16 diciembre 2011 por Lorena Mena
a historia está llena de personas audacez, valientes e irreverentes que han desafiado las tradiciones en todas las épocas…India no fue la excepción. Hay una artista en especial, pionera del arte moderno, que inevitablemente me recuerda la turbulenta vida de la famosa pintora Mexicana Frida Khalo, cuya biografía no me canso de leer.
Amrita Sher – Gil se convirtió en un ícono debido a su legendaria belleza, su talento precoz, su escandaloso comportamiento, su importante posición en el arte moderno y finalmente su breve y convulsa vida que terminó con su trágica muerte a la edad de 28 años.
Desde la época del Renacimiento, la influencia de estilos ha sido la piedra angular en la historia del arte mundial. El siglo 19 fue la era del dominio Occidental, sin embargo en India, el uso de las técnicas vanguardistas, como por ejemplo el cubismo, cuyo máximo exponente fue Picasso, etiquetaba a un pintor como “dependiente del poder colonizador Inglés”.
Para hacer las cosas aún más complicadas, si el producto final era muy parecido a la fuente original, se tildaba al pintor como esclavo de la mentalidad colonial y si por el contrario, la imitación era imperfecta, su representación artística era un fraude.
La consolidación del Imperio Británico en el siglo 19 trajo como consecuencia la introducción de escuelas de arte, exhibiciones y otras instituciones modernas producto de la Occidentalización. Así que la primera fase del vanguardismo o modernismo en India, ofreció a los artistas como Rabindranath Tagore y Jamini Roy, una nueva arma contra la resistencia anti -colonial. Esta etapa finalizó con la independencia del país en 1947.
Los modernistas idealizaron la India rural en sus obras, evolucionando del primitivismo artístico, como antítesis a los valores urbanos coloniales. Para las artistas Sunayani Devi y
Amrita Sher – Gil, la India de las villas pasó a ser el recipiente de su propio predicamento como mujeres dentro de la lucha nacionalista. Estas nuevas corrientes que surgieron entre los años 1920 y 1930 estaban en contra de la pintura histórica o narrativa nacionalista que había predominado la escena artística la generación anterior. La guerra, el hambre, la rebelión de los campesinos y el descontento político radicalizó a los artistas quienes, más allá de reconocimiento público, buscaban participación activa en movimientos populistas mientras le juraban obediencia a la vanguardia formalista de París.
Esta expansión Occidental dió paso al nacimiento de una serie de cosmópolis “híbridos” alrededor del planeta: Calcutta, Bombay, Shanghai, Singapore, Sao Paulo, Ciudad de México, Hanoi, Cairo y Beirut entre las más conocidas.
En Calcutta, el estado de Bengala, se inició en el siglo 19 un movimiento intelectual conocido como el Renacimiento Bengalí cuyas ideas provenían en su mayor parte a través de los medios impresos ya que pocas personas tenían contacto directo con Europeos.
Abanindranath Tagore (1871 – 1951) se considera el padre del arte moderno en la India, ya que fue el artista principal de la Escuela de Arte Bengalí e introdujo estilos novedosos en el arte Asiático en sintonía con el naciente nacionalismo Indio. Otros artistas de la familia Tagore como Rabindranath Tagore (1861–1941) y Gaganendranath Tagore (1867–1938) también fueron destacados exponentes de la corriente vanguardista en India.
Sin embargo, el tema central de este artículo va dedicado a Amrita Sher-Gil quién nació en 1913 y murió en 1941.
Existieron dos Amritas…una era descarada, controversial en sus opiniones, creaba escándalos, hacía declaraciones atrevidas y disfrutaba la libertad de espíritu.
La otra era introvertida, melancólica, rodeada de conflictos personales sin resolver, traumada por infecciones sexuales y abortos, la Amrita que ansiaba la aprobación de su padre, la Amrita que permaneció virgen emocionalmente en medio de sus numerosas aventuras sexuales.
Existía también una Amrita Húngara y una Amrita India, la que no perteneció a ningún lugar, desesperadamente buscando su identidad India. Murió muy joven sin siquiera alcanzar a lograr la totalidad de su potencial artístico.
Si por modernismo entendemos arte radical no ilusionista, ella fue menos radical que Rabindranath Tagore o Jamini Roy, excepto en sus últimos trabajos. Su modernismo cabalgaba sobre el vértice de la representación y la abstracción. Paradójicamente, su mentalidad, era por lo menos medio siglo más avanzada para la época. Nosotros, los que vivimos hoy en dia en este mundo globalizado, donde la modernidad abarca la diáspora cultural y el intelecto como forastero, entenderíamos mejor las trágicas contradicciones de su existencia.
Dichas contradicciones hacen el estudio de su obra y su vida aún más complicado. Su estilo propio como artista y cosmopólita, enriquecen su visión de la India “auténtica”.
De padre Indio y madre Húngara, no tuvo la misma seguridad de su identidad India que Tagore y Roy daban por garantizados. No obstante, su auto invención artística fue convincente.
El periodista inglés Malcolm Muggeridge, quién tuvo un breve affair con la artista, la describió como una “rosa de agua y un espíritu salvaje”.
Amrita transmitió a través de sus obras qué significaba ser mujer, artista, cosmopólita, y sobre todo, una India.
Su padre, Umrao Singh Sher-Gil Majithia, era un noble que practicaba la religión Sij, era filósofo, fotógrafo amateur y estudioso del sánscrito. Se casó en Budapest con Marie Antoinette Gottesmann, una cantante de ópera de una culta familia Católica de origen Húngaro – Judio – Germano. Su primera hija, Amrita, nació en la ciudad el 30 de Enero de 1913. Permaneció en Budapest sus primeros ocho años y los siguientes ocho en India. Sus primeros bocetos reflejan su temperamento melancólico, un sentido de inseguridad intensificado por el turbulento matrimonio de sus padres.
La llevaron a Europa para enrrolarse en la Académie de la Grande Chaumière en París a la de edad de 16 años. Más tarde tomó clases con el pintor post – impresionista Lucien Simon en el École des Beaux-Arts.
Sus primeras obras en carboncillo de la figura humana muestran un don natural al reducir detalles a masas y volúmenes. A la edad de 19 años ganó el máximo premio en el Gran Salón, pasando a ser uno de sus miembros más jóvenes. Mientras tanto en París comenzaba a darse a conocer como la exótica “pequeña princesa India”.
Amrita pasaba sus veranos en Budapest en compañía de escritores y artistas nacionalistas. A finales de 1933, añoraba regresar a India, atraída por la desolada visión de una villa India durante el invierno con sus tristes campesinos acurrucados…una visión diferente de los exóticos posters turísticos.
Sus profesores Franceses aprobaron su decisión sugiriendo que temperamentalmente Amrita se adaptaría mejor a India que al ambiente Occidental. Inmediatamente al llegar a India decidió dejar su huella de manera controversial en lo que ella consideraba un “ambiente artístico provincial” declarándo en la prensa que ella estaba tratando de introducir un nuevo elemento “viviente” en el arte Indio.
En 1935, la Simla Fine Arts Society le otorgó un premio a una de sus obras, pero rechazaron algunos de sus trabajos. Indignada, tal vez justificadamente, de que sus trabajos fuesen rechazados, declinó recibir el premio escribiéndole a la Sociedad en tono ofendido diciéndoles que el premio debía ganarlo alguien más sintonizado con la “escondida convencionalidad” fomentada por la institución. “En el futuro me veré obligada a exhibir mis obras solamente en el Grand Salon de París, del cual casualmente soy actualmente un miembro, y en el Salon des Tuileries conocido en el mundo entero como la exhibición más representativa del Arte Moderno…donde al menos, puedo estar segura, de recibir alguna medida de imparcialidad”, agregó con visible resentimiento.
La Sociedad, la más venerable en la India colonial, llevó a cabo su venganza excluyendo su trabajo de un show que tuvo lugar años más tarde. En 1939 estaba convencida de la hostilidad del mundo del arte en India: la Sociedad de Arte de Bombay rechazó algunos de sus trabajos y la Fine Arts Exhibition llevada a cabo en Delhi, no hizo ninguna mención especial de sus obras. Por otro lado, carente de toda diplomacia, perdió una lucrativa venta de su trabajo en Hyderabad, luego de ridiculizar el gusto del coleccionista de arte por la pintura Victoriana. A finales del año 1939, se sentía desmoralizada por lo que ella interpretaba como una indiferencia a su trabajo.
Amrita escribiría con pesar: “ Es gracioso que yo pueda aceptar un presente sin remordimientos de conciencia, sin embargo, no pueda ser capaz de juzgar que una pintura es mala o buena, incluso si es de mi interés hacerlo”. Su comportamiento refleja la romántica actitud de los artistas respecto a la “crítica filistea”, aún al costo de su propio sustento. Ciertamente, la sociedad estaba preparada para tolerar ese tipo de comportamiento de un hombre, por ende, su coraje es de admirar cuando afirma que “el artista está en su derecho de rechazar o aceptar las críticas del público sobre su obra. Cuando el público se equivoca al juzgar una pintura, el artista debe conseguir de alguna manera la forma de mostrarle al público que está desinformado”.
Sin embargo ella ansiaba reconocimiento. No hay que olvidar que a pesar de su pesimismo, su energía y originalidad habían comenzado a tener un impacto en India en años anteriores. De hecho, en el año 1937, la Bombay Art Society, le otorgó una medalla de oro a su pintura “Tres Mujeres”. Ella se sintió profundamente conmovida, ya que sentía que no tenía que comprometer su integridad artística para recibir este reconocimiento.
Sher – Gil tuvo su primera
exhibición propia en el moderno Faletti’s Hotel en Lahore en November de 1937. Charli Fabri, un crítico de arte Húngaro, del Civil and Military Gazette en Lahore, expresó su admiración por el tipo de modernismo plasmado en su obra, el cual consideraba moderno, pero feo o incomprensible. Otro crítico, Rabindranath Deb, habló de “la fuerza masculina de su trabajo, lo cual muestra la inmensa cualidad intelectual de la artista…una extraña cualidad en una mujer”.
R. C. Tandon, un professor de la Allahabad University, organizó una exhibición en el campus en Febrero de 1937. Quedó prendado de su belleza y más aún, fascinado por su personalidad poco convencional, sin embargo, no estaba seguro sobre sus credenciales culturales para interpretar la India. Otros críticos sentían que la realística brutalidad de sus obras eran más típicas del arte moderno Francés que del arte Indio. A pesar de todo, grandes multitudes asistían a ver su obra, en su gran mayoría atraídos por las historias de su vida poco convencional y sus temas “inmorales”.
La respuesta del público a sus obras variaba desde el desconcierto y respeto reticente por su capacitación en París, al profundo aprecio de una minoría exigente.
En sus años más activos, de 1934 a 1941, Sher – Gil ejerció una carrera prolífica, donde cruzó espadas con el establecimiento del arte, conoció personalidades prominentes de la India, incluyendo a Jawaharlal Nehru y viajó a conocer los monumentos antíguos para así aprender sobre su legado.
En 1938 se casó en Hungría con su primo el doctor Victor Egan, regresando juntos a India para establecerse en una propiedad de su familia en Saraya.
Murió el 5 de Diciembre de 1941 a la edad de 28 años, cuando una breve enfermedad, tratada por su esposo, resultó ser fatal. Al momento de su muerte, era famosa en toda la India. Destacados líderes políticos como Gandhi y Nehru enviaron sus condolencias. Murió cuando se preparaba para su segunda exhibición propia en el Punjab Literary League en Lahore, la cual se llevó a cabo póstumamente. El colofón de la historia de Amrita fue el posterior suicidio de su dolida madre Marie Antoinette, pocos años después de su muerte.
Amrita Sher – Gil fue la primera mujer artista profesional en India cuya vida y carrera fueron muy diferentes a las de otras mujeres en el siglo 20. Fue estereotipada en un mundo predominantemente masculino. Tal vez lo más sorprendente de Amrita es que nunca fue la “musa” de nadie, como generalmente era el papel de las mujeres en el arte para la época. Un espíritu libre que se entretenía a su antojo, dejando a su paso hombres obsesionados, encabezados por Saraka Ukil, a quién consideraba en privado su “alfombra personal”. Frida Kahlo es quizás lo más parecido a la tortuosa vida erótica que llevó Sher – Gil. Hija de un matrimonio intercultural, Frida fue una fuerte personalidad que proyectó una identidad Mexicana que se entrelazó con su propia auto imagen.
En la decada de 1920, las mujeres con estilos de vida poco convencionales, estaban dejando su huella en París, la metrópolis bohemia del mundo. La más famosa fue Colette, quien probablemente haya sido un modelo a seguir por Sher – Gil.
Amrita tuvo múltiples amantes en París, mostrando su voluptuoso cuerpo sin inhibición a través de autorretratos desnudos. El más notable es “Torso”, elaborado en 1931, un hábil estudio de masas y texturas.
Al igual que muchas personas dotadas de cualidades artísticas, Amrita tenía un voraz apetito sexual, lo cual era una salida a su abundante energía y una perspectiva “amoral” de la vida, una hedonista que creía en el poder curativo del placer.
Una vez confesó: “Siempre estoy enamorada, pero afortunadamente para mi y desafortunamente para la parte involucrada, me desenamoro y me enamoro de alguien más antes causar algún daño! Ustedes conocen el tipo de alcohólico que deja de tomar en la etapa alegre?” Esto era erotismo libre de compromiso o procreación. Amrita se casó con su primo porque necesitaba alguien que la cuidara. El sabía de sus aventuras, pero le prometió libertad después del matrimonio.
Sorprendentemente Sher – Gil aceptaba la naturaleza subjetiva de la identidad de género, pero rechazaba la idea del deseo sexual construído socialmente como exclusivamente masculino o femenino. Se sintió atraída por la hija del poeta Sarojini Naidu y tuvo un affair con Edith Lang, una famosa pianista Húngara. Con la Francesa Marie-Louise Chassany, tuvo una relación más complicada.
Cuando le explicaba a su madre los riesgos de las relaciones casuales con los hombres, Amrita afirmaba con candor: “Necesito alguien que comprenda físicamente mis necesidades sexuales ya que pienso que es imposible transformar sexualmente los deseos de uno en arte…sabía que sucedería algo con una mujer cuando llegara la oportunidad”. Sher – Gil logró exitosamente separar su vida emocional de su arte, algo generalmente admirado en los hombres.
Amrita tuvo una relación antagónica con el historicismo de la Escuela Bengalí de Arte. Constantemente mostraba completa condescendencia con los artistas hombres. Este comportamiento era una práctica común en París, donde se criticaba duramente el trabajo de los estudiantes para endurecerlos. Aunque Karl Khandalavala era su gran amigo y admirador, lamentaba su carencia de encanto al discutir sobre arte. Sher – Gil fue particularmente ambivalente en sus opiniones hacia los otros dos modernistas Indios más destacados de la época. Aunque apreciaba el arte de Rabindranath Tagore, en una ocasión estuvo en desacuerdo con Khandalavala al compararlo con Soutine, ella declaró: “siento un profundo desprecio hacia la insignificante poesía de Tagore…lo único que Tagore sabe hacer es pintar”. En 1937, dió buenas críticas sobre un retrato de Jamini Roy en Travancore Art Gallery. Sin embargo, más tarde le dijo a Khandalavala: “admito que Jamini Roy tiene cierto talento…pero siento que que haces una gran injusticia al comparar su trabajo con el de los pintores de los antíguos frescos de las cuevas de Ajanta…”
Sus críticas mas devastadoras las reservaba a la Escuela Bengalí ya que en su opinión eran los responsables del estancamiento del arte en India.
Amrita descubrió la India rural en su infancia, tan pronto como se estableció en India, su obra experimentó un gran cambio en sus temas, espíritu y expresión técnica. Luego, se dió cuenta que su misión en la vida era interpretar los Indios pobres de manera pictórica…en sus propias palabras: “para pintar esas imágenes silentes de sumisión infinita y paciencia, para describir sus morenos cuerpos angulares, extrañamente bellos en su fealdad; para reproducir sobre el lienzo la impresión que sus miradas causan en mi…”
En 1936, la periodista Ela Sen explicó que la ambición en la vida de Sher – Gil era presentar la miseria de la vida en India a una audiencia más grande y elevarla a un plano superior a través del color, la forma y el diseño.
Sher – Gil no se consideraba una artista primitivista y buscó un balance en su empatía por el sujeto con una técnica “formalista”. En 1936 sintió que había evolucionado a una técnica apropiada de líneas abstractas, colores y diseños para interpretar la pobreza rural, simplificando la forma a expensas del motivo del sujeto. Sus dos términos eran “emoción estética”, la cual interpretaba en vez de imitar la naturaleza y “forma significante”.
La visión romántica de la India rural de Sher – Gil se desarrolló a partir de 4 diferentes tendencias en su composición: la versión Húngara del neo impresionismo, el “plano” estilo post impresionista de Gauguin, la poderosa influencia de las antíguas pinturas Budistas de las cuevas de Ajanta y el “colorismo” que dejó incompleto al morir.
Unos de sus trabajos más sorprendentes es “El hombre de blanco”, un retrato de un Indio muy moreno, cuya “fealdad” la fascinaba. El poder inusual de la obra yace en la simple estructura diagonal que le concede al sujeto una extraña monumentalidad.
Su segunda y más conocida obra donde destaca el estilo plano de Gauguin es “Hombres de montaña y mujeres de montaña” – virtualmente monocromo – con pocos colores primarios colocados contra un fondo simple. Sin embargo, el punto decisivo en su trabajo fue su visita a Ajanta, cuyas aústeras sombras le permitieron desarrollar su estilo “formalista”.
En su obra “Los vendedores de frutas”, agregó austeras sombras al igual que rojo ocre en sus fondos simples a fin de destacar las figuras y los objetos de colores brillantes. De Ajanta viajó al sur de la India, encontrando en los Tamiles de piel oscura su visión de la India rural como se aprecia en sus obras “El baño de la novia”, “Escena en el mercado” y “Los
Brahmachari”. En este grupo de acólitos brahmines, de manera brillante combina la influencia de Ajanta con el sur de la India. Por otro lado, su experiencia India se nota en el estilo popular Húngaro de István Szönyi en “Escena en el mercado”, pintada en su visita a Hungría en 1938.
Sher – Gil celebra como pintora la melancolía de la India rural. No importa si India es melancólica o alegre – quizás es ambas – lo que importa es como ella la imaginó. Con su lenguaje abstracto crea un efecto de “distanciamiento” en su elegía de los campesinos. Absorbidos en sus actividades diarias las impasibles figuras dan la impresión de un estado de equilibrio e inmobilidad, el cual no se
interrumpe con la mirada del intruso, una condición de estasis lograda por el lenguaje formalista. El artista es un intruso que se paraliza en un mundo que experimenta a través de sus sensaciones.
Las imágenes de Sher – Gil transmiten también la fusión de sus identidades culturales, sus inseguridades regresando a su problemática infancia, una niña sensible en el medio de una unión infeliz. Fue una rebelde y siempre buscó la aprobación de su padre y lloró la pérdida de su amor. Ella estaba profundamente herida cuando su padre trató de desanimarla a establecerse en India, alegando que a ella no le interesaba India o su arte. Pero en realidad a él le preocupaba la reputación de la familia. Umrao Singh no dejó de amar a su hija, pero desaprobaba la vida que llevaba Amrita. En la ausencia de Amrita, destruyó todas sus cartas íntimas por temor a un escándalo. Al enterarse Amrita le escribió: “Debo admitir que fue un gran shock saber que todas mis cartas terminaron en el fuego…esas cartas…eran queridas para mí, me divertían, eran importantes desde el punto de vista artístico…las dejé allá no porque pensara que fuesen testigo de mi funesto pasado, sino porque mi equipaje era muy pesado…”
Amrita experimentó su primer trauma en París cuando su prometido la dejó embarazada e infectada. Después del aborto manifestó: “ me siento como una manzana, roja por fuera pero podrida por dentro..”
Sus amantes más queridas fueron las mujeres. A la edad de 21 años pintó “Las chicas jóvenes” un estudio de relajada intimidad entre dos mujeres, una sentada con un pecho al descubierto, una obra maestra de objetividad. En 1930 pintó “Las dos chicas”, uno de sus trabajos más grandes. Una mujer blanca desnuda, con ojos azules, parada en una provocativa pose al lado de una mujer de piel oscura, tocándola ligeramente, quién cubre modestamente algunas partes de su cuerpo desnudo. Existe una pintura sorprendentemente similar pintada por Frida Kahlo en 1939, llamada “Las dos Fridas”, una Europea y la otra indígena, sus dos identidades.
A la edad de 12 años, Amrita tuvo una premonición sobre el destino trágico de las mujeres Indias al casarse desde niñas. Años más tarde pintó “La niña esposa”, recordando el episodio de sus sueños. Su obra “La modelo profesional” es el análisis del envejecimiento de una modelo con senos caídos y ojos hundidos, un retrato de su miseria. Fue exhibida en el Salon du Cercle International Feminin en 1933. Al verla el crítico Parisino Denise Proutaux expresó asombrado: de donde esta joven aprende a ver la vida con ojos tan despiadados y sin ningunas ilusiones?
La periodista Bengalí Ela Sen mencionó que muchas personas en India encontraban sus temas espantosos, pero que su concepción de la belleza era distinta a la de las personas ordinarias.
En su penúltimo año de vida le comentó a Khandalavala que ya había superado su período sentimental como artista y que estaba desarrollando una irónica objetividad hacia los artistas Mogoles. Esta observación nos da una pista en su nuevo “colorismo” reflejado en su obra “La puja de Ganesh” en 1938, donde el elefante de arcilla roja brillante domina la escena. Copiando los motivos, las figuras y maneras de los Mogoles ayudó a eliminar su claroscuro. Su descubrimiento de los profundos colores cálidos – verde ácido, amarillo limón, rojo bermellón y azul cobalto – de las pinturas de Basohli, le permiten construir masas y planos simplemente con pigmentos. Gradualmente fue eliminando los contornos para concentrase en puros valores de color y masas simples. En sus idilios rurales finales, lentamente reintrodujo la profundidad y el ambiente natural, abandonando su plano fondo neutro. Entre estos, “La moledora de azafrán” (1940) es un estudio singular de pigmentos brillantes puros que literalmente “saltan” del aburrido paisaje gris verdoso.
Según Archer, estos últimos trabajos fueron devotos a las emociones humanas y al compromiso social. Amrita, al igual que otros artistas primitivistas Indios, no eran realistas sociales sino visionarios de una India “auténtica” filtrada a través de sus experiencias particulares…
Fuente Bibliográfica:
The triumph of modernism. India’s artists and the avant-garde, 1922–1947 por Partha Mitter
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