miércoles, enero 23, 2013

‘Tirano Banderas’ y los dictadores árabes | Opinión | EL PAÍS

‘Tirano Banderas’ y los dictadores árabes | Opinión | EL PAÍS


Se puede leer e interpretar la caída de los dictadores árabes a la luz deTirano Banderas y de su fértil descendencia —desde La sombra del caudillo de Martín Luis Guzmán a Yo el Supremo, El otoño del patriarca, La Fiesta del Chivo y un buen puñado más? La variedad de situaciones históricas que inspiran estas novelas se refleja en un abanico de planteamientos literarios. Pero mientras los déspotas del otro lado del Atlántico murieron en la cama y algunos de ellos aferrados aún al poder, los de la llamada primavera de 2011, uno huyó precipitadamente tras 20 días de refriega, otro ha dado con sus huesos en la cárcel, un tercero fue linchado y un cuarto se eclipsó tras un arduo y mortífero proceso negociador. Al quinto, todavía acuartelado en su puesto a costa de una guerra civil con decenas de millares de víctimas, me referiré después.
La muerte de Santos Banderas en la fortaleza colonial de Santa Fe, cuando cae acribillado por las balas de los rebeldes al mando de Filomeno Cuevas se asemeja más a la de Gadafi, tanto por un escenario que evoca la muralla de la Plaza Verde desde la que el difunto coronel libio arengaba a los suyos, como por su abrupto final. Valle-Inclán condensa en dos días el derrocamiento del dictador y no aborda el problema del qué o quién le sucederá. Las preguntas que hoy nos planteamos respecto a Túnez, Egipto, Libia y Yemen son las que formula Juan Rodríguez en su excelente introducción crítica a la novela de Valle-Inclán en el ejemplar que tengo a mano: “¿Qué ocurre a la muerte del tirano? ¿Quién gestiona el triunfo de la revolución?”.
La guerra corre el riesgo de extenderse por todo Oriente Próximo y podría llegar a incendiarlo
Cuando se iniciaron en Deraa las manifestaciones pacíficas de protesta a raíz del asesinato de un adolescente por el “crimen” de una pintada contra el régimen, el movimiento ciudadano respondía al mismo esquema que el de la primavera árabe. Bachar el Asad podía haber optado por la negociación con los opositores con miras a una transición democrática pactada —como la que representaba Roque Cepeda en la novela de Valle-Inclán— pero dejó pasar la oportunidad de un cómodo exilio y, siguiendo el ejemplo de la brutal represión de su padre 30 años antes, recurrió a la fuerza de las armas. Primero, con disparos de fusil a los manifestantes y, conforme aumentaba el número y resolución de estos, mediante el recurso a tanques, helicópteros, misiles Scud y bombardeos de su aviación. Armó asimismo a millares de correligionarios alauíes —los infamemente famosos chabihas dirigidos por sus primos— y provocó con ello una insurrección general que, aunque pobremente armada, se sostiene gracias a numerosas y crecientes deserciones de oficiales y soldados de la mayoría suní. En verano de 2011, el alzamiento en distintas ciudades y zonas del territorio sirio se había transformado ya en una implacable guerra civil. Los Filomeno Cuevas de Tirano Banderas se contaban ya por docenas. Los cabezas y cabecillas de la rebelión exigían el derrocamiento de la dinastía de los Asad que ahogaban en sangre las ansias de libertad.
Hasta otoño del mismo año el curso de los acontecimientos se asemejaba a los de Libia y Yemen, obviando el hecho que cada país delpatchwork árabe tiene su propia historia, sus estructuras políticas y religiosas, su sociedad más o menos compacta o tribalizada. Recuerdo que a mi optimismo por aquellas fechas —mi convicción de que el régimen sirio tenía sus días contados—, un diplomático español, buen conocedor de la complejidad étnica y religiosa aglutinada por el partido Baaz hace 60 años, opuso con razón un precavido escepticismo. Adujo que la minoría alauí a la que pertenece el clan El Asad, minoría que acapara todo el poder militar y político, mantendría su cohesión y contaría con el apoyo discreto de la clase media urbana y de las otras minorías religiosas temerosas ambas de un postasadismo que sustituyera el Estado laico por una teocracia del orden de la saudí.
Los sirios no se definen ya por su pertenencia estatal sino por su adscripción religiosa
En mis ‘Jornadas damascenas’ publicado en las páginas de este periódico (11-07-2010) observé que si el nacionalismo panárabe del Baaz se había convertido en el feudo sectario de un clan, preservaba al menos la convivencia entre la mayoría suní y las comunidades chiíes, cristianas, kurda y drusa a diferencia de la sangrienta lucha de sectas que se cebaba y se ceba en la indefensa población civil de Irak. Hoy dicha coexistencia pacífica ha saltado hecha pedazos. El enfrentamiento entre las dos ramas principales del islam sigue la pauta de lo acaecido en los países vecinos. Mientras los rebeldes suníes cuentan con el apoyo de Turquía, Egipto y Arabia Saudí, El Asad se mantiene en el poder gracias a Irán con la complicidad apenas encubierta del Gobierno iraquí de Al Maliki y a los libaneses del Hezbolá. Peor aún, la guerra corre el riesgo de extenderse por todo Oriente Próximo e incendiarlo en el caso de un ataque preventivo de Israel a Irán. Todo el mundo puede salir perdiendo en esa internacionalización del conflicto: Turquía, por el apoyo de El Asad a los rebeldes del PKK; Líbano con una nueva guerra civil sectaria; Jordania con una desestabilización provocada por el aluvión de refugiados sirios; Israel por un endurecimiento de su entorno hostil (Turquía, Egipto) a causa de la despiadada colonización de los territorios palestinos (una estrategia suicida a medio o largo plazo).
Siria es hoy el campo de batalla en el que contienden voluntarios del Ejército del Mahdi de Muqtada al Sadr, pasderan iraníes y miembros de las milicias del Hezbolá con voluntarios islamistas próximos a los Hermanos Musulmanes y extremistas de Al Qaeda (lo que alimenta la propaganda de El Asad acerca de los supuestos “ataques terroristas” y de un “complot americano sionista”). Como en la exYugoslavia de hace 20 años, los sirios no se definen ya por su pertenencia estatal sino por su adscripción religiosa y, al igual que en Bosnia, la internacionalización del conflicto afecta a las grandes potencias y a sus protegidos: confrontación de Estados Unidos con Rusia, la gran proveedora de armas a El Asad; de Arabia Saudí y las petromonarquías del Golfo con el Irán de los ayatolás. Con el telón de fondo de las atrocidades cometidas a diario por el Ejército, la policía y los sicarios del dictador vemos reiterarse las contradicciones e hipocresías de la comunidad internacional. De un Washington que apoya a los rebeldes sirios no obstante su alianza con Teherán y que, como la impotente Unión Europea y la mísera Liga Árabe, se limita a condenar con gestos y palabras la suerte infligida a la población civil por la frialdad sanguinaria de El Asad. Y si ahondamos aún en ese confuso magma, ¿quién cree que Arabia Saudí y los emires del Golfo luchan por la democracia cuando encarnan el peor ejemplo de teocracias en el ámbito del islam?
Volvamos al comienzo: con tal de aferrarse al poder, El Asad ha prendido fuego en su propio país a costa de más de 60.000 víctimas. A diferencia de Santos Bandera no pereció en un día: hoy sigue en su fortaleza de Santa Fe paulatinamente asediado pero su suerte final —ya sea la poco gloriosa huida a Rusia, ya el linchamiento a lo Gadafi, ya la comparecencia a lo Milosevic ante la Corte Penal Internacional— está echada.
Juan Goytisolo es escritor.

LOS PAÍSES IMAGINADOS de Gustavo Martin Garzo


Los países imaginados

La realidad está enferma y necesitamos el elixir de la literatura





La atención a lo real, dice Hannah Arendt, es una forma de virtud. Pero ¿qué es lo real, a qué nos obliga esa atención? ¿Tiene sentido en los tiempos que corren contar, por ejemplo, un cuento de fantasmas, hablar de anillos que dan la invisibilidad, de miembros que siguen viviendo separados de sus cuerpos, de amantes que, como en la bella películaSueño de amor eterno,se encuentran en sus sueños? ¿De qué nos sirve escuchar historias así? Aún más, ¿prestarles atención no es una forma de evitar nuestro compromiso con una realidad que no deja de reclamarnos? El mundo se ha vuelto tan doloroso y sus problemas tan acuciantes que nos parece que esas historias, por muy bellas que puedan parecer, poco o nada tienen que decirnos.
Tenemos hambre de realidad porque todo se ha vuelto extraño e irreal. Por eso pedimos a los libros que nos hablen del mundo en que vivimos y nos ayuden a entenderlo. Sin embargo, más allá de los problemas concretos que nos acosan, y que tienen que ver con las injusticias y los abusos que se comenten cada día, los hombres y mujeres actuales siguen asistiendo al nacimiento de los niños, se pierden en los laberintos del amor, visitan en sueños lugares incompresibles, conversan en secreto con los muertos, se sienten interrogados por la mirada de los animales. ¿Por qué los libros no deberían hablar de todo esto? "Sabes tanto de mí y no me comprendes, escribe Antonio Porchia. Saber no es comprender. Podríamos saberlo todo y no comprender nada".
El hombre vive en la materia y necesita la ciencia para comprenderla y la técnica para transformarla; pero vive también entre representaciones y para comprenderse a sí mismo y a los demás necesita historias que le pongan en contacto con lo más oculto y postergado de sí mismo. Todo es doble en nuestro corazón. Vivimos entre la razón y la locura, entre el principio del placer y el principio de realidad, entre el mundo del doctor Jekyll y el de mister Hyde, que no tiene por qué ser necesariamente un malvado. Mister Hyde representa lo excéntrico, lo que no cabe en el mundo real. La literatura debe hablarnos del doctor Jekyll y del mundo que le rodea, pero sería incompleta si no lo hiciera a la vez de mister Hyde, de su deambular en la noche, de sus extravagancias y, por qué no, de sus ocultas delicadezas. De esos otros que también somos y de los asuntos peligrosos en que tantas veces andamos metidos.
Alberto Manguel, en su prólogo a El país imaginado, la novela de Eduardo Berti, recuerda una leyenda china en que una joven que vive en el pueblo con sus padres se enamora tan locamente de un viajero que, incapaz de saber si debe de seguirle o no, se desdobla en dos. Una de ellas continúa viviendo en el pueblo con los suyos, mientras la otra viaja por el mundo con su amante. Pasan los años y un buen día ésta siente tanta nostalgia de lo que dejó atrás que decide regresar a su pueblo. Y cuando lo hace, se encuentra con aquella de la que se separó al marcharse y vuelven a juntarse y a ser una sola mujer.
Esta fábula bien podría ser una metáfora de lo que nos pasa al vivir, ya que siempre somos dos, el que vive en el mundo real entregado a sus ocupaciones, y el que somos por las noches cuando los demás duermen. El que se queda en casa y el que no deja de buscar a esos hermanos y hermanas perdidas que viven en sus sueños.
Eduardo Berti habla en El país imaginado de todo esto. Su novela es en realidad un cuento de fantasmas, pues ese país imaginado al que se refiere su título no es otro que la muerte. Su protagonista es una joven que se enamora de otra muchacha con la que se encuentra en un parque, donde lleva a su pájaro para que aprenda a cantar. La novela habla del deslumbramiento del amor adolescente, pero es también un diálogo entre la muchacha y su abuela muerta. El mundo está mal hecho, le dice la protagonista a su abuela. Y ésta le contesta: El mundo no está terminado de hacerse, nunca lo hace. Nada es una sola cosa en esta delicada novela y así no tardaremos en descubrir que ese país imaginado en que las dos jóvenes se encuentran es a la vez el país de la muerte y el país del amor. Esa duplicidad es una característica de todos los países imaginados. Eduardo Berti habla en su libro de una provincia del sur de China donde existió una escritura que solo usaban las mujeres. La escritura de los hombres les estaba vedada y ellas inventaron una lengua suya y secreta, que se transmitía de madres a hijas, o entre las cuñadas, y de la que se servían para hablar de aquellas que eran a espaldas de sus maridos y padres. Esa lengua perdida es la lengua de la literatura, la lengua que utilizan esos otros que somos para hacerse escuchar.
Los hombres y mujeres a quienes les quitan sus casas, los que no consiguen trabajo, los que tienen que cuidar a sus enfermos sin la ayuda de nadie o emigrar a países cuya lengua y costumbres desconocen, son algo más que un número en las estadísticas oficiales. Todos ellos guardan en su interior vidas que no logran hacer reales, y la tarea de la literatura es levantar la cartografía de esas vidas que esperan despertar alguna vez. Esas vidas nada tienen que ver con la que tantas veces llevamos en este mundo tan desagradable en el que estamos presos. Bancos que roban a sus clientes, turbios especuladores de bolsa, paraísos fiscales que administran los mismos que nos piden austeridad y resignación, listas de los hombres más ricos del mundo, caciques que tocan el trombón, ministros de cultura entregados a la tauromaquia, asesores de la inanidad, vendedores ufanos del bien común son los personajes de esa ficción absurda que llamamos realidad. ¿Qué pensarían ustedes de alguien que elegido por sus vecinos para dirigir el museo de su ciudad se dedicara a vender los cuadros con la nada inocente idea de que es en las casas particulares donde van a estar mejor cuidados? ¿Merece la pena escuchar una y otra vez la historia de cómo unos pocos ávidos de riqueza desmantelan el mundo de todos? No, no lo merece.
La realidad está enferma y necesitamos el elixir de esa flor misteriosa que sólo en los países imaginados florece. Sólo así nos curaremos de nuestro extravío. Necesitamos soñadoras de provincias, buscadores de perlas, bodas entre vivos y difuntos, niños que hablen con los animales, casas con siete tejados, cabezas que canten en un plato, ballenas blancas, artistas del hambre, lazarillos que nos devuelvan a los lugares de la abundancia y el deseo. Seres como la mujer alta de uno de los últimos poemas de Antonio Ferres.
El poeta anciano se pregunta en ese poema si aún tendrá tiempo para alcanzar uno de aquellos prados de la verdad de los que hablaban los griegos, e imagina a una mujer alta que le lleva de la mano a un café de París o "a una ciudad verdadera / que vive en otro tiempo", como si esa criatura imaginada fuera la única que pudiera dar realidad a sus sueños. Y escribe: "Quiero avanzar / por los paseos abiertos / en parques donde juegan niños / que soñarán el Universo. / Quiero que mi sangre lata / junto a esa muchacha tan alta / que corre los senderos". ¿No querría usted lo mismo, querido lector?
Gustavo Martín Garzo es escritor

lunes, enero 21, 2013

Las plazas se prolongan en los nuevos centros sociales | Periódico Diagonal

Las plazas se prolongan en los nuevos centros sociales | Periódico Diagonal

Desde que se levantara la acampada en la Puerta del Sol en junio de 2011 y las iniciativas construidas en torno al 15M se refugiaran en los barrios, la toma de edificios abandonados para ser usados como sedes de actividades sociales en el área metropolitana de Madrid ha pasado de la decena a los 18 que han llegado a convivir en un registro marcado por los continuos desalojos.
Este tipo de iniciativas han brotado en los últimos meses en zonas de la ciudad diametralmente opuestas como son los barrios de Usera y Salamanca. En el primero de ellos, de marcado carácter obrero, se cobijó La Osera, desalojado en el mes de julio tras siete meses de actividad. El segundo acogió al proyecto de la Salamanquesa, desalojado en mayo, y que a principios de noviembre reabría sus puertas en nuevo edificio esta vez en el barrio de Moratalaz.
“Ahora nos encontramos con que la gente del barrio esta mucho más implicada”, explica Silvia, una de las ocupantes de este colegio público abandonado que cuenta con grandes canchas, un comedor que ya ha sido utilizado como salón de actos y una cocina, infraestructuras poco frecuentes en los centros sociales madrileños. En la nueva sede se reune la asamblea local del 15M, lo cual no pasaba en el espacio anterior. “Esto es una muestra del compromiso que hay con el espacio, también muchos niños y niñas lo utilizan, quizás tenga que ver con que era un antiguo colegio, pero no creo que sea solo por eso”, afirma.
A finales del pasado septiembre el barrio de Chamberí se despertaba con la apertura de un nuevo centro social, La Morada. La iniciativa partía de un grupo de personas vinculadas a la asamblea del 15M del barrio. Si bien algunas de ellas, en su mayoría personas de mediana edad, tenían una trayectoria militante anterior al 15M, las más jóvenes iniciaban su activismo con la irrupción de las acampadas y asambleas de barrio en mayo de 2011. Este barrio tradicionalmente de clase media acomodada se ha asociado a los sectores más conservadores, como refleja el 62% de los votos obtenidos por el PP en las ultimas elecciones. En este distrito nunca había existido un centro social autogestionado.
"Se ha abierto quizás un nuevo tipo de centro social, mucho más abierto y heterogéneo"
Julia, que participaba en la asamblea del centro social Casablanca, espacio situado en el barrio de Lavapiés que fue desalojado el pasado mes de septiembre, destaca que “los centros sociales que existían antes del 15M se convirtieron en punto de encuentro de las comisiones, grupos de trabajo, asambleas varias que surgen a raíz de las movilizaciones”. Una entrada que ha producido “un cambio en el perfil de las gentes que empiezan a hacer uso de los centros sociales. Se ha abierto quizás un nuevo tipo de centro social, mucho más abierto y heterogéneo. Con menos prejuicios y decisiones tomadas a priori, de modo que la apuesta es otra, existe un movimiento desde la gente del que los centros sociales pretenden ser parte, por lo que toca flexibilizarse y escuchar más”.
El CS La Morada, durante una de las lecciones de la protesta Aulas a la Calle / Foto: Álvaro Minguito

En apenas cinco años de existencia, el centro social Patio Maravillas -allí lo llaman Espacio Polivalente Autogestionado- se ha convertido en un veterano. Este proyecto se aloja hoy en la calle del Pez, cerca de uno de los emblemas da la polémica política urbana de la etapa de Gallardón como alcalde, el llamado Triángulo Triball. Sus dos sedes hasta la fecha -más una “filial”, una antigua finca propiedad de la Empresa Municipal de la Vivienda desalojada en 2011- han resistido no sólo a los desalojos sino a la transformación del barrio: la muy cacareada gentrificación, por la que nuevos vecinos de mayor poder adquisitivo van desplazando a la población original. Pese a las dificultades, Cristina, una de las integrantes del Patio, nota “un aumento de la legitimidad” de la ocupación como actividad. “La estigmatización de estos espacios es menor que antes. Un número mucho mayor de gente considera los centros sociales como sujetos políticos legítimos que tienen algo que decir y aportar a la ciudad”, opina.
El Patio Maravillas se puede considerar veterano con sólo 5 años. Ha resistido a los desalojos y a la transformación del barrio
Jota, una de las personas que participaron en el Hotel Madrid, valora que la apertura tras la movilización del 15 de octubre de 2011 de este hotel abandonado “sirvió para impulsar múltiples ocupaciones destinadas al establecimiento de centros sociales en barrios”. Sobre la relación ente el 15M y los centros sociales comenta que ambos “se han influido recíprocamente. La acampada de Sol hizo propios muchos de sus principios, y luego el 15M ha afectado en la dinámica de estos centros y en el propio concepto de ocupación. Ha conseguido que un sector de la sociedad poco familiarizado con el activismo y la militancia los asumiera”. Este activista destaca “el carácter inclusivo, el potencial mediático y la recuperación del espacio público como lugar de participación política” como principales contribuciones del movimiento. “Con ellos, los centros sociales se han convertido en una prolongación de la plaza”, afirma.

Mural en el ya desalojado CS La Osera. /Foto: Fotogracción

Una red de apoyo de centros sociales

En los últimos meses se viene gestando en Madrid un espacio denominado Red Apoyo de Centros Sociales, que en palabras de Álvaro, uno de sus participantes, supone “un acercamiento de algunos centros sociales, partiendo del reconocimiento de la diversidad y autonomía de cada centro social así como, el rechazo a fórmulas totalizadoras como coordinadoras o posicionamientos comunes”. De momento, además de compartir experiencias para solucionar problemas comunes, la red quiere trabajar en una investigación participativa que pueda aclarar el papel de los centros sociales dentro de las transformaciones de la ciudad.
El problema, como sucede con una actividad que desde el año '95 está incluida como delito en el Código Penal, son los desalojos y la continuidad de los proyectos. Álvaro cree que “pese a que prácticamente cada mes un centro social es desalojado, el número no se ve afectado porque también van surgiendo más, desde la red estamos trabajando en dos líneas: intentar asegurar la continuidad de los proyectos para que un desalojo no signifique el final y favorecer las condiciones para que surjan aún más espacios.” Para finalizar afirma que “quizás se acerque el día en el que ordenar un desalojo de un centro social sea una medida impopular y con un coste político”.

Resistencia frente a los envites de Delegación del Gobierno

Las amenazas de la delegada del Gobierno de Madrid toman cuerpo: dos centros sociales han sido desalojados en tan solo veinte días. El 8 de noviembre le llegaba el turno al Centro Social Okupado (CSO) 16.0 en el barrio de Malasaña y el 28 del mismo mes desaparecía el CSO La Gotera en Leganés.
Asímismo La Traba otro de otro de los espacios veteranos dentro de los centros sociales madrileños, en activo desde 2007, anunciaba a finales de noviembre que había recibido una citación judicial para acudir a un juicio por lo civil que se celebraría el 10 de diciembre. Ante el peligro de tener que hacer frente a unas costas de 60.000 por presentarse al juicio, la asamblea de dicho centro social ha decidido no presentarse al proceso, y asumiendo de este modo una inminente orden de desalojo.
El 12 de octubre, como respuesta al desalojo del centro social Casablanca, se ocupaba el mismo edificio que había albergado el proyecto, en esta ocasión con el nombre de Centro Social Magerit. A las pocas horas se presentaban en el edificio numerosas dotaciones de antidisturbios que procedían al desalojo del edificio. Gonzalo, miembro de la asamblea de Casablanca, comentaba que “este rápido desalojo supuso un duro golpe para muchas personas que tenían intención de continuar con el proyecto". Pese a ello, el 17 de noviembre se hacia publica la toma de un edificio situado en la calle Mesón de Paredes, propiedad de la entidad rescatada Bankia. Con un enorme trabajo de rehabilitación por delante, tal y como también nos comenta Gonzalo, en esta ocasión el proyecto continuará adelante bajo el nombre de Raíces.

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