lunes, octubre 17, 2011

El viento que mece la hierba

El viento que mece la hierba
Hermosos, y si digo hermosos digo autenticos, pasajes sin la pesadez del que levanta acta ni la levedad del que cuenta un cuento, estampadas miradas hacia fuera y hacia dentro que conmueven la estampita de estar vivo en vez de muerto.

LA VERDAD QUE SABEMOS


Quizás El árbol de la vida sea incómoda a los espectadores de hoy, acostumbrados a la velocidad y a los efectos especiales. Me habían advertido “hay gente que se ha dormido en la película”. En Barcelona, sin más, algunas personas del público exigieron la devolución del dinero de la entrada. Malick guarda en el anonimato su renuncia al éxito, director de películas como La delgada línea roja y Malas tierras, nos presenta dos horas y media de nuestras diminutas vidas encerradas en una naturaleza que sigue su curso de belleza y destrucción indiferente a la infancia de tres niños en el seno de una familia americana de los años 50.
El recorrido por la infancia es lento y gestual, solo amparados por un ángel, su madre, que les ofrece la protección y la ternura suficiente para detener el paso del tiempo. Curar, educar, cuidar. En sus caricias parece inculcarles una “religión” eterna “Mirad la gloria que nos rodea”, “Cuando este árbol crezca tú ya serás mayor”. La muerte de su segundo hijo nos coloca ante el porqué de la inseguridad del mundo, nadie tiene la culpa, las cosas ocurren sin que podamos hacer nada y qué hace Dios mientras tanto? “Envía moscas a las heridas que él debería curar”. El padre (Brad Pitt) intenta que sus hijos tengan la dureza del mundo y una cierta cultura del éxito, en definitiva, las reglas de un mundo que se le acaba cayendo “no soy nada”. Al final el hijo mayor, escéptico ante el mundo del trabajo, se reconcilia con la vida “padre, madre siempre estaré con vosotros”. El árbol de la vida es una película inusual para los tiempos que corren y debería volver a situarnos en un mundo que por otro lado siempre estuvo ahí. La filosofía de Malick, de origen sirio, es incómoda porque con armas antiguas nos plantea combatir el peso histórico tan agobiante que nos ha tocado vivir. No me he dormido, me gusta que me recuerden las verdades de siempre.

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