martes, enero 22, 2008

noticias de ANGEL GONZALEZ, FANZINEROSO POETA?

n Javier GARCÍA RODRÍGUEZ

David González (San Andrés de Tacones, 1964) lee sus poemas en un recinto universitario de la Meseta. Los estudiantes lo miran asombrados por su imagen tan poco convencional y expectantes ante lo que vaya a decir. Algo antes lo han visto fumar a la entrada, justo debajo del cartel que lo prohíbe, animando a Mercedes Díaz Villarías para que se una a su medida trasgresión con un «podemos fumar, que yo soy un poeta maldito». Los organizadores del encuentro lo ha colocado en una sesión junto a Elena Medel: la imagen de ambos compartiendo mesa tiene algo de provocador, de premeditada insistencia en lo diverso, en lo múltiple, en lo que es versátil. El poeta encaja ese encaje de bolillos de nombres y estéticas -poéticas y de las otras- compartiendo un poema con la cordobesa que hace tanto tiempo ya abandonó su primer bikini y pasea ahora su tara polisémica. David González comienza afirmando que él no acostumbra nunca a dar las gracias en público cuando le invitan a lecturas poéticas, pero esa tarde lo hace porque le agrada que el programa no sea tendencioso. Los organizadores respiran aliviados (aunque saben que el restaurante donde han comido ha sido un desastre: la sopa castellana ni era sopa ni castellana). Lee sus poemas de manera profunda y profesional. Nada queda al azar: cambia el tono, modula, controla el volumen, pasa las hojas con fuerza, casi violentamente, introduce breves anécdotas personales que sitúan los poemas, no suplanta su acento asturiano (que en los poemas que hablan de la infancia, como el de las fiestas de su barrio y el tongo en los sorteos, se hace más evidente), mira al público a los ojos, le enseña las manos (sus palmas abiertas, los intuidos tatuajes, los anillos desproporcionados), se toca una vez el colgante de D&G -tan poco previsible- que él justifica de manera tajante. Esa noche asiste a una «performance» frente a una iglesia románica: una bailarina semidesnuda hace una danza japonesa a partir de un haiku de Juan Bonilla mientras una mezcla imposible de intelectuales con gafas de pasta y artistas fanzinerosos y «underground» comparte espacio y proyecto bajo una inesperada nieve de marzo. Esa madrugada -la mañana siguiente, según la fuente consultada-, en los alrededores de su hotel, alguien le llama por su nombre desde lejos, levanta sus manos y le grita: «Éstas son mis manos». Y eso le gustó.

A lo largo de los últimos años, David González ha desarrollado una intensa labor poética, que comenzó en 1993 con la publicación del libro «Ojo de buey, cuchillo y tijera». A partir de esta entrega, y con periodicidad casi anual, han visto la luz (y una metáfora gastada, como esta, demuestra el riesgo del lenguaje para quedarse corto, casi siempre) libros tan importantes como «El demonio te coma las orejas», «Ley de vida», «Los mundos marginados (poemas de la cárcel)», «Sparrings», «Sembrando hogueras», «El hombre de las suelas de viento», «Anda hombre, levántate de ti», «El amor ya no es contemporáneo» o «Reza lo que sepas», último de los publicados por autor. Es González poeta intenso, visceral, en ocasiones. La lectura de sus poemas en clave exclusivamente autobiográfica los lanzaría al vacío improductivo de lo privado. Hay algo más en ellos, mucho más en ocasiones: medidas gradaciones, construcción rigurosa del poema, finales anticlimáticos, narratividad controlada, violencia expresiva y de la otra, lenguaje manipulado, sentimentalismos refrenados, ritmo versal y en la prosa, mezclas genéricas, conocimiento de los recursos poéticos (como cantaba el Gato Pérez, «respeta a su manera las verdades del tambor»). Le gustan Gamoneda y Céline. Pero respeta a muchos más: a todos los que -intuyo- van con la verdad por delante (aunque esta verdad no coincida con la suya): es la única manera de ganarse el respeto, en la poesía, en la cárcel, en la vida.

Tripulantes

El pasado día 29 de marzo se presentó en el bar Abre César, de Pola de Siero, «Tripulantes. Nuevas aventuras de Vinalia Trippers». Se trata de la última aventura de David González junto a Vicente Muñoz. Ambos han realizado la selección de autores que participan en esta andanza, que pretende recuperar el espíritu fanzinero que a lo largo de diez años ha tenido la revista «Vinalia Trippers», una iniciativa a contracorriente proyectada originalmente por Vicente Muñoz Álvarez, Silvia D. Chica, Alfonso G. Rabanal y Cusco. El tiempo -es lo que pasa- y la irrupción de internet «mató a la estrella del zine», como el propio Vicente Muñoz afirma en el prólogo. El espíritu de entonces era publicar un «cierto tipo de textos, cuentos breves en su mayoría, que por sus características temáticas o formales ("políticamente incorrectas") no solían encontrar hueco en otro tipo de revistas y suplementos literariosÉ» El planteamiento de esta nueva tripulación se expone de este modo, en palabras de Vicente Muñoz: «David González y yo invitamos a medio centenar de autores y a algunos ilustradores habituales de la revista a colaborar en este proyecto, una antología de relatos breves para "Vinalia Trippers", y nos sentimos ahora orgullosos de presentar este libro, heredero de un modo peculiar (subversivo, disidente y crítico) de entender la literatura y nuestras propias vidas».

Nómina de autores

El resultado final es una joya, una pequeña obra de arte editada ahora por la minúscula y arriesgada editorial Eclipsados de Zaragoza, que con talento e inteligencia saca adelante Nacho Escuín (suya es la también reciente antología de poesía escrita por mujeres «La verdadera historia de los hombres», seleccionada por el mismo Escuín y por David González). Los textos y las ilustraciones vienen acompañados de un corto-documental que ha estado a cargo de Nacho y Javier Abad. Entre los colaboradores que participan con textos en esta empresa solidaria y fecunda están nombres muy conocidos en el panorama nacional como Isabel Bono, Mercedes Cebrián, Eloy Fernández Porta, Juan Francisco Ferré, Salvador Gutiérrez Solís, Hernán Migoya, Nacho Vegas (éste, más por la música) o Manuel Vilas. Hay también una nutrida representación de autores asturianos o vinculados con Asturias. Además del citado Vegas o del propio David González, son tripulantes en estas páginas, entre otros, Miguel Barrero, Ricardo Menéndez Salmón, Jorge Ordaz, Roxana Popelka, Mark Ostrowski, Norberto Luis Romero o Inés Toledo.

David González figura como timonel en esta embarcación. No sé si le gusta el cargo o lo asume como algo inevitable, como una servidumbre de una actividad en torno a la literatura que él mismo entiende como algo más que la labor privada y un tanto autista del creador en su mundo. Los proyectos comunes, las propuestas divergentes y solidarias, el deseo de dinamitar la invisibilidad de ciertos planes alternativos, la obligación de mostrar los caminos no trillados son también -parece decir David González- una manera de hacer poesía.

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