Reúne este volumen mis textos acerca de la poesía y las demás escrituras de José-Miguel Ullán. Salvo el prólogo de la antología Ardicia, que por su extensión y su enfoque cronológico ha condicionado siempre mis lecturas posteriores, el resto del trabajo se ha guiado por un impulso de insistir, de ir llegando a otros lugares, conducido con frecuencia por el azar de las situaciones y los estímulos inmediatos. Así, las lecturas sucesivas fueron retomando aspectos, recorriendo la obra en direcciones distintas, en una tarea que seguramente venía tanto a completar y profundizar, como a dispersar y a preservar los cabos sueltos. Tras cuatro décadas de escritura crítica, me es fácil reconocer que esta es mi forma: no la de la lectura cerrada, de voluntad definitiva –que la lógica de la poesía hace imposible–, sino las lecturas superpuestas y los itinerarios que se entrecruzan, pendientes tanto de encontrar respuestas como de abrir preguntas cada vez nuevas.
El trayecto de Ullán mueve especialmente a actuar así. Se podría decir que Ondulaciones, el corpus que él preparó de su obra y dejó como legado, termina con una invitación a volver a empezar: «anda / y vuelve, / canción, / a deshacer los nudos / de un orden que por señas aprobamos / para observarlo en calidad de propio», y este deshacer los nudos para volver a atarlos es condición necesaria para que un texto siga vivo. La actitud de insistir, dispersar, reincidir, marca su labor, y vino a definir su perspectiva al final: «y esa ondulación servía para abarcar, no la totalidad, pero sí los rastros inestables de mis libros dispersos».
Las palabras de Mortaja que dan título al volumen quizá se asocian con esto, e incorporan el vínculo ambiguo que enlaza fidelidad y vocación, del mismo modo que aludirían también a mi propio trabajo.
Miguel Casado