20 de febrero
Estos días traduzco con entusiasmo para la editorial Seix Barral un libro extraordinario, cuya historia también lo es. Se trata de ‘Rien où poser sa tête’ [‘Nada donde posar la cabeza’], de Françoise Frenkel, y cuyo casual descubrimiento en Francia ha sido un acontecimiento de primer orden. La historia es la siguiente: Françoise Frenkel era hasta ahora una auténtica desconocida, apenas si se tenía noticia de ella. Se llamaba Frymeta Idesa Frenkel y era polaca, de cerca de Lodz, y había nacido en 1889. Por su amor por la lengua y la cultura francesas, en 1921 abrió una librería en Berlín especializada en libros y publicaciones de Francia. Fue la única librería así que hubo en Berlín hasta entrada la posguerra. Una librería por la que transitó todo tipo de intelectuales franceses y alemanes de la época, así como diplomáticos y políticos. En 1939, Frenkel tuvo que abandonar Berlín presionada por ser judía y por la permanente censura nazi con los libros franceses (y de tantas otras lenguas). Fue a París y allí, debido a la invasión alemana, emprende una huida por Francia, hacia el Sur, con intención de pasar a Suiza. Aquello supuso un calvario de casi tres años en los que padeció lo indecible. Cuando por fin logró pasar a Suiza por la zona de la Alta Saboya hacia Ginebra, recogió sus experiencias en un libro autobiográfico, ‘Rien où poser sa tête’, que fue publicado en 1945 en la editorial suiza Éditions Jeheber. Una vez publicado, el libro desapareció de la circulación enseguida y nunca más se supo de la suerte de su autora. Solo se sabe hoy que Françoise Frenkel falleció en Niza el 18 de enero de 1975. El libro no fue citado ni recordado por nadie, hasta que el año pasado, Frédéric Maria, editor de Gallimard, halló por casualidad un ejemplar en un ropavejero.
Como dice Patrick Modiano en el prólogo a la nueva edición –que Gallimard ha sacado a bombo y platillo–, no importa que no se sepa nada de esta invisible y desconocida mujer llamada Françoise Frenkel. Casi mejor, casi es preferible tener presente tan solo lo que ella cuenta en su libro de modo anónimo, y no saber nada de lo que fue después de esa mujer. Así es mayor la fuerza de su texto. “La gran singularidad de ‘Rien où poser sa tête’ procede precisamente de que no podamos identificar a su autora de una manera precisa. Ese testimonio de la vida de una mujer acorralada entre el sur de Francia y la Alta Saboya durante el periodo de la Ocupación es más impresionante cuanto más anónimo nos parece”, escribe Modiano. Y a continuación compara este libro con ‘Una mujer en Berlín’, escrito por una alemana cuyo nombre se ignora y que representa a todas las mujeres alemanas que hubieron de padecer las violaciones, vejaciones y humillaciones que el Ejército Rojo llevó a cabo cuando entró en Berlín al término de la guerra. En el libro de Frenkel, la protagonista también es una mujer que relata unas duras experiencias que, iguales o parecidas, vivieron a su vez muchas otras personas, hombres y mujeres, cuando hubieron de huir de los nazis por culpa de su raza, su condición sexual y sus principios.
‘Rien où poser sa tête’ es un testimonio en primera persona, muy ágil, narrado con talento innato, que cuenta situaciones humanas dramáticas y peligrosas en un contexto de incertidumbres y traiciones, las que acuciaron a miles de seres humanos que se encontraron con que de repente Francia en 1940, tras su extravagante guerra contra Alemania, se había convertido en una ratonera. En este sentido, por el tono y por los hechos convulsos de la debacle tan humillante del país en aquella hora, el libro de Frenkel recuerda mucho a la novela de Irene Nemirovsky ‘Suite francesa’, de tanto éxito posterior.
Frenkel relata su experiencia como un viaje, pues eso fue, un largo viaje hasta lograr pasar a Suiza. Los diversos episodios se centran en los lugares por los que ella pasa en su huida hacia la libertad. Separada de su familia y gracias a un profesor, cuando ya la presión por las leyes raciales francesas la obligan a huir de París en 1940 con la riada caótica de parisinos hacia el sur, se dirige a Niza, en la Francia libre. En Niza se ve envuelta en un sinfín de huidas, escondites, personas que la ayudan, traiciones, detenciones, juicios, evasiones, esperanzas, temores, terrores, repetidas detenciones y repetidas escapadas. Se refugia en un convento, del que huye por fin en una peligrosísimo travesía nocturna y llega a Ginebra en 1943. El libro refleja ese periplo agónico y plagado de tensión en el que el lector asiste a la evolución de la narradora hacia la desolación absoluta y el pánico (sabía que el precio del fracaso eran los campos de exterminio).
En ese viaje desesperado, el libro testimonia la vida real y cotidiana sin rencor: las personas, los lugares, las instituciones, los políticos, los jueces, los comerciantes, las prostitutas, las monjas, etcétera, todos retratados aquí con un tono fresco, inocente y sorprendido. ‘Rien où poser sa tête’ está en la línea de libros similares que se han hallado y publicado en los últimos años, como el de Hélène Berr y su conmovedor ‘Journal’, o la novela de Alain Blottière ‘La tumba de Tommy’, o ‘La resistencia’, el diario de Agnés Humbert.
Leída hoy, la aventura vital de Françoise Frenkel estremece y conmueve. Sigue siendo válido y certero lo que se dijo de ese libro en la única reseña que tuvo en 1946, aparecida en una modesta revista suiza: “Rayos luminosos se deslizan entre las imágenes de miseria… Ni una queja, solo hechos narrados con decencia y contención, de una manera muy viva”. Ahora ese libro ha encontrado su sitio en la historia y en nosotros, por fin.
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