“Cada época debe reinventar para sí misma su proyecto de ‘espiritualidad’”, leemos en la primera línea del primer ensayo de Estilos radicales, la continuación lógica de Contra la interpretación y una de las estrellas más brillantes de la constelación textual de Susan Sontag.
La crítica cultural, narradora, dramaturga, activista política y directora de cine reunió en Styles of Radical Will —publicado hace exactamente cuarenta años— algunos de sus textos icónicos de los años 60 y 70. En él conviven reflexiones y análisis sobre la pornografía, las relaciones entre el teatro y el cine, la obra de Cioran, Bergman o Godard; y Viaje a Hanói, una las crónicas más desafiantes de la historia de la literatura de viajes, porque en ella la autora constata que es incapaz de entender Vietnam del Norte, mientras que los miles de escritores viajeros que la precedieron alimentaron la ilusión de que comprendían las realidades que visitaban.
A los quince años de su muerte y tras la publicación de sus diarios íntimos, tiene todo el sentido preguntarse por el legado de Susan Sontag, por sus herederos: ¿qué escritores están en estos momentos siguiendo ese camino ecléctico, combinando la obra creativa con la reflexiva y analítica? ¿Quién cree como ella en la literatura y las artes visuales como vasos comunicantes? ¿Quién investiga, como lo hizo la autora de Sobre la fotografía, tanto en el arte más hermético y sofisticado como en el más transparente y popular?
Muchos, por suerte. Hace diez años todavía resultaba extraño que un escritor publicara reseñas de series de televisión o analizara videoclips, pero en un tiempo récord se ha normalizado el análisis crítico de cualquier parcela mediática y cultural.
No hay más que abrir cualquier libro de Eloy Fernández Porta —quien ha ganado el premio Anagrama de Ensayo y el Ciudad de Barcelona— para constatar que, a la hora de pensar un fenómeno sociológico, se ha vuelto indispensable la lectura comparada del mayor número posible de textos producidos en lenguajes distintos.
Así, Emociónese así. Anatomía de la alegría (con publicidad encubierta) o En la confidencia. Tratado de la verdad musitada alternan la exégesis de campañas publicitarias, obras de arte contemporáneo, cómics, teleseries, películas, obras de teatro o novelas, para entender el mercado de las emociones en el siglo XXI.
Como los de Sontag, los libros de Fernández Porta son laboratorios en que se suceden los experimentos hipnóticos. Pero si en la autora de En América todavía se conserva un cierto respeto por los géneros, en los del autor de Afterpop los límites han dejado de estar claros. La poesía, la crónica autobiográfica o incluso la ficción especulativa ocupan espacios significativos de unos libros de ensayo que a menudo parten de Ovidio o de Shakespeare para acabar en la filosofía política o en la sociología de las emociones, tras atravesar el pornoterrorismo, la cocina étnica o el canal FOX.
La pasión cinematográfica de Sontag no pudo conocer el cortocircuito digital; pero en sus últimos años de vida se enamoró de internet, hasta el punto de disponer diversos ordenadores con conexión telefónica en su casa de Nueva York, para poder consultarlos en cualquier momento. Otro de los grandes escritores de nuestra época, Teju Cole —en cambio— se ha formado como fotógrafo en plena transición entre el arte de la luz y el de las imágenes digitales, entre la fotografía y la posfotografía. Y, como Sontag, ha tendido puentes entre la crítica cultural, la creación literaria y las artes visuales.
Sobre todo en sus dos últimos libros. Blind Spot pone en diálogo sus propias fotografías con textos breves que participan del ensayo, la crónica y la poesía. Y en varios de los textos reunidos en Cosas conocidas y extrañas analiza brillantemente cómo Google ha cambiado nuestra relación cotidiana con las imágenes y cómo una zona interesantísima del arte y de la fotografía actuales trabaja precisamente con las herramientas que proporciona el buscador.
Esa investigación la comparte Cole con Alessandro Baricco, autor de un libro fundamental para introducirse en las metamorfosis de nuestra época, Los bárbaros. Ensayo sobre la mutación, quien acaba de publicar en Italia The Game, su posible segunda parte (doce años más tarde).
Se trata de una inteligente reconstrucción de la digitalización del mundo desde el videojuego Space Invaders (1978) hasta Amazon: cómo a través de estrategias informáticas y lúdicas se ha ido construyendo una nueva estructura ontológica y mitológica, que Baricco explica tanto en su ensayo creativo como con mapas conceptuales (firmados por 100Km Studio).
Entre la generación de Sontag (que nació en 1933) y la de Cole (1975) se encuentra la de Siri Hustvedt —quien no por casualidad escribe el prólogo de Blind Spot— y Chris Kraus (ambas de 1955). Novelistas y críticas culturales, pensadoras narrativas y anfibias, Husvedt es también una gran ensayista sobre ciencia, mientras que Kraus ha dirigido varias películas y es una reconocida crítica de arte contemporáneo.
Sus novelas —como Amo a Dick o Sopor— y sus libros de no ficción —como Video Green— comparten una galaxia de personajes desorientados en un horizonte de instituciones artísticas a la deriva. Instrumentalizado por el mercado y por los programas de posgrado de las universidades, tras la caída del Muro de Berlín de la que habla Sopor, el arte ha perdido la fuerza política que tanto defendió Sontag, quien sí se sentía cómoda en el incómodo rol de “intelectual”.
Tal vez sea ésa la diferencia principal entre la autora de La enfermedad y sus metáforas y los escritores que han seguido —consciente o inconscientemente— su camino transgenérico, su fe en el ensayismo creativo y en las narrativas que piensan, su apertura a todas las expresiones artísticas contemporáneas. En el siglo XXI el compromiso político de los escritores difícilmente sale fuera de los límites de sus textos.
Hace pocos meses se cumplió el vigésimo quinto aniversario de la representación, dirigida por Sontag, de Esperando a Godot en un Sarajevo asediado por francotiradores. También estaba allí Juan Goytisolo, otro maestro de la literatura experimental, otro intelectual comprometido. Aunque sus gestos —para bien o para mal— tuvieran fecha de caducidad, sus obras abiertas y estimulantes siguen generando el futuro en que leemos y vivimos.
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Este artículo fue publicado originalmente en The New York Times en español.
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