Tributo a un oficiante de la mirada
Tendrá tres funciones en Jalisco: una en el pueblo de Ajijic y dos en Guadalajara
Estrenarán en México documental sobre el legado de John Berger
El humanista se definió como angry young man (joven enojado) que fue y siguió hasta el final de su vida por como estaba el mundo, explica Cordelia Dvorák, autora del filme The Art of Looking, en entrevista con La Jornada
Armé su retrato desde el espejo de los otros con los que dialogó
La casa de John Berger (1926-2017), ubicada en el pequeño pueblo de Quincy, en los Alpes franceses, donde el escritor, pintor y crítico de arte británico vivió más de cuatro décadasFoto Cordelia Dvorák
Detalle de los brazos de Berger, quien, en palabras de Cordelia Dvorák,
fue gran ejemplo en sus convicciones políticas, en su alerta continua sobre las injusticias, en su compromiso con los marginados.Foto Majade Filmproduction Berlin
En la imagen, el colaborador de La Jornada en una escena del filme The Art of Looking en París, en 2016Foto Majade Filmproduction Berlin
John Berger y su inseparable motocicleta, con la cineasta Cordelia Dvorák, y en la siguiente imagen con su hija Katya en París, en 2016Foto Majade Filmproduction Berlin
Ericka Montaño Garfias
Periódico La Jornada
Martes 7 de marzo de 2017, p. 4
Martes 7 de marzo de 2017, p. 4
Una mañana, sentada en su café preferido en Prenzlauerberg, Berlín, la directora de cine Cordelia Dvorák abrió el periódico para encontrarse con una fotografía de John Berger, de gran tamaño.
Ella pensó que era la noticia de la muerte del escritor, pintor y crítico de arte británico, pero no: era un artículo en el que se rendía homenaje a Berger por su cumpleaños 88.
Estaba tan aliviada y contenta que decidí en ese momento, y por una de esas intuiciones de las cuales salen a veces las mejores ideas, que quería hacer una película con él para su cumpleaños 90, explica Dvorák en entrevista con La Jornada.
Así nació la idea del documental John Berger or the art of looking, que el pasado noviembre se estrenó en la Volksbühne de Berlín y cuyo estreno en México se hará con tres funciones en Jalisco: en el pueblo de Ajijic, en el encuentro Docuarte, y en el Festival Internacional de Cine de Guadalajara.
John Berger, humanista, intelectual y colaborador de La Jornada, falleció el pasado 2 de enero en París. Tuvo tiempo de ver concluido ese documental.
El primer contacto de Cordelia Dvorák con John Berger fue a través de sus textos. “Antes, sobre todo, de sus ensayos sobre arte, de su manera muy única y poco ortodoxa de observar, de acercarse a sus temas, a un cuadro, un artista, un fenómeno o pequeño evento cotidiano que le llama la atención y que desea compartir. Siempre me fascinó su manera de crear conexiones cruzadas completamente inesperadas; por ejemplo: encontrar de plano una especie de ‘eco’ entre la imagen de una Madonna y un dibujo de una rosa suyo… Hasta mucho más tarde empecé a descubrir su prosa, sus novelas y su poesía.
“Fue también siempre un gran ejemplo en sus convicciones políticas, en su alerta continua sobre las injusticias en el mundo, en su compromiso con los marginados, los desplazados, los desprivilegiados.”
–Sus lectores conocen mucho su obra, ¿qué les va a sorprender cuando vean el documental?
–Algo muy sintomático en la obra de John es su concepto de sí mismo: nunca se quería ver como novelista; siempre se definió –muy modestamente–– como un storyteller,alguien que recoge las historias que nos rodean por todos lados y las comparte con el mundo. Por eso tampoco nunca le había interesado su autobiografía o hablar mucho de su persona.
“En ese sentido nuestro documental tampoco es una biografía de John, porque a él le parecían muy aburridos esos artistas o escritores que siempre hablan de sí mismos. De ninguna manera deseaba algo así, hasta no quería ninguna entrevista o preguntas directas o personales, algo difícil como punto de partida para mí, que tenía el encargo con nuestros coproductores, como Arte y la BBC, de hacer un retrato sobre alguien importante que cumple 90 años y tiene toda una obra y vida muy plena.
“Al mismo tiempo yo estaba consciente de que John era alguien que siempre había sido muy curioso e interesado en diálogos con otros artistas, y parte de su obra son justamente colaboraciones muy interesantes y poco comunes con fotógrafos, directores de cine, dibujantes, gente de teatro y otros escritores. Entonces decidí armar el retrato sobre John justamente en el espejo de los demás, de algunos de sus más importantes colaboradores de las últimas décadas, o ‘cómplices’, como él los llamaría.”
En el documental aparecen el director de cine Mike Dib, el grafista e ilustrador turco Selçuk Demirel; el traductor y editor de John en Alemania, Hans Jürgen Balmes; su hijo Yves, “quien es pintor y nos cuenta las razones por las cuales John dejó Londres y su carrera como estrella de la BBC y explica por qué, después de haber recibido el Premio Booker, Berger se fue a vivir más de cuatro décadas a un pueblo chiquito en las altas montañas en Francia y con su hija Katya, crítica de cine, lo vemos jugando en el jardín de la casa de John en París, un juego de infancia, intercambiando asociaciones espontáneas sobre postales de arte. En cierto momento vemos a John subiendo a su moto tan querida para irse de compras, y poco después nos explica qué tienen que ver para él sus idas en moto con escribir y presencia.
“En medio de esas intervenciones vemos a John como hilo conductor en su papel preferido de storyteller,hablando con el espectador con extractos de sus textos, algunos todavía inéditos.
No he conocido a alguien que dominara la cámara como él, con esa voz tan íntima y seductora, grave y simpática a la vez y dirigiéndose a su público de la manera más directa, invitándolo a una complicidad realmente muy especial.
Dealer de miradas y apariencias
–Hablamos de un hombre que hizo del arte y la literatura su forma de manifestarse y de analizar y debatir sobre el mundo actual. ¿Qué es lo que le llamó más la atención como documentalista?
–Muchas veces, John dijo que su verdadera inteligencia era su inteligencia visual. En nuestra película nos comparte un sueño que tuvo donde se experimentó a sí mismo como una especie de “extraño dealer”, “un dealer de miradas y apariencias”.
“En el sueño logra entrar en las apariencias y así entenderlas, sin esfuerzo. Sin embargo, al despertar ya no se acuerda de cómo lo hizo. Es un momento muy conmovedor y, de una manera indirecta, también sumamente íntimo.
“Creo que nunca he encontrado a alguien que mira, que se fija y que observa como John. Mirar es el tema de su vida. Me recordó mucho a uno de sus álter egos, el filósofo Spinoza, con el cual entró también en diálogo en su libro Bento’s sketchbook, especie de encuentro ficticio con el pensador holandés. Lo que muchas personas no saben: Baruch de Spinoza, aparte de su existencia como filósofo, se ganaba la vida como constructor de microscopios y pulidor de lentes. De alguna manera John siempre me pareció un ‘pulidor de lentes’ del siglo XX.
“O como lo describió su hijo Yves, muy bello: ‘Nos prestó a nosotros todos sus ojos, para ver mejor, para mirar más precisamente’.
“En su libro Here is where we meet, John escribe sobre un encuentro con el maestro más importante de su juventud, Ken, y lo describe de una manera que ahora, viendo hacia atrás, podría ser también una descripción muy precisa de lo que John significaba para muchos: ‘Era de él que aprendí cruzar fronteras. Existe la palabra passeur en francés, que muchas veces se traduce como ‘barquero’ o ‘contrabandista’. También incluye la connotación: ‘guía’, y algo de las montañas. John fue nuestro passeur-barquero-contrabandista.
“Es interesante observar cómo John, quien originalmente era estudiante de arte en el Londres de la posguerra, que empezó su carrera de maestro de arte para la Workers Education Association en la capital británica con conductores de autobuses públicos, muy pronto sintió que había cosas más urgentes de decir y que por eso él no podía seguir pintando.
“Se describió como angry young man (joven enojado) que fue y que siguió angry hasta el final de su vida por como estaba el mundo. Trató siempre de conectar lo poético con lo político, el arte con la vida cotidiana. En los años 50 del siglo pasado se hizo muy famoso en Inglaterra con sus críticas de arte, aunque nunca le gustó ser definido como un crítico de arte. Lo contrató la BBC, cuando la televisión todavía era otra cosa, y un marxista tan ardiente y hasta polémico como él podía convertir una serie sobre arte en un éxito de público y algo muy popular.
“Escribió novelas, ensayos, poesía, guiones de cine, obras de teatro, pero jamás dejó de dibujar, aunque después sólo en privado o en sus viajes. Era una manera de ‘pensar’ para él o, como lo describe Hans Jürgen Balmes, su traductor y editor alemán: si John quería ver con más precisión a menudo y todavía más en los últimos años empezó a dibujar entre sus textos, como por ejemplo en Bentos sketchbook’, ese libro que plantó como el sketchbook ficticio de Spinoza, donde mezcla observaciones suyas con sus dibujos de cosas cotidianas y citas-comentarios de ese filósofo.
Echar peso terrenal
–¿Cómo define el trabajo de John Berger a partir de lo que vivió al filmar el documental?
–Creo que llegamos en un momento especial cuando empezamos a filmar con John. Su mujer, Beverly, había muerto hacía poco; él había dejado su casa en las montañas y se fue a vivir a París; toda su obra ya la había entregado al archivo de la Biblioteca Británica y de alguna manera percibí que él ya estaba preparándose para la última etapa de su vida.
“Recuerdo un momento muy especial que viví con él todavía antes del rodaje: su última presentación de libro en septiembre 2015, una colección enorme de todos sus ensayos sobre pintores (On Art), que editó Tom Overton y que se dio a conocer en Londres.
“John estaba sentado sobre el escenario, miró el libro con sorpresa y dijo que ya no se acordaba de nada de lo que había escrito ahí. De alguna manera parecía que ya no tenía importancia para él, que ya estaba en algo que percibí como: echar peso terrenal, en ese umbral tan misterioso entre vida y muerte.
“Fue una temporada muy intensa la que pasamos juntos, por la cual estoy sumamente agradecida; ahora todavía más, porque fue realmente un gran privilegio estar tan cerca de él. Reímos mucho. Tomamos siempre mucho champaña. Y estaba muy consciente de que cada día de rodaje pudiera ser el último.
“Vivió retirado, recibió amigos para comidas y cenas, pero ya no representantes de la prensa; ya no dio entrevistas. Se concentró en lo esencial, como dibujar, a manera de un ejercicio diario de meditación. En la última escena de la película lo vemos dibujando una minúscula flor roja con enorme dedicación, preguntándose justamente qué mensaje podían tener las apariencias naturales para nosotros más allá de las palabras.
“Y esa concentración también influyó mucho en la edición. Tratábamos de concentrarnos ahí también en lo esencial, dejar muchas cosas que quería originalmente fuera y más bien buscar un ritmo más lento y pausado, como una especie de respiración paralela al ritmo de John.
“Un hombre ya grande, en el estreno del documental en Berlín, dijo después de la presentación de la película que ya no tenía miedo de envejecer, que John lo había alentado a enfrentarse a la muerte.
“Y la reacción de John cuando vio el documental fue muy interesante. Dijo: ‘Oh, wonderful, casi se me olvidó que era sobre mí’, como si esa vida ya no le perteneciera.”
Las funciones del documental John Berger or The Art of Looking, de Cordelia Dvorák, se efectuarán el 11 de marzo a las 18 horas en el pueblo de Ajijic, Jalisco, en Docuarte; el 12 de marzo en el Festival Internacional de Cine de Guadalajara, en Sania 9, a las 17 horas, y un día después, el lunes 13, en Cinetransformer a las 14:15 ho