Desde que se levantara la acampada en la Puerta del Sol en junio de 2011 y las iniciativas construidas en torno al 15M se refugiaran en los barrios, la toma de edificios abandonados para ser usados como sedes de actividades sociales en el área metropolitana de Madrid ha pasado de la decena a los 18 que han llegado a convivir en un registro marcado por los continuos desalojos.
Este tipo de iniciativas han brotado en los últimos meses en zonas de la ciudad diametralmente opuestas como son los barrios de Usera y Salamanca. En el primero de ellos, de marcado carácter obrero, se cobijó La Osera, desalojado en el mes de julio tras siete meses de actividad. El segundo acogió al proyecto de la Salamanquesa, desalojado en mayo, y que a principios de noviembre reabría sus puertas en nuevo edificio esta vez en el barrio de Moratalaz.
“Ahora nos encontramos con que la gente del barrio esta mucho más implicada”, explica Silvia, una de las ocupantes de este colegio público abandonado que cuenta con grandes canchas, un comedor que ya ha sido utilizado como salón de actos y una cocina, infraestructuras poco frecuentes en los centros sociales madrileños. En la nueva sede se reune la asamblea local del 15M, lo cual no pasaba en el espacio anterior. “Esto es una muestra del compromiso que hay con el espacio, también muchos niños y niñas lo utilizan, quizás tenga que ver con que era un antiguo colegio, pero no creo que sea solo por eso”, afirma.
A finales del pasado septiembre el barrio de Chamberí se despertaba con la apertura de un nuevo centro social, La Morada. La iniciativa partía de un grupo de personas vinculadas a la asamblea del 15M del barrio. Si bien algunas de ellas, en su mayoría personas de mediana edad, tenían una trayectoria militante anterior al 15M, las más jóvenes iniciaban su activismo con la irrupción de las acampadas y asambleas de barrio en mayo de 2011. Este barrio tradicionalmente de clase media acomodada se ha asociado a los sectores más conservadores, como refleja el 62% de los votos obtenidos por el PP en las ultimas elecciones. En este distrito nunca había existido un centro social autogestionado.
"Se ha abierto quizás un nuevo tipo de centro social, mucho más abierto y heterogéneo"
Julia, que participaba en la asamblea del centro social Casablanca, espacio situado en el barrio de Lavapiés que fue desalojado el pasado mes de septiembre, destaca que “los centros sociales que existían antes del 15M se convirtieron en punto de encuentro de las comisiones, grupos de trabajo, asambleas varias que surgen a raíz de las movilizaciones”. Una entrada que ha producido “un cambio en el perfil de las gentes que empiezan a hacer uso de los centros sociales. Se ha abierto quizás un nuevo tipo de centro social, mucho más abierto y heterogéneo. Con menos prejuicios y decisiones tomadas a priori, de modo que la apuesta es otra, existe un movimiento desde la gente del que los centros sociales pretenden ser parte, por lo que toca flexibilizarse y escuchar más”.
En apenas cinco años de existencia, el centro social Patio Maravillas -allí lo llaman Espacio Polivalente Autogestionado- se ha convertido en un veterano. Este proyecto se aloja hoy en la calle del Pez, cerca de uno de los emblemas da la polémica política urbana de la etapa de Gallardón como alcalde, el llamado Triángulo Triball. Sus dos sedes hasta la fecha -más una “filial”, una antigua finca propiedad de la Empresa Municipal de la Vivienda desalojada en 2011- han resistido no sólo a los desalojos sino a la transformación del barrio: la muy cacareada gentrificación, por la que nuevos vecinos de mayor poder adquisitivo van desplazando a la población original. Pese a las dificultades, Cristina, una de las integrantes del Patio, nota “un aumento de la legitimidad” de la ocupación como actividad. “La estigmatización de estos espacios es menor que antes. Un número mucho mayor de gente considera los centros sociales como sujetos políticos legítimos que tienen algo que decir y aportar a la ciudad”, opina.
El Patio Maravillas se puede considerar veterano con sólo 5 años. Ha resistido a los desalojos y a la transformación del barrio
Jota, una de las personas que participaron en el Hotel Madrid, valora que la apertura tras la movilización del 15 de octubre de 2011 de este hotel abandonado “sirvió para impulsar múltiples ocupaciones destinadas al establecimiento de centros sociales en barrios”. Sobre la relación ente el 15M y los centros sociales comenta que ambos “se han influido recíprocamente. La acampada de Sol hizo propios muchos de sus principios, y luego el 15M ha afectado en la dinámica de estos centros y en el propio concepto de ocupación. Ha conseguido que un sector de la sociedad poco familiarizado con el activismo y la militancia los asumiera”. Este activista destaca “el carácter inclusivo, el potencial mediático y la recuperación del espacio público como lugar de participación política” como principales contribuciones del movimiento. “Con ellos, los centros sociales se han convertido en una prolongación de la plaza”, afirma.
El problema, como sucede con una actividad que desde el año '95 está incluida como delito en el Código Penal, son los desalojos y la continuidad de los proyectos. Álvaro cree que “pese a que prácticamente cada mes un centro social es desalojado, el número no se ve afectado porque también van surgiendo más, desde la red estamos trabajando en dos líneas: intentar asegurar la continuidad de los proyectos para que un desalojo no signifique el final y favorecer las condiciones para que surjan aún más espacios.” Para finalizar afirma que “quizás se acerque el día en el que ordenar un desalojo de un centro social sea una medida impopular y con un coste político”.
Este tipo de iniciativas han brotado en los últimos meses en zonas de la ciudad diametralmente opuestas como son los barrios de Usera y Salamanca. En el primero de ellos, de marcado carácter obrero, se cobijó La Osera, desalojado en el mes de julio tras siete meses de actividad. El segundo acogió al proyecto de la Salamanquesa, desalojado en mayo, y que a principios de noviembre reabría sus puertas en nuevo edificio esta vez en el barrio de Moratalaz.
“Ahora nos encontramos con que la gente del barrio esta mucho más implicada”, explica Silvia, una de las ocupantes de este colegio público abandonado que cuenta con grandes canchas, un comedor que ya ha sido utilizado como salón de actos y una cocina, infraestructuras poco frecuentes en los centros sociales madrileños. En la nueva sede se reune la asamblea local del 15M, lo cual no pasaba en el espacio anterior. “Esto es una muestra del compromiso que hay con el espacio, también muchos niños y niñas lo utilizan, quizás tenga que ver con que era un antiguo colegio, pero no creo que sea solo por eso”, afirma.
A finales del pasado septiembre el barrio de Chamberí se despertaba con la apertura de un nuevo centro social, La Morada. La iniciativa partía de un grupo de personas vinculadas a la asamblea del 15M del barrio. Si bien algunas de ellas, en su mayoría personas de mediana edad, tenían una trayectoria militante anterior al 15M, las más jóvenes iniciaban su activismo con la irrupción de las acampadas y asambleas de barrio en mayo de 2011. Este barrio tradicionalmente de clase media acomodada se ha asociado a los sectores más conservadores, como refleja el 62% de los votos obtenidos por el PP en las ultimas elecciones. En este distrito nunca había existido un centro social autogestionado.
"Se ha abierto quizás un nuevo tipo de centro social, mucho más abierto y heterogéneo"
Julia, que participaba en la asamblea del centro social Casablanca, espacio situado en el barrio de Lavapiés que fue desalojado el pasado mes de septiembre, destaca que “los centros sociales que existían antes del 15M se convirtieron en punto de encuentro de las comisiones, grupos de trabajo, asambleas varias que surgen a raíz de las movilizaciones”. Una entrada que ha producido “un cambio en el perfil de las gentes que empiezan a hacer uso de los centros sociales. Se ha abierto quizás un nuevo tipo de centro social, mucho más abierto y heterogéneo. Con menos prejuicios y decisiones tomadas a priori, de modo que la apuesta es otra, existe un movimiento desde la gente del que los centros sociales pretenden ser parte, por lo que toca flexibilizarse y escuchar más”.
En apenas cinco años de existencia, el centro social Patio Maravillas -allí lo llaman Espacio Polivalente Autogestionado- se ha convertido en un veterano. Este proyecto se aloja hoy en la calle del Pez, cerca de uno de los emblemas da la polémica política urbana de la etapa de Gallardón como alcalde, el llamado Triángulo Triball. Sus dos sedes hasta la fecha -más una “filial”, una antigua finca propiedad de la Empresa Municipal de la Vivienda desalojada en 2011- han resistido no sólo a los desalojos sino a la transformación del barrio: la muy cacareada gentrificación, por la que nuevos vecinos de mayor poder adquisitivo van desplazando a la población original. Pese a las dificultades, Cristina, una de las integrantes del Patio, nota “un aumento de la legitimidad” de la ocupación como actividad. “La estigmatización de estos espacios es menor que antes. Un número mucho mayor de gente considera los centros sociales como sujetos políticos legítimos que tienen algo que decir y aportar a la ciudad”, opina.
El Patio Maravillas se puede considerar veterano con sólo 5 años. Ha resistido a los desalojos y a la transformación del barrio
Jota, una de las personas que participaron en el Hotel Madrid, valora que la apertura tras la movilización del 15 de octubre de 2011 de este hotel abandonado “sirvió para impulsar múltiples ocupaciones destinadas al establecimiento de centros sociales en barrios”. Sobre la relación ente el 15M y los centros sociales comenta que ambos “se han influido recíprocamente. La acampada de Sol hizo propios muchos de sus principios, y luego el 15M ha afectado en la dinámica de estos centros y en el propio concepto de ocupación. Ha conseguido que un sector de la sociedad poco familiarizado con el activismo y la militancia los asumiera”. Este activista destaca “el carácter inclusivo, el potencial mediático y la recuperación del espacio público como lugar de participación política” como principales contribuciones del movimiento. “Con ellos, los centros sociales se han convertido en una prolongación de la plaza”, afirma.
Una red de apoyo de centros sociales
En los últimos meses se viene gestando en Madrid un espacio denominado Red Apoyo de Centros Sociales, que en palabras de Álvaro, uno de sus participantes, supone “un acercamiento de algunos centros sociales, partiendo del reconocimiento de la diversidad y autonomía de cada centro social así como, el rechazo a fórmulas totalizadoras como coordinadoras o posicionamientos comunes”. De momento, además de compartir experiencias para solucionar problemas comunes, la red quiere trabajar en una investigación participativa que pueda aclarar el papel de los centros sociales dentro de las transformaciones de la ciudad.El problema, como sucede con una actividad que desde el año '95 está incluida como delito en el Código Penal, son los desalojos y la continuidad de los proyectos. Álvaro cree que “pese a que prácticamente cada mes un centro social es desalojado, el número no se ve afectado porque también van surgiendo más, desde la red estamos trabajando en dos líneas: intentar asegurar la continuidad de los proyectos para que un desalojo no signifique el final y favorecer las condiciones para que surjan aún más espacios.” Para finalizar afirma que “quizás se acerque el día en el que ordenar un desalojo de un centro social sea una medida impopular y con un coste político”.
Resistencia frente a los envites de Delegación del Gobierno
Las amenazas de la delegada del Gobierno de Madrid toman cuerpo: dos centros sociales han sido desalojados en tan solo veinte días. El 8 de noviembre le llegaba el turno al Centro Social Okupado (CSO) 16.0 en el barrio de Malasaña y el 28 del mismo mes desaparecía el CSO La Gotera en Leganés.Asímismo La Traba otro de otro de los espacios veteranos dentro de los centros sociales madrileños, en activo desde 2007, anunciaba a finales de noviembre que había recibido una citación judicial para acudir a un juicio por lo civil que se celebraría el 10 de diciembre. Ante el peligro de tener que hacer frente a unas costas de 60.000 por presentarse al juicio, la asamblea de dicho centro social ha decidido no presentarse al proceso, y asumiendo de este modo una inminente orden de desalojo.
El 12 de octubre, como respuesta al desalojo del centro social Casablanca, se ocupaba el mismo edificio que había albergado el proyecto, en esta ocasión con el nombre de Centro Social Magerit. A las pocas horas se presentaban en el edificio numerosas dotaciones de antidisturbios que procedían al desalojo del edificio. Gonzalo, miembro de la asamblea de Casablanca, comentaba que “este rápido desalojo supuso un duro golpe para muchas personas que tenían intención de continuar con el proyecto". Pese a ello, el 17 de noviembre se hacia publica la toma de un edificio situado en la calle Mesón de Paredes, propiedad de la entidad rescatada Bankia. Con un enorme trabajo de rehabilitación por delante, tal y como también nos comenta Gonzalo, en esta ocasión el proyecto continuará adelante bajo el nombre de Raíces.
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