Autora: Rita Silva Freire
Artur Carlos Maurício Pestana dos Santos, más conocido como Pepetela, repasa su carrera así como su implicación en la lucha armada contra el colonialismo portugués y en el primer gobierno independiente de Angola. Una oportunidad única de conocer de cerca al escritor más representativo de la literatura angoleña y uno de los mejores autores en lengua portuguesa.
Hace años publicó ‘A Sul. O Sombreiro’, en el cual se debruza, una vez más, sobre la religión. ¿Es religioso?
No. No creo en las fuerzas sobrenaturales. Creo más en el hombre.
¿Y continúa creyendo en él? ¿O ha tenido muchas desilusiones?
Aún creo en él. He tenido grandes desilusiones, y yendo ya para viejo, soy más escéptico. Era extremadamente optimista en relación a la humanidad, hoy lo soy menos. Caemos siempre en los mismos errores. Parece que la humanidad no aprende. Cuando me preguntan cómo va a ser el futuro respondo: el futuro va a ser como fue hoy o como fue ayer.
¿Pero aún no ha perdido el optimismo?
No del todo. Hay siempre esperanza de que se descubra una fórmula que provoque que haga que todo el mundo viva de forma más pacífica. Pero para ello es necesario que todos vivamos mejor.
¿Cree que se va a llegar a ese punto?
Hasta ahora aún no se ha encontrado la fórmula. Es necesario encontrarla para aspirar a una sociedad más igualitaria, con menos diferencias y tensiones sociales. Hubo intentos pero fracasaron.
¿Cuándo se dio cuenta de las injusticias de la sociedad angoleña?
Llegué a Portugal con 17 años. Ya creía que la sociedad angoleña era muy injusta, con problemas de racismo. Había tenido conversaciones sobre la necesidad de cambiar pero no sabía cómo.
¿Fue testigo directo de ese racismo?
Viví en Benguela, la mejor ciudad en ese aspecto. Pero cuando me fui a estudiar a Lubango sentí la diferencia. Sobre todo en cuanto a la segregación racial. Veía cómo se trataba a mis compañeros negros. Cuando me fui a Portugal había gente muy politizada. Entendí que Angola y Portugal eran entidades diferentes y que era necesario lograr la independencia. Cuando empezó la lucha armada, me di cuenta de que ese era el camino.
Nació en Benguela en 1941, es de origen portugués desde hace muchas generaciones en Angola. ¿Por qué dice que la ciudad era muy diferente en cuanto al racismo?
Era una ciudad muy participar. La mitad de la población era mestiza, se establecían relaciones. En la escuela tenía compañeros de todos los colores. Había racismo, claro, pero había una mayor integración de la población. Las otras ciudades eran peores. La mayoría de la población de Lubango era blanca. Pasaba las vacaciones en Huambo e íbamos en grupo a la piscina. No nos dejaban entrar. Decían: “Tú y tú podéis, los otros no”. Eran mestizos y negros.
Se sentía angoleño pero era blanco. ¿Esta situación le causaba algún tipo de confusión identitaria?
Yo no tenía dudas: aquella era mi tierra. Vivía en la última casa de la ciudad blanca, delante estaba la senzala. En el medio se encontraba un campo donde todos jugábamos al fútbol juntos. Siempre conviví con gente de la senzala y de la ciudad blanca. Unos jugaban al fútbol descalzos, los otros con zapatillas. Los que jugaban calzados tenían cuidado para no hacerle daño a los demás.
¿A qué se dedicaban sus padres?
Mi padre era contable. Después encontró a un socio y abrieron una pescadería que se arruinó. Y volvió a ser contable hasta que dejó de trabajar. Mi madre quería ser profesora pero nunca salió de casa. Se casó pronto.
Cuando explotó la guerra estaba en Portugal. De ahí se fue a París y después, ya como militante del MPLA, a Argelia, donde estuvo muchos años.
Entre 1963 y 1969. Fue con una beca de estudios. Allí había un centro de estudios angoleño y una delegación del MPLA. Cuando acabé de estudiar empecé a trabajar para el gobierno y nunca salía de allí. Era una cuestión de color. El MPLA tenía miedo de enviar a blancos a la guerrilla porque no sabía cuál iría a ser la reacción de la población: era blanco, era hijo de colonos. Era necesario trabajar con la población para que nos aceptaran. Eso se hizo y en 1969 me llamaron.
¿Cómo se trabajó con la población?
Se explicó que nuestra lucha no era contra los colonos ni contra las personas más claras sino contra un sistema que tenía que llegar a su fin, contra el colonialismo. Fue necesario probar que servíamos para algo: cometer el mínimo posible de errores y arriesgar más de lo necesario.
Entonces fue partícipe de la lucha armada y estuvo en la guerrilla durante cinco años. ¿Cómo se coge un arma por primera vez?
Cuando cogí el arma para participar en el combate todavía no había recibido formación militar, sólo había visto la guerra en el cine. Es un poco complicado. Pensé que el arma pesaba demasiado, que era incómoda. No me dio tiempo ensayar mucho, ya en acción empecé a darle al gatillo. No sé si llegué a darle a algún árbol. Se veía poco, mucho campo, mucha confusión. Pero me dio miedo. La adrenalina sube y después no se siente nada más.
¿Tenía familiares del otro lado?
Mi hermano mayor ya había salido del ejército y difícilmente lo llamarían de nuevo. Pero tenía primos dentro. Pensaba que algún día íbamos a cruzarnos. Pero eran cosas que sucedían tan rápido que no daba tiempo ni para darse cuenta. Eran raras las situaciones en que se veían las caras. Cuando acabó hicimos un balance entre los primos. Habíamos estado por las mismas zonas en momentos diferentes. Nunca había habido un peligro real de que nos hubiéramos cruzado. Pero podría haber ocurrido. Me decía: ten paciencia, es el enemigo. Si yo no disparo, él te disparará.
¿No hubo resentimientos familiares?
No. Continuamos siendo grandes amigos.
Además de guerrillero, fue el responsable de educación…
Intenté huir pero siempre me impusieron la cartera de educación. Decían que era el más capacitado. Iba de escuela en escuela viendo las dificultades que tenían, apoyando a los profesores para hacer informes para el MPLA.
¿Cuáles fueron las mayores dificultades que encontró en las escuelas?
La falta de material, la falta de comida. Los alumnos venían de las aldeas casi desnudos, nítidamente con hambre.
Es casi imposible aprender así.
Pero aprendían. Estudiaban durante cinco años en la escuela y los mejores conseguían becas para irse al exterior. Y se formaban. Y eso fue porque algo aprendían. También me ocupaba de la organización de las poblaciones en comités, de la formación política de los guerrilleros… Y luego estaban los combates. Provocados por nosotros mismos o bien por la otra parte.
Entonces cuando la guerra se acabó, se fue a Luanda con la primera delegación del MPLA y asumió la cartera de Educación.
Casi que me tocó.
¿Y por qué no la quería?
Quería hacer otras cosas, no eso.
¿El qué?
Si hubiese podido elegir, habría sido militar. Me gustaba mucho la estrategia. Pero en el fondo lo que yo quería era ser escritor..
¿En aquel momento ya escribía?
Sí, ya había escrito varios libros. Algunos de ellos se perdieron. Menos mal, no valían para nada.
Durante la guerrilla escribió sus primeros libros, entre los cuales se encontraba Mayombe.¿Cómo articulaba la lucha y la escritura?
Escribía por la noche, cuando los compañeros dormían o estaban conversando. Si estábamos en una choza, me ponía un candelario. Si no pues escribía a la luz de la hoguera.
¿Cómo le llegaron las ganas de escribir?
Mayombe comenzó con un comunicado de guerra que hice para la radio. Me pareció tan interesante que lo continué, ahora con personajes. Quité la primera página, que la envié al servicio de informaciones, y después continué. En la frontera tenía más disponibilidad, podía escribir de día. Le decía a mis compañeros: estoy escribiendo para poder entender lo que estoy haciendo, estoy buscando la realidad.
¿Escribía para entender el mundo?
Eso es. Sigue siendo importante.
Después pasó a formar parte del primer gobierno de Agostinho Neto. En ese momento vivió el episodio más polémico de su vida.
Me paso la vida hablando de eso…
Fue acusado de estar implicado en el 27 de mayo, en la “Comisión de las lágrimas”.
Eso nunca existió.
Y también de ser uno de los inquisidores que torturaron a las personas implicadas en el supuesto golpe.
Sobre eso ya respondí. Mi participación fue apenas informativa. Hay quienes me creen, otros que no me creen. Es problema suyo. Yo no hablo mucho sobre esto, no quiero hablar, no me gusta hablar. Porque quien conoce la verdad, quien sabe todo lo que ocurrió es el MPLA. [El MPLA] es quien tiene que poner todo eso por escrito. Todo lo demás, todo lo que se escribe o no se dice, es pura especulación. Ver una parte o ver solo la otra. Quien puede recoger el material suficiente y explicar [lo sucedido] es el MPLA.
Guardó silencio durante mucho tiempo pero hace años afirmó que nunca había participado en la represión. Y que el MPLA debe proteger los nombres de quienes estuvieron a su servicio.
Pienso que el MPLA es quien tiene que esclarecerlo. Yo solo puedo contar algunos episodios. Le toca al árbol, no al bosque.
¿Pero por qué no habla? ¿Piensa que ese no es su papel?
No, no lo es. Hay muchas cosas que desconozco. Hace poco supe que había varias comisiones, por ejemplo. La gente del otro bando, que sufrieron la represión que hubo, mezclan todo en una misma comisión.
Trabajó en el área de la comunicación. ¿Dice que formaba parte de su trabajo ver las declaraciones para que fueran vinculadas a los órganos de comunicación?
Sí, para que fueran publicadas.
¿No sabía lo que estaba ocurriendo en otras salas?
No, porque nada ocurrió en aquel espacio. No se sabía… Había algún runrún, había muchos presos, era lo que se sabía. Pensaba que iba a haber un juicio, como había ocurrido en el caso de otros mercenarios. Al final no hubo ningún juicio.
¿Lamenta ese período? ¿Piensa que debería haber sabido más?
Sí. Todo el mundo debería haber sabido más. Y haber parado inmediatamente los abusos que hubo.
¿Fue esa la razón por la cual abandonó el Gobierno, para dedicarse a la escritura y a la enseñanza?
No. Ese fue uno de los puntos que más me entristeció. Pero quería dedicarme fundamentalmente a escribir.
¿Cuándo presentó su dimisión?
En 1978 o en 1979. Cuando [Agostinho] Neto todavía estaba vivo, hablé con él, le dije que quería ser escritor, que tenía que abandonar las funciones oficiales para dedicarme a otra cosa, para vivir otra cosa o para escribir. Me dijo que me esperara, que todavía era pronto, que no estaba nada consolidado. Después murió. Y yo luego no iba a ir al nuevo presidente a decirle que quería irme. Aguanté un año. Después le escribí. Y después tardé cerca de un año que en que me dejaran ir.
Abandonó el gobierno en 1982 para dedicarse a la escritura. ¿Se dedicó solo a escribir o empezó enseguida a enseñar?
Me pasé un año solo escribiendo Yaka. Tenía una hernia discal. Tuve que escribir de pie. Solo podía estar de pie o tumbado: y sentado como que no… Me quedaba escribiendo una hora, una hora y media. Después me echaba media hora pensando en lo que había escrito y en lo que iba a escribir. Escribía unas cinco o seis horas al día.
¿Cuándo empezó a dar clases de Sociología?
Un año después, en la carrera de Arquitectura y Urbanismo. Estuvo bien. Me permitía estar en contacto constante con la juventud. Ahora hay cosas que ya no comprendo porque dejé de dar clases.
¿El qué en concreto?
Todavía no he conseguido entrar en aquello a lo que llamo la Generación del Kuduro. Estaba la Generación de la Utopía, la Generación del Desencanto, ahora existe la Generación del Kuduro. Todavía no he entendido la necesidad de [usar] un lenguaje tan extremamente agresivo y, entre comillas, mal educado. Comprendo las razones, pero no entiendo los medios. Se estuviese en la universidad tendría más conocimientos para comprenderlo.
¿Cuándo dejó de dar clases?
Hace 9 años.
¿Por qué?
Estaba cansado. Perdía más tiempo en el tráfico que en las clases. Y empecé a sentir que el nivel de comprensión por parte de los estudiantes iba disminuyendo, la enseñanza era cada vez peor en los primeros cursos. Hubo una degradación desde 1980, que alcanzó límites insoportables cuando empezaron a llegar estudiantes del tercer año de universidad que nunca habían leído un libro. Es demasiado.
Estaba dando clases y escribiendo cuando explotó la Guerra Civil. ¿Siempre la vivió a distancia?
Sí. Lo más cerca que estuve fueron los tres días de combates en Luanda, en 1992.
¿Ya estaba completamente alejado de la política y de la guerrilla?
Completamente. No me interesaba hacer política. Nunca me interesó, me sentía forzado a hacerlo. Pero claro que me sigue interesando la política de Angola y del mundo entero.
¿Cómo exguerrillero vio la guerra pasarle por la puerta de casa?
Había dejado parado un libro, sobre la guerra vista a través de los ojos de alguien que la sufre y no por quien la hace. Y estaba bloqueado. Fue necesaria esa guerra para más tarde, cuando empecé a asimilarla, desbloquear el libro.
¿Por qué?
Necesitaba estar en la posición de alguien que sufre la guerra sin poder controlarla, en el sentido de disponer de información, saber lo que está ocurriendo. Las balas pasaban y no sabía si eran balas amigas o enemigas. Si se puede decir que tenía algún enemigo.
¿Cuál era su posición?
Aunque fuera crítico, era más cercano al MPLA que a la UNITA. Sabía que sería un desastre si éste último hubiera llegado a tomar el poder.
¿Cómo vio entonces el fin de la Guerra Civil?
Con un alivio tremendo. Todas las familias tenían un hijo que había estado en la guerra, uno que estaba y otro que quería estar en ella.
¿Y Pepetela tenía a alguien implicado?
Familiares directos no, pero tenía amigos, hijos de amigos.
¿Dónde estaba cuando murió Savimbi?
En Luanda. Ya había oído un rumor dos o tres horas antes del comunicado oficial, que salió a las ocho de la tarde. Iba a una cena, con un grupo de amigos. En la cena hubo una escena de cierta hipocresía por nuestra parte. No queríamos reír ni celebrar nada, pero estábamos todos tan a gusto, aliviados y satisfechos… Pero nadie habló sobre la noticia del día. No se celebra la muerte de nadie.
¿Cómo es posible que nadie hablara del asunto?
Creo que todos tuvimos la misma sensibilidad. Hablamos de la vida, de esto y aquello, evitando abordar el tema.
En 1997 ganó el Premio Camões, el más importante de la lengua portuguesa. Fue el primer escritor angoleño y el segundo africano en ganarlo. ¿Contribuyó este premio a proyectar la literatura angoleña?
Fuera no. Incluso en Brasil tuvo poca importancia. En Portugal llamó la atención sobre la importancia de la literatura angoleña y de la africana. Facilitó que los angoleños empezaran a publicar en Portugal. Aunque incluso así, pocos tuvieron esa suerte.
Estuvo implicado en 1975 en la creación de la União dos Escritores Angolanos (UEA).
Un mes después de la independencia. Fue la primera asociación creada en Angola.
¿De quién fue la idea?
Do Luandino Vieira. Después, los que escribimos su constitución fuimos Luandino, Costa Andrade, que ya falleció, Arnaldo Santos, Manuel Rui Monteiro y yo. Cuando empezaron a plantearlo yo todavía estaba en la guerra, en Benguela. Después de la independencia dejé las armas y nunca más las volví a coger. Hoy en día estoy incluso en contra de los cazadores. Soy muy ecológico (ríe). Luandino me preguntó si quería sumarme a ellos. Le dije enseguida que sí. Fue la primera gran editorial angoleña. Como había subvenciones, los libros costaban lo mismo que un plátano.
¿Cuándo fueron revocadas las subvenciones?
Con el cambio económico, a partir de 1990, dejó de haber subsidios y la União dos Escritores Angolanos dejó de ser una editorial, no tenía dinero. Y el precio de los libros se disparó.
¿A cuántos plátanos?
Uf… A más de racimo. Pero el racimo también salía caro, todo era caro. Las tiradas caían en picado y empezó a ser muy difícil que te publicaran. En ese momento empecé ser editado en Portugal. Pero no en Angola. Cuando volví a serlo, a finales de los 90, tenía muchos libros sin publicar. Sólo en 2010 se recuperó el tema y logré que todos mis libros fuesen publicados en mi país.
Tal vez esa interrupción en la edición justifica que haya pocos escritores angoleños nuevos…
Hasta hoy en día algunos todavía tienen dificultades [en publicar].
Se publican pocos libros…
Los libros son muy caros y las editoriales no se arriesgan. Solo publican a aquellos que creen que van a vender por lo menos 1.000 o 1.500 ejemplares. Algunos autores consiguen algún patrocinio, de un banco o de una empresa, que paga parte de la edición y ahí la editorial publica con tranquilidad porque ya no pierde dinero.
¿Cómo ve a la nueva generación de la literatura angoleña?
Que se hayan afirmado, habrá una media docena [de escritores]. Aquella promesa que había en los primeros años de tener una literatura con nombres potentes, aún no ha llegado de momento.
¿Qué ha fallado? Dijo que dejó de dar clases porque la educación era mala en los primeros años. ¿Es ese el problema?
Todo el mundo quiere escribir en portugués, pero los escritores, sobre todo los más jóvenes, tienen problemas con la lengua portuguesa. No manejan bien el instrumento. Es un portugués lisiado. Para escribir en portugués, hay que leer y estudiar mucho. Después habrá otras [barreras], como el precio del libro. Pero todos los años salen óperas primas. Y la União dos Escritores Angolanos ha tenido ese papel.
Cuando empezó su actividad como guerrillero escogió el apelativo de Pepetela como nombre de guerra.
Me lo eligieron.
Significa pestaña.
Exacto.
¿Por qué decidió firmar sus libros con ese nombre?
Es mucho más sonoro y bonito que Artur Pestana.
¿Cómo le llaman los amigos?
Pepe. Incluso la familia, hasta mi madre. Mi padre nunca lo logró.
Después de la Guerra de la Independencia y de la Guerra Civil, ¿cómo ve estos años de paz?
Hubo grandes avances en algunos campos, en otros avanzamos poco. El país ha crecido económicamente, está consiguiendo reponer algunas infraestructuras fundamentales y hubo crecimiento económico. Pero no ha habido suficiente desarrollo humano. Hay una gran precariedad en las condiciones de vida. La mitad de la población es pobre. Se ha crecido en términos de educación, pero todavía no hemos conseguido que todos los niños vayan a la escuela, algo que debería haberse hecho hace mucho tiempo.
Eso fue algo que conseguimos en 1980 y después hubo retroceso en ese sentido. Se avanzó en el campo de la salud, con una disminución de la mortalidad infantil en particular. Pero todavía hay una gran diferenciación social. Hay un grupo reducido que es muy rico y al que le gusta mostrar que lo es, y una gran mayoría de la población que es muy pobre. Aún hay un gran camino por recorrer. Todo debería haberse hecho más deprisa en este sentido. Hay dinero mal invertido y los débiles acaban pagando el pato. Pero no solo ocurre aquí. En todo el mundo es igual.
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Artículo original publicado en Buala: http://www.buala.org/pt/cara-a-cara/nao-se-festeja-a-morte-de-ninguem-entrevista-a-pepetela
Traducción: Alejandro de Los Santos
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