sábado, mayo 29, 2021

Suso Basterrechea: «No hay nada menos artístico que ser panfletario»

Suso Basterrechea: «No hay nada menos artístico que ser panfletario» - Ferrol360

Suso Basterrechea: «No hay nada menos artístico que ser panfletario»

Suso Basterrechea posa en su estudio para Alicia Seoane

TEXTO y FOTOS: ALICIA SEOANE| Ferrol | Jueves 27 mayo 2021 | 12:25

Suso Basterrechea es uno de esos hombres que no pasan desapercibidos. Creativo, tímido, inseguro y un poco egocéntrico —en sus propias palabras—. Un hombre polifacético que derrocha humanidad: artista, político, profesor… Amado y repudiado por igual, quizá más lo primero que lo segundo, o también viceversa. No podemos saberlo.

Incendiario y activo en las redes sociales, Suso es un hombre incansable. Siempre tiene respuestas para muchas de las «chorradas que se dicen y se comentan». Su persona desborda dosis de honestidad brutal. Para quienes nos gustan las cosas tal cual con su toque de imperfección. Hablar con él es una fiesta. Su libertad de ser sin tapujos ni pelos en la lengua, su voz rasgada y su manera de estar hace que este diálogo no tenga que ser políticamente correcto. Una cosa extraña en los tiempos que corren.

FERROL360 – Acabo de escuchar que duermes tres horas, ¿se puede funcionar durmiendo tan poco tiempo?

SUSO BASTERRECHEA – Sí, duermo poco tiempo, unas tres horas desde que era niño. No es que haya algo que me quite el sueño, es que me fastidia bastante que se acabe el día. Disfruto de lo que hago y me cuesta interrumpirlo. El momento de la noche es como cortar algo. Y no me gusta. Me gusta que haya continuidad. De pequeño es verdad que mi madre me llevó al psiquiatra porque me pasaba las noches de charla y me preguntaron con quien hablaba de noche, y yo le dije que con marcianos. [Risas]. Cosas de niños.

La realidad es que, en general, me gusta la noche. Para mí el placer es estar haciendo cosas. Soy una persona ansiosa y me llena lo que hago. Necesito hacer cosas. Cuando salí del Gobierno municipal creí que necesitaba relajarme y parar un poco, pero no, necesito estar ocupado. Soy un poco inseguro y egocéntrico. Y para sentirme querido me gusta crear e involucrarme con las cosas. Y si a la gente le gustan, mejor. Soy así. [Pone un gesto como diciendo «es lo que hay»].

360 – ¿Cuándo descubres que te gusta la pintura?

SB – De pequeño ya me gustaba. A mi abuelo le gustaba mucho el arte. Era un amante de la pintura y le gustaba coleccionar, tenía criterio y le gustaba compartir esto conmigo; pero era un pésimo pintor. Mi padre pertenece a la Marina, pero también tenía actitudes y gusto. Siempre respetaron mi vocación. Yo le dije a mi madre eso de «mamá, quiero ser artista». Lo único que me pidieron fue que hiciera la carrera. Mis padres fueron muy respetuosos y me apoyaron siempre, aunque mi padre y yo tengamos visiones de la vida y de la política muy diferentes… En aquel entonces vivía con ellos en Canarias y para hacer Bellas Artes me fui a Sevilla en el año 86. Aprobé año por año. Y mis padres estaban ahí detrás. En el año 92 ya era licenciado.

360 – ¿Qué pasa cuando terminas la carrera?

SB – Pues la verdad es que yo nunca tuve visión de futuro, ni siquiera ahora que soy padre. Me cuesta pensar a largo plazo. Tengo la suerte de tener una compañera que tiene esta visión que a mí me falta. Cuando acabé tuve la suerte de que lo que pintaba estaba gustando y vendía. El conflicto apareció cuando yo quise empezar a hacer esculturas y la galería que me representaba empezó a ponerme trabas, a decirme que lo que hacía se vendía bien, que debía seguir en esa línea. Ahí me dí cuenta de que yo no quería ser esclavo de mi vocación. No quería convertirme en un empleado del arte. Lo que era una vocación y me apasionaba no quería convertirlo en una obligación. Prefería vivir de otra cosa y pintar lo que quisiera. En ese momento tenía una novia que estaba opositando, así que pensé que la educación podría ser una buena salida. Empecé a opositar y me las saqué rápido. La segunda vez que me presenté ya aprobé. Y me vi de funcionario.

360 – Entonces empiezas otro camino en la docencia, ¿a dónde decides ir?

SB – Pues para opositar necesitaba tiempo y en Sevilla no me podía mantener, así que en Ferrol tenía la casa de mis abuelos. Me vine aquí y todo se fue dando. Me enamoro de la que es mi mujer y ya apruebo la oposición, así que me veo aquí con la oposición aprobada y con amor. Me quedé por ambas razones: amor y economía. Durante mucho tiempo pensé que estaba aquí de prestado; pero Ferrol es una ciudad muy cómoda para criar, para trabajar y poder vivir. Te permite concentrarte porque hay estímulos pero no tantos como había en Sevilla. A mí la calle me tiraba mucho, siempre había cosas que hacer y eso también te descentra. Aquí tenía estabilidad sentimental, que para mí es muy importante. Llevo más de veinte años con la misma persona. A mayores, aunque no entré en la docencia de manera vocacional, he ido descubriendo mucho que me gusta dar clases porque aprendo mucho con los alumnos. Esto me mantiene despierto y me hace seguir aprendiendo. Y puedo estar en un bachiller de Arte que tiene mucho que ver con mi vocación.

360 – En tu trayectoria como artista hay un momento en el que empiezas a definirte como escultor y después das un giro de nuevo a la pintura, ¿por qué decides abandonar la escultura?

SB  [Pensativo] Todo tiene que ver con que uno dedica su vida a esto y ello implica que lo bueno y lo malo del arte es que vivimos del aire. No son operaciones matemáticas, vivimos de sensaciones inciertas. Yo soy una persona muy insegura, tengo confianza en mí mismo pero, a la vez, siempre dudo. La escultura me daba un peso, tiene materia, parece que tiene una contundencia. Y esto me aportaba estabilidad. Llegó un momento que esa materialidad y esa contundencia se me venían encima. Tenía que estar muy limitado por cuestiones de espacio, las piezas con el tiempo podían deteriorarse…

En fin, la escultura también era frágil, se alteraba con el paso del tiempo, así que ya no había nada que me aportase esa falsa sensación de seguridad y me dije: «ya que vamos a ser frágiles, inestables, delicados e inseguros pues puedo hacer otras cosas en otros soportes que también sean frágiles, inestables…». Que mi obra represente esto, pero que me aporte más libertad. Y el dibujo aporta todo esto: es directo, es frágil, delicado, es algo que hacen los niños… Empecé a hacer dibujo para ser poca cosa. El dibujo no nacía con vocación individual, sino con vocación de continuidad. Me gustaba esa idea de poder empapelar una sala. La escultura era el espacio y yo decoraba ese espacio con dibujos.

360  Y con cierta vocación literaria…

SB  Sí, poder contar. Me gustaba poder introducir la palabra. A veces lo hacía a lápiz, en pequeñito. Tardé en introducir texto, pero me gustaba ir en contra de la imagen, ser irónico. Descubrí unas plantillas para poder trabajar el texto y me dí cuenta de que cada vez me gustaban más. Tiene mucho impacto visual. Me gusta el texto solo, funciona bien. Las obras de arte a veces cobran su vida propia y los dibujos me superaron. Llegaron más lejos de lo que yo esperaba.

360  Muchos de tus trabajos dialogan con el propio arte contemporáneo…

SB  Para mí, mi obra es básicamente conceptual. El arte conceptual es en sí un arte frío, aburrido. Cuenta más el texto que lo que vemos, pero bueno; por qué no hacer un arte conceptual que al mismo tiempo sea divertido, ¿no? Quizás el día de mañana, si alguien quiere entender nuestra sociedad, analice más Los Simpson que las obras de arte que encuentra en los museos. Da una idea clara de lo que somos como sociedad. Yo he buscado dar una visión de la vida y del arte manteniendo mi perspectiva propia. Por ejemplo: retomo a Joseph Beuys y su famosa frase de «la revolución somos nosotros» y me lo apropio. Y le doy una vuelta y digo que «la revolución no somos nosotros». Me gusta hacer eso y jugar con conceptos que pueden ser también políticos y que están en la historia del arte. Un hombre que se encierra con una liebre muerta a dar lecciones de arte, que fue un líder ecologista, a mí toda esta personalidad me atrae y lo admiro; pero le doy la vuelta y empiezo a hacer dibujos de conejos y a añadir frases como «conejo vivo aprende más que liebre muerta». Es hacer ironía con alguien que admiras.

360  ¿Tu posicionamiento como artista tiene que ver con tu posicionamiento como político?

SB – A mí como artista me gusta todo; los planteamientos que maneja el arte son muy profundos si los cargamos de nuestro propio fracaso, de nuestra propia inseguridad, de nuestra propia incomodidad. Es un lenguaje que nos permite fracturas. En arte se puede hablar del fracaso como sociedad, de las contradicciones humanas… Yo nazco en el 68, con la revolución fallida [risas]. Evidentemente, esto marca algo. Ser revolucionario hoy en día es casi absurdo porque no hay nada menos artístico que ser panfletario. Lo que dicen mis textos no siempre se corresponde con mis propios pensamientos, en muchas ocasiones es una ironía de mí mismo. Ese es mi deber como artista cuestionar los propios discursos. Puedo hacer un análisis profundo de los propios códigos y del propio lenguaje. En política, lamentablemente, no hay espacio para los matices. En el arte no hace falta transmitir una idea fuerza. La ausencia de esa idea contundente es parte de un posicionamiento artístico y mi obligación como artista es no quedarme con lo más superficial.

360  Quizás, a veces, como político hayas sido más artista que político…

SB  Yo llegué a la política por artista. Para mí la política es una práctica artística. Cuando digo en un pleno que soy una persona incoherente sé que me van a hacer con esto un titular en prensa, pero no me importa porque es cierto. Quizá pueda ser algo negativo; pero depende como se mire. Hay un exalcalde que me reconoció que le daba envidia que pudiera reconocer esto públicamente. Parece que en política no podamos reconocer esta parte de humanos. Otro titular que apareció en prensa : «Nunca fuimos ángeles». Fue por una foto que nunca debió de llegar a la prensa en la que salimos Jorge [Suárez, el exregidor] y yo fumando en una bañera.

Obviamente tenemos errores como humanos. Los políticos y las personas estamos lejos de ser perfectos, y yo voy con esto por delante… Ahora se vive en el escaparate de las redes sociales y todos lo hacemos. Yo también lo hago, pero está bien reconocer lo que somos y no creernos todo. Hablamos, por ejemplo, de machismo y, evidentemente, que para poder hablar de esto hay que reconocer que uno ha sido criado de esta forma machista y que seguramente, a veces, todo esto se me escape porque está ahí. Pero poder reconocerlo ya es un principio, no es fácil vencer los propios demonios.

360 – Dices en una frase de tu trabajo que «el arte contemporáneo es un castigo». ¿La política también lo es?

SB – Sin duda la política es un castigo. Mis peores años fueron cuando estuve en el Gobierno con la corporación municipal. Quise demostrar que, con ambición, en la Concellería de Cultura de Ferrol se podía hacer otra cosa. Y creo que eso no lo hice mal. Pero tenemos una visión de la política muy simple y superficial. Estar en política no es ningún chollo. Es sacrificado.

360 – Y el arte contemporáneo es un castigo…

SB – Pues esta frase la dijeron dos señoras que escuché al salir de una exposición, y me encantó. El arte, en general, defiende más el sacrificio que el placer. Solo hay que ver nuestra cultura cristiana, la imagen es la del Cristo crucificado. No hay muchas de Cristo repartiendo los panes. La historia del arte está repleta de dolor. Con toda esta idea empecé a buscar artistas que trabajaban entorno a la idea del castigo y del sufrimiento. Retomo ideas de Juan Muñoz por ejemplo que es un escultor español, que tiene figuras humanas colgadas, y retomo esas imágenes y pongo un hombre colgado: Juan Muñoz castigo. Kippenberg, que tiene una obra de un hombre en una esquina, pues también me la reapropio. Estos artistas es verdad que son artistas más torturados, no trabajaban entorno al placer. A mí me gustan las escuelas expresionistas alemanas o la escuela de Londres, por ejemplo, que tienen ese punto de sufrimiento.

360 – Si intentamos pensar en lo que va a quedar de nuestro mundo para la posteridad, ¿tu qué crees que quedará como representación de toda esta época de la historia?

SB  Yo creo que vivimos en un mundo donde lo que era la perdurabilidad, la estabilidad de otras épocas o culturas, como la egipcia que se construía con peso, con idea de permanencia… Todo esto se ha ido diluyendo. Vivimos en un mundo de fragilidad. Todavía estamos en proceso porque nuestra sociedad está en constante revolución: los estilos no duran, nada dura nada. Ya no hay una idea de permanencia. Esto cae y la obra que se está haciendo responde a esta instantaneidad. Creo que ahora mismo el arte está en senderos digitales, en senderos que quizá estemos lejos de conocer.

Este pensamiento líquido que dice Zygmunt Bauman. Forma parte de nuestra forma de estar en el mundo. Ser artista siempre es algo pretencioso porque haces algo por explicar tu mundo. Ya es un poco pretencioso esto quizá… No sé qué es lo que va a transmitirse de nuestro mundo, pero algo que tenga que ver con la inestabilidad, la fragilidad… La frustración que tapamos con cosas que no nos sacan de ella… Al final vivimos el presente y hacemos lo que podemos, que no es poco.

360  En tu última exposición de la galería Metro en Santiago hay imágenes de tu trabajo más actual y también del que hacías años atrás y siguen funcionando…

SB – Mi trabajo es un continuo. Unos van llevando a otros. Yo he abandonado la búsqueda de la perfección. Y hago un poco este efecto de agrupación como las gacelas de la sabana que para protegerse de ser cazadas van en grupo. Me gusta algo que tiene que ver con el error, con algo que es defectuoso pero que tiene algo que engancha. En la exposición hay dibujos con 15 años de diferencia que siguen funcionando con otros actuales, y esto me gusta mucho. Me gusta beber de la parte de crítica con mi tiempo.

Cuando digo que un artista ha de ser crítico me refiero vitalmente. Un artista ha de buscar algo de cierta conciencia. Cómo te posicionas como persona en el mundo. Me encantaría decirte que creo en algo, pero no es verdad. Creo que vivir es ser crítico, es tener un punto de vista propio sobre lo que toca vivir. Saber cómo eres sin que eso exija demostrarlo a los otros o no respetar otros planteamientos diferentes al tuyo. Si yo tengo una idea de lo que soy esto nadie me lo quita y no hace falta defenderlo a cada minuto.

360 – Tu trabajo parece beber mucho de los medios de comunicación…

SB  Sí, solemos cuestionarnos el poder político, pero el gran poder es la información. El arte nos permite cuestionar estos discursos, entre ellos los que nos dan los medios. Como he sido protagonista de muchos titulares, totalmente descontextualizados y mal interpretados, pues desde mi pequeña atalaya intento dar mi visión del mundo. Sé contestar y tengo tiempo a responder. Como no soy creyente no pongo la otra mejilla y siempre respondo. Siempre.

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