferencia es la intensidad. El dramatismo que le damos nosotros a las cosas, como algunas expresiones universales, en España tienen un cariz muy bronco, violento y a menudo está muy acompasado con el paisaje. Esos mismos mitos se pueden explorar en otras naciones, y existen, pero no de una forma tan dramática y determinante a la hora de definir un país como España.
Sergio del Molino durante la presentación de su libro
Sergio del Molino durante la presentación de su libro
¿Existe alguna alternativa posible que nos permita recuperar ciertos lugares sin convertirlos necesariamente en reclamos turísticos?
No lo sé. No he escrito un ensayo programático, de hecho no tengo capacidad para eso. Tengo capacidad para identificar, explorar literariamente y hacer sugerencias. Es una cuestión que rebasa el sentido del libro. Si preguntas por mi opinión al respecto, te diré que lo observo con poca esperanza. Tal vez habría que rebobinar y no haber destruido la cultura y el pasado agrícola. En ese sentido, el turismo puede ser una tabla de salvación, pero el futuro que dibuja Houellebecq en El mapa y el territorio, que concibe Francia (y por extensión tal vez Europa) como un gran puticlub-museo-restaurante Michelín, ya se está viviendo en algunas zonas de la España vacía. Es muy triste porque conlleva asumir tu propia caricatura e interpretarla. La encrucijada es muy difícil porque se han probado muchas cosas y ninguna ha funcionado. La sangría sigue. Creo que nadie tiene una respuesta sobre cuál es la fórmula para que muchos pueblos sigan existiendo y su gente con ellos. Lamentablemente vamos a presenciar la desaparición de muchos más.
Sobre el caso del crimen de Fago: “No querían ser contados por otros ni encajar en ningún cliché sobre la vida rural o la España negra, pero tampoco querían contarse ellos mismos”. ¿No verbalizarnos a nosotros mismos ha contribuido a dilatar la brecha entre el campo y la ciudad?
Sí, pero en general la gente que vive en el margen no quiere ser contada. Si se han echado a un lado, igual quieren que los dejen en paz. Yo me pregunto muchas veces quién cuenta la vida de otros y quién tiene derecho a poner voz a los demás. Desconfío mucho de la gente que asume portavocías. ¿Quién les ha pedido permiso? A lo mejor tienen voz y no quieren alzarla. Hay mucho paternalismo y mucha superioridad moral en ese aspecto. Me preocupa mucho como escritor y como periodista, y por eso en parte he escrito este ensayo, porque quería explorar cómo hemos acallado y silenciado a cierta gente.
Háblame de Las Hurdes.
Lo de Las Hurdes es muy significativo para mí. En 1908 se organiza el primer congreso de hurdanófilos. Se hace fuera, en Plasencia, y allí se reúnen una serie de filántropos preocupados por el problema de Las Hurdes. Pues bien, vuelve a hacerse en los 80, y en 1988 se celebra en Las Hurdes con la particularidad de que para entonces ya es un congreso de hurdanos y hurdanófilos. En ese momento asumen la voz y aceptan sin rechazo la historia que se ha tejido en torno a ellos. Entonces son capaces de verbalizarla y de pertenecer a ella. Esa asunción de la primera persona me parece importantísima.
La orografía, los sistemas políticos, nosotros mismos... ¿Quiénes son los culpables de que abandonáramos nuestra tierra de manera precipitada y en parte sin saber por qué?
Las razones son muy diversas, pero el problema es que tampoco hay alternativa. La condición moderna implica lo urbano y la ciudad es el espacio donde socializamos. Lo que no hemos sabido resolver es cómo relacionar, articular e integrar el campo en la ciudad. Esta es la oportunidad que tal vez hemos perdido: hemos abusado muchísimo y hemos especulado en beneficio de cuatro sinvergüenzas y cuatro mangantes. Somos un pueblo de saqueadores y tenemos tradición, saqueamos América y todo lo que encontramos a nuestro paso, incluido nuestro propio territorio. Lo que se echa de menos en España, aunque nunca ha existido, es un proyecto de integración nacional donde una gran porción del territorio se sienta parte de la marcha del país y pueda participar en ella.
En los últimos diez años hemos tenido más posibilidades de tener una vida que no fuera tan endémicamente urbana y, sin embargo, seguimos prefiriendo la ciudad. Me estoy refiriendo a los planes de repoblación rural que se han venido ensayando en ciertas zonas.
Estos programas siempre han sido voluntaristas, aislados y, en ocasiones, muy desiguales. El Instituto para la Conservación de la Naturaleza (ICONA), propietario de un gran número de pueblos abandonados, vendió muchos de ellos. Hoy el régimen de propiedad de algunos es muy particular. En la mayoría no puedes construir sino sobre lo ya edificado y además nunca es propiedad tuya porque está en usufructo. Es decir, los planes de repoblación que el ICONA ha puesto en marcha han sido anecdóticos y no han tenido por lo general un alcance más allá de la experiencia piloto.
Sergio del Molino
Sergio del Molino
¿Te parece representativo de algo?
En absoluto. Tan sólo creo que no ha llegado a calar, y es lógico, porque es tanto el vacío que hay que tampoco se sabe muy bien qué hacer. En el mejor de los casos hablamos de una economía de subsistencia porque no existe mercado.
¿La cultura ha dado la espalda a la España vacía?
No. En la cultura ha habido más corrientes de sensibilidad que de desprecio, sobre todo la de paisajistas como Machado. De hecho buena parte del cánon literario español es gente muy sensible al paisaje.
En varias ocasiones hablas de una común incapacidad de comprendernos, del desequilibrio intergeneracional, que a mi modo de ver es la mayor tragedia de la España vacía. ¿Qué pasará cuando ese país vacío se vacíe del todo, cuando desaparezcan nuestros abuelos? ¿Nos veremos obligados a inventar un pasado que nunca existió?
España ya está vacía culturalmente hablando; lo que me interesa es la pervivencia de las familias y cómo se van articulando sus mitos. Ahí, dado que el relato español está muerto, sí que puede haber una acción política.
¿España como nación está muerta?
No tiene relato, está completamente desarmada. Primero fue el franquismo y luego la democracia, que no tuvo agallas suficientes para apropiarse del relato nacional que el franquismo había usurpado. La cultura y la literatura españolas sentían miedo de que fueran asociadas al sentido franquista de lo español. En consecuencia, ambas se distanciaron de lo español. El relato es inapropiable y por eso la batalla está perdida: un país sin relato no es un país.
¿Qué alternativa tenemos entonces para convivir los unos con los otros?
Ya no tenemos una conexión histórica ni mítica, nadie cree en el Cid ni en la conquista de América; nadie en la escuela se tragaría el relato de Menéndez Pidal, ha quedado obsoleto. Pero se me ocurre que podríamos aprovechar esa conciencia difusa y colectiva que tenemos, nada que tenga que ver con el relato del “ellos” y el “nosotros” o una belicosidad encubierta, sino que esté vinculado a la conexión sentimental que mantenemos con el país. Al fin y al cabo los afectos son el eje de nuestra identidad.

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