jueves, noviembre 27, 2014

Let us go in, the fog is rising: "Truffaut sobre Vigo"

Let us go in, the fog is rising: "Truffaut sobre Vigo"





"Truffaut sobre Vigo"





“Jean Vigo muere a los 29 años”

Tuve la enorme suerte de descubrir las películas de Jean Vigo todas a la vez, una tarde de sábado del año 1946, en el cine Sevres-Pathé y gracias al Cineclub “La chambre noire”, del que se encargaban en aquellos tiempos André Bazin y algunos colaboradores de la “Revue du Cinema”. Yo no sabia nada de Jean Vigo, ni siquiera había oído su nombre antes, pero enseguida me atrapó una admiración sin limites por esta obra, una obra de Jean Vigo que solo se comprende en 200 minutos.

A pesar de que yo no estaba acostumbrado a ver películas anteriores a 1942, “Cero en Conducta” se convirtió enseguida en mi favorita, quizás porque podía identificarme mejor con la historia, ya que yo mismo era solo tres o cuatro años mayor que el protagonista de Vigo. Mas tarde, cuando he vuelto a revisar sus dos películas, he tenido que rendirme a “L´Atalante” y convertirla en mi favorita, de modo que incluso hoy en día cuando me preguntan por las diez películas más hermosas de la historia del cine, no puedo dejar de citar “L´Atalante”.

Por un lado, “Cero en Conducta” parece ser una obra más original que “L´Atalante”, ya que las obras maestras que perduran desde la infancia, tanto en cine como en literatura, se podrían contar con los dedos de una mano. Nos marcan doblemente, ya que no solo nos atrapan por una emoción estética, sino que también influyen nuestros motivos personales y biográficos. Todas las películas de infancia son películas de costumbres porque volvemos a llevar pantalones cortos, y nos traen recuerdos del colegio, de la pizarra, las vacaciones y sobre el inicio de nuestras vidas.

Como la mayoría de las operas primas, también “Cero en Conducta” tiene algo de experimental, algo así como: “Sí, intentemos esto; comprobemos que sale de esto”. Estoy pensando por ejemplo en la fiesta del internado, donde podemos ver muñecos mezclados entre las personas reales. Podría pertenecer al René Clair de la misma época, en cualquier caso es una idea que ya se ha hecho vieja. Cuando poco después rodó “L´Atalante”, por supuesto que Jean Vigo ya había aprendido de sus errores y con esta película alcanza la perfección, la obra maestra. Sigue utilizando la cámara lenta para conseguir sus efectos poéticos, pero desiste de la comicidad a través de la aceleración; tampoco necesita mas muñecos, sino que coloca frente al objetivo solo cosas reales que convierte en fábula; filma prosa que convierte en poesía apenas sin esfuerzo.



Así a simple vista, la carrera relámpago de Vigo se puede comparar a la de Radiguet. Los dos son autores muy jóvenes, muertos prematuramente y los dos solo han dejado dos obras. En los dos casos, su primera obra es claramente autobiográfica. Quien aprecie menos “L´Atalante” porque se trata de una obra de encargo, olvida que la mayoria de las segundas obras son obras de encargo. “Le Bal du Comte d´Orgel” es un encargo de Cocteau a Radiguet o de Radiguet para sí mismo. Toda segunda obra es crucial, porque define claramente si el artista es solo autor de una sola obra, lo que llamamos un “amateur con talento”, o por el contrario un creador; si es un hombre al que la suerte le ha sonreído una sola vez, o alguien que sigue evolucionando y que solo conoce una única ambición: seguir avanzando.

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“L´Atalante” contiene todas las cualidades de “Cero en Conducta” con muchas mas añadidas, como son la madurez y la contención en los medios. En esta película vemos las dos grandes corrientes del cine: el realismo y el esteticismo. En la historia del cine tenemos grandes realistas como Rossellini y grande estetas como Eisenstein, pero sin embargo muy pocos cineastas fueron capaces de aunar ambas tendencias. Para mí los ejemplos claros son “L´Atalante”, así como “A bout de souffle” de Godard o “Noches Blancas” de Visconti, dos películas incomparables, pero que definen perfectamente lo mejor que se ha hecho en este aspecto.

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También pienso que “L´Atalante” es muchas veces subestimada porque solo gira en torno a un pequeño tema, un tema menor, que se contrapone al gran tema del que trata “Cero en Conducta”. Sin embargo, “L´Atalante” habla de un tema muy importante, rara vez tratado en cine: los inicios de la vida en común de una joven pareja, las dificultades a la que se tienen que enfrentar, la euforia apasionada del principio, mas tarde los primeros tropiezos, la revuelta, la huida de uno del otro, la reconciliación y finalmente el mutuo “Aceptarse”. Visto desde este punto, este tema no es menos importante que el tema que se trata en “Cero en Conducta”.



Si nos detenemos en el cine francés que se hacia en principios del sonoro, nos damos cuenta que entre 1930 y 1940, exceptuando al humanista Jean Renoir y al visionario Abel Gance, estaban prácticamente solos junto a Jean Vigo. No hay duda de que Vigo esta mas cerca de Renoir, pero Vigo fue mas lejos sobre todo en lo que se refiere a su amor por la imagen. Ambos crecieron junto al personal de la cocina, lo que quiere decir, al mismo tiempo en un entorno de pobres y ricos y muy cerca del pueblo. Sin embargo el corazón de Renoir nunca sangró. El problema que tenia Renoir como hijo de un afamado pintor, era el de no ensuciar el apellido familiar, y llegó al cine después de abandonar la cerámica, una ocupación que según él, estaba demasiado cerca de la pintura.

Vigo también fue hijo de un hombre conocido, pero a la vez muy discutido, Miguel Almereyda, un anarquista militar, que murió bajo misteriosas circunstancias en una cárcel. Como huérfano, y siendo enviado una y otra vez de un orfanato a otro bajo nombre falso, Vigo sufrió tanto, que su obra se convirtió en una especie de grito. Si leemos el maravilloso libro que escribió sobre él P.E. Sales Gomes, cada uno de los detalles biográficos que se cuentan en él, son una confirmación de lo que podremos ver en sus películas. Su bisabuelo, Bonaventure de Vigo, fue prefecto en Andorra en 1882. Su hijo Eugene muere con veinte años de tuberculosis, después de haber engendrado un hijo, Miguel, el padre de Jean. La madre de Miguel, Aimée Sales vuelve a casarse con un fotógrafo, Gabriele Aubes in Sete; ella sufre una enfermedad mental y es internada en un psiquiátrico en 1901. Miguel se apropia del apellido Almereyda porque según él suena a caballero español y se casa con Emily Clero, una joven militante anarquista, que había tenido cinco hijos de una relación anterior, pero todos habian muerto muy prematuramente, uno de ellos cayéndose de una ventana. En 1905 tiene a Jean, que es quien de verdad nos ocupa: Jean, que va a tener una corta y dura vida, Jean, que como huérfano no hace mas que heredar las mismas circunstancias de su familia; Jean, cuyas películas parece que lleven una divisa implícita: “Protejo al más débil”.

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Si leemos las biografías o las memorias de los directores de la generación del cine mudo, podemos comprobar que la mayoría cuenta que llegó al cine por pura casualidad: uno de ellos descubre el cine acompañando a un amigo, el otro llegó por primera vez a un estudio de cine conducido por su tío, etc... Sin embargo, nada de esto ocurre con Vigo, uno de los primeros directores vocacionales. El es primero un espectador que luego se convierte en cinéfilo; él ve cada vez mas y más películas, llegando a fundar un cineclub, solo para poder traer a Niza mejores películas, hasta que por fin decide que quiere hacer películas él mismo. Empieza a escribir a gente y busca trabajo como ayudante. Compra una cámara y produce el mismo su primer corto, “A propos de Nice”.

Se habla mucho de los agujeros argumentales que tiene “Cero en Conducta” y se le achaca a una cierta irregularidad en el plan de rodaje. Sin embargo a mí me gusta creer, que estas elipsis se pueden explicar debido a la fiebre de Vigo por querer llegar rápidamente a lo importante, y a la euforia que debía sentir por habérsele dado su primera oportunidad. Ni siquiera se debía preguntar si iba a ser una película hermosa, sino que debía estar obsesionado pensando si conseguiría terminarla. Como espectador cree saber lo que es bueno y malo en una película, pero de repente, convertido en realizador, le embarga la duda, se detiene a pensar si lo que está haciendo es demasiado extraño y se aleja de cualquier norma, y se pregunta si su película llegará algún día a los cines. Por eso pienso que cuando Vigo se enteró que la censura había prohibido “Cero en Conducta” (una prohibición que se levanto solo doce años después), encuentra la confirmación de las dudas que había tenido y pensaría: “Yo ya sabia que no conseguiría hacer una película de verdad como los demás...”. Esta duda todavía puede respirarse cuando poco después consigue estrenar “Cero en Conducta” en Bruselas.


Jean Vigo duda de sí mismo después de haber iluminado cincuenta metros de celuloide, sin saber que ya entonces se había convertido en un gran director de cine, junto a Renoir y Abel Gance, y a Buñuel que empezó por la misma época. Al igual que se dice que una persona ya entre los 7 y los 12 ha recibido las influencias que le marcaran en su vida y que decidirán su carácter, también se puede decir que en los primeros cincuenta metros de película que un director ilumina, va a estar todo lo que luego seguirá desarrollando a lo largo de su carrera. Su primer trabajo es él mismo, y lo que luego seguirá creando, seguirá siendo él, seguirá siendo mas de lo mismo, a veces
mucho mejor (las obras maestras, por ejemplo), algunas veces peor (los errores). Todo lo que es Orson Welles, lo vemos en el primer rollo de Ciudadano Kane; todo Buñuel esta “En un perro andaluz”; todo Godard en “Un femme coquette” (16 mm), y todo Vigo en “A propos de Nice”.

Los cineastas, al igual que los artistas, buscan el realismo, o intentan alcanzar su forma de entender la realidad, y en general sufren entre lo que quieren y lo que consiguen alcanzar, entre como entienden la vida, y lo que la vida en realidad es. Personalmente pienso que Jean Vigo hubiera tenido mas razones que la mayoría de sus colegas para estar satisfecho consigo mismo, porque él llegó mas lejos a la hora de describir todos los recovecos de la realidad: las cosas, el entorno, las personas, los sentimientos y sobre todo la realidad más física.

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Nada que se ha podido mostrar desde hace treinta años en una pantalla de cine, puede llegar a compararse por ejemplo, a la escena de la gordezuela mano del profesor que toma la mano pequeña del niño en “Cero en Conducta”, o a los abrazos de Dita Parlo y Jean Daste cuando duermen juntos en “L´Atalante”, o mejor aun, cuando en un montaje paralelo nos muestra cuando uno ha abandonado al otro, cada uno en su cama (ella en la habitación del hotel, el en la barca), la forma que tienen de mostrarse, bajo la partitura de Maurice Jaubert: una secuencia tan carnal como lírica, que es todo un actor de amor entre dos personas separadas físicamente.

Como un autor tan esteta como realista, Vigo salvó todas las trampas del esteticismo y del realismo. La prueba está en cuando pensamos, por ejemplo, en la escena de Dita Parlo vestida de novia en la barca bajo la niebla, o por el contrario, cuando desempaqueta la ropa sucia que se ha ido agolpando en el armario de su nuevo marido; Vigo siempre conseguía salvar estas escenas con delicadeza, elegancia, con humor, inteligencia, intuición y una enorme sensibilidad. ¿Cuál fue el secreto de Jean Vigo? Probablemente el motivo está en que vivía mas intensamente que la media. Lo peor del cine esta en las interrupciones, el desmembramiento de las escenas. Se ruedan cinco o quince segundos luego hay que interrumpir durante una hora.

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Parece ser que Vigo siempre rodaba en una especie de trance, sin embargo, en ningún momento llegó a perder la claridad de sus ideas. Se sabe que ya estaba enfermo cuando rodó sus dos películas y que algunas secuencias incluso fueron dirigidas desde un catre. Es muy posible que incluso rodara estando en un estado febril. Es cierto que se es más brillante, mas fuerte y más intenso cuando se tiene “temperatura”. Cuando uno de sus amigos le aconsejó tomarse las cosas con mas tranquilidad y recobrar fuerzas, Vigo le contestó que sentía que le faltaba el tiempo y que debía darlo todo de una vez. Por eso suena muy lógica la posibilidad de que Jean Vigo sabia que moriría prematuramente y que ese hecho le estimulaba a trabajar con el tiempo contado. Detrás de la cámara, Vigo debe haberse sentido en el mismo estado del que habla Ingmar Bergman cuando dice: “Se debe hacer cada película, como si fuera la ultima”.

(Francois Truffaut, 1970. “Le films de ma vie”).

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