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un proyecto donde lo efimero es el soporte sabiendo que la muerte odia la eternidad del instante.
domingo, mayo 28, 2017
La antigua élite de Hollywood usaba LSD con fines terapéuticos - VICE
La antigua élite de Hollywood usaba LSD con fines terapéuticos - VICE
El doctor Albert Hofmann en 2003 (Foto vía)
La antigua élite de Hollywood usaba LSD con fines terapéuticos
MAX METZGER
Oct 23 2014, 1:27pm
El LSD hizo que Cary Grant se imaginara a sí mismo como "un pene gigante que despega de la Tierra como si fuera una nave espacial"
Cary Grant, defensor de las cualidades terapéuticas del LSD (Foto vía)
Mi primera experiencia con el LSD no fue nada agradable. Pasé seis horas mirando fijamente unos insectos en el parque antes de ser interrumpido por un gordo que me llamó estúpido y un tipo que me enseñó fotos de autopsias. Fue duro, aburrido y, además, no adquirí nuevos conocimientos, nadie me reveló los secretos del cosmos; lo único que aprendí fue que ver cadáveres humanos cuando estás colgado de un ácido sólo te hace sentir raro y molesto.
Creo que el problema principal fue haber oído a muchas personas atribuir sus profundos conocimientos sobre el universo al ácido: músicos, escritores, Steve Jobs, un hombre con coleta que conocí en un festival musical y, por muy extraño que parezca, algunas estrellas de la época dorada de Hollywood. De hecho, durante la década de los cincuenta, Hollywood fue tierra fértil para los primeros experimentos del LSD ya que Cary Grant, entre otros, lo utilizaba como ayuda en sesiones terapéuticas.
Albert Hofmann descubrió la sustancia en 1943. Albert experimentaba con hongos mientras trabajaba para los Laboratorios Sandoz en Suiza. Tras 24 intentos de crear un estimulante para el sistema nervioso central, en su intento número 25 finalmente logró sintetizar la dietilamida de ácido lisérgico-25. Cinco años después, absorbió accidentalmente un poco de la sustancia a través de las yemas de los dedos y "percibió una corriente continua de imágenes fantásticas, formas extraordinarias con un juego caleidoscópico de colores". En su cumpleaños número cien, bautizó su descubrimiento como "medicina para el alma".
El doctor Albert Hofmann en 2003 (Foto vía)
Los profesionales de la psiquiatría consideraban que el LSD tenía propiedades psicomiméticas, o en términos sencillos, que simulan psicosis. Al principio esta afirmación fue objeto de burla, aunque después surgió la opinión de que se podría experimentar con él, al menos en el ámbito terapéutico. En Reino Unido, la sustancia se utilizó de forma modesta y en dosis pequeñas en terapia psicolítica, un método para obtener un conocimiento más profundo cuando los pacientes alcanzan un nivel de estabilidad.
El doctor Ben Sessa, psiquiatra y defensor del uso de sustancias psicodélicas en terapia, me dijo: "En EUA surgió un modelo diferente: la 'terapia psicodélica'. Los pacientes hospitalizados tomaban una única dosis fuerte y tenían una gran experiencia mística, después participaban en sesiones de integración sin drogas en las que analizaban el material resultante de la sesión con drogas".
Cuando el LSD por fin llegó a EUA, el doctor Oscar Janiger logró hacerse con un cargamento. La empresa seguiría proporcionándole la sustancia a cambio de que la utilizara en sus pacientes e informara a Sandoz sobre todos sus descubrimientos. En el experimento participaron desde dentistas, amas de casa y estudiantes hasta Andre Previn, Aldous Huxley y James Coburn. Todos ellos visitaron a Janiger en busca de un poco de iluminación.
Anaïs Nin visitó a la casa de Janiger y escribió sobre la experiencia en su diario:
"Vi una costa con olas doradas que rompían en polvo dorado sólido y se volvían espuma dorada, cabello dorado que brillaba y se estremecía con deleites de oro. Sentía que podía capturar el secreto de la vida porque el secreto de la vida era la metamorfosis y la transmutación, pero pasó demasiado rápido y no hay palabras para describirlo. El espíritu cómico de Anaïs se burla de las palabras y de ella misma. Oh, no puedo capturar el secreto de la vida con PALABRAS".
En la época previa a Ken Kesey, el LSD planteaba una pregunta extraña tanto para los loqueros como para los gurús. Podía utilizarse para ayudar a la gente a sentirse normal. Sin embargo, para los que eran conscientes de su potencial, el valor real yacía en cómo podría ayudar a trascender la normalidad. Huxley, Nin, Janiger, etc., eran muy conscientes de ello. Pasaban horas hablando sobre la posibilidad de que la droga tuviera un lugar en la sociedad y reflexionaban sobre el bien que se podría hacer con "tan solo unas cuantas botellas de LSD en la reserva de Beverly Hills".
Cary Grant en Encadenados (Foto vía)
Janiger comparó sus experiencias con los misterios eleusinos, una ceremonia antigua que se celebraban a las afueras de Atenas. Los participantes bebían algo llamado ciceón (Kykeon), que se creía tenía propiedades alucinógenas, y salían de sus mentes en grupo para honrar a los dioses. El buen doctor se preguntaba si era posible que ese viaje tuviera un lugar en la sociedad dos mil años después. A pesar de que el interés de Janiger era principalmente experimental, las bases clínicas del uso medicinal del LSD siguen siendo bastante firmes. El doctor Sessa no era el único que afirmaba que los psicodélicos son muy útiles para ayudar a tratar los trastornos de ansiedad, obsesivo-compulsivos o de estés postraumático, entre otros. Al menos el doctor Mortimer Hartman estaba de acuerdo con esta teoría.
Después de someterse él mismo a análisis de investigación durante años, Hartman se sentía fascinado por el hecho de que en vez de escarbar la dura capa del ego, el LSD la derrite por completo y abre paso al subconsciente líquido que yace en las profundidades. Hartman dijo que la droga hacía "las emociones y la memoria mil veces más intensas".
Hartman abrió el instituto psiquiátrico de Beverly Hills y, tras asegurar una línea de suministro por parte de Sandoz, empezó a cobrar cien dólares por una dosis para aliviar los tormentos ocultos a simple vista. Sus pacientes contaban experiencias de transformación de género, renacimiento y revelación. También decían que se veían a sí mismos como espectadores y actores al mismo tiempo.
Fue Cary Grant, el gran actor de Hollywood, quien demostró más que cualquiera su amor por el LSD. El doctor Hartman acabó asumiendo el papel de carabina. Al principio, Grant acudía a Hartman para averiguar lo que su entonces esposa Betsy Drake había dicho sobre él. Sin embargo, Cary era un neurótico en un pedestal; el sueño de cualquier loquero. Poco después sucumbió a la posibilidad de que el LSD pudiera curar las cosas que lo habían atormentado durante tanto tiempo, lo que el doctor Hartman diagnosticó como "desapego emocional prolongado".
Pero no podemos culparlo: el padre de Grant internó a su madre en un hospital psiquiátrico cuando Grant apenas tenía nueve años y después le dijo que ella había muerto. Grant se unió al circo al año siguiente cuando su padre lo abandonó para formar una nueva familia. Una mudanza al otro lado del Atlántico y tres matrimonios después, ahí estaba Grant, en 1957, en el diván del doctor Hartman, con los ojos cerrados, probando el LSD por primera vez.
Marc Eliot, biógrafo de Grant, cree que la droga ayudó mucho al actor. "Fue capaz de 'conectar' con él mismo por medio de lo que él describía como 'sueños controlados'", dijo Eliot. "Creo que el LSD rompió las cerraduras de las puertas de la cárcel en la que había vivido, al menos emocionalmente, si no las de su vida entera".
Fue el principio de una larga relación entre la droga y el médico.
Las experiencias de Grant transcurrían entre relajadas sesiones psicotrópicas y los horribles viajes de pesadilla que la policía suele describir cuando van a una escuela a dar una charla apocalíptica sobre las drogas.
Durante uno de sus viajes relajados, escribió: "Aprendí muchas cosas en la tranquilidad de esa pequeña habitación. Aprendí a responsabilizarme de mis propias acciones y a culparme a mí y a nadie más por las circunstancias que yo mismo creé. Aprendí que solo soy yo quien se aleja de mi propia felicidad; que podía hacerme mucho más daño que cualquier otra persona". Durante un mal viaje, dijo: "Todos controlamos inconscientemente nuestro ano. En un sueño de LSD, me cago en toda la alfombra y el suelo. En otro sueño, me imagino que soy un pene gigante que despega de la Tierra como si fuera una nave espacial... Cuando aterrizo, estoy en un mundo de piernas regordetas de bebitos sanos y pañales, con sangre por todas partes, como si estuviera en medio de algún tipo de actividad menstrual".
Grant se volvió uno de los principales defensores de la droga antes de que se volviera ilegal. Animó a sus amigos y a sus futuras esposas a ingerirla. Concedía entrevistas para las revistas Ladies Home Journal y Good Housekeeping en las que hablaba sobre los efectos transformadores de la droga. Aunque, en una ocasión, las cosas se tornaron un tanto oscuras. Un par de décadas después de su problemático divorcio, Dyan Cannon (la cuarta esposa de Grant) dijo al periódico británico Daily Mail que Grant la había "obligado a ingerir" LSD para convertirla en una "esposa nueva y reluciente que se fusionaría en un solo ser con su esposo sin esfuerzo alguno".
Timothy Leary en una gira de conferencias en 1969 (Foto por el Dr. Dennis Bogdan, vía)
Algunos dicen que Grant le contó todo sobre la droga a Timothy Leary, quien después divulgó el mensaje por todo el mundo. Sin embargo, el llamado que hizo a todos a que "se sintonizaran en ese canal" no fue del agrado de Janiger y de Huxley; ambos opinaban que el mensaje era demasiado fuerte, ya que la verdad que la droga revelaba era demasiado profunda como para soltarla a una multitud que no estaba preparada.
Timothy Leary en una gira de conferencias en 1969 (Foto por el Dr. Dennis Bogdan, vía)
Con el tiempo, la fiesta llegó a su fin. Cuando el ácido se popularizó, las autoridades se dieron cuenta. Después, el LSD se volvió fácil de conseguir en las calles y fue inevitable que empezaran todas las historias de terror y los chismes.
A principios de la década de los sesenta, la Agencia de Alimentos y Medicamentos (FDA, por sus siglas en inglés) empezó a vigilar más de cerca al instituto de Beverly Hills y tiempo después obligó a Hartman a cerrarlo en 1962. Debido a la pésima reputación de la droga a ojos de la FDA, los usuarios se vieron obligados a permanecer en la sombra. En el año 1968, la droga ya era ilegal, una pésima decisión, en opinión del doctor Sessa: "Desde entonces, la investigación ha sido muy difícil, la policía se ha visto envuelta en una guerra contra las drogas imposible de ganar, lo que ha beneficiado económicamente a la mafia, ha criminalizado a los consumidores de droga que en otras circunstancias respetan la ley y, lo más importante, ha obstaculizado toda investigación sobre esta clase de sustancias seguras y eficaces".
Mortimer Hartman ya se había ido de California por aquel entonces y Oscar Janiger había dejado su profesión y sus estudios en cuanto el gobierno comenzó a investigarlo. Cary Grant siguió consumiendo la droga, aunque de una manera más discreta, y en su testamento dejó diez mil dólares a su "sabio mahatma" (el doctor Hartman).
Quizá las sustancias psicodélicas aún tengan mucho que ofrecernos. "Los tratamientos tradicionales con fármacos [es decir, los antidepresivos] en general sólo enmascaran los síntomas", dijo el doctor Sessa. "En este sentido, las drogas psicodélicas pueden utilizarse como herramientas para abrir paso a una vía más profunda, más centrada y más efectiva para ayudar a los pacientes a explorar sus problemas con sus terapeutas... estas drogas permiten que la persona reflexione sobre cuestiones existenciales. Esto puede ser muy útil, por ejemplo, en casos de drogadicción e incluso en trastornos de personalidad, en los que el paciente puede obtener beneficios cuando se le da la oportunidad de enfrentarse a patrones de comportamiento rígidos y arraigados de sistemas negativos de creencias muy firmes".
Pero las cosas están cambiando. En 2012, un análisis de estudios realizados en las décadas de los cincuenta y los sesenta demostró lo útil que es la droga para tratar el alcoholismo. Este año se publicaron dos artículos sobre los efectos del LSD. Cabe señalar que no se había publicado nada desde la década de los setenta. Así que, quizá no falte mucho para que sepamos de qué hablaba Cary.
@returnofthemx
El doctor Albert Hofmann en 2003 (Foto vía)
La antigua élite de Hollywood usaba LSD con fines terapéuticos
MAX METZGER
Oct 23 2014, 1:27pm
El LSD hizo que Cary Grant se imaginara a sí mismo como "un pene gigante que despega de la Tierra como si fuera una nave espacial"
Cary Grant, defensor de las cualidades terapéuticas del LSD (Foto vía)
Mi primera experiencia con el LSD no fue nada agradable. Pasé seis horas mirando fijamente unos insectos en el parque antes de ser interrumpido por un gordo que me llamó estúpido y un tipo que me enseñó fotos de autopsias. Fue duro, aburrido y, además, no adquirí nuevos conocimientos, nadie me reveló los secretos del cosmos; lo único que aprendí fue que ver cadáveres humanos cuando estás colgado de un ácido sólo te hace sentir raro y molesto.
Creo que el problema principal fue haber oído a muchas personas atribuir sus profundos conocimientos sobre el universo al ácido: músicos, escritores, Steve Jobs, un hombre con coleta que conocí en un festival musical y, por muy extraño que parezca, algunas estrellas de la época dorada de Hollywood. De hecho, durante la década de los cincuenta, Hollywood fue tierra fértil para los primeros experimentos del LSD ya que Cary Grant, entre otros, lo utilizaba como ayuda en sesiones terapéuticas.
Albert Hofmann descubrió la sustancia en 1943. Albert experimentaba con hongos mientras trabajaba para los Laboratorios Sandoz en Suiza. Tras 24 intentos de crear un estimulante para el sistema nervioso central, en su intento número 25 finalmente logró sintetizar la dietilamida de ácido lisérgico-25. Cinco años después, absorbió accidentalmente un poco de la sustancia a través de las yemas de los dedos y "percibió una corriente continua de imágenes fantásticas, formas extraordinarias con un juego caleidoscópico de colores". En su cumpleaños número cien, bautizó su descubrimiento como "medicina para el alma".
El doctor Albert Hofmann en 2003 (Foto vía)
Los profesionales de la psiquiatría consideraban que el LSD tenía propiedades psicomiméticas, o en términos sencillos, que simulan psicosis. Al principio esta afirmación fue objeto de burla, aunque después surgió la opinión de que se podría experimentar con él, al menos en el ámbito terapéutico. En Reino Unido, la sustancia se utilizó de forma modesta y en dosis pequeñas en terapia psicolítica, un método para obtener un conocimiento más profundo cuando los pacientes alcanzan un nivel de estabilidad.
El doctor Ben Sessa, psiquiatra y defensor del uso de sustancias psicodélicas en terapia, me dijo: "En EUA surgió un modelo diferente: la 'terapia psicodélica'. Los pacientes hospitalizados tomaban una única dosis fuerte y tenían una gran experiencia mística, después participaban en sesiones de integración sin drogas en las que analizaban el material resultante de la sesión con drogas".
Cuando el LSD por fin llegó a EUA, el doctor Oscar Janiger logró hacerse con un cargamento. La empresa seguiría proporcionándole la sustancia a cambio de que la utilizara en sus pacientes e informara a Sandoz sobre todos sus descubrimientos. En el experimento participaron desde dentistas, amas de casa y estudiantes hasta Andre Previn, Aldous Huxley y James Coburn. Todos ellos visitaron a Janiger en busca de un poco de iluminación.
Anaïs Nin visitó a la casa de Janiger y escribió sobre la experiencia en su diario:
"Vi una costa con olas doradas que rompían en polvo dorado sólido y se volvían espuma dorada, cabello dorado que brillaba y se estremecía con deleites de oro. Sentía que podía capturar el secreto de la vida porque el secreto de la vida era la metamorfosis y la transmutación, pero pasó demasiado rápido y no hay palabras para describirlo. El espíritu cómico de Anaïs se burla de las palabras y de ella misma. Oh, no puedo capturar el secreto de la vida con PALABRAS".
En la época previa a Ken Kesey, el LSD planteaba una pregunta extraña tanto para los loqueros como para los gurús. Podía utilizarse para ayudar a la gente a sentirse normal. Sin embargo, para los que eran conscientes de su potencial, el valor real yacía en cómo podría ayudar a trascender la normalidad. Huxley, Nin, Janiger, etc., eran muy conscientes de ello. Pasaban horas hablando sobre la posibilidad de que la droga tuviera un lugar en la sociedad y reflexionaban sobre el bien que se podría hacer con "tan solo unas cuantas botellas de LSD en la reserva de Beverly Hills".
Cary Grant en Encadenados (Foto vía)
Janiger comparó sus experiencias con los misterios eleusinos, una ceremonia antigua que se celebraban a las afueras de Atenas. Los participantes bebían algo llamado ciceón (Kykeon), que se creía tenía propiedades alucinógenas, y salían de sus mentes en grupo para honrar a los dioses. El buen doctor se preguntaba si era posible que ese viaje tuviera un lugar en la sociedad dos mil años después. A pesar de que el interés de Janiger era principalmente experimental, las bases clínicas del uso medicinal del LSD siguen siendo bastante firmes. El doctor Sessa no era el único que afirmaba que los psicodélicos son muy útiles para ayudar a tratar los trastornos de ansiedad, obsesivo-compulsivos o de estés postraumático, entre otros. Al menos el doctor Mortimer Hartman estaba de acuerdo con esta teoría.
Después de someterse él mismo a análisis de investigación durante años, Hartman se sentía fascinado por el hecho de que en vez de escarbar la dura capa del ego, el LSD la derrite por completo y abre paso al subconsciente líquido que yace en las profundidades. Hartman dijo que la droga hacía "las emociones y la memoria mil veces más intensas".
Hartman abrió el instituto psiquiátrico de Beverly Hills y, tras asegurar una línea de suministro por parte de Sandoz, empezó a cobrar cien dólares por una dosis para aliviar los tormentos ocultos a simple vista. Sus pacientes contaban experiencias de transformación de género, renacimiento y revelación. También decían que se veían a sí mismos como espectadores y actores al mismo tiempo.
Fue Cary Grant, el gran actor de Hollywood, quien demostró más que cualquiera su amor por el LSD. El doctor Hartman acabó asumiendo el papel de carabina. Al principio, Grant acudía a Hartman para averiguar lo que su entonces esposa Betsy Drake había dicho sobre él. Sin embargo, Cary era un neurótico en un pedestal; el sueño de cualquier loquero. Poco después sucumbió a la posibilidad de que el LSD pudiera curar las cosas que lo habían atormentado durante tanto tiempo, lo que el doctor Hartman diagnosticó como "desapego emocional prolongado".
Pero no podemos culparlo: el padre de Grant internó a su madre en un hospital psiquiátrico cuando Grant apenas tenía nueve años y después le dijo que ella había muerto. Grant se unió al circo al año siguiente cuando su padre lo abandonó para formar una nueva familia. Una mudanza al otro lado del Atlántico y tres matrimonios después, ahí estaba Grant, en 1957, en el diván del doctor Hartman, con los ojos cerrados, probando el LSD por primera vez.
Marc Eliot, biógrafo de Grant, cree que la droga ayudó mucho al actor. "Fue capaz de 'conectar' con él mismo por medio de lo que él describía como 'sueños controlados'", dijo Eliot. "Creo que el LSD rompió las cerraduras de las puertas de la cárcel en la que había vivido, al menos emocionalmente, si no las de su vida entera".
Fue el principio de una larga relación entre la droga y el médico.
Las experiencias de Grant transcurrían entre relajadas sesiones psicotrópicas y los horribles viajes de pesadilla que la policía suele describir cuando van a una escuela a dar una charla apocalíptica sobre las drogas.
Durante uno de sus viajes relajados, escribió: "Aprendí muchas cosas en la tranquilidad de esa pequeña habitación. Aprendí a responsabilizarme de mis propias acciones y a culparme a mí y a nadie más por las circunstancias que yo mismo creé. Aprendí que solo soy yo quien se aleja de mi propia felicidad; que podía hacerme mucho más daño que cualquier otra persona". Durante un mal viaje, dijo: "Todos controlamos inconscientemente nuestro ano. En un sueño de LSD, me cago en toda la alfombra y el suelo. En otro sueño, me imagino que soy un pene gigante que despega de la Tierra como si fuera una nave espacial... Cuando aterrizo, estoy en un mundo de piernas regordetas de bebitos sanos y pañales, con sangre por todas partes, como si estuviera en medio de algún tipo de actividad menstrual".
Grant se volvió uno de los principales defensores de la droga antes de que se volviera ilegal. Animó a sus amigos y a sus futuras esposas a ingerirla. Concedía entrevistas para las revistas Ladies Home Journal y Good Housekeeping en las que hablaba sobre los efectos transformadores de la droga. Aunque, en una ocasión, las cosas se tornaron un tanto oscuras. Un par de décadas después de su problemático divorcio, Dyan Cannon (la cuarta esposa de Grant) dijo al periódico británico Daily Mail que Grant la había "obligado a ingerir" LSD para convertirla en una "esposa nueva y reluciente que se fusionaría en un solo ser con su esposo sin esfuerzo alguno".
Timothy Leary en una gira de conferencias en 1969 (Foto por el Dr. Dennis Bogdan, vía)
Algunos dicen que Grant le contó todo sobre la droga a Timothy Leary, quien después divulgó el mensaje por todo el mundo. Sin embargo, el llamado que hizo a todos a que "se sintonizaran en ese canal" no fue del agrado de Janiger y de Huxley; ambos opinaban que el mensaje era demasiado fuerte, ya que la verdad que la droga revelaba era demasiado profunda como para soltarla a una multitud que no estaba preparada.
Timothy Leary en una gira de conferencias en 1969 (Foto por el Dr. Dennis Bogdan, vía)
Con el tiempo, la fiesta llegó a su fin. Cuando el ácido se popularizó, las autoridades se dieron cuenta. Después, el LSD se volvió fácil de conseguir en las calles y fue inevitable que empezaran todas las historias de terror y los chismes.
A principios de la década de los sesenta, la Agencia de Alimentos y Medicamentos (FDA, por sus siglas en inglés) empezó a vigilar más de cerca al instituto de Beverly Hills y tiempo después obligó a Hartman a cerrarlo en 1962. Debido a la pésima reputación de la droga a ojos de la FDA, los usuarios se vieron obligados a permanecer en la sombra. En el año 1968, la droga ya era ilegal, una pésima decisión, en opinión del doctor Sessa: "Desde entonces, la investigación ha sido muy difícil, la policía se ha visto envuelta en una guerra contra las drogas imposible de ganar, lo que ha beneficiado económicamente a la mafia, ha criminalizado a los consumidores de droga que en otras circunstancias respetan la ley y, lo más importante, ha obstaculizado toda investigación sobre esta clase de sustancias seguras y eficaces".
Mortimer Hartman ya se había ido de California por aquel entonces y Oscar Janiger había dejado su profesión y sus estudios en cuanto el gobierno comenzó a investigarlo. Cary Grant siguió consumiendo la droga, aunque de una manera más discreta, y en su testamento dejó diez mil dólares a su "sabio mahatma" (el doctor Hartman).
Quizá las sustancias psicodélicas aún tengan mucho que ofrecernos. "Los tratamientos tradicionales con fármacos [es decir, los antidepresivos] en general sólo enmascaran los síntomas", dijo el doctor Sessa. "En este sentido, las drogas psicodélicas pueden utilizarse como herramientas para abrir paso a una vía más profunda, más centrada y más efectiva para ayudar a los pacientes a explorar sus problemas con sus terapeutas... estas drogas permiten que la persona reflexione sobre cuestiones existenciales. Esto puede ser muy útil, por ejemplo, en casos de drogadicción e incluso en trastornos de personalidad, en los que el paciente puede obtener beneficios cuando se le da la oportunidad de enfrentarse a patrones de comportamiento rígidos y arraigados de sistemas negativos de creencias muy firmes".
Pero las cosas están cambiando. En 2012, un análisis de estudios realizados en las décadas de los cincuenta y los sesenta demostró lo útil que es la droga para tratar el alcoholismo. Este año se publicaron dos artículos sobre los efectos del LSD. Cabe señalar que no se había publicado nada desde la década de los setenta. Así que, quizá no falte mucho para que sepamos de qué hablaba Cary.
@returnofthemx
miércoles, mayo 03, 2017
ARTE EN CRISIS. ISIDORO VALCÁRCEL MEDINA SOBRE “LA SITUACIÓN” (1993/2016) | Artishock Revista
ARTE EN CRISIS. ISIDORO VALCÁRCEL MEDINA SOBRE “LA SITUACIÓN” (1993/2016) | Artishock Revista
La tarea que nos cabe en el presente es revolver en el pasado los futuros enterrados [1]
La tarea que nos cabe en el presente es revolver en el pasado los futuros enterrados [1]
La Situación fue un encuentro nacional de artistas que tuvo lugar en Cuenca (España), principalmente en la Iglesia de San Miguel, del 26 al 29 de Abril de 1993. Dirigido por Horacio Fernández y Ángel González, en el contexto de la crisis que afectó a la economía, la sociedad y la cultura española a principios de los noventa, asistieron críticos, historiadores, galeristas, estudiantes, coleccionistas e interesados en el arte en calidad de oyentes y participantes a los debates surgidos a partir de comunicados presentados exclusivamente por artistas.
Años después, también en Cuenca, la Facultad de Bellas Artes de la Universidad de Castilla-La Mancha retoma la idea de dicho encuentro para organizar del 18 al 21 de octubre pasados La Situación 2016 arte por-venir (LS2016). La convocatoria tuvo como objetivo debatir sobre el estado actual de las prácticas artísticas en España y América Latina. Se articuló como un espacio de discusión presencial y virtual para artistas consolidados y en formación de diversos países, muchos de ellos interviniendo como delegados o portavoces de grupos que mantuvieron debates previos. LS2016 mantuvo el mismo criterio con que se realizó el encuentro de 1993: dar voz a los artistas sin mediación de críticos o comisarios, aunque no por ello con voluntad alguna de exclusión o confrontación.
El núcleo del encuentro estuvo constituido por foros de debate en los que participaron más de cincuenta ponentes, entre ellos, Luis Camnitzer, Daniela Ortiz, Rogelio López Cuenca, María Cañas, Nicolás París, Rolf Abderhalden, Mujeres Creando, Internacional Errorista, Cabello/Carceller, Wilfredo Prieto, Federico Guzmán, Dionisio Cañas, María Ruido, Juan Domínguez, Daniel Miracle, Aurora Fernández Polanco, y el Premio Velázquez 2015, Isidoro Valcárcel Medina (Murcia, España, 1937), con quien tuve el placer de conversar poco antes de su inauguración.
Leyla Dunia: La Situación comenzó en octubre de 1992 a partir de las discusiones de un grupo de profesores de la Facultad de Bellas Artes de Cuenca. ¿Cómo surge tu participación en ese encuentro?
Isidoro Valcárcel Medina: Yo tenía relación con mucha gente de ahí, como por ejemplo con José Antonio Sarmiento. Me invitaron y yo fui encantado.
L.D: Todo el impulso en el campo del arte que se venía gestando desde la década de 1980 en España choca contra un muro en 1992 cuando llega la crisis. La Situación partía también de la reflexión en ese contexto de precariedad. ¿Cómo lo recuerdas?
I.V.M: Me acuerdo del Círculo de Bellas Artes de aquí de Madrid, que organizó un simposio o congreso en el cual intervine, alrededor del 92-93, que se llamaba Crisis-cultura-crisis; entonces, mi conferencia era sobre Cultura-crisis-cultura, es decir no sometáis ya para empezar la cultura a la crisis. Yo suelo decir a los artistas que estoy cansado de las becas y las residencias, me parece estupendo que las den, pero sin beca también se puede vivir y hemos vivido muchísimo tiempo. Hay países donde no hay ni siquiera papel y lápiz. ¿Tú que puedes tener papel y lápiz, no puedes expresarte en el nivel que puedas? Eso estaba muy a flor de piel en el momento de aquella crisis en el 93, cuando empezó la obsesión por aquello de no tener financiación; pues si no tienes financiación para la obra prodúcela tú, y si en vez de usar hierro tienes que hacerla en cartón, pues hazla en cartón… quizás soy muy extremista…
L.D: En el comunicado que leíste en 1993 rezaba lo siguiente: “Nada que tenga que ver con el arte provoca, estimula o mueve el más leve cambio en la inmovilidad de las instituciones artísticas”. ¿Sigue siendo así?
I.V.M: Sigue más vigente que entonces, yo creo. Ayer venía en el periódico una larguísima crónica sobre las grandes exposiciones de arte que montan los museos, por ejemplo la de Velázquez, la de El Bosco, y así en todo el mundo. Ese trasiego de obras ya es una cuestión puramente económica al margen de toda consideración.
L.D: Un poco más abajo aparece una frase contundente: “Tenemos un arte descomprometido con su medio y con su tiempo (aunque esté comprometido por ellos)”. También se mencionan la falta de reflexión y pensamiento ante la obra, la fiebre por la titulitis, el juego del mercado (ferias, galerías, bienales), y gran responsabilidad de estas críticas las dejas caer sobre los artistas por darle entrada. ¿Qué pueden hacer lo artistas contra la dominación? ¿Es posible trastocar el sistema?
I.V.M: Los artistas tienen sencillamente que cumplir con su obligación, la de ser creadores, removedores, instigadores de nuevos comportamientos y nuevas ideas. Es que se presume de ser artista, pero ¿qué haces en el ejercicio de esa profesión que contribuya a lo que se supone que es un artista? Es decir, a ser un aportador de nuevas ideas… sigo estando de acuerdo con esos planteamientos. Cada vez las comodidades de comportamiento son mayores pero el comportamiento no refleja esa facilidad, quiero decir, yo he vivido el franquismo y sé de las enormes dificultades, y sin embargo había un profundo compromiso subterráneo. Ahora cuando puedes expresarte con mayor “libertad”, resulta que todo es lo mismo.
L.D: En las conclusiones del comunicado leído en 1993, acerca de las posibles respuestas a la pregunta “¿qué hacer ante esta situación?”, se lee entre otras: “Elegir la acción creativa frente al producto de la creación y no olvidar nunca que vivir y ejercer oficios que se le parecen tanto son cuestiones morales”. ¿Hablamos de un borde ético en el arte y de generar un compromiso personal?
I.V.M: Quiere decir que estamos en un momento -y en la época de Velázquez también, no seamos ingenuos- en el cual se trata del producto. Cómo se ha gestado eso, qué tiempo se ha dedicado, qué ideas se han movilizado y eso está muy al margen, en lo comercializable, lo tangible. Evidentemente yo estoy en contra de eso pero es lo que impera. Yo defiendo la acción antes del producto.
L.D: ¿Hay una obsesión por el objeto?
I.V.M: Sobre todo el hecho de que los artistas dicen: voy a empezar a hacer una obra, y uno se pregunta: ¿Y antes de empezar a hacer esa obra tú no tenías nada en la cabeza referente a esa idea? Supongo que algún estímulo, impulso o movimiento. Si eres pintor se supone que la obra empieza a partir de que levantas el pincel, pero el impulso anterior que a fin de cuentas es el germen de todo no se toma en cuenta en absoluto.
L.D: Quizás no se toma en cuenta porque no se puede comercializar…
I.V.M: Claro, para empezar porque no es visible o tangible, y luego porque no se puede comercializar. Eso es una vieja batalla que yo tengo. Yo recuerdo que en esta Situación del 93 intervine en una mesa redonda y surgió la cita de Wittgenstein “de lo que no se puede hablar, es mejor callar”, y yo decía, es que precisamente de lo que no se puede hablar hay que hablar, a eso es a lo que tienes que dedicarte en primer lugar. Se armó mucho escándalo porque es una frase sagrada, y sí, será sagrada, pero en fin…
L.D: Es la postura más cómoda
I.V.M: Claro, el arte y los artistas son beneficiarios de un estado privilegiado aunque se pasen la vida quejándose y llorando, pero son beneficiarios de eso, hay que explotarlo en el sentido de que te permite salir un poco de lo establecido, cosa que por ejemplo un fontanero no puede hacer.
L.D: ¿Tú has procurado transitar ese camino?
I.V.M: He procurado, pero muchas veces no lo he conseguido.
L.D: De las jornadas del 23 al 26 abril de 1993 llevadas a cabo en la Iglesia de San Miguel, ¿qué recuerdas con más intensidad?
I.V.M: Recuerdo que el ambiente era casi festivo pero serio, y sobre todo era muy bonito que estaba organizado por una facultad de gente con mucho empeño e impulso. Había grandes universidades como Salamanca o Madrid que no movían un dedo y sin embargo en Cuenca se produjo este acontecimiento que no era usual, y que los que estábamos en esto disfrutamos mucho.
L.D: Una de las características esenciales del encuentro era, y sigue siendo, privilegiar la voz de los artistas y fomentar el encuentro y debate entre ellos sin intermediarios como comisarios, galeristas, etc. Veintitrés años después sigue siendo necesario –casi urgente- hacer un esfuerzo adicional para eliminar la mediación y darles la palabra. ¿Por qué crees que el planteamiento sigue tan vigente?
I.V.M: Si, ahora nadie se imagina que puedas hacer una exposición ordenando tu propio trabajo; no tengo nada en contra de los comisarios, pero que se haga una renuncia expresa a eso y decir la exposición me la comisaría fulano o mengana… ¿y el artista no pinta nada? Hay muchísimo de aquello. Ahora también estamos en otra crisis, yo creo que la del 93 era más dramática en cuanto a lo inesperado de recién haber salido de un respirar. Ahora probablemente se manifiesta con más estupidez colectiva porque lo estamos demostrando constantemente.
L.D: En el 2008 inició una crisis global tras la caída del banco Lehman Brothers. Para España también significó el final de la segunda burbuja inmobiliaria, la crisis bancaria, el aumento del desempleo. Ahora estamos en el medio de una crisis migratoria crítica, la guerra en el medio Oriente…
I.V.M: Hay una cuestión de carácter económico que no se puede disimular, pero también es cierto que nos hemos acostumbrado a llamar crisis a las cuestiones económicas y no se habla nunca de crisis de ideas o de pensamiento, sino que cuando se dice crisis se refiere inmediatamente a la economía.
L.D: Puede haber proliferación de ideas en crisis económica y al contrario…
I.V.M: La crisis reclama las ideas. Me acuerdo que en Madrid, en ese congreso de Cultura-crisis-cultura, yo lo pregonaba, bienvenida la crisis. Y me acuerdo que un día con los directores del Reina Sofía, pero ya de esta crisis en el 2009, cuando estaba empezando la cosa, en las reuniones preparatorias de la muestra la crisis salía a colación, y dije yo: “Me encanta la crisis”, y se quedaron mirándome asombrados. Entiéndase, no quiero que la gente la pase mal, pero me encanta la crisis a ver si espabilamos.
L.D: El encuentro La Situación 2016 apunta a una reflexión sobre el estado de excepción permanente y la situación de precariedad como lo cotidiano. ¿Piensas que podemos afectar el contexto en el que vivimos desde el arte?
I.V.M: Realmente no tendría que haber otra inspiración. No digo que uno tenga que ser un héroe social, pero puedes idear cosas que tengan relación directa con el contexto. Por ejemplo, la arquitectura está absolutamente desligada con la realidad social y ambiental. En esta última década hemos visto grandes construcciones absolutamente secundarias, y sin embargo para la gente que está en necesidad no se piensan soluciones cómodas y accesibles. En los ascensores de los teatros que dan acceso al escenario del Reina Sofía, por ejemplo, resulta que no cabe un piano. Si quieres subir un piano tienes que desmontarlo primero. Y luego está esa pared roja insultante que refleja el sol a las casas de enfrente y que ni el autor ni los que tenían que haber controlado la construcción se han enterado. Yo hice un trabajo en el que puse un lona inmensa que decía: “El autor ruega que disculpen las molestias”; no ponía quién era el autor ni lo firmaba yo, simplemente pedía perdón por esa cretinez de una pared roja orientada a poniente con unas casas en la acera de enfrente. Los artistas tienen un estatus social magnífico, pero tienen que responder a él como cualquier hijo de vecino.
L.D: El subtítulo de La Situación 2016 es Arte por-venir. En tu opinión, ¿qué podemos avistar en el horizonte?
I.V.M: Me gusta más sin el guión, es decir, arte pendiente. Me parece muy bien, eso hay que apoyarlo, tenemos aquí políticamente un ejemplo de una situación absurda en la cual no se apoya para nada el por venir y corremos el riesgo de que ocurra también en el arte; por eso me gusta que se proponga reflexionar sobre el porvenir, pero tiene que ser de verdad. Para poner un ejemplo simplón, si hay un artista que está repitiendo lo mismo, ese no juega en el partido, tiene que hacer algo por el porvenir, tiene que responder a su ocupación y preocuparse por lo que viene; lo de ahora ya sabemos en qué consiste.
Hace dos días hice un recorrido por las galerías, ¿y sabes lo que me ocurre?, que ya no necesito entrar -en las que tienen cristales, quiero decir-, pasas y dices: otra vez lo mismo. Me parece una explotación enorme del prestigio que mantiene el arte. Estuve en una galería que estaba toda pintada de blanco muy intenso: suelo, techo y paredes; cegador, muy iluminado. Y la vi desde la calle y dije: “aquí tiene que haber algo”; entonces entré y lo único que había era un tubo pequeño. Pregunté si esa era la obra y me dijeron que si. Yo admito el significado profundo de lo obvio y lo elemental, pero hasta un cierto punto, es decir, ¿esa iluminación es necesaria para esto? Ni siquiera adquiero información, no digo ya emoción, sino ni siquiera información. Me parece una cosa descarada, y eso lo ha hecho alguien que firma y una galería que se está gastando los vatios en iluminar aquello de una manera bestial. Entonces que haya un encuentro como puede serlo, no sé si lo será, pero que puede serlo La Situación, hay que apoyarlo y yo tengo muchas ganas de estar ahí.
[1] Réquiem para Walter Benjamin, citado por Suely Rolnik en la conferencia ‘Furor de Archivo’ impartida en el Hemispheric Institute of Performance and Politics en 2009.
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