CUENTINOS TRISTES
Club de lectura
/por Juana Mari San Millán/
El club de lectura celebraba su sesión mensual. Discutían acaloradamente sobre la novela titulada El guardián entre el centeno. Un bando afirmaba que el protagonista de la obra Holden Caulfield reflejaba las insulsas y burguesitas preocupaciones de un jovenzuelo pijo norteamericano. La otra facción defendía el carácter rompedor del estilo y del contenido de la narración de J. D. Salinger en la mojigata y meapilas sociedad de los Estados Unidos de la década cincuentenaria del siglo XX. María de los Ángeles García Cernuda, que nunca intervenía en la tertulia, cual pasmarota, soltó de sopetón y de corrido:
—Si la buena literatura ha de transmitir una espesa excitación, no reconoceré la valía de ningún literato hasta comprobar su destreza en la composición de un texto pornográfico. La pornografía es la tosca materia que más se acerca a la vida animal, real o inventada, y de más difícil elaboración literaria. Que nadie me venga con cuentos de Lolitas y Lulús, ni menos con las blandas orgías perpetuas de Vargas Llosa o las gelatinosas sombras de Grey y Anastasia. Escuchad este escabroso, crudo pornorrelato y entenderéis la dificultad creativa de la que hablo. Y leyó a todo meter:
La zorrita estaba a cuatro patas y al sentir como le entraba toda la verga se volvía loquita: «qué rico me culeas, corazón; dale duro, dale más duro, cari». El cabrón metió toda la vergota. La zorra no podía contenerse y jadeaba como la dulce perrita que era. Eso ponía cachondo al tipo macarra que, al tenerla allí a cuatro patas, a su plena disposición, se sentía poderoso rufián, le sujetaba las caderas y le metía la pilila en el chocho con tanta fuerza que la mujer gritaba. Como la inserción de una estaca en el corazón del mismo Drácula, así le clavaba la verga el macho cabrío. Era una gorda infiel. Su putero mamón la follaba como a una maldita cerda mentirosa. Ella se ponía a hablar por teléfono, pero a él le daba igual. La volvía a colocar a cuatro en la cama y le metía la polla por detrás. La muy cerda seguía hablando como si nada mientras el muy cabrón se la metía. Pero es que una guarra como ella estaba acostumbrada a joder mientras hacía otras cosas. Hay ejemplares impresentables de macho alfa que no saben follar con buen ritmo y se dedican a clavar su rabo con pollazos fuertes repetidamente en el coño o en el culo de la hembra. No parecía que a esta guarra le disgustara que la penetrasen de esta forma por los gemidos de placer que emitía entre llamada y llamada. Lo que no le acababa de gustar tanto era que cuando el machirulo se corría sacara la picha de dentro del chumino o del ojo del culo y le soltase todo el semen por encima de la piel y hasta le salpicara el móvil.
La reunión trocó en estampida. A María de los Ángeles García Cernuda la expulsaron del club con cajas destempladas de forma fulgurante. María de los Ángeles García Cernuda se hacía cruces ante tan grande hipocresía, ante tan evidente escándalo de débiles, como Jesucristo calificaba las espantadas aparatosas de los fariseos. El texto que leyó, decía en su defensa a quien oírla quisiera, no dejaba de ser copia literal, con leves retoques, de una página digital de porno casero gratis de acceso libre, Google mediante.
No hay comentarios:
Publicar un comentario