Hoy regale a una amiga un libro maravillosos, donde la poesía, la palabra poetica, lo poetico como conocimiento, se muestra a traves de un discurrir bellisimo por sabio. Esta reseña me parece suficientemnete esclarecedora sobre el contenido de la obra.
Leer este libro es ahondar en los magnificos caminos de la claridad y del conocimiento, que en tiempos tan oscuros y mezquinios, mediocres y espectaculares como los que nos toca habitar, es algo imprescindible que solo su lectura nos confirmara sin duda alguna.
La tormenta en un vaso: La muerte de Virgilio, Hermann Broch
Leer este libro es ahondar en los magnificos caminos de la claridad y del conocimiento, que en tiempos tan oscuros y mezquinios, mediocres y espectaculares como los que nos toca habitar, es algo imprescindible que solo su lectura nos confirmara sin duda alguna.
La tormenta en un vaso: La muerte de Virgilio, Hermann Broch
No puedo alargarme mucho más con esta reseña; sin embargo, no quisiera dejar de señalar lo que a mi juicio es lo más interesante de la monumental novela de Broch, de pleno vigor en la actualidad por lo que tiene de:
1) denuncia del poder al que sirve el arte: sobre la belleza, dice Broch, se edifica el poder más monstruoso, como el del César Augusto gracias a la Eneida;
2) denuncia de la huera poesía (o lo que es lo mismo: del huero arte) que se mueve por criterios meramente esteticistas, descuidando el objeto de su decir («La belleza no puede vivir sin aplauso; la verdad se cierra al aplauso»);
3) apuesta por una narración conceptual que funciona sorprendentemente bien y desdice a quienes militan (y hoy son legión) por la narración de acciones estilo escuela de escritores norteamericana, de indudable efectividad, pero que no debe, como a menudo ocurre, convertirse en dogma; y
4) denuncia del poder mismo y de las instituciones que lo sustentan y de la falsedad de la soberanía del pueblo en una sociedad de masas: «Sí, en el viejo Estado rural que tienes ante tus ojos, aquellas instituciones tenían aún su buen sentido, el ciudadano podía abarcar aún los problemas públicos, la asamblea popular conservaba siempre su justa voluntad, verdaderamente libre. Hoy, en cambio, tenemos que vérnoslas con cuatro millones de ciudadanos romanos, hoy tenemos frente a nosotros gigantescas masas ciegas, y éstas siguen sin tino a cualquiera que sepa presentarse con el manto ambiguamente tentador de la libertad así, ocultando bajo un ropaje capcioso lo mal que está compuesto y remendado con harapos de fórmulas superadas y vacías». Cuatro millones de ciudadanos romanos… ¿qué podríamos decir nosotros sobre la falsa soberanía y la pseudolibertad de hoy, si sólo en Madrid somos ya esos cuatro millones?
En fin, lean La muerte de Virgilio y reflexionen. Tal vez si pensamos todos acontezca algo de “verdad”.
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